Partida Rol por web

Gabarri había perdido la cuenta de cuantas veces había revisado su equipo en las últimas horas. Varios podían haberle visto mirar a las nubes que se acercaban con cara de preocupación. Se sobresaltaba con cada trueno y daba un respingo cuando alguien salía de entre la lluvia. La escasa visibilidad hacía imposible discernir si esa sombra que salía de la oscuridad era amiga o enemiga hasta que estaba a penas unos metros y eso no le gustaba nada.

Cuando se enteró de que le tocaba patrullar, suspiró aliviado. Iba a ser una mierda, mojado y sin apenas ver nada, pero por lo menos podría llevar sus armas y eso le tranquilizó un poco. Cargado con todo su equipo de combate, Gabarri se presentó en la zona asignada buscando alguna cara conocida. La comisaria estaba allí, como no, y también estaba uno de los gemelos aunque no sabía quien. Se presentó ante la comisaria. - Comisaria, me han asignado labores de patrullaje. - dijo tras ponerse firmes. - ¿Orrin? Gabarri, nos conocimos en la enfermería. - se presentó extendiendo una mano. 

Desastre estaba intranquilo. La lluvia, el frío y encima cavar con un brazo inutilizado. El imperio era famoso por su uso pésimo de los recursos pero mandar un manco a achicar agua alcanzaba nuevas cotas de idiotez. Aun así ahí estaba, paleando barro con la mano mala bajo la atenta mirada de un supervisor que, ni de lejos, sabía como había que hacer aquello bien. Por suerte 35 parecía tener mejor disposición que 34 para cosas como aquella. Siendo un novato y eso parecía echarle entusiasmo. Unos dias antes habían resuelto el problema del equipo y ahora estaba un poco más tranquilo.

Al fin y al cabo, sólo era lluvia. Un enemigo conocido para cualquier irlandiano. Si, es cierto que su padre solia decir que el agua era una creación diabólica para acabar con ellos, pero sólo cuando se acababa el malteado. Veía a sus compañeros nerviosos buscando sus armas que descansaban en un porche cercano bajo una chapa. Desastre conocía el autentico riesgo de esa operación no obstante, que se le pudrieran a uno los pies. Había reforzado sus calcetines pero sin tiempo ni recursos, solo era cuestión de tiempo que el agua encontrara su camino. Y una vez tenías los pies mojados, ya no había forma de secarlos.

Echó un vistazo alrededor, a ver como estaba la cosa y lo difícil que sería escaquearse.

- No digas atrocidades, Huohasai, la lluvia trae corrosión, abrasiones y desperfectos - alegó Tangtang, muy incómodo ante aquel fenómeno que, cuando ocurría en Drafeliv, obligaba a guarecerse a todo aquel que no fuese uno con la Deidad Máquina o llevase un traje que le protegiese -; no se puede salir o se nos caerá la piel a tiras.

El drafelivano se negaba en redondo a salir pero el que los materiales a la intemperie no siseasen ni hiciesen brotar humo al reaccionar con el ácido que él creía que les estaba cayendo encima le fue obligando a reconsiderar lo que él daba por seguro. Siguió inquieto cuando vio personal salir sin derretirse y gritar como descosidos y ya, cuando vio que los propios drafelivanos como Clank y Zhao Yang salían sin que les pasase nada en absoluto, terminó de aceptar que aquel extraño fenómeno no era como los que conocía.

- Está bien, me equivocaba y tenías razón; salgamos a ser productivos - dijo, no del todo convencido y aguardando a ver cómo le llovía encima a su yerno para luego atreverse él a salir con el poncho protector encima de las armadura y el cañón de plasma a la espalda -. ¡Por la victoria! - dijo en dirección a Arrir, Clank y Zhao Yang cuando pasó cerca de ellos, levantando el puño y deseándoles lo mejor - ¿Alguien sable dónde se reúnen los que vamos de patrulla?

Avanzo con el escudo en el brazo, mi equipo en la espalda, el rifle ladeado sobre la cintura y el fúsil en la espalda. Con atención a mi entorno para no llamar la atención de un comisario (mas latigazos disminuiría fuertemente mi eficiencia) de forma negativa, me encamino a donde se forman los grupos de patrulla y vigilancia del perímetro. Entre todos ellos distingo un rostro conocido. Acelero el paso y al ver a "Clank" le digo:

 -Que Mao Fu nos guie en momentos de necesidad.-

Orrin asintió al penal, aunque no le estrechó la mano.

-¿Ayudando a Dagmar? Sí, os recuerdo intentando arreglar aquel destrozo-replicó, aunque era complicado, entre la lluvia y la máscara del casco, detectar si aquel "intentando" iba cargado de intención o simplemente había sido imaginación de los presentes.

Arrin miró por encima del hombro hacia el grito de alguien que pasaba por allí y reconoció a la rechoncha figura del cocinero, Tang-Tang. Alzó un brazo a modo de saludo, con el puño en alto, y pronto recogió de nuevo su pala para seguir achicando agua. El montante sobresalía de su hombro, Arrin nunca salía sin él, lo llevaba a todas partes, hasta a cagar.

Una cartuchera y una funda de pistola complementaban su armamento, y bueno, un cuchillo bien afilado enfundado en su pecho, con el mango hacia abajo. Con un rápido movimiento podría sacarlo y apuñalar de abajo hacia arriba aprovechando la inercia, como debía hacerse si querías matar de verdad.

El resto de equipamiento había quedado en la zona regimental, aunque una rápida carrera le llevaría a ellas. - Hans, descansa un poco, sigo yo. - le dijo a su compañero, apoyando una mano en el hombro y apartándolo ligeramente. - Baja el ritmo y vigila, luego cambiamos. - 

Luego miró al tal Zhao y le dijo. - Deberíais hacer lo mismo vosotros dos. Nos os desfondéis a la vez. Que uno aplique brío y el otro trabaje en modo pasivo, vigilando. Así trabajaréis más tiempo y será más complicado que os sorprendan. - acto seguido, comenzó de nuevo a dar fuertes paladas de barro y agua, aplicando la fuerza que los sintemúsculos y su propio cuerpo le daba, que no era poca. 

El doblesueldo (o eso suponía Zhao haber entrevisto en su hombro) pareció dudar un momento antes de responderle, pero era difícil saber algo a ciencia cierta hablando ambos con la cara tapada, él por el casco y Zhao por la máscara antigás, aparte del hecho de que no se veía nada con aquella lluvia incesante. ¿Cuánto podía llover en un maldito desierto?

Sin embargo, al final habló y se presentó. Zhao se alegró mucho de saber el nombre y la especialidad de aquel soldado. Le gustaba conocer por lo menos algo de la persona que tenía a su lado en la batalla, ya que era de quien dependía su vida. Un guardia solo era tan fuerte como el que tuviese a su lado, su fuerza estaba en el número, la cooperación. En que unos se cubrían a otros. Incluso en aquella tarea horrible de vaciado de trinchera. 

-Es un placer, Arrin. Que el Omnisiah y Mao Fu nos guarden hoy.

Arrin se llevó la mano al cinturón y le mostró la granada cegadora. Parecía una buena idea en aquella oscuridad. Sonrió, pero se dio cuenta de que no podía verle. 

-Buen plan. Mantendremos la oscuridad entonces. 

No pudo evitar mirar un momento al cobertizo de las armas. Ojalá las tuviera con él. 

Al volverse vio que Arrin y su compañero miraban hacia el desierto (ahora barrizal) que se extendía ante ellos y hablaban sobre si habían visto algo. Zhao solo veía un muro de oscuridad más densa que el plastiacero. 

-Esperad, ¿podéis ver algo ahí? ¿Lleváis visión nocturna o algo? -preguntó sin parar de desaguar-Yo no veo nada. ¿Hay movimiento?

Arrin le dio un buen consejo sobre el trabajo de trinchera. La verdad es que Zhao solía estar a bordo de los vehículos y no en la trinchera y no tenía demasiada experiencia en ello. Miró a Ming, que de alguna forma incomprensible había ido a elegir el único 9-70 de la pila que estaba mal encajado y se le había soltado la pala, casi haciéndole un corte en la pierna, de no ser por la armadura. 

-Anda, haz caso a Arrin y deja eso. Tú vigila, yo me ocupo. Luego cambiamos. 

No había terminado de desembalar el equipo y guardarlo en las taquillas correspondientes, cuando unas feas nubes cubrieron los cielos haciendo que un mal presentimiento recorriese todo el campamento. Las gotas de lluvia no se hacen esperar embarrando todo el suelo a nuestro alrededor, rápidamente se forman regueros de agua que tienen que ser retenidos antes de que inunden las trinchera. - Sagrado Emperador, menuda manera de llover. Sin una orden clara, lo mejor era no meterse en medio de las trincheras, pero no podía estar ahí parado sin hacer nada, así que lo mejor sería pertrecharse y unirse a alguna de las patrullas que veía irse formando. 

Estaba cayendo un aguacero atronador y continuo. No era la mejor manera de tener que salir de su tienda de mando, pero era lo que tocaba, supervisaría a los hombres, dependiendo del destino que le asignasen e intentaría darle ánimos. Porque aquel tiempo era una mierda absoluta.

No es que se pudiera hacer mucho de momento, así que agarró sus magnoculares y se dedicó a mirar por las lejanías, tan solo por si acaso. Todavía no los había utilizado y quería estrenar aquel aparato.

-Venga Murat, a la calle, mira bien que el equipo de comunicaciones esté bien estanqueizadot y no se vaya a la puta mierda, ¡Ah! y cuidado con la antena, no te vaya a partir un rayo y a mi en el proceso- Ordenó a su operador.

Zhao no pudo verlo, pero en cuanto este se paró a responderle a aquél que tenía al lado en la trinchera, el rostro de su camarada se llenó de preocupación y alarma. Antes de que la cosa fuera a más, le dio un par de codazos al operador para llamar su atención — ¡Psst! — le susurró — ¡Pero qué haces! — dijo sin dejar de intentar cavar con su pala defectuosa — ¿Es que no has visto a qué regimiento pertenece?  ¡Es de los "condenados"! ¿Quieres que meternos en problemas por relacionarnos con ellos o qué? — le espetó en voz baja.

En la puerta de su pabellón, protegida de la lluvia, Rabiah observaba el campamento tabrisiano con pesar. Odiaba la lluvia, pues le ocultaba el sol, el mayor simbolo del Imparator. Los cuentos infantiles de su planeta decian que los soles que habian repartidos alrededor de la galaxia eran agujeros desde los cuales el Emperador observaba sus dominios, siendo la amarilla luz el reflejo de su deslumbrante armadura dorada. Rabiah sabia que eran los soles, y que si desde ellos la observaba algo, era algo que debia ser purgado, pero aun asi su credo mantenia los orbes celestiales como un simbolo del emperador. Y no le gustaba verlo cubierto por nubes y por ese condenado frio. La sacerdotisa se estaba tomando un té, caliente hasta la incomodidad, por lo que se defendía medianamente del frio. Era un té de piedra de Baghit, usado en San Tabris por su potentes efectos diureticos. Una buena manera de purgarse, pese a que tenia un desagradable sabor agrio, y lo que era peor, un regusto a anís que duraba durante horas. Rabiah odiaba el  anís, porque tenia las papilas gustativas en orden.

Krause caminaba por la sección de los Doblesueldos cuando la tormenta empezó a arreciar, y enseguida buscó resguardo en su tienda. Antes de que Gunther entrara, empapado, él ya se estaba pertrechando para lo que sabía que iba a ocurrir. 

—Se nos ha ordenado patrullar el perímetro, Tempestor.

Él asintió, mientras daba una última calada a su pipa, la guardaba en el morral y después se ponía su casco y la boina por encima de este.  Después de la escabechina en el submundo que escondía Alabastria le había costado casi un día entero dejar impoluta su armadura, pero el esfuerzo había merecido la pena y ahora lucía como nueva. Sin embargo, preveía que, si regresaba —y un Doblesueldo nunca tenía eso claro—, pasaría otro buen rato rascando el barro y los recuerdos de sus enemigos, si es que al final los había, y la tormenta no era casualidad. 

Mientras caminaba hacia el punto de reunión podía oír a sus chicos discutir los acontecimientos por el intercomunicador, y él, que también podía olerse que algo iba mal, se limitó a callar y no dar más que alguna escueta señal de que estaba presente y había recibido sus transmisiones. Cuando alcanzó el que debía ser el grupo de soldados designado para patrullar el perímetro, se presentó a la comisaria que los encabezaba. Sonrió, debajo del casco. A esa nunca la ibas a ver achicando agua...

—Comisaria. Tempestor Krause, a sus órdenes —dijo, acompañando sus palabras con el saludo del Aquila. Ya se conocían, pero no contaba con que le recordara, y tampoco tenía ninguna gana de que lo hiciera. Entonces miró a Orrin, al que acompañaba un andrajoso penal que parecía el producto del ingrato mestizaje de un tyviano con una ratling*, y les saludó con un gesto de la cabeza. Pues sí que has encogido, Arrin, pensó, mientras reía para sus adentros.  

-Que Mao Fu nos guie ahora - contesto al hombre y su acompañante sin mucho animo hasta que reconozco al hombre que había sido ajusticiado la tarde anterior... ¿O habían pasado dos tardes ya?

​​​​​​-Implorar la ayuda de Mao Fu siempre es bien, pero en estos momentos un poco de 100110001101101 nos vendría mejor.

Me entrego a la construcción de varias moto bombas que nos ayuden a achicar el agua de las trincheras. Más tarde rogaría al Omnisshia por que los operarios de las mismas dieran un buen uso a las mismas y el agua achicada no acabase en los aposentos de la comisaria... 

Como era de costumbre, Yue se levantó con mucha dificultad debido a que se pasó gran parte de la madrugada leyendo y revisando diferentes expedientes de diferentes mal nacidos que habían muerto por diferentes complicaciones fisiológicas, derivados de la última batalla, que los habían condenado mucho antes de pisar las carpas médicas. Para ella, era una oportunidad única de formular diferentes marcos de acciones, de tratamientos y practicas poco ortodoxas, con el fin de enfrentar de una mejor forma situaciones parecidas. En tanto, aun pensando en toda la información que había absorbido, lentamente comenzó a levantarse, iniciando, nuevamente, su rutina que era básicamente asearse, beber algo caliente y comer cualquier tipo de insumo que tenga un gran nivel de glucosa.

Ya estando despierta del todo y aun comiendo los últimos rastros de su desayuno, la distraída medicae por fin noto el fuerte sonido que el fuerte sonido que hacia crujir todo el campamento era una extraña lluvia y no de una nueva batalla o escamaruza que se estaba desarrollando contra los herejes-. Interesante-. Se dijo a sí misma, extrañada por la intensidad del aguacero de un planeta aparentemente desértico-. ¿será un ciclo natural de monzones de repetición de baja frecuencia? ¿cambio climático por industrialización? -. se volvió a preguntar por un segundo, sin embargo, apenas sus pupilas se posaron en su última porción de su pasta dulce, toda curiosidad del tiempo se esfumo como lo haría la cabeza de un hereje frente a una hermana de batalla.

No obstante, cuando su apetito fue apenas saciado, Yue volvió a concentrarse en la lluvia mientras un brillo de felicidad se enmarcaba en su rostro-. Hoy no hay trabajo fisico pesado-. Sonrió tal como lo haría una niña al saber que la escuela había sido suspendida-. La humedad es mayor… probabilidades de nuevas infecciones aumentan… iré a investigar-.  Fue su cadena de pensamientos al mismo tiempo que cogía todo su equipo y avisaba a su camarada, el cual solo suspiro al ver que su día de “descanso” se iba al carajo, a que lo siguiera al campamento medico principal en búsqueda de nuevas infecciones.

Ahora bien, dicen que el gran Omnissiah mueve los destino de sus seguidores de una forma que los simples mortales no podrán jamás entender. En ese sentido, cuando Yue estaba a medio camino, tatareando felizmente una canción que en su planeta había estado de moda entre su gente, un oficial drafeliviano, que sabe no solo los antecedentes inquietantes de Yue sino que, también, las tendencias casi profesionales que utiliza la muchacha para ignorar su trabajo como soldado de la guardia imperial. Con lo anterior, no basto más de dos segundos para que aquel oficial guiara a la muchacha a su nuevo puesto de trabajo. No era el campamento médico, sino que las cómodas y tranquilas trincheras, un destino que la pequeña medicae tubo que maldecir internamente ya que, por ahora al menos, estaba condenada a cumplir. Sin embargo, cuando llegó, pudo identificar a personas de su propia escuadra, lo que incentivó a que ella fuese rauda hacia su posición, aprovechando de su baja estatura y el ruido estruendoso de la lluvia para escabullirse en silencio con el único fin de sentarse en una roca que se encontraba detrás de Zhao Yang, no hizo ningún sonido ni nada, estaba inmóvil y solo miraba fijamente al resto de los hombres que se esforzaban para hacer de las trincheras algo más que un asqueroso baño de lodo, era como si de la nada hubiese aparecido una tétrica muñeca de porcelana.

Jiang Li había querido quedarse en la cama aquel día, cuando empezó la tormenta observo la lluvia caer desde lugar seguro, muy como había hecho TangTang, para ella era un fenómeno para nada bueno en casa, y aquí al final vio que solo era agua que caia.

-Solo es agua.- Le dijo a su hermano, que respondió interrumpiendo su rezo y asomándose bajo esta. Era raro ver a Lee sonreír, pero esa vez lo hizo.

Tras recibir el aviso ambos hermanos se enfrascaron y cargaron con todo el equipo y marcharon hacia el exterior, teniendo cuidado con los charcos y el barro, a veces saltando para evitar embarrarse más de la cuenta y manchar el azulón de sus armaduras de caparazón, con Jiang Li llevando un simpático poncho azulado por encima, cubriendo también el arma de plasma con este.

Finalmente se dio cuenta de que había una comisario por allí, y que la gente había empezado a reunirse en torno a ella, entre ellos un doblesueldo con una boina de plumas aplastadas, lo cual le hizo gracia a Jiang Li. Hizo el saludo del Aquila a Nereida, tras palmear el hombro de TangTang amistosamente.

-Especialista Jiang Li Fhang, 112º Mecanizado de Drafeliv. ¿Estoy a sus órdenes? Me han asignado para 010001---carraspeó.- patrulla de perímetro.

Antes siquiera que pudiese coger el rifle para unirme a una de esas guardias perimetrales que se estaban formando, uno de los oficiales del monitorum que andaban cerca me hizo una seña para que cambiase el rifle por una pala. Parecía que las trincheras se estaban anegando mas rápido de lo que parecía y había que reforzarlas. - Sea pues, un hermoso día en el cuerpo de la guardia imperial. 

Cargado con todo el equipo, la armadura de coraza, el M36, el cañón de plasma, todas las municiones habidas y por haber que pudiera necesitas - incluso las de la pistola láser - Shan Dianqiú por fin encontró dónde estaban reuniéndose los demás del equipo de patrulla del perímetro, alegrándose de encontrar entre ellos a Jiang Li y a su hermano Lee.

- Provechoso y productivo ciclo, hola, saludos, buenas, bienhallada - saludó torpemente a la comisaria Kriemhild, a Reinhardt Krause, a Orrin Falkenhorst y, por supuesto, a la efectiva drafelivana -. Creo que lo he traído todo ¿Creo? No, no creo, tengo la certeza: estaba todo en el listado, sí.

Iba con demasiado encima pero la única manera de que soltar equipo hiciese una diferencia suponía dejar atrás el pesado cañón de plasma o la armadura de caparazón. Una decisión que el soldado se había negado a tomar, prefiriendo estar listo para todo y aportar el kit completo que se le había asignado.

- Es mi primera patrulla - alegó con ilusión por probar algo nuevo dentro del abanico de responsabilidades de su vida como guardia imperial -, espero hacerlo bien ¿Por dónde se empieza y a quién seguimos?

Poco a poco fueron llegando mas hombres y mujeres de la guardia para formar parte de las patrullas. Las ordenes los habían llevado hasta ahí y Nereida eligió voluntariamente formar parte de esa parte de la respuesta del campamento a la extraña tormenta. Observó a los que se le presentaban a ella como si fuera la comisaria quien dirigía el cotarro. Aquello provocó que sonriera un poco, encontraba tierno como la respetaban por la figura de terror y disciplina que encarnaba, pero no, quienes mandaban eran los suboficiales y oficiales de la guardia, los comisarios tomaban el mando cuando era necesario o no había otro suboficial u oficial al cargo, como ocurría en las Hienas. Sin embargo, tanta presencia de DobleSueldo dejó a Nereida algo preocupada, había entablado una conversación en el pasado con uno de ellos, pero tantos juntos la inquietaba un poco.

Preparen equipo, comprueben munición y estado de sus armas, pronto dividirán en escuadras a los enviados a patrullar ¿comprendido? - entonces alzó la mirada y tras la cortina de la lluvia observó a la sacerdotisa Rabiah. Nereida alzó la mano y reclamó su atención para que se acercara a su posición, invitándola de ese modo a unirse a la patrulla. 

La mueca del tyviano se trazó en disgusto cuando vio a los Doblesueldos apareciendo. Tener que actuar con los penales como si fueran... iguales... ya era malo, tener que trabajar con los apestados como si tuviera que fingir que eran seres humanos cabales era estomagante.

-...

Y encima no se podía encender un pitillo, con aquella maldita lluvia infernal, la cual era claramente un castigo del cielo por las muchas herejías que aquellos pecadores habían cometido. Y que tenía que admitir que estaba funcionando: jamás había querido tanto matar a alguien como en aquel momento, con el agua escurriéndosele por el cogote del caparazón y cayendo por todo el recorrido hasta el suelo, poncho de servicio o no. Allí estaba, eunido con el resto de soldados de su regimiento que estuvieran destinados a la patrulla.

-Todos los cuerpos deberían estar aquí reunidos, en breves, pues ya va siendo la hora.

Lo que probaba en su cabeza que el resto de los ejércitos no tenían la misma disciplina que sus congéneres, pues cualquier tyviano allí asignado hubiera estado diez minutos mínimo antes de la hora, si sabía lo que era bueno para él; y, dado que en aquel momento estaba pasando revista a todos los hombres de Tyvia que iban a participar, lo sabían. Se preguntó si jurarían aquila antes de salir de patrulla, o si con la lluvia se consideraría innecesario. Él podía buscar una excusa para estar rebajado de servicios, pero como ya estaba anegado hasta los bigotes ya como que importaba poco.

-¿Un poco de que?- Pregunto extrañado a aquella bondadosa mujer -¿Lo siento, no... no conozco esa palabra, no la entiendo? ¿Te refieres a un río o a una idea?-

De pronto, al ver llegar a la Comisaria me cuadro al instante.