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¿Qué haces en este viaje que decepciona a la Reina?

¿Qué hago en este viaje que decepciona a la Reina?

Augusto miró sorprendido aquella pregunta unos instantes antes de pensar profundamente sobre aquello.

Soy totalmente honesto al decir que ni tan siquiera me lo había planteado hasta ahora...

Antes de iniciar este viaje, la Reina quiso que formara parte de la tripulación a pesar de que poco puedo aportar al propósito del mismo. Aún así, ella confió en mi valía como fuente de conocimientos. Pero... desde que llevamos viajando,  poco he hecho más que sentarme aquí en este sillón con mi pipa de vapor y fumar. ¿Qué otra cosa podría hacer?

Una nueva pausa para profundizar en aquellos pensamientos.

Si algo ha demostrado este viaje es que mis conocimientos ya han trascendido y se han quedado desactualizados. No entiendo nada de cómo funciona este maldito aparato del demonio ni sé utilizar ninguno de estos sofisticados artilugios. Soy un ser anacrónico con ideas anacrónicas. Unas ideas que atendiendo a nuestra conversación, está claro que están muy lejos de iluminar la verdadera intención y mentalidad de la Reina.

Los tiempos han cambiado. Las máquinas han cambiado. Las personas han cambiado. La política ha cambiado. Y yo soy poco más que el historiador...

Creo que en eso he decepcionado a la Reina.

Pero aún queda algo que puedo hacer y estoy haciendo. Si algo he aprendido con mi anacronía es que los legados son importantes. Que el pasado es importante. Y que el presente es el pasado de las futuras generaciones. 

Parecía que Augusto estaba llegando finalmente a algún punto que quería compartir.

Creo que quizás es el momento adecuado para decirles, señores, que estoy transcribiendo este viaje. Lo narró por completo desde mi perspectiva pero intentando ser fiel a la realidad y sus ideas. Las de todos ustedes. Este será mi legado para las futuras generaciones. El historiador contemporáneo, que narra los sucesos del gran Reino para que las personas del futuro puedan entender su pasado, de dónde vienen, y así puedan comprender a dónde van.

No soy tan inútil, después de todo.

Maese Lázaro había estado en silencio. De hecho llevaba en silencio varios días, cada vez más serio, más preocupado, más taciturno. Su habitualmente chispeante conversación, sus modales impecables, su gusto por una buena comida, una buena bebida o una buena conversación habían decaído. Como si todo él se encontrara tras una sábana semiopaca, translúcida, que oscureciera su semblante tanto como su ánimo.

¿Estaba todo eso motivado por los últimos descubrimientos? ¿por las dudas sobre las verdaderas intenciones de la reina que, como un veneno, se habían ido abriendo paso por el corazón y por los sentimientos de otros? ¿O se debían a que, a pesar de los datos, de las dudas, seguía sintiéndose obligado por su lealtad?

¿Pero lealtad a qué? Si la reina había traicionado al reino, ¿podría seguir siendo leal a ella? ¿Y quién era él, quienes eran cualquiera de ellos, para determinarlo?

En el fondo, Lázaro seguía, casi contra toda esperanza, esperando, deseando, que todo fuera un engaño. Que la reina estuviera, por motivos que desconocía, jugando a engañarles, que... 

Lázaro seguía cumpliendo sus obligaciones, pero en estos últimos días, había empezado a beber más. Y a hablar menos.

- No sois inútil, Augusto. Todos los tiempos caen, todos los imperios se rompen. Nada sobrevive, ni siquiera nuestro recuerdo. Mucho menos nuestras esperanzas e ilusiones. Pero es glorioso el intento de mantenerlos en la memoria un poco más. La sabiduría... la sabiduría es lo que queda cuando todo esto, cuando la técnica, cuando la magia, cuando incluso los conocimientos pierden su frescura, su realidad. No, no sois inútil.

Pareciera que fuera a decir algo más Lázaro pero era evidente que el esfuerzo de esas frases había sido demasiado. Casi perezosamente se puso en pie, con la copa en la mano y tras torpemente palmear con aprecio el hombro del historiador, se acercó a uno de los ojos de buey para observar el mar de nubes intentando alejar de su mente los negros presagios sobre el destino del viaje que sentía pesándoles en el corazón.

- Aja, espero que en sus relatos cuente usted como de bella soy. Quiero que me recuerden con exactitud, como la persona más bella del séquito de la reina. Aunque bueno, ahora que estamos fuera de la corte... tengo poca competencia - responde Guadalupe sin aclarar si sus palabras son una broma o no.

Serás retratada como la más bella flor, querida. No te preocupes.

Que se trate de un relato para la posteridad no es razón para negarle espacio al romanticismo.

- Señor Sandoval, es interesante lo que nos cuenta y creo que tiene razón en pensar que andamos viviendo un momento histórico que debe ser reseñado para poder ser entendido por las generaciones futuras. Pero al estar tan cerca de la acción, ¿no teme que algo pueda pasarnos y que se pierda todo su trabajo?. Por otra parte, y siendo usted una persona tan formada y con tanta experiencia. ¿Qué piensa de los planes de futuro de la reina?, ¿cree que la paz traerá la felicidad al reino o que el confinamiento subterráneo que planea será mucho peor que la peor de las batallas? 

Mi buena amiga, tienes toda la razón. El riesgo de que se perdiera la transcripción haría inútil todo mi esfuerzo. Es por eso que he tomado medidas.

Es bien sabido por todos mi abiertamente declarada incompetencia a la hora de comprender el funcionamiento de estas nuevas tecnologías del vapor. Para mi sus usos y fundamentos rozan lo místico,  pero eso no impide que pueda hacer uso de ellos.

Se levantó y caminó en dirección a su camarote haciendo un gesto con una mano que invitaba a tener paciencia. 

Al poco, regresó portando un maletín rígido de piel marrón tachonado en cobre. Era ancho como palmo y medio y tenía un elaborado cierre ornamental también de cobre.

Lo posó sobre la mesa y se ajustó las gafas sobre la punta de la nariz mejorando su visión cercana.

Activando un par de mecanismos,  pulsando y corriendo el cierre ornamental en los lugares adecuados el maletín se abrió desplegando unas membranas negras a modo de fuelle y deslizando unos pasadores de cobre.

Dentro había un teclado de botones metálicos en forma de seta. Cada uno con un símbolo dibujado que recogía todo el alfabeto y una gran cantidad de símbolos ortográficos, numéricos, lógicos y matemáticos.

Pulsando un botón, un émbolo comenzó a moverse, el pasador metálico a desplazarse alante y atrás y el fuelle negro a cerrarse y abrirse.  Todo ello acompañado de un zumbido sordo y de unas volutas de vapor saliendo a intervalos de un tubo de cobre que recordaba al de un órgano.

Les presento el Registro a Vapor.

Que me aspen si entiendo como funciona este maldito chisme, pero lo que sí que sé es que cada vez que yo pulso una de estas teclas el símbolo elegido se transcribe en varios sitios al tiempo.

Hizo una demostración pulsando distintas setas repartidas por el teclado.

El primer sitio es en este recuadro que se muestra aquí. ¿Ven lo que he escrito?: "Prueba 123: ¡Hola Mundo!" Este recuadro sirve para ver qué se ha tecleado y corregir si hay equívocos. Acepta 120 caracteres de ancho, así que a medida que se escriben más se van desplazando de derecha a izquierda,  pero esto no se registra. Lo que no se ve en la pantalla ya no existe aquí. Eso nos lleva al segundo y tercer sitio donde se transcribe. Uno es una especie de diario automático a bordo de este Zeppelin. Por lo visto este aparato se usa para hacer cuadernos de bitácora que puedan ser recuperados en caso de accidente. El otro es un aparato similar a este que se encuentra en mis aposentos del castillo. Piensen en este como un emisor de textos y en aquel como un receptor.

Confieso que me costó una fortuna y nunca lo he probado a distancias tan largas, pero según el fabricante, un artesano Gnomo de gran prestigio, el texto seguiría transcribiendo incluso aunque viajase a la mismísima Luna.

Hecha la demostración desactivo el aparato y cerró la maleta.

En cuanto a tu otra pregunta, querida, mi especialidad es el pasado, la tuya es el futuro. Poco valor tiene que yo me ponga a especular sobre futuros teniendo a alguien con tus capacidades cerca.

Evitaba la pregunta porque era obvio que no quería responder.