Corre un falso rumor sobre la Reina y tú en la corte real.
¿Cuál es?
¿Cómo empezó?
Esta pregunta le corresponde responderla Felton.
Le paso la pregunta a AUGUSTO SANDOVAL
Augusto no era un hombre al que le gustara estirar los rumores, y mucho menos si le atañen directamente, pero sí que era un hombre con un secreto importante que mantener oculto. El secreto de su verdadero vínculo familiar con la Reina y las circunstancias que lo envuelven. Tanto en relación a su madre como a su supuesto padre, el trato entre ellos, el papel del propio Augusto e incluso su vinculación real con la trágica muerte del Rey, que siempre mantendrá oculta.
Y también era un hombre con un profundo conocimiento fruto de la experiencia de las dinámicas de la Corte. Si algo había aprendido de estas por encima de las demás, era que los rumores son despiadados y buscan explicación a cualquier incógnita por insignificante que pareciera.
Así pues, para evitar que la imaginación de los cortesanos acabase por dar con la realidad oculta tras sus oscuros secretos, concluyó que solo había una solución posible: adelantarse a los propios rumores y extender una explicación alternativa.
Así fue como el propio Augusto Sandoval extendió el rumor sobre la Reina y él mismo que debía servir para mantenerse a la Corte lo suficientemente entretenida y a su sed de drama satisfecha para que no especulasen más. Por supuesto, él nunca reconocería que había sido el verdadero germen de dicho rumor.
Ya veo... Comprendo por qué me hacéis esta pregunta. Os estáis refiriendo al malvado rumor que estuvo a punto de expulsarme de palacio si no hubiese sido por la piedad de la Reina, ¿verdad?
Pues debo deciros que es rotundamente falso. Quien sea que extendiese el rumor de que yo aprovechaba mi posición de mentor y las clases privadas con la Reina para propasarme con ella y que la propia Reina había experimentado conmigo en un aspecto físico y sucio, solo buscaba dañar la imagen de nuestra Reina o la mía propia.
Bien sabéis todos aquí que esos rumores fueron la causa de que la Reina eliminase de su agenda las clases privadas conmigo y también lo cerca que estuve de ser expulsado para siempre de palacio solo por acallar aquellas malvadas falacias. Así que, lo diré una vez más y espero que sea la última: Nunca he tocado a la Reina en ese contexto ni la Reina me ha tocado a mi. Es rotundamente falso.
Ay, papi. Esa imagen ahora no se me quita de la cabeza - dice Guadalupe poniendo cara de hastió. No hacía falta ser tan explicito con los detalles del rumor. Eso es... inapropiado.
Pero... si la reina solicitase tus servicios amorosos. ¿Qué harías entonces? - termino preguntando Guadalupe con una sonrisa maliciosa en su rostro.
Querida... le dejaría la tarjeta de contacto de gente mucho más capacitada que yo. Como Felton. O quizás tú misma.
Suspiró cansado y zanjó el asunto.
Pasase lo que pasase, nunca aceptaría algo así.
-Siendo falso ese rumor como usted dice. ¿Beneficiaría a alguien su existencia?, ¿puede que se extendiera para tapar al verdadero amante de la Reina?
Augusto pareció meditar la respuesta a aquella pregunta durante unos segundos en los que dio una calada a su pipa de vapor. Finalmente, expulsando una voluta anillada de humo por la boca, contestó a la otra anciana.
Mmm... Es posible, pero poco eficaz, creo yo. Todos hemos estado en la corte y sabemos la cantidad de rumores que se extienden sobre los intereses personales románticos de la Reina. Es un tema de habladuría soslayada tan extendida como impertinente.
Aunque no deja de ser comprensible, puesto que la Reina ya está en edad de desposarse y de su vida íntima no trasciende hecho público alguno.
El caso es que el rumor del que hablaba no me parece que insinúe tanto una relación consentida como una vejación inaceptable. Igual que tampoco me parece que vaya tanto dirigido contra ella como contra mi mismo... Si alguien quería sacar provecho de ese rumor, probablemente fuera para deshacerse de mi. Y, sin embargo, no me consta tener enemigos.
- Las malidicencias son un arma, como cualquier otra. Vos sois un hombre de conocimiento y vuestra sabiduría, sin duda, es beneficiosa para la reina.
Mientras hablaba Lázaro miraba distraidamente por uno de los ventanucos, distraidamente. Como si su mente estuviera muy lejos de allí.