Intrigaste para que la Reina fuese emboscada en este viaje.
¿Qué te ofrecieron?
Esta pregunta es para Guadalupe, pero cede la carta a don Augusto Sandoval. El cual puede contestar o ceder de nuevo la carta, pero no enviarla de vuelta.
Augusto ve la carta que le tiende Guadalupe y abre los ojos con sorpresa.
Rápidamente finge un acceso de tos, carraspea e intenta disimular. Sabe que Guadalupe ha leído el contenido de la carta, pero por algún motivo ha decidido no decir nada y pasársela a él. - ¿Acaso esta bruja sabe algo? ¡Malditas hadas!
No necesitaba volver a leer el contenido del documento, así que con disimulo dobló el papel y se lo guardó en uno de los bolsillos del pantalón mientras hablaba para intentar distraer la atención y normalizar sus gestos.
- ¿Cuánto conoces de los planes reales de la Reina y por qué crees que no te ha contado toda la verdad? - Mintió haciendo ver que aquél era el verdadero contenido de la carta. - Bueno... Si nuestra buena señora tiene razón en cuanto a los plantes de la Reina, debo confesar que no conocía absolutamente nada. De hecho, y para ser sinceros, yo tenía bastante convencimiento de que lo que en realidad ocultaba el viaje era un matrimonio concertado con un reino ultramarino de gran potencia militar. En mi inocencia pensé que lo que buscaba era esos apoyos militares para acabar con los rebeldes.
¿Habría conseguido engañar a sus compañeros de viaje? No estaba muy seguro, pero esperaba haber representado un buen papel. A no ser que Guadalupe develase su mentira, claro... Cruzó su mirada con la de ella. Ella sonreía con suficiencia, como diciendo "sí, conozco tu secreto y como no tengas cuidado conmigo, lo compartiré con los demás. Estás a mi merced"...
¿Sabría también la respuesta a aquella pregunta, o sólo conocía la traición hacia la Reina...? ¿Conocería acaso los motivos? No estaba seguro ni sabía como actuaría Guadalupe, pero pensó que si ella en realidad sabía que era lo que le habían ofrecido a Augusto a cambio de esa intriga, lo comprendería. Seguro que sí. Y es que la recompensa que había pactado por aquella intriga era nada más y nada menos que... nada. Nada en absoluto. No había recompensa que pudieran ofrecerle porque sus verdaderos motivos para hacerlo eran suficiente recompensa. No solo suficiente recompensa, sino eran una responsabilidad. En cuanto Augusto averiguó el verdadero propósito del viaje, aquel que Tamara acababa de contar y él acababa de fingir no saber nada, supo que no le quedaba otro remedio. Amaba a la Reina como a una hija, pero su responsabilidad era hacia el Reino y no hacia la Reina. Y si eso implicaba emboscar a la Reina... a su propia hija, así lo haría. Era su responsabilidad. Y era una responsabilidad solo suya. Nadie salvo él podía asumirla. Nadie.
Miró una vez más a Guadalupe.
Nadie.
Porque lo que nadie sabía allí, ni siquiera aquella maldita Hada, era por qué él era el único responsable de parar a la Reina. El motivo era, precisamente, que la quería como a una hija porque la Reina era su hija. Había ocurrido hace tanto tiempo y era una historia de amor condenado tan desgraciado, que se le inundaron los ojos al recordarlo. Al recordar el amor que había sentido por la madre de ella. Al recordar las confesiones constantes que ella le hacía sobre la naturaleza de su odioso marido. Sobre la realidad del anterior Rey. La misma naturaleza que acabó por matarla. Por matar al único amor que había tenido Augusto. A la madre de su propia hija. Y él no pudo hacer nada por salvarla igual que nunca pudo confesar la verdadera paternidad de la entonces princesa, ora reina.
La vida de Augusto había sido infinitamente más pesada de lo que nunca nadie había sospechado. Ni siquiera Tamara Ojolejano. Ni siquiera Maese Lázaro. Ni siquiera la propia Reina. Aquél era su secreto y, desde la muerte de la reina Verónica, era solo suyo. Y seguiría siendo solo suyo hasta su muerte.
En cuanto a la intriga con los enemigos de la Reina... No podía sentirse mal por aquello. Ni siquiera aunque eso supusiese la muerte de su propia hija y el fin de linaje. Era una necesidad mayor. Además, no estaba solo en aquel empeño. Los enemigos no habían desvelado la identidad de su aliado igual que ese aliado tampoco conocía su identidad, pero sí que sabían mutuamente que existía. Augusto sabía que otra persona de la expedición estaba involucrada en la traición y la otra persona sabía que alguien más (Augusto) estaba involucrado también. El caso es que no sabía quién era el otro traidor a la Reina, igual que también desconocía si los motivos del otro traidor eran también la lealtad al propio Reino o eran mucho más oscuros.
Los miró uno a uno. ¿Quién sería el otro traidor?
Guadalupe bebía de su vaso de vino sin expresar ningún sentimiento aunque era evidente que estaba disfrutando de la tensión que se acumulaba sobre su compañero Augusto Sandoval. Lo que hubiera en su cabeza en este momento, se quedaría allí.
¿Por qué son tan malos para ti los planes de la reina, hasta el punto de querer acabar con la vida de tu propia hija?
Veronica amaba su reino por encima de todas las cosas. La verdad, la justicia, la libertad, la alegria. También era brillante. Seguro que a ella se le hubiera ocurrido un plan mejor, pero a Augusto no.
Los reinos rebeldes son la antítesis del sueño de Verónica. En ellos hay esclavismo, campamentos de refugiados, injusticia, engaños.
El reino de Lidia es el estandarte de la civilizacion. Defender su reino es honrar a Veronica.
Sin embargo, Lidia está dispuesta a abandonar todo por una desgraciada maldición. Una actitud sumamente egoista. Por algún motivo, la maldición ha continuado a pesar de que la linea hereditaria directa se haya roto, y eso ha hecho a Lidia albergar fantasías de libertad. Pero eso es egoista. Para ella poder reinar libre pretende condenar a su pueblo a la oscuridad y a los pueblos rivales al esclavismo.
Los rebeldes son escoria, son brutos y son la decadencia y el mal. La unica manera de hacerles frente es la guerra. Y Lidia pretende firmar la paz por una recompensa egoista. Enfrentarse a los rebeldes es vital y si eso implica aliarse con ellos para acabar con la Reina y hacer que el Reino se rebele, sea.
Alguien sucederá a Lidia y ese alguien odiará a los rebeldes más que a nada por emboscar a su reina. La guerra proseguirá, pero cuando lo que está en juego es el futuro de los hombres, la guerra no parece tan mala.
Por todo esto, la respuesta es clara. Augusto es capaz de traicionar a su propia hija por Verónica. Ella ha sido todo para Augusto y lo sigue siendo.