Partida Rol por web

Sospechas que este viaje no solo tiene que ver con una negociación diplomática.

¿Qué más crees que está pasando y por qué?

Tamara Ojolejano parece dudar un momento. La pregunta la coge desprevenida. No por no conocer su respuesta, ni mucho menos, sino porque no sabe si revelarla será contraproducente.

- Mirad, queridos... Cierto es que nuestra Reina pretende acabar con la guerra... Pero no es menos cierto que, en realidad sé que va a tener un precio para todo el reino... La Reina, pretende dar la independencia a los rebeldes. Esto traerá la paz por fin a nuestras fronteras, pero nos señalará como un reino débil de cara a las otras potencias del continente...

Tamara trata de interpretar las reacciones de sus acompañantes mientras sigue revelando información.

- Y es que Lidia Siempreviva necesita la paz para concentrarse en algo que ella considera más importante que conservar unas pocas ciudades rebeldes bajo su bandera. La paz le traerá tiempo y sosiego para un bien mayor... La construcción de una gran ciudad subterránea, capaz de albergar a miles de sus súbditos, a todo su ejército y su propio palacio real, una ciudad donde no tenga que esperar a que se ponga el sol para poder salir. En definitiva, un gran reino subterráneo en el que su maldición no la haga diferente a los demás y donde ella y su progenie puedan seguir reinando durante siglos.

- O eso han visto tus visiones- dijo tras unos segundos Lázaro con una sonrisa claramente forzada- al igual que viste el pan duro, ¿no es correcto?- hizo una pausa y siguió hablando- Veremos el futuro cuando llegue. Por lo que a mi me consta, dudo que esa sea la realidad. Dudo que nuestra reina esté dispuesta a ver como todos los súbditos fieles de esos terrenos sean esclavizados cuando no, directamente, asesinados. Yo se lo que han hecho. Se como se construyen esos "nuevos países". Como se basan en el odio, en el más puro racismo y la mayor xenofobia. Se que...

Repentinamente guarda silencio y toma una copa que se sirve en completo silencio. Luego da un largo trago y se acerca a uno de los ventanucos que observan desde lo alto el dirigible.

- Tal vez hay otros futuros posibles. O es solo un engaño, un truco de la reina. Eso espero. En todo caso, para bien o para mal, lo veremos.

- Se equivoca, Maese. No se trata de visiones, se trata de hechos. Y eso es algo que es así. Entiendo que no esté preparado para aceptar una realidad que no desea... Pero es algo que todos debemos hacer... 

- Hecho... es un término curioso, Tamara. "Hecho" es que la reina ha intentado terminar con los privilegios por los que los nobles y prohombres de unas regiones imponían a los siervos bajo su mando cuantas leyes ridículas y, siempre en su beneficio, buscaban. Ese es un "hecho". Lo vuestro es el futuro. Y es la interpretación que hacéis de una visión. Vos misma, hace algunos días, al hablar de vuestro poder, dijistéis que, ¿cómo era?, "las visiones son confusas". Y os estoy citando. No erréis. Estoy preparado para afrontar la verdad, y apoyará a mi reina en su viaje, como he prometido. Pero, ¿sinceramente? Eso no incluye apoyaros a vos. Y ahora mismo, de quien dudo, es precisamente de vuestros objetivos- le miró unos segundos y luego sonrió- Hay muchas leyendas sobre profecías autocumplidas. Y recuerdo aún vuestra carne salada y seca en vuestro plato. Veremos lo que depara el futuro.

La mujer sonríe complaciente, casi con soberbia.

- Querido Lázaro, no he hablado de visiones. Lo que le cuento es algo que sé  porque la reina me lo ha confiado. Porque ella confía en mí, como usted debería hacer. Y si con usted no se ha sincerado... Pregúntese por qué...

La mujer se acerca al Maese y le pone el brazo sobre el hombro, mientras le susurra. 

- Y por cierto, la comida estaba tal y como yo predije...

Era fácil replicar, y por un segundo, Lázaro tuvo que morderse la lengua. Era, después de todo, y lo sabía, algo demasiado personal para él. ¿Cómo explicarle que, durante su largo servicio, también la reina se había sincerado con él como, sin duda, con todos los presentes? ¿cómo discutir con quien no dejaba de ser, como él mismo, uno de los servidores de la reina? y sobre todo, ¿qué iba a sacar haciéndolo?

Era cierto que, ahora, los postulados de Tamara parecían tremendamente cercanos a los de los más fanáticos y egoistas traidores y rebeldes. Pero, ¿podía juzgarla? ¿después de tantos años de guerra, merecía la pena seguir peleando aún cuando se tuviera razón?

Lázaro pensó en su propia historia y, luego, miró a Tamara quien, con la impune desvergüenza que da la vejez, le susurraba al oído una estupidez quizás, con la presentuosa intención de desestabilizarle mentalmente en la discusión que estaban teniendo. Sí, Tamara era una mujer anciana, como ella misma había dicho. Durante toda su vida había lidiado con visiones confusas y con un don que era aterrador. ¿Cómo podía juzgarla porque su apetencia por la paz le hubiera llevado a desearla por encima de cualquier otra consideración? ¿cómo enfadarse por su pretensión de que la reina confiara más en ella que en el resto de sus fieles servidores? El mismo Lázaro deseaba la paz, aunque esa paz era para todos, también para los pobres que, en los territorios dominados por los rebeldes, no podían siquiera sentirse miembros del reino, por miedo a las torturas, a las ejecuciones o a la venta como esclavos. Deseaba la paz, sí, pero no la que supondría que un grupo de indeseables, movidos solo por la patibularia ambición de poder y riqueza, y por lo más detestable de las envidias, obtuviera el poder.

Respiró, profundamente, vaciando su mente del enfado, y de la molestia.

- Tamara... no os ampara la razón. Al menos en lo último.-  le respondió en voz alta haciendo un gesto con la cabeza hacia Guadalupe- os aseguro que el plato que me sirvió Guadalupe estaba exquisito, ni poco hecho, ni salado. Si el vuestro era distinto, es algo que no se. Y si vuestras visiones os indicaron otra cosa sería por alguna confusión. Como he dicho, no lo sé, ni me importa. Sé lo que saboreé y lo que disfruté. No discuto que, quizás, los poderes faéricos de Guadalupe pudieran haber engañado mis sentidos para que lo salado y seco, supiera exquisito y bien condimentado. Pero no habiendo caido ni enfermo, ni envenenado, y no habiendo tampoco ninguno de los compañeros, salvo vos, Tamara, discutido que el plato era exquisito, no tengo muy claro por qué Guadalupe fuera hacer tal cosa. En cuanto al otro tema, al grave, al que más nos preocupa a ambos... Vos habéis hablado. No voy a dudar que hablásteis con la reina, y os dijo tal cosa. ¿Quizás os estaba probando? ¿quizás quiere que debatamos como ahora lo estamos haciendo? Necedad sería, siendo consejeros, decidir lo que ella piensa en última instancia. Podéis seguir hablando, Tamara, si lo deseáis. Pero no quiero que el enfado de una discusión excesiva se instaure entre nosotros.

Tras el parlamento dio un nuevo trago a su bebida, lentamente y luego tomó asiento, visiblemente más tranquilo.

- Lo que ella decida, decidido estará.

- Tamara, ¿insinúas que la reina ansia la paz para hacerse fuerte y volver a empezar de nuevo la guerra más adelante? - pregunta Guadalupe temerosa de la respuesta. El pueblo necesita paz y descanso, muchos calamidades nos han pasado recientemente. Pero volver a empezar a girar le rueda otra vez... no, por favor.

- Definitivamente sí. Pero para los planes de la reina, eso será a largo plazo, pues la construcción de la ciudad bajo el suelo será su principal prioridad una vez firmada la paz con los rebeldes...