28.02.1377
Ewander esperaba en la recepción de la factoría cervecera “Colinas sabrosas”. Al anochecer del día anterior, él y Rohellec habían llegado a Aguas Profundas después de otro largo aunque más tranquilo viaje de vuelta. Al llegar allí decidieron visitar a Chester, disfrutando de una fastuosa cena servida por sus dos sirvientes invisibles, “Alfred” y “Jarvis”. El joven mago no quiso saber nada de lo que habían hablado con Alustriel, prefiriendo dejar las noticias para la reunión.
De lo que sí hablaron fue de los potenciales reclutas, y de que Kazumi y Nerissa ya habían contactado a algunos, así que les instó a que hicieran lo mismo. Ewander quería conocer a Trizo Cervezasabrosa, así que su destino era la factoría cervecera de su familia. El caso de Rohellec podría haber sido más complicado pues Alice Redwell tenía una vida itinerante, aunque por suerte para él (o quizás porque siendo previsor Chester había realizado las gestiones pertinentes) la joven actualmente se encontraba en Aguas Profundas, así que concertaría una cita entre ambos bardos.
A la mañana siguiente, tras el desayuno, truhán y bardo abandonaron la finca Clancy con destinos distintos. Y allí estaba esperando Ewander, esperando a que la mediana que le había atendido al llegar a la factoría volviera con noticias de Trizo. Después de un rato esperando, alguien entró en la recepción por la puerta que se había marchado la recepcionista, pero no era ella. Quien entró era un joven mediano que, acorde a su descripción, tenía que ser el joven hechicero que buscaba.
Un mediano que no llegaba al metro de altura, vestido con ropa de trabajo y con un olor a cerveza y cereales fermentados entró en la recepción, se colocó frente a Ewander y alzó la cabeza hacia arriba.
—¡Muy buenas amigo!—saludó efusivamente— Me ha avisado la señora Dulia que estaba usted por aquí preguntando por mí, así que aquí me tiene.
Después de darle una rápida mirada de arriba a abajo al pirata, el cervecero siguió hablando.
—Negocios no vamos a hacer con esas pintas de desarrapado que me trae y a particulares no vendemos. Con esa pedazo de espada que se gasta y que seguro que oculta algo, trabajo tampoco va a querer. Así que ya me dirá que asuntos ha venido a tratar, porque deudas no tengo y no frecuento la compañía de humanas. Demasiado grandes ya sabe. Además no hay nada como la auténtica idiosincrasia mediana y todo lo que ello implica—al tiempo que hablaba, Trizo no paraba de gesticular con las manos acompañando a sus palabras—. Pero antes de seguir hablando, si me lo permite, ¿por qué no salimos a la calle a que nos dé un poco el solecito? Que llevo ya tres horas metido en la factoría y últimamente veo tan poco la luz del sol que a este ritmo voy a acabar más blanco que el pecho de una gaviota.
Evan abrió y cerró la boca en varias ocasiones, como si fuese a decir algo. Pero Trizo no sólo hablaba por los codos, sino que lo hacía con una latencia inusitadamente rápida. Más que Rohellec, si cabe.
Enseguida quedó manifiesto que el mediano tenía una mente ágil y que era terriblemente perspicaz. Una buen añadido para nuestra campaña, sin duda.
Y antes de que quisiera darse cuenta ya estaba afuera, acompañando al mediano por las calles de Aguas Profundas. En cuanto salieron Trizo cogió aire y dio un largo suspiro, aparentemente agradecido por salir de la factoría y de romper la rutina. Aunque algo le decía al pirata que el mediano no tendría muchos problemas para encontrar nuevas situaciones a las que aplicar sus talentos. Ya llegarían a ello.
—Veo que no se te escapa ni una —le dijo en el primero de los silencios del mediano mientras caminaban. Evan trataba de seguir el ritmo al mediano, quien se desenvolvía con sorprendente soltura por las calles de la ciudad—. Tienes una mente afilada y una lengua ágil, amigo mío, y pardiez, mentiría si te dijese que no me han impresionado esas deducciones tuyas. Tienes razón, en parte, pero antes de que revele el motivo de mi visita déjame presentarme, que no he tenido ocasión. Soy Ewander Hössner, caza fortunas, truhán y un puto descastado —sonrió a su pequeño acompañante y siguió caminando—. Mi hermano se quedó con el título y todos los parabienes de mi familia, así que he me he visto obligado a trazar mi propio camino. Y no es que lo lamente, mi vida es mucho más interesante de esta guisa y no sentado en un jodido sillón administrando el legado de nuestro padre.
Por algún motivo resultaba muy fácil abrirse ante Trizo. Tenía un aura de desenfadado encanto y unos ojos atentos que invitaban a la conversación.
—Pero no es de esto de lo que quería hablarte, mi pequeño amigo —Evan reanudó su discurso una vez hubieron entrado en un callejón poco concurrido—. Tengo un pequeño negocio entre manos, muy lucrativo si te interesa el dinero, y la verdad es que nos vendría de puta madre contar con las redes clientelares de tu familia y con… tus talentos particulares —el pirata le dirigió al mediano una mirada astuta y esperó su respuesta antes de continuar.
¿Le ocultaría Trizo su dones latentes o se mostraría franco con él desde principio? Por el informe de Chester esperaba una buena ración de subterfugio por parte del cervecero.
Evan notó que Trizo se sobresaltó al hacer el último comentario, pero intentó actuar como si nada pasara. Había que reconocerle que no lo hacía mal.
—Me parece amigo que está más perdido que un kobold en una corte élfica. Vamos, que sea quién sea el que le haya hablado de mí, se ha quedado con toda su cara. Pero enterita vamos. Y te lo voy a resumir rápidamente. Es más le voy a hacer una condensación de información tan espectacular que se va a quedar anonadado.
Antes de continuar hablando el mediano paró en un puesto de fruta y compró una manzana y le dió un par de mordisco.
—Para empezar que las decisiones del negocio no las tomo yo. Para continuar mi tatarabuelo Rommel Cerveza sabrosa no montó este negocio por el mero hecho de ganar dinero. Esto va mucho más lejos, es algo mucho más importante, idiosincrasia mediana, pero eso es algo que ningún humano puede entender. Demasiado grandes como para fijaros en las cosas pequeñas. Y para terminar que eres más sospechoso que un troll en un templo de Yondalla.
Trizo se detuvo y se pusó con los brazos en jarra mirando a Ewander. La verdad es que el mediano se lo estaba tomando con mucha calma. Demasiada para pensar que Evan era un truhán que quería dedicarse a asuntos ilegales.
—Si me va a decir que me interesa su propuesta y que si no tendré que atenerme a las consecuencias… No es la primera vez que alguien viene con una oferta de estas.
Evan abrió la boca, listo para replicar al mediano tras su primer comentario. Pero de nuevo, Trizo fue mucho más rápido y enseguida comenzó con su exposición de los hechos, dándole a entender que no tenía que perder nada frente a alguien como él.
Pero claro, Trizo no sabía nada sobre él. De hecho estaba seguro de que nunca habría conocido a alguien como el propio Ewander Hössner. Tal vez fuese soberbia, pero el pirata tendía a considerarse único y, en cierto sentido, irresistible. Al menos había despertado el interés del mediano.
—Por favor, Trizo, tutéame —el humano esbozó una media sonrisa cuando el mediano hubo terminado. Pequeño pero matón—. Nuestros caminos pueden ser tan distintos como el de un solar urbanita acomodado y el de un jodido fanático drow, pero no soy ni tan mayor ni tan importante como para que me trates con semejantes formalismos, pequeño amigo. Y puedes estarte tranquilo, que no he venido a intimidarte ni a ti ni a tu familia. No habrá consecuencias si decides darme la patada, pues nuestros caminos permanecerán separados si así lo deseas.
El deambular les llevó hasta lo alto de una de las colinas de Aguasdulces, a un pequeño mirador desde el que se podía observar el puerto y toda la parte baja de la ciudad. Evan se aproximó hacia la barandilla de madera y dejó que la brisa marina revolviera sus cabellos.
—Por el momento sólo te pido el beneficio de la duda. Déjame que te cuente lo que he venido a decirte. Eres un chico listo, pero antes de sacar conclusiones precipitadas deja que te revele el motivo de mi visita. Y luego decide lo que te venga en gana con la información que voy a proporcionarte. ¿Qué me dices, tenemos un trato? Tú me escuchas y luego decides que hacer con tu vida, si seguir con tus teje-manejes como hasta ahora, desarrollando tus talentos para lo que sea que estés haciendo, o si decides hacer algo grande conmigo y con mi gente. Y no, no represente a una banda de malnacidos mercenarios o a algún puto cártel mafioso de la ciudad. —hizo una pausa y miró de reojo al mediano—. Porque aquí donde mes ves, pequeño amigo, soy un arpista —entonces una amplia sonrisa se dibujó en su rostro—. Y de los mejores, si me apuras.
El mediano esbozó una sonrisa al escuchar la revelación de Evan, como si le costara creerse lo que le ha dicho.
—Pues o muy mal les va a los arpistas o tienen mucha mitología y mucho cuento de por medio amigo. No se ofenda usted—dijo el mediano haciendo énfasis en el “usted”—, pero es que tiene de arpista lo que tengo yo de campeón de coliseo.
Trizo dibujó un cero con las manos. Después adoptó un tono más conciliador.
—Pero bueno, no prejuzguemos a la gente por sus apariencias que eso está muy feo y es muy poco digno de un mediano como yo. Un suponer, por decir algo, usted es un arpista, lo damos por válido. ¿Qué es lo que quiere de mí familia? Se ha equivocado de persona, como ya he dicho no tomo yo las decisiones del negocio. No es conmigo con quién tiene que tratar, porque yo no puedo ayudarle. Y permítame darle un consejo. Mi abuelo no hace inversiones en saco roto. La financiación será mejor que la busque en otro lugar.
Sin tener nada más que añadir el cervecero añadió:
—Un placer tratar con usted amigo, pero el trabajo me llama. ¡La cerveza no se elabora sola!
Evan no pudo reprimir esbozar una media sonrisa burlona ante la reacción del cervecero. Aquel pequeño bastardo impertinente tenía agallas, eso no podía negarlo.
Y entonces, justo antes de que el mediano se diera media vuelta, el pirata se sorprendió a si mismo recurriendo a una vieja frase:
—Escuchas, Trizo, pero no prestas atención.
Los recuerdos se agolparon de repente. Una noche estrellada sobre la cubierta de una vieja carabela. Elianor y Rohellec hacía tiempo que se habían encerrado en su camarote después de su inesperado rencuentro. Una muchacha de cabellos azabache y esbelta figura les acompañaba por aquel entonces. Aren, se hacía llamar, una hechicera de tres al cuarto que al parecer también pertenecía a la extraña agrupación a la que se había afiliado el bardo. La animadversión fue muta desde el primer momento, pero por algún motivo la figura del bardo les había reunido en aquella nueva aventura.
Fue la primera vez que le hablaron de los arpistas y de sus nobles propósitos. Patrañas, pensaba por aquel entonces el pirata, pero las noches se hacían largas y una discusión eran tan buen pasatiempo como otro cualquiera. Así que en ello se encontraban Evan y Aren, discutiendo a solas sobre alguna nadería apoyados en la barandilla de popa, acompañados únicamente por silencioso murmullo de las aguas del mar resplandeciente, no muy lejos de Calimshan. La luna había alcanzado su cénit cuando Aren, altanera, le soltó por primera vez aquella frase. Y Evan hizo exactamente lo mismo que el mediano, dar media vuelta y marcharse.
Pero al igual que Aren hiciera entonces, Ewander Hössner no se dio por vencido.
—¿Eres tan jodidamente petulante que ni siquiera te vas a dignar a escuchar lo que tengo que decirte? —le preguntó sardónico—. No haces más que hablar de las bondades de tu linaje y de las costumbres medianas que defiende tu familia, pero actúas exactamente igual que los soberbios pataslargas que gobiernan la ciudad. Elmínster ha muerto y lo único que hacen es mirar para otro lado y ocuparse de sus mezquinos y pomposos asuntos. No voy a apelar a ninguna causa ulterior o algún maldito bien mayor. Tan sólo apelo a tu curiosidad y a tu sentido común: ¿por qué crees tú que un arpista acudiría a buscar a un mediano con un don innato para la hechicería?
El mediano abrió la boca pero no fue capaz de articular palabra. Lo intentó una vez más pero con idéntico resultado. Revelar su secreto tan claramente lo había dejado desarmado. Repentinamente el rostro del mediano se encendió furioso.
—¡Va a ser verdad eso de que los arpistas estáis ahí siempre con el ojo metido en el culo de cualquiera! ¿Te has preguntado acaso si yo quiero esto? ¿Acaso lo he elegido? ¿Acaso sabes el tipo de vida que quiero? Pero está claro que todo el mundo se cree con el derecho a opinar. ¡Pues no! ¡No lo quiero! Esto es más raro que una gallina con dientes.
La furia se fue diluyendo, dando paso a la desesperación.
—Yo sólo quiero deshacerme de esto. Nada más.
Evan no le quitó el ojo de encima al mediano durante su arrebato. No porque se esperase algún tipo de acción hostil por su parte, sino porque le pareció tremendamente llamativa la reacción de Trizo. ¿Un hechicero que no quiere serlo? Aquella sí que iba a ser una adquisición curiosa para el gremio.
¡Y encima había dejado de tutearle! Sin duda Evan estaba progresando.
—Me temo que no puede ser, amigo mío —el pirata se recostó en la barandilla y se cruzó de brazos mientras la suave brisa marina mecía sus cabellos—. Está chunga la cosa, pues una vez se manifiestan este tipo de poderes no hay vuelta atrás. Puedes ignorarlos, pero al final te va acabar pasando factura. Imagínate que salen a la luz en el peor momento posible; las consecuencias pueden ser catastróficas. Pero hay una solución, y es lo que he venido a ofrecerte: si colaboras con nosotros, podemos enseñarte a controlarlos. No tienes que desarrollarlos más de la cuenta si no quieres, pero es importante que aprendas a utilizarlos como una herramienta más —se retiró entonces un mechón de la frente—. Piensa en ello del mismo modo que en los alambiques de la destilería: bien utilizados pueden dar la mejor cerveza de esta maldita ciudad. Pero descuídate un poco y la destilería entera puede saltar por los aires.
El mediano frunció el ceño y torció el gesto mientras escuchaba al pirata. Cuando Ewander terminó de hablar, Trizo alzó la cabeza y miró intensamente a su interlocutor, pensando en lo que acababa de decir.
—Imaginaba una respuesta así pero, ¿qué es lo que quieren los arpistas de un mediano como yo? Ni soy un aventurero, ni he tenido nunca aspiraciones. Perdona que se lo diga amigo—Trizo volvió a tratar a Evan de usted—, pero si ha venido con el único objetivo de enseñarme a usar mis poderes, enviar a un arpista “de los buenos” tiene la misma lógica que un orco viviendo en un pueblo élfico.
Se notaba que el hechicero cervecero se había calmado un poco, sobretodo cuando añadió.
—Lo que viene a ser no tener ni pies ni cabeza.
Una sonrisa sibilina se dibujó en el rostro del pirata. El mediano tenía un intelecto agudo además de una lengua demasiado larga; sin duda presentaba buenos reflejos dialécticos. A pesar de sus reticencias iniciales, parecía que al menos ahora estaba dispuesto a escucharle.
—No, no los tiene —Evan seguía apoyado contra la barandilla, mirando de reojo al hechicero cervecero—. Pero así están las cosas. Elminster la ha cascado y al mundo parece darle igual. Excepto a nosotros, un grupo de arpistas un tanto tocados —se dio dos golpecitos en la sesera—, que quiere llenar el vacío que ha dejado su muerte. Salvar el mundo, impedir que el Culto del Dragón se salga con la suya y ese tipo de cosas —el humano se encogió de hombros, como si no le diera la menor importancia—. Pero somos muy pocos y necesitamos nuevos socios. Gente motivada y con potencial que nos puedan echar un cable de cuando en cuando —entonces se volvió hacia Trizo—. Y a cambio nos comprometemos a enseñarte a manejar tus dones.
Siento el retraso!
Ya estoy de vuelta al redil, así que si quieres meterle caña, adelante! No sé si podré llevar el ritmo alto pero al menos a uno cada dos días sí que llego.
Fue la segunda vez que Trizo escuchó que Elminster había muerto cuando cayó en la cuenta de ello.
—Espere ahí un momento amigo. ¿Me está diciendo que Elminster está muerto? ¡Por las siete putas del puerto! Esas noticias son más malas que el hijo que le pega a su padre—la cabeza de Trizo se tuvo que volver un hervidero porque alzó las manos y sacudió la cabeza enérgicamente—. Bueno, bueno, bueno, vamos a recapitular un poco. El mago más grande de todos los magos, el campeón del mundo de la magia, ha muerto. Algunas arpistas supongamos de los buenos, pero porque usted lo dice, se han juntado y queréis convertiros en los nuevos campeones. Yo tengo poca pinta de lanzar conjuros, pero usted amigo...
El escepticismo del mediano era comprensible por la cantidad de cosas que le había dicho alguien con el aspecto de Ewander, pero estaba claro que conociendo su secreto no podía pasarlo por alto.
—Pero ya hemos dicho antes que estaba muy feo eso de juzgar por las apariencias, así que vamos a dar por buena toooooda la historia. No me negará usted que es un esfuerzo muy grande, ¿eh? Está claro que soy un mediano de los pies a la cabeza, lo que vienen a ser los puros y auténticos valores de la medianía pero, ¿aventurero? No soy. ¿Justiciero? Tampoco. ¿Acechador nocturno? Depende de la chica. ¿Por qué venir a buscarme a mí cuando tienes las tabernas llenas de niñatillos con ganas de marcha?
Ewander río animadamente ante el chiste de Trizo.
—Porque no necesitamos niñatos entusiastas, Trizo. Necesitamos gente comprometida y que entienda la gravedad de la situación. No necesitamos aventureros o soldados consumados, de esos ya hay bastantes en el mundo. Necesitamos gente única, con buenas ideas y capaz de marcar la diferencia antelas amenazas que sin duda van a surgir ahora que el viejo no está con nosotros. Necesitamos ente como tú, y aunque no me creas, también como yo —concluyó mientras le guiñaba un ojo al mediano.
El pirata volvió el rostro de nuevo hacia el paisaje y sonrió.
—¿Qué me dices? ¿Te apuntas a salvar al mundo de sí mismo?
Después de un largo silencio Trizo esbozó una sonrisa.
—Veo que no va a aceptar un no por respuesta amigo, ¿verdad?—preguntó de forma retórica ensanchando la sonrisa—. Va a ser que mi madre tiene razón cuando dice que soy como era el tío-bisabuelo Cade, un guindilla.
A partir de ahí el cervecero empezó a divagar.
—No creo que a mi padre le guste mucho la idea, pero seguro que le disgustará mucho más el hecho de que no haya un mediano arreglando los entuertos que montáis. A la abuela tampoco le gustará y seguro que se pasara unos meses sin dirigirme la palabra, aunque al final el abuelo la convencerá. La tía Portia, así asá, será difícil. Y voy a ser el héroe de Verna, va a fliparlo—el mediano se dio cuenta que estaba ignorando a Evan—. Está bien, deme usted unos días amigo y ya hablaremos de si empezamos trinchando elfos de piel negra o montando sobre dragones rojos. Supongo que esa será la parte fácil del trabajo, ¿no?
A partir de aquí, podemos ir cerrando la escena.
Y de esta guisa continuaron los dos, el pirata malhablado y el mediano que no sabía dejar de hablar. Evan le contó por encima, en los momentos que Trizo parecía prestarle algo más de atención, el viaje que habían realizado los miembros del grupo en busca del apoyo y el visto bueno de los arpistas –y ex arpistas- de mayor renombre e influencia. Le dijo también dónde estaba la base de operaciones, la residencia clancy, y le dio instrucciones para que se pasase por allí una vez hubiera arreglado sus asuntos.
Satisfecho, asintió ante las explicaciones familiares del mediano.
—Muy bien, amigo mío. Procura pasarte por la residencia Clancy, en el barrio septentrional de la ciudad, antes de que termine el mes. Te presentaré a mis compañeros y empezaremos a enseñarte a controlar esos poderes —el humano sonrió, ante la idea de un mediano dicharachero correteando por los pasillos de la casa de Chester y lanzando conjuros—. Abur, Trizo.
Entonces se dispuso a retirarse.
Durante un rato, el mediano arrugó la cara confundido aunque en su mirada había un brillo pícaro.
—Amigo, el mes se termina hoy lo cual me genera una serie de dudas y preguntas. ¿Es hoy cuando tengo que ir a la Finca Clancy? ¿O por otro lado tengo que ir a finales del próximo mes?—y entonces Trizo se disparó como una ballesta de repetición— ¿Quién es ese Clancy que tiene una finca con su nombre? ¿Qué clase de arpista de los buenos es usted cuando no sabe el día en el que vive? ¿Y desde cuando uno se despide diciendo “abur? ¿Dónde se quedaron las formas de inherente categoría y estilo sin igual? ¿Acaso vivimos en una sociedad decadente condenada al acortamiento indiscriminado de palabras hasta hablar de forma gutural? ¿Sería posible que mentes tan complejas como las nuestras pudieran comunicarse solo con esa clase de sonidos?
Y como si no pudiera aguantar el seguir haciendo preguntas absurdas el mediano rompió a reír.
—Iré a verle esta noche amigo, no se preocupe usted. “Abur”.
Ewander se perdía por las calles pensando en el curioso mediano que acababa de reclutar. Trizo Cervezasabrosa iba a dar más de un dolor de cabeza al resto de sus compañeros, pero el mediano era un soplo fresco de libertad y eso nunca podía hacer daño. Además con su incorporación mataba dos pájaros de un tiro, con Trizo de por medio nadie le acusaría de ser un bocazas.