Partida Rol por web

Daura sonrió con ferocidad.

- ¿Así que una druida está indefensa en mitad del bosque? Bien pensado, enano - dijo, con su paciencia al límite de soportar a un enano lampiño el doble de terco que uno barbudo, luego miró al explorador -. Por favor, si, trae a Rinne, así podremos poner fin a esta tontería de situación

El enano le devolvió a la druida una expresión igual de amenazante y dispuesto a replicar una vez a la druida, pero por algún motivo miró una vez más a su compañero.

—Iré yo a buscarla, no le quites un ojo de encima.

Fue Krusk quién se marchó al final en busca de la Gran Arpista, mientras que Jaken escoltó a Daura a la madriguera que el enano había señalado sin decir ninguna palabra. El interior de ésta no era un incómodo agujero en el que difícilmente cabrían dos o tres personas, sino una amplia estancia excavada en el suelo dónde podrían dormir holgadamente hasta seis personas. Además, estando tan al norte seguramente estarían mucho mejor refugiados de las frías temperaturas del lugar.

La espera se hizo larga, más larga de lo que a Daura le habría gustado, hasta que finalmente escuchó unas pisadas suaves.

—Daura—la llamó una voz calmada.

Jaken le hizo una señal para que saliera y la druida abandonó la madriguera, aunque no era la líder del Círculo del Arpa quién la estaba esperando. Ante Daura se encontraba una criatura con el cuerpo de un león tan grande como el de un caballo, alas de halcón y un rostro femenino, una ginoesfinge. Halia, la consejera de Rinne, era quién había acudido ante ella.

Con una expresión enigmática, la ginoesfinge miró detenidamente a la druida.

—Todo siervo de lo natural posee una balanza que siempre debe mantenerse en consonancia—dijo con el mismo tono de voz calmado, sin variar la entonación—. Podrá tener ciertas inclinaciones, pero siempre en una mesura. ¿Qué le ha ocurrido a tu balanza?

Daura bajó la mirada con respeto. Sintió que le escocían los ojos ante las palabras de Halia, ¿Qué, en efecto, era ella, que antaño había sido compasiva hasta el paroxismo?

- El mundo entero ha perdido el equilibrio, maestra - dijo con voz ahogada -. Y yo con él

¿Sería considerada indigna del Círculo? ¿Apartada de los Arpistas? 

La esfinge mantuvo en su rostro la misma expresión calmada y enigmática, sin expresar ningún tipo de sentimiento. Si no fuera porque hacía leves movimientos, cualquier habría pensado que se trataba de una estatua.

—¿A qué se asemeja más la balanza rota? ¿Al volcán que explota arrasando los poblados que hay a su alrededor? ¿O al río que se desborda inundando las aldeas que hay en sus orillas?

- Quiero creer que al río, maestra - contestó dubitativa, a Halia, como buena esfinge, le gustaban los enigmas -. El río que desborda riega las tierras que anega y vuelve a su cauce. El volcán, aunque crea, primero destruye, y me aterra creer que la Madre vaya donde yo no pueda seguirla

Miró fijamente a la ginoesfinge, esperando su respuesta, ¿Era un acertijo subjetivo, o acaso había una respuesta correcta?

La ginoesfinge no hizo ningún gesto aunque a Daura le pareció que asentía con ese enigmático rostro inmutable.

—En ese caso sé como el río y permite que las aguas vuelvan a su cauce—respondió—. Restaura tu balanza, pues solo cuando eso ocurra podrás trabajar por la balanza del mundo. Y entonces podrás reunirte con Rinne.

Halia dejó que Daura pensara detenidamente sus palabras antes de añadir.

—Lo entiendes, ¿verdad?

Daura suspiró. Recordándose que la esfinge era una amiga, o al menos, una aliada. Que estaban en el mismo puto bando, fuera cual fuera. Se obligó a pensar con calma. Halia no tenía prisa por arreglar nada. Ni ella tampoco debería tenerla. La Madre lo pondría todo en su sitio. Comprendió por qué estaba perdiendo el control. Su fe flaqueaba. ¿Por una organización humana? ¿Por Chester Clancy? Había dejado que le afectaran estupideces políticas. Volvió a tomar aire.

- Lo entiendo, maestra - dijo gravemente -. Sé que el tiempo y los vaivenes de las civilizaciones no son nada para la Madre. Mi breve vida me apremia y amenaza aún más mi pureza de propósito. Y aún así puede que mi equilibrio no se reponga antes de que el Círculo pueda reaccionar a mis nuevas a tiempo, para bien o para mal

Alzó la mirada. Estaba dispuesta a volverse por donde había venido si así se lo indicaba Halia, pero quería dejar claro que ella, la imperfecta humana cuyo reloj marcaba una muerte pronta, en apenas un parpadeo de la Madre, consideraba importante lo que tenía que decirle a Rinne.

A Daura le pareció que Halia mostraba preocupación, aunque quizás solo fueran imaginaciones suyas. Era realmente difícil discernir algo en el enigmático rostro de la ginoesfinge.

—¿Estás segura de su importancia? ¿O puede que la pérdida de tu balanza esté nublando tu juicio?—preguntó— La naturaleza nunca se abre paso con agresividad y premura. Busca dentro de ti, escucha esa sabiduría que la Madre te ha otorgado. Examina tu propio juicio.

Daura sonrió, intentando quitarle importancia a lo que tenía que decir.

- Elminster ha caído, maestra - dijo -. Y he sido llamada a ocupar su lugar junto con otros que llevan el Arpa en sus corazones. Por eso buscaba el consejo de Rinne, y el tuyo

—¿Es esa la causa de la pérdida de tu equilibrio niña?—sonó una voz por encima de las cabezas de la druida y la ginoesfinge—. ¿Se te invita formalmente a participar en la restauración del equilibrio del mundo y tú pierdes el tuyo?

Rinne estaba sentada en una rama del árbol-madriguera en el que Daura había estado esperando, con las piernas colgando. La mediana miraba la copa del árbol sin observar a la druida.

—Si es así, mucho me temo que quién te haya llamado para este trabajo se ha equivocado.

- ¿Por qué yo, maestra? - preguntó Daura bajando la cabeza - ¿Por qué no tú, por qué no Hensoi, o Halia o Eithne o cualquier otro? No soy más que una imperfecta criatura de la Madre, una flor temprana que se marchitará antes de tiempo, no tengo más derecho que nadie a decidir sobre el destino del Arpa

Una lágrima bajó por la mejilla de la druida. ¿Por eso era todo? ¿Por simple dolor y autocompasión? No, Daura nunca había sido autocompasiva, estaba más abajo. Era...desesperación. Había perdido las ganas de luchar. En aquel momento se dio cuenta.

- ¿De qué sirve? - preguntó a la esfinge y a la mediana - ¿De qué sirve crear una maraña que acabará por estrangular nuestros ideales? ¿Qué cambiaría si lo hiciera? 

—¿Maraña que acabará con nuestros ideales? ¿De que hablas niña?—dijo Rinne sin entender a Daura— El más importante de nuestros ideales precisamente es preservar el equilibrio. Equilibrio que se ha roto y que te invitan a restaurar.

La gran arpista volvió a examinar la copa de los árboles, como si eso fuera lo más interesante del mundo y las dudas de la druida no tuvieran importancia.

—El día que conozcas los entresijos que forman la armonía de los poderes del mundo, sabrás porque has sido elegida. Yo no nací siendo una Gran Arpista, otros me ofrecieron dar el paso yo decidí darlo. La maraña está en tu cabeza, así que más vale que empieces a deshacerla.