El joven mago puso los ojos en blanco ante la escena presenciada pero no dijo nada.
—Le envié el mismo mensaje que a vosotros para que acudiera y se sentara en esta mesa—dijo con su habitual tono dubitativo—. Y desde entonces le he enviado dos más. Pero ha hecho caso omiso a ellos y continuar con su autoimpuesta huida.
Chester paró de hablar al ver los rostros de incomprensión de sus compañeros.
—Os pondré en contexto. Jon Altair fue el líder de campo de los Libertadores del Amanecer en Calimshan. Tras quedar el grupo al descubierto, huyeron a las montañas de la Marcha, dónde se unieron a los Yassenar. Varias semanas después un asesino de la Orden de la Larga Muerte intentó matarle sin éxito y días después se repitió el ataque. En esa ocasión Jon consiguió salvarse pero uno de sus amigos más allegados murió. Para evitar que otras personas murieran, Jon decidió fugarse sin decir nada a nadie.
Cogiendo la botella de vino, el mago hizo un gesto con la mano y se sirvió una copa.
—Me da igual que se una a este proyecto o no, pero alguien como él no debe tener una vida fugitiva. Es un líder nato, si quisiera sería capaz de convencernos de acompañarles para ir al Abismo y tomar la cabeza de un Príncipe Demonio. Por eso quiero que le demos una salida a la situación que tiene. Ayudarle a que los monjes de la Larga Muerte comprendan que la cabeza de Jon Altair tiene un precio que ellos no pueden pagar—Chester hizo una pequeña pausa para dar un pequeño trago a su copa de vino para a continuación mirar a Nerissa—. No es un encargo que debas realizar en solitario. Mis últimas búsquedas lo sitúan en la zona del Mar de Bane, territorio Zhentarim. Dado que Ewander es el que tiene una agenda más… mmmm... ligera, mi consejo…
Chester dudó y lanzó una rápida mirada a la sala entera para a continuación decir apresuradamente.
—Mi consejo es que os encarguéis juntos de esta búsqueda. Visto lo ocurrido hoy, será una experiencia bastante didáctica para ambos.
—Iré yo—repitió Nerissa con rotundidad. Necesitaba hacer aquello sola—. Si no te responde es por que no se fia de que sea una trampa, y, la verdad, no lo culpo. Pero si no se ha olvidado de lo que se toparon los libertadores del Amanecer en Calimsham, me recuerda a la perfección.
¿Cómo no? Traidores, mentirosos y traidores. Solo que ahora era Altair el que se veía salpicado por ellos. Aquella escoria de la sociedad le hacía hervir la sangre de forma casi literal. Y a veces sin el casi.
Las dos copas de Ewander seguían frente a él, ambas prácticamente intactas.
—No sé de lo que hablas, encanto —el pirata se encogió de hombros, ignorando la ristoda de la hechicera y restándole importancia a todo aquello. Ya habría tiempo de devolverle el favor—. Le falta algo de consistencia, pero eso es todo. Te aseguro que he bebido mierdas peores.
Entonces la situación tomó un cariz más que interesante.
—Claro que irás tú, querida. —Evan esbozó una amplia sonrisa—. Conmigo detrás, dándolo todo. O dándotelo todo, si lo prefieres, encanto. —El truhán le guiñó un ojo a la pelirroja mientras chasqueaba la lengua un par de veces. No iba a desaprovechar aquella oportunidad, por mucho que su compañera se ofuscara en la idea contraria—. No te preocupes Chester, que encantado le echo una mano a nuestra encantadora Neri.
Kazumi abrió mucho los ojos y se interpuso entre Ewander y Nerissa. Le pidió paciencia a Nerissa con la mano antes de encararse con el pirata.
—No me decido entre si tu comentario es sólo machismo descerebrado o si estás sugiriendo que pretendes forzar a Nerissa contra su voluntad. Pero te sugiero que en cualquiera de los dos casos, lo retires. Te has pasado de la raya.
El bardo se interpuso también en aquel momento, hablando antes que su amigo con su encantador pico de oro y levantando las manos hacia Kaxumi, en gesto conciliador.
-No se lo toméis a mal, Kazumi, cielo -le dijo a la joven kozakurana esbozando una encantadora sonrisa sincera-, creedme cuando os digo que no ha habido ninguna intención por su parte de dar a entender que fuera a forzar a Nerissa, como tampoco hay machismo en sus palabras... -entonces dudó un segundo- algo de descerebrado tiene, eso desde luego, pero claramente nada de las otras dos cosas. Son comentarios que hace de cuando en cuando, completamente banales y sin segundas intenciones, pero igualmente desacertados, aunque en su intento no está el mostrar machismo ni el forzar a nadie a nada, os lo puedo asegurar.
Sonrió de nuevo, poniendo una mano sobre el corazón mientras pronunciaba aquellas últimas palabras. Entonces se volvió hacia su amigo el espadachín.
-Evan, creo que con tu mera compañía le bastará, por el momento.
Nerissa se había puesto en pie bruscamente. Sus ojos se habían iluminado como ascuas encendidas y el cabello que normalmente flotaba por sí solo imitando el movimiento del fuego ahora literalmente era fuego.
Pero en ese momento apareció Kazumi de la nada y la genasí contuvo el arrebato para no llevársela por delante. Una cosa sí le concedía a la kozakurana: tenía ovarios. Ponerse en el camino de un mago cabreado debía ser similar a ponerse delante de una gorgona sin saber si su arma de aliento está lista.
No obstante, Rollehec también salió de la nada. Cada vez que Ewander soltaba alguna estupidez, siempre salía de la nada a hablar por él. ¿Qué era? ¿Su madre?
—No sé si es que tu amigo no se entera o que el pistacho que tiene por cerebro es incapaz de seguir instrucciones simples—siseó masticando las palabras para no alzar la voz—. Pero sería todo un detalle que dejara de actuar como un cretino en aras de comenzar a respetar a los demás.
Ignoró por completo la retahíla de excusas del bardo y se limitó a mirar al pirata.
—Escuchame bien porque voy a decirlo una sola vez: NO soy una de esas furcias de arrabal que suspiran ante el primer payaso en celo que les hace una caída de ojos. NO me impresionan lo más mínimo tus patéticas bravatas. NO soy uno de tus amigotes al que puedas ponerle motes estúpidos. NO voy a ir contigo a ninguna parte. NO abuses de una confianza que no tienes. De hecho, no estás haciendo un sólo mérito por ganártela. Y es la última vez que pienso repetir que me llamo NERISSA.
Concluyó dándole una rotunda palmada a la mesa, aunque esta vez ningún mueble resultó herido.
—Hínchame las narices una sola vez más y no me hago responsable de lo que te pase.
Aficionada... se dijo para sus adentros. ¿Quién sería el imprudente que instruyó en la magia a una loca inestable como esta? Jodidos magos, así va el mundo.
—Gracias, Rohe por tus dulces palabras. —El pirata dio un paso al frente después de que su amigo le defendiera del arrebato de Kazumi. Parecía que finalmente sí que tenía emociones. Aunque sólo despertasen por naderías más propias del gremio de costureras y su novedosa línea política en contra del heteropatriarcado que de una templada e impertérrita hostelera—. Pero no era necesario que me defendieses.
Alzó en mentón y contempló desafiante a la hechicera encolerizada mientras la rabia la consumía en llamas, literalmente.
—Muy interesante tu truquito, pero que sepas que así no amilanas a nadie, EN-CAN-TO. —Sus ojos se entrecerraron y esbozó una media sonrisa, provocador—. Porque eso es todo lo que me he dedicado a señalar, que eres un encanto. En ningún momento te he llamado ramera o he insinuado que lo fueras —se volvió hacia Kazumi—, por mucho que queráis interpretarlo así. ¿Sabéis que os digo? Que si no sois capaces de guardar la compostura ante la más nimia de las provocaciones, ¿cómo demonios pretendéis ocupar el lugar de Elminster?
Anonadado por lo que estaba ocurriendo, el joven mago cogió la copa de vino, se la bebió de un trago y la estrelló contra el suelo llamando la atención de todo el mundo.
—¡SUFICIENTE!
Viendo la dificultad que tenía Chester para expresar la mayoría de sus ideas, el tono de seguridad con el que había llamado la atención era sorprendente. El rostro se le había encendido y en su mirada había una furia que parecía llevar enterrada toda su vida.
—¡Dejad de comportaros como estúpidos críos!—entonces el mago se encaró con Ewander— ¡No te atrevas a mencionar el lugar de Elminster cuando tú ni siquiera te muestras digno de él! ¡En la libertad que tanto defiende tu “Padre” hay un concepto fundamental que es el respeto! ¡Muéstralo! ¡Si vas a comportarte como un cretino sal de mi casa y no vuelvas! ¡Si no eres capaz de estar a la altura! ¡LÁRGATE!
Después posó su mirada en el bardo.
—Defenderlo no ayuda cuando tu amigo se ha equivocado—dijo con frialdad—. Me gusta que mis amigos me comenten mis errores. Y si tu amistad está por encima de la verdad, no sé qué esperas conseguir aquí.
La siguiente fue Nerissa.
—¡Joder!—se volvió a acalorar de nuevo— ¡Eres lo suficientemente lista como para saber que te está provocando! ¡De verdad tienes que entrar al trapo! ¡Sólo te ha dicho encanto! ¡Piensa antes de actuar!
Cuando miró a Kazumi, Chester titubeó un poco y se dio cuenta de que no tenía nada que decir, así que volvió a mirar a la mesa.
—¡Estáis aquí para representar un concepto mayor de lo que sois ahora! ¡Se supone que vuestra tarea es evitar que el mundo se vaya a pique! ¡Y ni siquiera sois capaces de tener un comportamiento civilizado! ¿Es que vuestro ego es más importante? ¡Pues al infierno! ¡Marchaos de mi casa y esperad que la muerte llame a vuestra puerta!
Dando media vuelta, Chester se dirigió a la salida del salón y se marchó dando un portazo.
Evan se volvió sorprendido hacia Chester mientras éste explotaba. ¿Pero qué diablos le pasaba a todo el mundo?
Jodidos magos.
Quiso replicarle que el respeto no era algo inherente a todos y cada uno de los habitantes de Faerun. Que el respeto había que ganárselo y, desde luego, imponer tus deseos y caprichos a los demás era la forma más rápida de perderlo. Si quería hablar de respeto y de atentar contra las libertades de los demás que hablase del vino adulterado o del celo con el que su encanto se negaba a cooperar con los demás.
Quiso decirle que hasta él sabía que las verdades eran relativas y que cada uno tenía su punto de vista. Lo cual no significaba todas esas verdades fueran igualmente plausibles. Sin duda eran ellos y no Rohellec los que estaban siendo parciales: ¿o es que él acaso no había condicionado el darle de todo con su consentimiento? Muy a pesar de las acusaciones de Kazumi él no pensaba violar a nadie.
Pero no dijo nada de eso. En su lugar suspiró cansado y se apartó el pelo de la cara. Allá cada uno con sus actos.
–¡Pues al carajo!
Si ni siquiera tienen claras cuáles son sus prioridades, no merece la pena perder más el tiempo.
Y sin más, salió por la puerta.
La torpe justificación que Ewander había esgrimido de sus propios actos era un insulto a la inteligencia de los presentes. ¿De veras pensaba que alguien, aparte de Rohellec, iba a creerse que andaba provocando a sus compañeros por su bien? ¿Realmente cabía en cualquier mente racional que Elminster había querido que hiciera algo así?
En lo que a Kazumi respectaba, lo único que había quedado demostrado era que Ewander Hössner no había estado nunca a la altura de las circunstancias, que todo aquello le venía muy grande, y que debería dedicarse a beber grog con una moza en sus rodillas hasta que sus dedos perdieran la habilidad de desabrocharse las calzas. Desde luego no eran las manos en las que quería ver ni el legado de Elminster, ni el destino de nadie.
Pero la llama ya era demasiado alta como para echarle más combustible. De modo que se quedó muy quieta, en silencio, pensando que la partida del pirata era lo mejor para todos. Su mirada se posó en Rohellec, preguntándose en si el bardo seguiría los pasos de su amigo o preferiría quedarse y tratar de arreglar las cosas.
"Las personas que creen tener la Verdad absoluta están tan equivocadas como los que defienden sus verdades a medias a ultranza" pensó el bardo mientras veía marcharse a Chester y después a Evan. "Que tú creas que lo que defiendo no es la verdad, no tiene por qué significar que no lo es realmente...".
El aasimar observó detenidamente a las dos hechiceras que quedaban en la sala, apenado. No entendía por qué, si todo el mundo perseguía la misma causa justa y superior, no podían ponerse nunca de acuerdo en nada... ni siquiera cuando Chester decidía lo que hacer. Negó con la cabeza, cabizbajo, mientras recogía sus cosas, y se alejó hacia la puerta.
-Tengo cosas importantes que hacer -murmuró; cuando pasó al lado de Alice, añadió-: estaré mañana a la entrada del pueblo, si aún quieres venir a la Marca Argéntea.
Después cogió el pomo de la puerta, lo giró y traspasó el umbral. No cerró, sin embargo, del todo. En el último momento se lo pensó mejor, se quedó unos segundos quieto, dubitativo, y volvió a entrar. Miró a Nerissa y a Kazumi. Aquello no debería haber terminado así...
-Ese hombre que acaba de salir por la puerta es un bocazas, sí; es un garrulo inculto y malhablado; un bebedor y un pirata... pero, por encima de todo eso, es una de las mejores personas que conozco. Si no la mejor. Un comentario desacertado no implica que vaya a hacerle nada a nadie y si pensáis lo contrario, no lo conocéis en absoluto. No lo he defendido porque sea mi amigo por encima de todo, sino porque me ha parecido una reacción desproporcionada a un comentario sin importancia... qué le voy a hacer. Pero no os equivoquéis cuando digo esto: su amistad vale para mí más que cualquier otra cosa. No sólo le debo mi vida, sino también mi cordura.
Y dicho lo cual, volvió a girar sobre sus talones y, cerrando la puerta con delicadeza, salió en pos de Evan, pirata, maleante y su mejor amigo.
Nerissa decidió dejar de arder, masajearse las sienes y desconectar los oídos de la berborrea del bardo por su propia salud mental.
Aquello era hilarante. El problema era que no tenía ningunas ganas de reirse.
—Te lo agradezo, Kazumi. Pero no merece la pena.
Se preguntó si algún día alguno de aquellos tres que acababan de marcharse con la rabieta del siglo tendría hijas. E hijas concretamente porque se moría de curiosidad por cómo reaccionarían si un completo desconocido se tomase gratuitamente la confianza de tratarlas como si fuesen prostitutas de taberna a base de guiños, diminutivos, susurros babosos y frases que bien podrían ganar un premio a la obscenidad. O al machismo descerebrado como había dicho la kozakurana.
Seguramente lo último que harían sería cabrearse con el tipo. Eso sería desproporcionado.
—¿Decías algo de investigar sobre lo ocurrido en tu restaurante?
Y así fue como el Proyecto Arpa de Oro de Chester Clancy fracasó antes de que llegara a comenzar.