Partida Rol por web

Proyecto Arpa de Oro

Narraciones

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12/01/2015, 18:15
Director

El fin del principio

La mesa vibraba. El asalto había comenzado. Dalshún, el gobernante de Altair, estaba sentado en su escritorio ojeando unos papeles. En ese momento llamaron a la puerta.

Adelante.

Un joven humano entró en la sala. Vestía unos pantalones de tela negra, una camisa de lino y una chaquetilla negra a juego con los pantalones.

Señor, el asalto ha comenzado. Los Señores de la Muerte atacan la puerta principal.

Gracias Jeremías—respondió el gnomo—. Puedes retirarte.

El humano se marchó dejando solo al gobernador. Esté abrió el último cajón de su escritorio y sacó un libro antiquísimo. Ese libro era el auténtico registro de Altair. Era un secreto de Estado, un libro que había pasado de gobernador a gobernador. Solo ellos sabían quién fue la primera persona que comenzó a escribir en él. Y muchos gobernadores pensaban que realmente todo eso era realmente una leyenda. Sin embargo todos hicieron sus registros cuando era necesario. En el libro estaban escritas todas las calamidades que habían azotado el mundo desde hacía siglos.

De pronto se escuchó un golpe más fuerte y la mesa tembló violentamente. Dalshún abrió su primer cajón y sacó tintero y pluma. Abrió las paginas finales del libro, aún en blanco. Nunca había tenido que escribir en él. El papel estaba muy gastado, pero era resistente. Era evidente que había magia en el libro. Durante un instante permaneció pensativo antes de mojar la pluma en el tintero y comenzar a escribir.

Hoy, en el día tercero del mes cuarto el año 846 desde la desaparición del sol, el ejército de los Señores de la Muerte ha comenzado el asalto a la ciudad Altair. Del mismo modo me aventuró a afirmar de que hoy, en el día tercero del mes cuarto el año 846 desde la desaparición del sol, la ciudad de Altair caerá a manos de los Señores de la Muerte. Sin embargo no toda esperanza está perdida. Varios de nuestros hombres han decidido sacrificar sus vidas, en pos de que el mundo en el que vivimos pueda cambiar. Sin ellos toda esperanza estaría muerta. Y es por ello que recibirán el honor de que sus nombres queden escritos en este libro para siempre.

Byrsa, la mujer-osa. Nissa. Sarkham Dragon. Jake Eversthrom. Dextran brazo de piedra. Laucien. Agreian. Scarlet Demirent. Wanepiun. Shobi. Urgeras Sotoalto. Morgan Argenta, iluminado de Ilmater. Elios Argenta, alías Polvorín. Andrea. Frank. Ostap.

El gnomo continuó escribiendo una larga lista de nombres. Cientos de ellos. Cientos de vidas que se habían perdido en pos de un futuro mejor. Cuando terminó de escribir el ultimo nombre, volvieron a llamar a la puerta, pero esta vez la puerta se abrió antes de que se le concediera permiso. Era Jeremías de nuevo.

Señor, Terexas ha vuelto. La misión ha sido un éxito—esbozo una triste sonrisa—. El maestre Tolgerías está realizando los preparativos del ritual. Me pidió que le avisara.

-No le hagamos esperar entonces.

El gobernador observó el libro durante un instante antes de cerrarlo. Después se levantó de su escritorio y se dirigió a la puerta de la sala. Cuando llegó a ésta dio una última mirada a su despacho. Suspiró. El fin del principio había llegado.

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12/01/2015, 20:19
Director

Justicia natural

Liu Xao escuchaba las palabras finales del juicio al que estaba siendo sometido. Estaba dispuesto a aceptar su castigo, era culpable. Frente a él había había tres druidas. En el centro se encontraba el Neitarca, el señor del Gran Valle, coronado con una impresionante corona de madera que simulaba la cornamenta de un ciervo, el cual no había dicho una palabra en lo que llevaba de juicio. A la derecha de este había un elfo, quién había sido la persona que había llevado el hilo durante el juicio. A su izquierda una humana, que se había dirigido al shoulungues cuando era necesario alguna aclaración.

La hora de la sentencia había llegado, el juicio había sido rápido, el oriental había aceptado su culpa desde el primer momento, por lo que el juicio simplemente había consistido en repasar lo sucedido. El elfo comenzó a hablar para dictar su sentencia, hablando de las vidas que se habían perdido y las vidas que se habían puesto en peligro. 

El oriental podía entender las palabras que le dirigían gracias a la magia que había en el lugar. En otras circunstancias, Liu Xao se habría sentido sobrecogido tanto por ese hecho como por el lugar en el que se encontraba. El juicio se estaba celebrando en una enorme estructura de madera, más impresionante si cabe debido al hecho de que estaban sobre los árboles.

En definitiva, se os declara culpable Liu Xao—declaró el elfo—. ¿Hay algo más que añadir Liu Xao?

Desde el principio he aceptado mi culpa. Me equivoqué y aceptaré cualquier castigo que me sea impuesto. Sin embargo les ruego que me permitan arreglar mi error. Después apliquen conmigo su justicia. Déjenme buscar a la bestia.

Tras las palabras de Liu Xao, el neitarca levantó su mano derecha reclamando la atención. A continuación se inclinó hacia el elfo, a quién le murmuró algo en el oído. Éste asintió a su superior y volvió a observar al shoulungués.

Aceptamos tu petición Liu Xao, pero si en algún momento abandonáis seta búsqueda, moriréis. ¿Estáis de acuerdo?

El guerrero de Shou Lung asintió.

Una hora más tarde Liu Xao salía de la magnífica estructura de madera y la contempló por última vez antes de que le vendaran los ojos. Al amanecer del siguiente día, el shoulungués abandonaba el bosque. Tenía una misión que cumplir.

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12/01/2015, 20:44
Director

La ambición del Zulkir

El cónclave estaba a punto de comenzar. Todos excepto uno habían tomado sus posiciones. Precisamente faltaba aquel que había convocado el cónclave. La sala dónde se habían reunido era enorme, con palcos en los muros en los que cada uno de los zulkirs tomaba su posición. Cada uno de estos palcos tenía una escalera para bajar al centro de la sala y el acceso a la sala solo era posible por las puertas que poseía cada palco a sus espaldas.

Ajax Dragleon, me alegra que nos honres con tu presencia—dijo una hueca y cansada voz.

Cualquiera que hubiese mirado el palco del que había surgido esa voz, habría pensado que muchos años atrás el mago rojo que estaba allí sentado había muerto y nadie se había atrevido a sacarlo de allí. Pero hace unos instantes el palco estaba vacío así que eso no era posible. El cadáver comenzó a moverse hasta levantarse mientras agitaba sus largos y esqueléticos dedos. El último de los zulkirs era un liche.

Szass Tam—dijo Ajax de forma seca y educada.

Tienes mucho que explicar a este cónclave Ajax—dijo entonces otro de los presentes—. Tus acciones han podido poner en peligro el asunto que realmente nos interesa. Ese por el que llevamos trabajando tanto tiempo.

Ajax explotó ante las palabras de su compañero. El zulkir ya sabía que él sería el tema principal de la reunión así que no iba a permitir que se mofaran de él.

¿Os interesa? ¿Os interesa? Me río de vosotros. Le interesa él—dijo mientras señalaba al liche.

Szass Tam miró a Ajax fijamente y éste se aplacó.

—¿Vas a comparar el conseguir influencia y gobernar a escondidas junto a los eczentharim a ampliar nuestras fronteras y acabar con nuestros ancestrales enemigos?—preguntó el liche— ¿Simplemente vas a comparar el hecho de compartir poder con el de ostentarlo uno mismo? ¿Cómo pretendías mantener el control en Khondhaz después de que fueras descubierto? ¿Y cómo te atreves a tomar una decisión de esa envergadura sin consultarlo con el cónclave?

¿Como os atrevéis a acusarme?—volvió a gritar Ajax— ¡Todos! ¡Todos tenéis vuestros secretos! ¡Todos tenéis vuestras maquinaciones!

Fue entonces cuando una mujer lo interrumpió.

En efecto, pero nuestros secretos no han sido descubiertos. Nuestros secretos no han provocado un incidente diplomático que puede dificultar nuestro ataque a Rashemen. Ahora tenemos que vigilar que ni nuestros enemigos ni aquellos a los que has abandonado no tomen represalias. Hemos vendido que esos magos rojos han actuado por cuenta propia pero hay quienes saben que tú estabas detrás de todo esto.

Tus ambiciones han superado tus capacidades Ajax—dijo otro de los presentes.

¿Y qué vais a hacer? ¿Eh? ¿Qué vais a hacer?

Szass Tam comenzó a bajar cont tranquilidad las escaleras de su palco y penetró en la sala. En el suelo de esta estaba grabado el símbolo de los magos rojos.

El cónclave ha tomado una decisión—terció el liche.

El rostro de Ajax palideció. Sabía lo que significaba El mago dio media vuelta y echo a correr hacia su puerta, pero de pronto se vio despedido hacia atrás cayendo al suelo. Como si hubiera chocado con un muro invisible.

No hay salida—dijo el primer hombre que había hablado.

Desesperado Ajax se levantó y comenzó a conjurar un hechizo, pero comprendió que era demasiado tarde, Szass Tam iba por delante de él. Una nube de humo de color rojo se formaba en la mano del liche que lanzó contra el desesperado zulkir. Instantes después Ajax Dragleon se desplomaba en el suelo haciendo un ruido sordo.

El cónclave ha concluido—dijo el liche.

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12/01/2015, 21:30
Director

La caída de la hermana

Parecía ser un día como otro cualquiera en el Valle de las Sombras. Hasta que una sombra comenzó a sobrevolar el territorio. Su nombre era Kishnax y era un dragón rojo.

El terror comenzó a invadir a los habitantes del Valle que huían despavoridos. Las aldeas se incendiaban y los niños lloraban gritando en busca de sus madres. ¿Dónde estaba Elminster? El viejo mago siempre les había protegido pero ahora se encontraba desaparecido. Si nadie hacía nada el dragón arrasaría con el valle.

Pero aún quedaban protectores en el Valle. Elminster no era el único héroe del lugar. En su lugar apareció Syluné Manargenta, hija de Mystra. Kishnax sobrevoló por encima de la mujer cuando un destello violeta llamó su atención. Ambos contendientes cruzaron sus miradas y Kishnax bajó a tierra. yDurante unos minutos, el dragón y la mujer se estudianron mutuamente.

El dragón lanzó una llamarada hacia Syluné, la cual la repelió con su magia. Entonces comenzó el duelo. Las energías mágicas salían despedidas en cualquier dirección. La tierra se quemó y su olor empezó a propagarse kilómetros a la redonda. Los gritos, rugidos y explosiones inundaban el entorno. 

En la lejanía, los habitantes del Valle habían dejado de huir y observaban esperanzados el combate. Syluné era la única que podía salvarlos. Asombrados observaron como una luz violeta comenzó a brillar, cada vez con más intensidad. Y de pronto estalló. Una ola de intensa luz violeta comenzó a recorrer todo el territorio de los Valles, llegando hasta Sembia y Cormyr en el sur y cruzando Cormanzhor en el norte.

Kishnax había muerto. Syluné también. El Valle se salvó. Hoy día pocos hablan de lo que ocurrió y nadie tiene ni la menor idea de lo que fue ese destello violeta.

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12/01/2015, 22:41
Director

La batalla de Inmilmar

Las lanzas apuntaban al cielo. Los escudos estaban firmes. Las murallas abarrotadas. Inmilmar se preparaba para sufrir el segundo envite de los Magos Rojos. Esta batalla determinaría el resultado de la guerra.

Atrás había quedado un mes de sufrimiento. Un mes en el que Rashemen había sufrido como nunca antes lo había hecho. Dónde como cual ave fénix había tenido que resurgir de sus cenizas. Nunca sería el mismo Rashemen que antes, pero no caerían de cualquier manera contra sus enconados enemigos.

Magos y brujas rahsemíes se encontraban por primera apostados para usar juntos sus poderes en la batalla. Guerreros de todas las ciudades, pueblos y villas de Rashemen estaban listos para derramar la sangre de los zhayinos. No solo por defender la propia tierra, sino por venganza. Era mucha la sangre que Zhay había cobrado en su primer ataque.

Lo rashemíes no estaban solos, también había amigos. Los caballeros de la orden de la Copa de Oro. Arpistas. Y sencillamente personas que luchaban por un mundo más justo y que sabían que el avance de los zhayinos por Rashemen haría de este un mundo peor. Pero aún se esperaba a alguien más. El otro gran enemigo de Zhay. La bruja de Aglarond. La Simbul. Su presencia era una incógnita. Su presencia era la piedra que inclinaría la balanza del lado de los defensores.

La batalla comenzó, pero no fueron los soldados los que tomaron parte en ella. Eran las fuerzas mágicas. Luces, rayos, llamaradas y explosiones cruzaban el aire. Entre esos estallidos de potencia mágica las flechas de ambos ejércitos se entrecruzaban, intentando cobrarse el máximo de vidas posibles.

Una sección de la muralla sudeste exploto en un amasijo de rocas y cascotes. Los magos rojos habían conseguido  abrir una brecha en la ciudad. La infantería y la caballería zhayina cargo dirección a la brecha, mientras las fuerzas mágicas seguían su lucha.

Los rashemíes y sus aliados se prepararon para defender la brecha. Y fueron capaces de resistir la primera carga de caballería. Pero tras la segunda, la infantería zhayina comenzó la invasión de la ciudad. La batalla se tornó a favor del enemigo y la esperanza comenzó a decaer.

Y de pronto un rayo rojo cruzó el cielo, el cual quedó quedó teñido de ese color. Y allí estaba ella. Cabalgando el viento. Su pelo ondeaba libre. Seguida de una numerosa caballería. La Simbul había llegado para darle la vuelta a la batalla.

El flanco de las tropas zhayinas estaba desprotegido, no había manera de resistir el ataque del ejército aglarondano, el cual avanzó con todo lo que encontraron a su paso. El pánico comenzó a cundir entre las tropas zhayinas que empezaron a romper filas.

Horas más tarde la batalla había terminado. Rashemen había prevalecido.

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12/01/2015, 23:47
Director

Fuego en el Saber

Era un frío día de Diciembre y la fiesta de la luna ya había quedado atrás. El asistente del Gran Lector Jenson Sullivan se encontraba preparando la mesa en las habitaciones del propio Gran Lector para cuando volviera de la Biblioteca para comer.

El Gran Lector Jenson Sullivan era un hombre complicado y de trato difícil, por eso solía comer solo. Todos los monjes de Candelero lo sabían, pero también era conocido que era un hombre competente, sino nunca hubiera llegado a la posición que ostentaba. A fin de cuentas era uno de los dos Grandes Lectores que se encargaban de la gestión de la Gran Biblioteca.

Su asistente era un novicio que llevaba apenas una semana en Candelero, pero debido a los últimos acontecimientos cada uno de los  novicios había sido asignado a un Gran Lector. Dos de ellos habían muerto y uno había sido expulsado. Todo estaba saliendo a pedir de boca a ojos del asistente.

La puerta se abrió y el Gran Lector entró en el vestíbulo.

Esta es la noche perfecta—pensó el asistente.

Gran Lector, tengo un buen vino de mi tierra, perfecto para una comida como ésta. ¿Le apetece una copa?—dijo el asistente mientras iba a su encuentro.

Jenson Sullivan se quedó mirando al chico con los ojos entrecerrados, como si tramara algo. Curiosamente esta vez tenía razón en su desconfianza, pero no se daría cuenta.

De acuerdo Lorenzo. Sírveme una copa.

Mientras el Gran Lector se cambiaba para ponerse unas ropas más cómodas, su asistente descorchaba la botella, servía el vino en una copa y vertía unos polvos a continuación. Después de removerlo un poco con el dedo lo colocó en la mesa junto a la comida y al lado dejó la botella.

Aquí tiene. Si no desea nada más, me retiraré comer en la cantina.

Horas más tarde el Gran Lector Jenson Sullivan, se encontraba a las afueras de Candelero. Andaba con la mirada perdida y llevaba, una pequeña mochila y un grueso estuche de los que se usan para guardar rollos de pergamino. En el horizonte, a su espalda, una densa columna de humo negro salía del monasterio.

La Gran Biblioteca de Candelero estaba ardiendo

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13/01/2015, 16:19
Director

Pacto por la paz

Una cálida y estrellada noche de Junio caía sobre Alaghon. La clásica noche en la que los enamorados recorren las calles hasta altas horas de la madrugada para disfrutar de las oportunidades que ofrecía.

En el puerto estaba atracado el buque insignia de la armada túrmica, “La Estrella de Alaghon”, comandada por el almirante Marco Elatti. En la cubierta del barco, dos figuras se encontraban observando el muelle, daba la impresión que esperaban la llegada de alguien importante.

Una de las figuras era una semielfa de edad madura. Aunque su rostro aún conservaba un resquicio de juventud, su cabello había sido conquistado por las canas. Vestía como un viajero, pantalones y botas de cuero, una camisa blanca y una chaqueta de tela negra. Unas profundas ojeras y una constante mirada de preocupación marcaban su cara. Cualquiera diría que no había descansado en su vida.

A su lado se encontraba un chico humano bastante más joven que ella. Su rasgo más característico eran unas redondas y gruesas gafas. Su pelo era corto, de color pajizo y llevaba ropa elegante. Unos pantalones oscuros, camisa roja y chaqueta con cola azul marina. No paraba de mover las manos nervioso.

¿Crees…. crees que vendrá?—preguntó el chico a la semielfa.

No creo que le interese no hacerlo.

Pero entonces tu…

Lo sé Chester. Pero para eso vine. Para eso estás tú—la semielfa se calló unos segundos y después reparó en algo que le hizo hacer una mueca parecida a una sonrisa—. Mira… ahí viene…

Unos minutos después hacía acto de presencia en el barco el mismísimo Señor de Turmish, cabeza de la Asamblea de las Estrellas, Leonardo Roballo, elegido unos meses atrás. Al subir al navío un soldado se acercó a él.

El almirante le está esperando en su camarote señor Roballo.

Perfecto—dijo de forma cortante. No parecía de buen humor.

Una hora más tarde Leonardo salía de nuevo a la cubierta y tras recorrerla con la mirada, se dirigió haciala pareja que le había estado esperando con impaciencia.

El general me ha contado que de no ser por vosotros esta reunión no hubiera tenido lugar. Toda la república de Turmish está en deuda con vosotros.

Fue la semielfa la que respondió de forma escueta.

No lo estropeen de nuevo.

Pocas personas lo sabrían jamás, pero esa noche se había evitado una guerra civil.

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13/01/2015, 17:44
Director

Magnicidio sembiano

Habían sido unos días siniestros en Orludin. Cinco de sus consejeros habían sido asesinados. Había habido asesinatos de todo tipo. En sus hogares o en la calle, con brutalidad, con medios mágicos o incluso como si se tratara de un ritual. El grupo de asesinos responsable era muy variopinto.

También habían muerto dos de los asesinos durante sus ataques a los consejeros, pero lo que se había descubierto no era nada alagador. El responsable de los asesinatos no había escatimado en recursos, llegando a contar con hombres-lobo y, si los rumores eran ciertos, con el famoso asesino Artemis Entreri.

Pero después de estos días, todo indicaba que la paz llegaría a Sembia. Se había encontrado a la persona responsable, la condesa Mirabeta Selkirk. A nadie le cogió por sorpresa. Lo único raro era que las pruebas que la inculpaban, habían sido cuanto menos extrañas. Según los testimonios, los asesinos gritaban que lo hacían por ella, y en uno de los asesinos ejecutados, habían encontrado documentos de la propia condesa. Muchos pensaban que en el fondo todo era un complot contra Mirabeta, pero el odio que sentían por ella acallaba esas opiniones.

La propia condesa, negando todas las acusaciones, se refugió en una de sus propiedades, a las afueras de Orludin, con toda su propia guardia personal preparada para protegerla.

En el Gran Salón del Consejo, en el centro de la ciudad, la mayoría de los miembros del consejo se encontraban reunidos, a excepción de Kendrick el alto, que junto a la mayor parte de los efectivos de la guardia de la ciudad y de los Cuervos Argénteos, se dirigía en esos momentos a dicho a apresar a la condesa. En el consejo todos discutían lo que harían con ella, ajenos a lo que iba a ocurrir.

Mientras tanto, Gran Salón, en la plaza en la que se ubicaba el Gran Salón, un grupo de personas comenzó a reunirse El hecho que empezó a llamar la atención a los guardias que allí se encontraban. Ycon razón, pues cuando se dirigieron al grupo para dispersarlos, sin previo aviso fueron atacados y masacrados, ni siquiera tuvieron tiempo de reaccionar ni dar la voz de alarma.

Ese fue el pistoletazo de salida, desde el momento en el que la primera gota de sangre tocó el suelo de la plaza, la muchedumbre se volvió como un batallón de asalto, sin disciplina pero sediento de sangre. Su objetivo era el Gran Salón. Mientras que unos derribaban las puertas, otros entraban atravesando las ventanas. La guardia movilizó a los pocos efectivos que quedaban en la Torre de los Centinelas y en los alrededores del centro de la ciudad, pero nada de eso era suficiente para la carnicería que ocurría dentro del Gran Salón. Nada pudo parar a los asaltantes.

Esa noche, la cabeza de la condesa Mirabeta estaba clavada en un pica y era expuesta en las puertas del Gran Salón del Consejo. Días más tarde, se celebraba el funeral de estado más grande que se recordaba en Sembia.

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13/01/2015, 18:21
Director

Secretos divinos

Durante el año de la Magia Salvaje, Shar y Mystra entraron en una guerra abierta que causó estragos a la urdimbre a lo largo y ancho de Faerûn. También sus siervos más allegados participaron en dicha guerra, hecho que culminó con la muerte del elegido de Shar. Fue entonces cuando la diosa de la oscuridad solicitó una tregua, hecho que inexplicablemente Mystra aceptó alegando los daños en la urdimbre.

Lo que pocos sabían era lo que realidad era el motivo por el que ambas diosas habían aceptado la tregua, que nada tenía que ver con la muerte del elegido de Shar ni con los daños en la urdimbre.

El motivo auténtico motivo por el que ambas divinidades aceptaron una tregua fue porque sus secretos más ocultos fueron revelados. En mitad de la última batalla, la más intensa de todas, las fuerzas desatadas fueron de tal magnitud, que la consciencia de cada diosa penetró en la de su rival, quedando al descubierto algunos de esos secretos.

Mystra descubrió el gran secreto de Shar, su gran obra, la Urdimbre Sombría. Una nueva manera de acceder al poder bruto de la magia. La diosa de la oscuridad se había vuelto su igual. Necesitaba tiempo para estudiar la nueva situación y actuar, y la tregua se lo permitiría.

Por su lado, Shar descubrió un secreto que se remontaba eones, a los tiempos de la creación. Un secreto que hacía que la guerra fuera inútil. Un secreto que le permitiría matar a Mystra.

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15/01/2015, 16:49
Director

La Larga Muerte

Gnosis disfrutaba de las vistas de la ciudad parapetado en el tejado del edificio más alto, envuelto en la oscuridad de la noche. Súbitamente giró la cabeza de forma brusca. Había escuchado un ruido casi imperceptible, como si alguien estuviera tratando de ocultar sus movimientos. En efecto, a pocos metros de él también se encontraba una oscura figura.

Ahmed—dijo.

Ya no respondo a ese nombre—replicó Gnosis con su siseante voz.

No para mí—dijo la otra figura mientras se acercaba hacia su interlocutor—. ¿Todavía usas esa máscara?

¿A qué has venido Elan? No creo que tengamos nada de qué hablar.

Claro que tenemos cosas de las que hablar. Eres uno de los nuestros. Conoces nuestras técnicas y secretos. Eres un monje de la Larga Muerte y la Orden te necesita.

Gnosis resopló debajo de tu máscara, pero no dijo nada.

He tenido un ojo encima tuya durante mucho tiempo. Compartes nuestro credo. Otorgas nuestro don. Aunque quieras negarlo eres uno de los nuestros. Y te diré una cosa más. La mayoría de los nuestros desean matarte. Te consideran un traidor. Alguien que usa nuestros secretos para sus propios intereses—Elan vaciló unos instantes antes de añadir—. Ya ha pasado mucho tiempo. Lo que ocurrió…

Cállate—interrumpió Gnosis bajo su máscara—. Me da igual lo que queráis. Venid a matarme si es lo que queréis.

Haz este trabajo, y te aseguro que nadie volverá a molestarte. Recházalo me corresponderá a mí acabar con tu vida.

¿Por qué te envían a que haga yo el trabajo?

Porque si tenemos que matarte, estoy seguro que no serás el único que muera. ¿No es mejor buscar una solución amistosa?

Una risotada ronca se escuchó resonar en la metálica máscara.

¿Y por qué es tan importante el trabajo?

Porque volveremos a Calimshan. Es el propio sultán quien ha realizado el encargo. Si lo cumplimos, nos convertiremos en uno de sus cuerpos de élite. Podremos retornar a nuestro hogar.

Hogar…—dijo Gnosis con desdén—. Sois unos sentimentales.

Nunca has entendido la fuerza de los signos. Nunca la entenderás.

Un silencio incomodo se hizo durante unos minutos.

Estás muy comunicativo Elan. Me estás contando muchas cosas. ¿A qué se debe tal honor? ¿Acaso no soy un traidor?

Los dos sabemos que si tu curiosidad no es satisfecha no aceptarás el trabajo, y si lo aceptas no tendremos que luchar. Elijo el camino más inteligente. Como tú hiciste con tu discípulo.

Una vez más, se hizo un largo silencio solo roto por el ruido de unos cristales rotos, los alaridos de un borracho y los ladridos de un perro. Elan y Gnosis se miraban el uno al otro. El ambiente se había vuelto tenso. Cualquiera diría que ambos monjes comenzarían a pelear de un momento a otro.

De acuerdo. Dime quién es el objetivo.

Elan sonrió debajo de su capucha.

Sabía que aceptarías. Tendrás que matar a un paladín de Lathander. Su nombre es Jon Altair.

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28/01/2015, 20:41
Director

La ciudad calcinada

Una expresión de estupefacción se dibujó en el rostro de la Dama Alustriel. No podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Un día antes, desde la colina donde ella se encontraba se podía vislumbrar el poblado de Daunil lleno de vida y actividad. Ahora lo único que quedaba de él era un montón de cenizas, brasas y estructuras quemadas. La torre que siempre había coronado el centro de la torre ahora era un montón de rocas esparcidas por el suelo.

La mujer paseó por las calcinadas calles del poblado. Había cuerpos calcinados desperdigados aquí y allá. Algunas casan aún humeaban, y el olor a carne y madera quemada impregnaba el ambiente. Alustriel se detuvo junto a los restos restos de lo que sin ninguna duda había sido un niño. Las lágrimas brotaron con desconsuelo de los ojos de la Dama. De alguna forma ella era la responsable de lo que había pasado.

El paseo terminó en el epicentro del pueblo, en la torre de Eilil. No había rastro del mago, debía haber muerto. Algo emitió un destello y llamó la atención de Alustriel. La mujer se acercó para encontrarse con una escama dorada manchada de sangre. La Dama ya no necesitaba nada más. Sabía exactamente que había ocurrido y no era nada bueno.

Alguien había descubierto su secreto. Tenía que avisar a sus hermanas.