Partida Rol por web

A Geki del Oso no le gustaban las ganas de Jabu de querer pelear con esa mujer. Pero sabia que de nada seriviria decirselo, mucho menos oponersele. Solo se preocupaba por el, y no por el hecho de ser compañeros, hermanos y amigos, sino porque sin el estaba seguro que la pequeña diosa del Inframundo se perderia por siempre.

Caminaba junto a los Caballeros, sabiendo que paso a paso se acercaria mas el momento culmine de esta guerra. Analizaba sus posibilidades y maneras de ayudar, sin llegar a ninguna definitiva. "Supongo que la oportunidad se presentara en el momento adecuado. Athena... estes donde estes, no nos abandondes".

Todos los caballeros presentes entraron el el templo, donde aguardaba una tensa Perséfone, sentada en el trono que en otra época perteneció a Hades.

-Los planes son muy claros- sentenció la Doncella, nada más entrar vosotros- Grifo y Noto están ya defendiendo la entrada a través de las puertas que abre Máscara de Muerte. Tártaro se unirá a ellos a la voz de ya, así como Geki del Oso- dice, señalando al nuevo caballero- Me serás más útil allí que aquí. No quiero que puedan llegar a penetrar en los Campos Elíseos, y vosotros cuatro os encargaréis de ello.

Se toma una pausa, mientras se puede observar a Geki sorprenderse abiertamente ante la orden de la Diosa. Acaba de destinarlo a otro punto completamente opuesto al que pensaba aguardar, lejos de sus aliados Cerbero y Unicornio...

-Garuda y Herebo ya se encuentran aguardando a las puertas del Monte Oráculo. Pero me parecen muy pocos caballeros, así que tú, Wivern, ve con ellos.

De nuevo una pausa. En este caso, si Wivern se sorprendió tanto como el Oso, no parece haberlo demostrado un ápice.

-Aquí permanecerán conmigo los más fieles de los caballeros, Cerbero, perro de Hades, y mis dos "Manos": la mujer caballero de Perséfone y Jabu del Unicornio. ¿Algo que añadir, caballeros? Hacedlo ahora, porque en cuanto comience la batalla, aunque no dudo que ganaremos, sé que muchos de vosotros no vais a regresar con vida.

-Parece que vamos a tener suerte, Jabu- la mujer caballero a la que tanto odias te da un ligero codazo- Vamos a poder pasar un ratito juntos mientras llegan tus antiguos amigos. Así podré enseñarte toooodo lo que ansías saber sobre la Doncella y este templo- te mira desafiante, como divertida.

-Geki, yo, Syiria de Tártaro, te llevaré con los demás para defender la entrada principal de la invasión de los caballeros de Atena- te mira, algo soprendido por tu inmenso tamaño- Vamos, caballero, la gloria de Perséfone nos aguarda. ¡Volveremos con vida!

Para Geki del Oso no paraban de llegar las sorpresas. Y no muy agradables, por cierto. A pesar de su conmocion, hizo cuanto pudo, para que no se le notara. Eran esos momentos en que daba gracias por su altura, de otro modo, cualquiera hubiese podido observar en su rostro las sensaciones que corrian por su espiritu y corazon, al enterarse que cada vez estaba mas proximo a enfrentarse a sus compañeros.

Cuando Syra le dice que lo llevara a la entrada para defender del asedio ateniense, sabia que ya no podria hacer mas que continuar con lo planificado. Asintio con la cabeza, con un gesto duro y mordaz, intentando ocultar la penuria que sentia en ese momento.

Jabu omito las palabras de la doncella, y se acerco al oso que estaba marchándose.

Geki, suerte, y destruye a nuestros enemigos.

Lo dijo sufrientemente alto para que todo el mundo lo oyera. Aunque seguramente todos estaban pendientes de ellos todavía. Que respetaran a Perséfone no significaba que fueran a fiarse de ellos solo porque la joven lo dijera. Aunque no necesitaba demostrar mas que estaba del bando del inframundo, pensó que Geki se sentiría más tranquilo, cuando entendiera el significado de sus palabras.

El había hablado de enemigos, no había dicho Atenienses. Y una cosa era muy distinta de la otra, sobre todo para los caballeros de bronce.

Luego se volvió hace su señora, se inclino y volvió su fría mirada sobre la doncella. Mirarla le producía dolor en el alma. Aquella persona se había convertido en una marca sangrante en su corazón.

Y bien, doncella, que querías mostrarme, porque yo soy un tío curioso, me gusta conocer el terreno en el que me muevo.

El Santo de Bronce del Oso escucho con atencion las palabras de su compañero. Dio unos pasos hacia el y le tendio la mano con fuerza, como cuando uno saluda a un amigo luego de pasar mucho tiempo sin verlo. Jabu habia logrado despertar algo que creia haber olvidado desde que pisara aquel maldito mundo: el deseo de pelear.

"Asi es. Destruiremos a nuestros enemigos. -y para disimular un poco, agrego- Nadie llegara hasta la doncella".

Los caballeros que debían partir lo hacen sin más demora. Cerbero, el perro del Hades, mira cómo Jabu y la lugarteniente de Perséfone se alejan a otro punto del palacio, quedándose él junto a la Diosa, y con la mosca detrás de la oreja.

Geki sabía que su posición iba a quedar bien clara tras lo que iba a suceder cuando se enfrentaran a sus rivales en las puertas del Hades... Pero ya no había marcha atrás...