Un atronador ruido interrumpió vuestra conversación. Algo había sucedido en el exterior. Tanto Cerbero como tú os habíais sobresaltado de tal manera que a punto estuvisteis de dejar caer el ánfora al suelo. Era algo totalmente inesperado, algo que no entraba dentro de vuestros planes.
Por pura curiosidad y temor, convinisteis en echar un vistazo desde la entrada, sin llegar a salir para no ser vistos. Mismamente desde una ventana podríais echar un vistacillo sin ser percibidos por nadie, ya que no deseabais que se os estropearan los planes que estabais tramando.
Ánfora en mano, y deseosos de conocer lo sucedido, corristeis hacia la entrada, y desde allí echasteis un ojo, a ver si era posible localizar la procedencia del tremendo estruendo.
Antes de que os diese tiempo a reaccionar, una densa nube tan negruzca como el resto del ambiente que os rodeaba cubrió el cielo de punta a punta, en el exterior.
La imagen de una hermosísima joven de aspecto siniestro se apareció ante vosotros en el cielo, en la nube, como una visión. Se la veía inclinada en el suelo, sobre el cuerpo sin vida de Hades. El rostro de la muchacha os era perfectamente conocido. No era otro que el de la joven Verité, cambiada ahora de tal forma que apenas reconocíais en ella a la dulce niña que otrora fue.
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La otrora niña convertida en siniestra Doncella del Inframundo rezaba en voz alta, ante el cuerpo de Hades. De pronto, su rostro tornó del cadáver hacia vosotros, hacia todos... Aquella visión parecía mirar a todos y cada uno de los presentes. Entonces, unas palabras fueron perfectamente escuchadas por todo ser presente en el Inframundo.
-¡A mí! ¡Ya!
Cerbero, que también miraba boquiabierto la escena, no dudó en el significado de sus palabras, pero apretó los puños y se dijo a sí mismo que no podía seguirlas, pese a lo que ello iba a significar. Iba a suceder algo muy gordo, lo sabía, y de nada servía ya ocultarle a todos de parte de quién estaba... Iba a costarle la vida traicionar a su Doncella, pero iba a hacerlo, así que no se movió de donde estaba, y se quedó junto al ánfora y junto a Jabu, quien aún desconfiaba de él. En un instante, la imagen del cielo mostró sus ojos, los bellos ojos de Verité, otrora marrones, ahora del color del diamante. Sus pupilas centellearon durante un segundo, y visteis cómo la Doncella lanzaba un hechizo, aunque a vosotros dos no os alcanzó (o no quiso alcanzaros). No era muy difícil saber que dicho poder había sido expresamente convocado para ser lanzado contra los caballeros de Atenea... Gritos resonaron por todo el Inframundo. Entre ellos no fue difícil reconocer la voz de algunos de vuestros amigos.
el pánico se apoderó de vosotros, temiendo por la vida de todos los demás valientes hombres que se habían adentrado en el reino de los muertos buscando justicia...
Aún así, de pronto...
Del cielo surgió una nube blanquecina que cubrió la negruzca que había aparecido poco antes. En ese instante, escuchasteis otra voz familiar...
-¡ειρήνη!-la voz de Niké penetró en vuestras almas, haciéndoos sentir paz y tranquilidad. Cerrasteis los ojos, como sumidos en un sueño, y...
Fin de escena :)