A través del cristal se pudo ver y oír lo siguiente:
River se encogió cuando Ghostface se le acercó con la mano extendida, queriendo huir de lo que temía que le iba a hacer. Resultó que solo quería reírse de ella. River apretó los dientes y bajó la mirada. Odiaba estar dándole lo que quería, pero no sabía como no hacerlo. Ni siquiera fue capaz de mirar lo que le hacía a Diana. Esta vez no podía tranquilizarse pensando que eran actores con sangre y maquillaje falsos.
Su corazón dio otro vuelco cuando entendió que ella era la siguiente. Siguió encogida, sin atreverse a mirar. Si iba a ser acuchillada, prefería no ver nada. Pero Ryan, como no, tenía que salir al rescate. Le resultaba difícil sentir alivio por si misma cuando su amigo estaba sufriendo el castigo que era suyo.
Y lo que más le jodía es que para Ghostface, Ryan era el cobarde.
Diana tenía razón. Ghostface era quién se estaba escondiéndose detrás de máscaras y gases somníferos para tenerlos a su merced. Ryan estaba luchando por ellas, al igual que Diana. Y si Ghostface tenía que llamar a alguien cobarde, debería ser a ella. Que seguía callada, aguantando las lágrimas y los temblores como podía, totalmente aterrada. Empezó a agitarse en la silla como si hubiera perdido la cabeza, sin importarle que las ataduras le arañaran las muñecas. Con suerte, conseguiría romperlas. Sino... la verdad es que no tenía mucha más opción.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAADéjales en paz!! ¡¡Ryan es un sol, no te ha hecho nada!! ¡¡Diana tampoco, lleva aquí menos de un mes!! ¡¡¡Si tanto quieres limpiar el mal del pueblo, ve a por quienes hayan hecho algo y no a por nosotros, COBARDE HIPÓCRITA!!!
A través del cristal se pudo ver y oír lo siguiente:
Ghostface rio suavemente y el sonido de su risa quedó flotando en el aire un largo rato. - Vamos, chicas, dejad los halagos o voy a sonrojarme. Por muy cosas bonitas que me digáis, no cambiará vuestro destino. - dijo mientras cogía otra de las dagas, esta vez la novena, dos cm más larga que la de Ryan.
Se volvió hacia River y jugueteó con el puñal dando un paso hacia ella. - No necesitas impacientar, River, también tengo una dosis de amor Ghostface para ti. - Como siguiendo con el jugueteo, trazó un par de círculos sobre la piel de River dejando algunos surcos de sangre. Luego, comenzó a clavárselo, disfrutando una vez más de su obra. Cuando terminó, tan sólo la empuñadura del puñal sobresalía. - Vaya... pensé que esta vez sí podría llegar. ¿Qué es lo que sientes? ¿Algún dolor en el corazón? ¿Alguna alteración en tus palpitaciones?
Samantha, de una forma bastante grotesca había logrado liberarse de sus ataduras. Había perdido mucha sangre, estaba muriéndose de dolor y a penas se tenía en pie, pero sabía lo que debía hacer, debía salir afuera a salvar a sus amigos.
Con el cuchillo que había agarrado bien fuerte en la mano que le quedaba, salió tambaleándose por donde Ghostface había desaparecido para ir a torturar a sus amigos.