Máscaras. Le pedían vedar su cara para poder ser, en toda regla, un caballero. Realmente, casi le alegraba la petición. Vivía con verguenzas que prefería ocultar. Su rostro perfectamente podía calificar como una de ellas, y ocultarlo no le era para nada desagradable.
Miró el objeto en sus manos nuevamente y no dijo nada: inclinó la cabeza sencillamente en señal de agradecimiento, y se la colocó desde ya.
Esto significa que...realmente dejarán que me quede. Aunque, no como mujer...
Una leve brizna de odio arremetió en la mente de Céfir, pero enseguida llenó su cabeza con pensamientos repetitivos.
Legalmente he ganado la armadura...legalmente es mia...me ha elegido...
Sin embargo cuando frenaba de pensar, la brizna crecía un poco mas. En una parte casi igual a la que se alegraba, detestaba la medida. Se le hacía innecesaria, pues su propio cuerpo delataba su condición de fémina. Y además, se le hacía una simple injusticia. Su condición debería ser dejada atras, pero el resto podía mantenerla. En efecto, de repente sintió un gran odio hacia el portador de la armadura del Escultor: No quería bajo ningún motivo dejar de ser ella, y no intentar ser algo que emulara un "él". Por su lugar de procedencia y su pasado, quizá mas que a nadie le afectaba eso.
La Diosa pidió que sean hombres los que combatan por ella.
En efecto, no solo comenzaba a sentir rechazo por la mayoría de los presentes, sino que también empezaba a dudar de la misma Athena. Pero a su vez intentaba responderse con otra de las frases del patriarca: Las armaduras poseían la voluntad de la susodicha aunque fuese en parte. Y a pesar de ese mandato suyo, había vestido su cuerpo voluntariamente.
Una mirada de profunda confusión se perdía detras de la máscara.
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Con nueve años recién cumplidos, una pequeña Céfir escuchaba secretamente, apoyada la espalda en la pared junto a la puerta de ese salón. Del otro lado, su padre charlaba a solas mientras compartía algo de beber para amenizar el ambiente.
-¿Porque no pudiste haber tenido un niño, Eki? Estoy seguro de que hubiese sido ilustre- dijo uno de los presentes.
-Yo digo que habría salido a él, un cazador nato -agregó alguien mas.
-Céfir sabe cazar bastante bien -repuso su padre- de hecho construye trampas ella sola ya. Y estoy seguro de que también aprendería de forma rápida, si tan solo no le negaras la instrucción.
-¿Con esos bracitos débiles te parece? Aún si pudiera hacer eso, se echaría a llorar por romperse una uña. Además no tiene ninguna paciencia con seguridad, cosa necesaria para el estudio. Es cuestión de inteligencia, y en esa cabecita es seguro que no hay.
-Te pediré que dejes de hablar así de mi hija -contestó en tono algo mas serio aquel hombre del mismo color de cabellos que ella- Si le diesen una oportunidad podrían apreciar, como yo, que quizá no es todo como te enseñaron.
-Perdona entonces -habló nuevamente la primera voz- Pero yo tuve la desgracia de tener una hija también, pero yo si la estoy educando como debe, y al menos para algo está sirviendo. Cuando tiene tiempo libre aprende como ser una buena esposa de las demas esclavas de la casa, y cuando la necesito sirve calladita a mis invitados, recolecta madera y comparte el resto de las tareas de la casa con su madre. De esa forma se gana lo que viste y come, y todos estamos felices.
-Tu le llamas desgracia. No soy quien para meterme en tus asuntos, pero en mi opinión no haces lo correcto y... -un llamado a lo lejos, de una voz que reconoció como la de su madre interrumpió- Disculpenme unos momentos.
Escuchó la puerta opuesta del lugar abrirse y volverse a cerrar. Como era de esperar, tenía una cara mas bien neutra luego de aquellos instantes. Ya estaba acostumbrada a esa clase de charlas, despues de todo.
Se disponía a marcharse, cuando un movimiento de mano poco calculado hizo que tocara la puerta, y esta crujió delatoramente.
-¿Hm? ¿Hay alguien ahí? -llamó uno de aquellos invitados, con un tono de voz que no llegaba a discernir.
Sin mas remedio, se asomó por la puerta.
-Buenas tardes -saludó. Pese a que su padre no era muy partidario, había aprendido bien a tratar a la gente. Su madre había sido educada finamente de donde venía, y tal cual le había enseñado esas cuestiones insistiendo a que solían evitar muchas situaciones desagradables. Se dispuso a ir por la puerta opuesta, como si estuviese ocupada en algo y tuviera que atravesar inevitablemente aquella sala. Sin embargo cuando pasó por un lado del hombre cuya robustez le diferenciaba de aquel versado en la episteme, una brusca mano se cerró entorno a su muñeca, oprimiendo de forma un tanto dolorosa.
-¿Donde vas tan deprisa, sin siquiera ofrecernos algo?
-Veo que ya estan servidos -respondió rápidamente, mirando hacia otro lado fríamente.
-De hecho me apetecía probar alguna cosa, seguro que Eki consentiría alguna cortesía como aperitivo.
-Estoy ocupada -la respuesta rapida y certera trajo una reacción violenta, de repente aquel se había levantado y con él se llevaba su muñeca, alzandola un poco en el aire.
-Me ha contestado ¡me ha contestado con soberbia! -se escandalizó el primero. El segundo solo la observaba con reproche.
-¡Suelteme! -Intentó ser lo mas leve que pudo, pero realmente le daba asco que estuviera sosteniendole de la palma.
-¿Céfir eras? Que bonito nombre, el viento primaveral, aunque no me parece que sea acertado. Yo te habría puesto Medusa mas bien, con esa forma de mirar tan grosera no me extrañaría que resultaras alguna cosa igual o peor a eso. Pero tienes rasgos finos, quizá cuando crezcas puedas al menos ser la muñequita linda de alguno de mis hijos.
-¿El que cuando ve una serpiente chilla histérico, o aquel que come tierra cuado nadie lo ve? -No había podido evitarlo. Escupió aquella frase envenenada mirando directamente a su interlocutor rezumando desprecio.
Una mano se alzó para darle una bofetada que le cruzó la cara. Escuchó una marejada de insultos variopintos, y cuando iba a repetirse el golpe otra mano lo frenó con brusquedad. Su padre había vuelto, y en pocos instantes había echado de su casa a aquel par.
-No te preocupes -escuchó que le decía, mientras frotaba la mejilla levemente roja de ella- Yo veo lo que ellos no quieren, y tu me das razón para sostenerlo. Un día, se yo que probarás que eres igual o mejor que cualquier hombre. Siempre lleva la cabeza en alto por ser lo que eres. Yo siempre me lleno de orgullo de decir que tengo una hija tan habilidosa.
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No pienso dejar de ser lo que soy, lo diga quien lo diga. Se lo debo.
Una aprendiz se arrodillo, un caballero se pone en pie. Pese a no haber entendido parte de lo dicho Foon Xao se siente contento, han sido aceptados ¡todos! y sin castigos, ahora serán entrenados por el hermano de Elean, un caballero de oro. Debería sentirse aun mas feliz, pero el asunto de las máscaras le inquieta.
En los cinco picos tampoco se entrena a mujeres, y la razón es muy sencilla, los hombres luchan, las mujeres tienen hijos, son dos tareas fundamentales y cada sexo esta mejor preparado para una de ellas, es así de sencillo y ninguna mujer debería sentirse menospreciada por ello.
Sin embargo tanto Haru como Cefir han demostrado ser grandes luchadoras y dignas compañeras, mas ¿hacen lo correcto? ¿que pasará cuando lleguen a la edad de ser madres? ¿dejarán de ser guerreras?¿renunciaran a ser madres?¿intentarán ser las dos cosas a la vez?. La prohibición de atenea tal vez les parezca arbitraria ahora, pero hay una gran sabiduría en ella
Cefir se pone de inmediato la mascara, una faz aun mas fria que la suya. Pero tras su rostro frio y su alejamiento Foon Xao creyo ver calidez en una ocasión. ¿como podrá aflorar esa calidez ahora con esa mascara?
"o tal vez la mascara le permita expresarse sin miedo a que nadie vea lo que siente"
Ninguna de estas preguntas tiene respuesta ahora, el joven oriental cierra los ojos e intenta organizar sus pensamientos antes de preguntar a su nuevo maestro
-¿y ahora que?-
Hermanitos muvianos, algo para decir?? Sé que potts hoy no tiene internet, pero de todas formas a la noche actualizo y cierro. Recuerden acordar el tema de los Gaidens!! Eso, o los elijo yo XD
Estebs, ¿yo puedo postear de nuevo con el objeto de hacer un post un poco más "de cierre" que el anterior?
Sí, claro, hasta que cierre el episodio, todo es valido :)
Caballeros. El mismísimo patriarca los había nombrado caballeros. Harjas miró su propia mano, como no pudiendo creer del todo la situación. Una sonrisa afloró en sus labios, y miró a Acacia. Su amigo estaba, como de costumbre enfrascado en sus propias cavilaciones. Su sonrisa se amplió, sobre todo por él. El joven de cabellos azules había sido un excelente compañero de batalla.
Y ahora, de repente, eran Santos. Santos de Athena.
Entonces Harjas supo que el trabajo recién comenzaba. Observó a todos los Santos de Oro, deteniéndose en cada uno de ellos, y si bien el que más cerca parecía estar era Elean, el joven persa se quedó mirando a Soterio de Virgo. Había algo en él que le llamaba poderosamente la atención. Su forma de conectarse con la realidad era distinta al resto, y Harjas supo en ese momento que su alma comprendía las cosas más allá del mundo físico.
Luego miró al Patriarca. Una figura que infundaba respeto y liderazgo. Sin duda, la piedra fundamental del Santuario. Tal vez podría formarse con ambos, aprender de ambos y trabajar para encontrar su propio cosmos y despertarlo...
Si, sin duda tendría mucho trabajo.
"Amigos" dijo entonces, sin poder evitar sonreír "¡Somos Santos de Athena!"
Tras una deliberación que a la pequeña se le antojó eterna, el patriarca y el maestro Yatén lograron hallar una solución de compromiso para la posición de Céfir y ella misma. Deberían usar, de ahora en más, una máscara que ocultara quienes eran, quienes habían sido, quienes serían. A partir de aquel momento, Haru, la ñiña, dejaría de existir. Desde ese entonces, Haru, Caballero de Andrómeda ocuparía su lugar.
La muviana vio con qué decisión tomaba la Santa de Cisne su propia máscara y una punzada de envidia la atenazó. Céfir sabía lo que quería e iba a por ello, sin importar nada más. En cambio ella... ¿ella realmente quería aquello? ¿estaba dispuesta a renunciar a quién era para complacer así los designios del santuario?
Fe... Determinación... Las palabras resonaron en su cabeza. Las dudas se despejaron. Ella ya había renunciado a ser quien era en el mismo momento en que pidió a su hermano que la entrenara para defender los ideales de la Diosa. La decisión había sido tomada mucho tiempo atrás y ahora no se volvería atrás.
Con seguridad, dio un paso al frente, tomó su máscara y se la colocó al igual que Céfir. Ahora, ella también era una verdadera guerrera del Santuario.
El único Santo de Oro restante abrió los brazos, como recibiendo a cada uno de los que eran sus nuevos discípulos.
- Ahora... ahora comenzaremos a entrenar. Y así los guió camino abajo, de nuevo hacia la base del Santuario.
-.-.- Intermedio
- Míralo, como un padre conduciendo al rebaño. Las palabras del Patriarca eran suaves, llenas de ternura y orgullo. Fue un gran aprendiz. Es un gran Caballero.
Su mano derecha se deslizó sobre el brazo izquierdo, inmovil sobre la silla del Patriarca. Se levantó con cuidado acomodando ese brazo inútil entre los pliegues de la túnica blanca. Las historias contaban que Hirau no Tauro había impedido durante días el ataque de las Escamas de Poseidón al Templo de Atenea hasta qué, durante la última defensa y con el brazo derecho herido, lanzó su Técnica Definitiva, el Gran Cuerno, solo con la izquierda. Su brazo fue el precio a pagar. Comienza una nueva era.
- Así es, dijo una nueva voz desde detrás de las cortinas. Hatori de Altar, segundo del Santuario, Santo de Plata mano derecha del Patriarca, se deslizó a la habitación. La Diosa nos ha hablado a través de las Armaduras, que contienen su propia esencia Divina. Cambios... que no podemos ignorar han acontecido.
- Y sin embargo, deberán ser entrenados por Elean hasta ser dignos de ese poder. De ese potencial desarrollado a sus máximos niveles.
Yaten se incorpora. De todas maneras, sus armaduras de bronce están destrozadas. Muertas, casi. Me llevará mucho tiempo recomponerlas en su esplendor. Solo con mi trabajo... me llevará 1 día por cada gota de sangre. Varios años, para 7 armaduras antiguas.
Su mirada se posó con tristeza en los restos de la Armadura de Argos Navis. Pero mucho me temo que esta pobre no podrá ser reparada. Ha muerto. Sí... continuó ante los sonidos asombrados del Patriarca y Hatori. Las armaduras pueden morir. A veces, tan completamente se apaga su llama que no pueden ser reparadas. Aunque mis herramientas devolvieran a la armadura de Eleas su forma original, no sería más que metal, pesado y molesto. No sería una armadura divina. Excalibur ha cometido su peor crimen: ha destrozado algo que la Diosa nos ha dado.
En los ojos de Yaten brilló la ira, que se coaguló en lágrimas que bajaron por sus mejillas.
- Y por último, la aberración definitiva. Extrajo la Caja de Hydrus, exponiendo su interior. Una armadura, otrora sagrada, en la que ya no habita el poder de nuestra Diosa sino que ha sido pervertida, convertida en algo más. Esto... tocó los restos niquelados en rojo de la armadura de Altieon, requerirá mucho trabajo, pero no algo físico. Requiere que alguien mucho más versado en los conocimientos superiores, alguien que rastree el origen de su alteración.
- Hum-- el Patriarca asintió brevemente. Soterio lo hará. Nos dirá... quien es el culpable. Algo me dice que ellos serán importantes... el camino que se comienza, debe recorrerse hasta el final.
Su vista se perdió allí abajo, en las Casas del Santuario, en el grupo de pequeños que rodeaban a una torre dorada...
Mis sentidos se expanden. El Universo es uno conmigo. Es uno con la piedra, la llama, el mar. Es uno con la Diosa. La Diosa está dentro de mí.
Ese día el Cosmos de uno de mis maestros se desvaneció. Pero dio nacimiento a siete hermosos hijos. Siete brillantes estrellas. La propia Constelación de Eleas, en la tierra, así como en el cielo. La Diosa así lo quiso. Argos de Navio vivirá por siempre en sus corazones.
Eran apenas mayores que yo. Comenzaban a seguir el camino de la valentía. Eran caballeros, en sus almas; y el Santo de Tauro los convirtió en Caballeros, en cuerpo y espíritu. Yaten trabajó duro para encomendarles, con la bendición del Patriarca, armaduras resplandecientes de poder y esperanza. Dos años más tarde. Cuando por fin, siete caballeros de bronce celebraron al borde del lago en reverencia, deshojando flores en el lago a la memoria de quien solo los había conocido por unos días. Pero aún así los había marcado.
Deshojando flores mientras el sol caía y su vista se fundía en los tonos rojizos de un día que moría, allí sobre la colina del Santuario.
Fin del Episodio 14.
Fin de la Primer Temporada.
Gracias a todos!!!