Partida Rol por web

Christine no esperaba ninguna visita ese día, no obstante alguien toco su puerta.

El peregrinar de Alistair en su búsqueda de conocimiento para alcanzar la inmortalidad le había llevado hasta la ciudad de París. Su antiguo maestro le había mencionado en una ocasión la existencia de un poderoso hechicero de apellido Stuart. Tras una serie de pesquisas, el mago nómada había averiguado que la hija de Stuart se había casado con un noble holandés, Baldwing Van Der Var. Por lo que había podido averiguar, los Van Der Var poseían una casa en París, por lo que Alistair se había dirigido hasta allí con intención de conocer más sobre aquel hechicero a través de sus descendientes.

Al llegar frente al hogar de los Van Der, el hechicero golpeó ligeramente la puerta con los nudillos de su mano derecha y aguardó hasta que le abrieron.

La persona que le abrió era una hermosa dama de ardiente cabello rojizo, ojos verdosos y nívea tez. Por su apariencia, Alistair calculó que tendría poco más de veinte años. La miró a los ojos, tratando de indagar en su interior y escrutar en sus sueños, deseos y miedos, como solía hacer a menudo para saber con las personas a las que conocía en sus viajes antes de romper los principios que regían sus vidas. Sin embargo, Alistair no logró penetrar en la mente de la pelirroja, era como si una barrera le impidiera acceder a su mente.

"Sangre mágica" pensó para sus adentros, comprendiendo el motivo por el que sus habilidades no funcionaban con aquella muchacha. "Es probable que haya heredado los talentos de su antepasado".

-Buenos días, joven dama -saludó el hechicero, en tono amable-. ¿Sois Margareth Stuart? Me gustaría poder hablar con vos acerca de vuestro padre.

Por edad, la dama pelirroja le resultaba demasiado joven para tratarse de la hija de Stuart*, aunque teniendo en cuenta las formas en que los hechiceros eran capaces de alargar su vitalidad, cabía la posibilidad de que la muchacha hubiera sido concebida cuando Stuart ya era un anciano.

Estaba escribiendo una nota para el periodica, necesitaba algunos criados para la casa, que no hicieran preguntas si me venia volver cubierta de barro o sangre, tal vez con algun arañazo. 
Llaman a la puerta y me quedo pensativa ¿quien iba a venir a visitarme? la abuela estaba en Holanda porque decia que tenia que ver florecer los tulipanes y el padre Tristan creo que estaba en Roma o en vete a saber que lugar. Deje la pluma a un lado del papel, cerre el tintero, me limpie las manos por si hubiera tinta. 
Me aliste un poco la falda del vestido antes de salir a ver quien era.
Sonrio al hombre que hay fuera, parece que ha intentado adecentarse un poco pero sus ropas no tienen buen aspecto. No me gusta hacerme ideas preconcebidas pero si es un mendigo, puede que le pueda contratar como cochero.

-Buenos dias caballero - le replico con una leve inclinacion de cabeza. ¿Mi madre? ¿como podria conocer a mi abuelo? Tampoco recuerdo mucho de él, creo que murio cuando yo era un bebe. Bueno vamos a averiguar cosas, a fin de cuentas mi familia materna es un misterio para mi y la paterna por que tengo a un vampiro persiguiendome por no se que podria ser. 

-¿Mi padre? ¿conoceis a Arjan Stuart? 

Vamos a jugar un poco, me hago a un lado para que pase, cierro la puerta a sus espaldas y le guio hasta el salon donde esta la chimenea encendida
-Tome asiento por favor - me siento en otra mesa  toco una campanilla para que venga la anciana doncella. A ver si es un acreedor de mi abuelo  y quiere que le paguen.

-¿Que desea saber?

-Desgraciadamente no conocí a vuestro padre -admitió Alistair, tomando asiento en uno de los sillones del salón.

En un primer momento, colocó las piernas cruzadas, pero considerando que aquella postura podía ser tomada como una falta de educación al ser un simple invitado, se apresuró a colocarlas en posición recta.

-Aunque he oído hablar sobre él -matizó, en tono serio-. Tengo entendido que fue un hombre brillante, adelantado a su tiempo diría yo. Hay quienes dicen que era muy versado en lo que podemos entender como "magia". Dado que mi oficio es la magia y el escapismo, visitar la casa de vuestro padre era una parada obligatoria. ¿Sabéis si vuestro padre poseía algún manual o diario en el que soliera escribir a menudo?

Le escucho, mientras espero que la doncella entre. 

-Dos cafes por favor y la botella de licor, por si mi acompañantes desea tomar algo mas fuerte. 

Sonrio, apoyo mi mano en el brazo de mi sillon. Cruzo las piernas y vuelvo a poner todos mis sentidos en mi visita. Asi que un mago, pues no debe darle la magia para mucho, considerando como va vestido aunque todos tenemos malas rachas.

-Si, es una pena que no lo conocierais, seguro que os hubiera caido muy bien. Respecto a la casa, ardio hace un par de inviernos, cayo un rayo en mitad de una tormenta y bueno el resto puede imaginarselo. 

Me humedezco los labios, mi mente esta trabajando, buscando la informacion que se de mi honorable abuelo. Se que llamarle honorable es mucho, pero era el padre de mi madre y mi padre le respeto hasta su muerte.

-Se han dicho muchas cosa de Arjan Stuart, algunas verdad y otras mentira, no puedo decir cual es cual solo el tiempo lo dira pero creo que puede haber una caja en el desvan con cosas suyas.
Si hay algun diario puede estar alli, y puede que algun libro este en la biblioteca de la casa. ¿se queda a cenar? seguro que podemos hablar mas largo y tendido de su oficio, me parece tremendamente fascinante. Mi cochero os llevara hasta donde esteis hospedado.

-Creo que no le diré que no a esa botella de licor -accedió el hechicero, con una sonrisa pícara, aceptando el ofrecimiento de la joven pelirroja.

Escuchó en silencio las palabras de la muchacha acerca de Arjan Stuart, así como la posibilidad de que pudiera poseer un diario que hubiera funcionado como el cuaderno de notas del anciano hechicero.

-Me encantaría poder quedarme a cenar con vos y hablaros sobre mi oficio, aunque no quisiera molestaros, señora Stuart -admitió Alistair, en tono solemne y educado-. Con echar un vistazo a ese baúl y dejarme examinar vuestra biblioteca sería más suficiente. Gracias por vuestra hospitalidad, señora, pero no me gustaría suponeros un problema.

-No os preocupeis, no es molestia. Adoro aprender cosas nuevas, mi padre se empeño en ello desde que era pequeña y murio mi madre

La doncella entra y deja la bandeja sobre la mesita, la hago un gesto para que se marche y nos deje solo. Me levanto y comienzo a servir el cafe, aunque antes le sirvo un copita de Gin Cream, si es fuerte pero si algo he aprendido es que el licor suele hacer que la lengua se le suelte a los caballeros. 

Le doy la copa con una sonrisa y me giro para echar un par de terrones a mi cafe.
-¿Cuanto azucar? - pregunto antes de echar sus terrones y dejar la taza a su lado, sentarme y darle un sorbo a la mia

-Mañana puedo ponerme a buscar el baul, ese desvan esta lleno de trastos y seguro que esta al fondo de todo. La biblioteca teneis pleno uso de ella

Que divertido es esto, me ha confundido con mi difunta madre y quiere saber cosas de mi abuelo, puede que me sirva para averiguar el por que soy el relleno de un sandwich que tiene por rebanadas un licantropo y un vampiro. Sin contar que cada uno me quiere para sus oscuros motivos.

-No os asusteis si ois aullar algo por la noche. Tenemos un perro salvaje, me da un poco de pena y le dejo que merodee por las tierras, no os atacara. Es como si esperara a alguien o algo

-Siempre tomo dos terrones -indicó el hechicero, con una sonrisa, antes de que la pelirroja echase un poco de azúcar en la taza que le había ofrecido-. Creo que el azúcar siempre le da un sabor delicioso.

Una vez que Christine le sirvió el café, Alistair bebió un pequeño sorbo mientras escuchaba a la joven dama decir que buscaría el baúl al día siguiente y que le permitía consultar la biblioteca de su vivienda.

-Os lo agradezco -dijo Alistair, en tono cordial-. Estoy seguro de que disponéis de una biblioteca con títulos de lo más selectos. La lectura no es una de las cosas de las que haya podido disfrutar durante mis viajes entre ciudad y ciudad. -Al escuchar la mención de que la pelirroja tiene un perro salvaje, un recuerdo reciente acude raudo a la mente del hechicero y no puede evitar hacer un comentario, con una sonrisa pícara-: Vaya, parece que los perros se han puesto de moda entre la clase alta. No sois la primera dama a la que conozco que guste de tener los jardines de su morada bien custodiados.

El escapista omitió mencionar las circunstancias por las que estaba al tanto de que había otras mujeres parisinas con perros que protegiendo los alrededores de sus casas. Consideró que mencionar una anécdota sobre el olor a orines de un jardín no era lo más apropiado en presencia de una joven dama.

-Si, mi padre tenia un gusto un tanto extraño para segun que temas. Solo espero que no os asusteis con lo que podais ver

Le doy un sorbo lento a la taza de cafe mientras le miro por encima del borde, a treves de sutil humo que sale de ella.
-Podriais hablarme de esos viajes, no he viajado mucho. Tal vez algun dia

Y por el perro no os preocupeis, no llega nunca a la casa solo la ronda y mas por las noches

Dejo la taza sobre la mesa y entrelazo los dedos de mis manos poniendolos sobre mi regazo. Mantengo la sonrisa, dulce, pura, inocente tal vez.
-No os preocupeis, el perro no es para cuidarme, mi padre se ocupo de que supiera defenderme. Me enseño lo suficiente 
Por cierto ¿que os apeteceria cenar?

-¿Asustarme? -El hechicero esbozó una ligera sonrisa-. He visto demasiadas cosas como para que algo pueda ya asustarme, señorita Stuart. Mis viajes... Bueno, creo que no han sido nada demasiado especial. Creedme, la vida de un escapista es mucho más aburrida y rutinaria de lo que aparenta ser.

Alistair escucha en silencio las palabras de la joven pelirroja, y la mención a que su padre se encargó de que supiera defenderse le lleva a pensar si la muchacha será una hechicera.

-Disculpadme, soy un invitado -afirmó, en tono educado-. No sería correcto que os dijera qué deseo cenar. No he comido nada que me agradase en semanas, pero he de deciros que no tengo especial predilección por un plato u otro. Tomaré lo mismo que toméis vos.