Partida Rol por web

Victorian Vampire

Escena privada: Recien llegados

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04/01/2018, 22:01
Kay Schneider

Estaba impaciente, no podía dejar de preguntarse cuánto tardaría o cómo sería mientras agitaba la cola de un lado a otro, expectante por verla aparecer, o por averiguar cómo olía en su forma animal. Incluso le comenzaba a agradar la idea de disfrutar de la noche con otra de su raza por primera vez en mucho tiempo.

Pero la espera fue incluso más larga de lo que pensaba que sería, ni siquiera escuchaba sus pasos y por alguna razón el único aroma que llenaba sus sentidos era el de la humedad levantada por el lago.

Resopló otra vez, impacientándose, o tal vez imaginando que Elisabeth se había acobardado.

Tal vez lo mejor que podía hacer era irse por su cuenta y tener una charla con ella al día siguiente. El plantón lo había enfadado, pero también le había supuesto una gran decepción.

Recolocó las patas con intención de levantarse y encontrar un rastro agradable, pero apenas había doblado su extremidad cuando sintió como una enorme boca le marcaba el lomo. Con un movimiento que parecía tan ensallado como veloz era se retorció para darse la vuelta, levantándose como un resorte y gruñendo en dirección a unos arbustos donde se podía distinguir una enorme figura lobuna, y ver con claridad el brillo de unos ojos azules.

Imbécil... se reprendió así mismo.

Había estado tan confiado, tan relajado por lo que los esperaba, que no había imaginado que Elisabeth pudiera intentar devolverle el golpe recibido por él en los establos.

La observó salir de su improvisado escondite, admirando a una loba con un pelaje tan negro como el suyo. Pero ahí terminaban las coincidencias, era más pequeña que él, de cuerpo y patas más estilizadas, y unos ojos azules tan fríos como los que tenía en su forma humana. Tenía que reconocerse que así sí apreciaba la belleza de la joven loba, y no con esos vestidos largos y pesados, sin mencionar ese corsé que parecía asfixiar hasta el alma.

Agitó la cabeza agachándose hacia ella, mirándola con sus enormes ojos dorados y enseñando los dientes para luego dejar ese gesto, casi resignándose. El mensaje para estaba claro: Vale, me has pillado.

Ni corto ni perezoso, y en esa ocasión sin disimular lo más mínimo, acercó su hocico al poderoso pero estilizado cuello de la loba, hundiendo la nariz en el suave pelaje. La olfateó y acarició con el hocico. El aroma también le gustaba más. Había perdido el edulcorado perfume humano y resultaba más auténtico, más natural. Continuó insistiendo en esa inspección olfativa y en las caricias de su hocico unos segundos más.

Hasta que de golpe se movió con rapidez aprovechando la tensión del momento para propinarle un golpe a la loba con su enorme cabeza, insuficiente para tirarla al suelo o hacerle daño, pero lo justo para apartarla de él. Hecho eso se dio la vuelta para golpear el hocico de ella con su enorme cola antes de salir corriendo a las profundidades del bosque y adentrarse en la noche. Esa noche quería cazar, pero mientras buscaba un rastro no estaba de más divertirse, por eso había provocado a Elisabeth en un juego infantil pero que un animal como ellos disfrutarían. El mensaje esa vez también era evidente: Dos a uno, cógeme ahora si puedes.

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05/01/2018, 19:13
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

Movió la cola, victoriosa ante la resignación del lobo, pero manteniendo su actitud sumisa tumbada en la hierba.

Se habría esperado cualquier cosa. Que le devolviera el mordisco, que la ignorase y se fuera...cualquier cosa, pero no que hundiera el morro en su cuello para aspirar su olor en profundidad.

Automáticamente se puso en tensión, gruñendo con fuerza con la cabeza girada lo máximo posible hacia él y la mirada fija en sus ojos, de soslayo.

Poco a poco silenció su gruñir.

El labio superior que levantado dejaba a la vista la hilera de dientes afilados iba bajando con lentitud, pero algo en ella seguía alerta, a la espera de ese mordisco que parecía no llegar nunca. Casi lo pedía. Que le mordiera de una vez, pero que lo hiciese ya.

Bajó la guardia, se dejó hacer. Tonta de ella...

Pensaba que quizás ahí comenzaba la lección, que quizás...

Tsk...

Estuvo quieta al recibir el cabezazo y el burlón latigazo final. Incluso ladeó la cabeza mientras observaba como se iba corriendo, incrédula de lo que acababa de suceder.

Pero reaccionó. Se puso en pie de un salto, gruñendo de nuevo.

El pelaje se le había erizado, y la espalda, arqueado.

Emitió varios sonidos a medio camino entre un ladrido grave y más gruñidos y salió disparada tras él impulsada por las patas traseras.

No conocía el terreno pues no tuvo tiempo de hacer una ronda de reconocimiento previa a su encuentro, pero confiaba en sus habilidades. Entrecerró los ojos, y aumentó la velocidad.

Aunque tardó más de lo que quisiera admitir en acercarse al lobo empezó a lanzar dentelladas al aire, rozando su cola.

El corazón le latía fuerte en el pecho, tan impaciente como lo estaba ella de alcanzar a su presa. Ese instinto animal la dominaba por completo.

Usó una vez más el impulso de sus patas traseras para brincar encima de él, mas pecó de arrogante y únicamente mordió pelo, pero eso no la detuvo. Al revés, avivó su deseo.

Al no destacar por su fuerza había aprendido a valerse por otros medios.

Más adelante vio a lo lejos que el camino se transformaba en pendiente, y que un estrecho saliente compuesto de enormes rocas formaba un sendero un par de metros más elevado. Podía aprovecharlo.

Se rezagó apropósito para tomarlo, y una vez en él aumentó la velocidad hasta su límite, alcanzando al lobo sin problema. Entonces calculó las distancias y saltó.

Tuvo la impresión de que el mundo se movía a cámara lenta cuando volaba por el aire, con las patas preparadas para la colisión, pero retomó su velocidad normal cuando impactó contra el enorme cuerpo lobuno de Kay, a cuyo cuello se aferró con las mandíbulas, teniendo extremo cuidado en agarrarse sin hacerle daño, y haciéndole rodar por el suelo con ella.

Las seis o siete vueltas que dieron la obligaron a rodear su tronco con las patas como buenamente pudo, manteniendo su agarre.

No había sido su mejor idea...Lo curioso era que no se estaba dando cuenta de que movía la cola.

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07/01/2018, 18:14
Kay Schneider

Para él disfrutar de la noche en compañía era una diversión que no tenía desde hace mucho. Mucho que no ponía en práctica esos «infantiles» juegos con los que su animal interior se divertía tanto. Ni las peleas por el rango ni la simple caza definían del todo para él lo que era ser un lobo, sino la capacidad de disfrutar tanto de algo tan simple como era correr, perseguirse o lanzarse suaves dentelladas.

Además, así también podía poner en práctica la habilidad de Elisabeth. Era más pequeña y ágil que él, y confiaba en que lo acabaría alcanzando, pero aún así no se lo puso fácil. Él era más rápido de lo que parecía, y la potencia superior de sus patas le daban un impulso con el que la joven no parecía haber contado.

Cada vez que sentía que ella se acercaba él agitaba la cola, buscando golpearla en el hocico como antes.

Una pendiente redujo su movimiento pero, aún así, Kay creyó que eso podía darle ventaja. Su fuerza y resistencia le darían la ventaja que había perdido por su menor velocidad.

Cuando miró atrás observó que Elisabeth no estaba, no obstante le pareció algo muy extraño. Podía notar su olor demasiado cerca... Se paró, dispuesto a buscarla mediante la vista y el olfato, pero apenas había levantado la cabeza cuando un tremendo golpe lo derribó y le hizo rodar de nuevo pendiente abajo.

Ella le estaba demostrando ser una loba muy especial y superdotada en muchos aspectos.

A pesar de que sabía que le había hecho caso, dejándose llevar por sus impulsos, estaba siendo capaz de conservar la suficiente mente fría como para conservar toda su inteligencia. Algo que durante sus primeros años a Kay lo había superado. A su edad al trasnformarse él sólo había sido capaz de sentir la necesidad de jugar, correr, cazar y otros asuntos tan impulsivos como íntimos para los humanos. Pero nunca de planificar una emboscada tan eficaz y de forma tan rápida, con sólo observar el terreno.

Hacer algo así le hubiera exigido minutos y minutos de intentar recuperar el control de su mente.

Con las patas de Elisabeth rodeándolo y su mandíbula aferrada a su cuello él continuó rodando junto con ella hasta que por fin se detuvieron.

Había conseguido pillarlo por sorpresa pero al rodar le había dado la posibilidad a Kay de soltar su cuello del suave agarre de las mandíbulas de la loba.

Ya te tengo.

Aún sin separarse de ella, él forzó la situación para colocarse encima y lanzó dentelladas cerca de su hocico, mordiendo con suavidad el lateral de su cuello e intentando que la pequeña loba no escapara de sus fauces. Aunque estaba seguro de que Elisabeth acabaría encontrando la manera de escurrirse.

El lobo gigante que era resoplaba y sentía su corazón latir por hora, pero no era por el esfuerzo de la carrera, hacía falta mucho más para cansarlo.

Notas de juego

Pasé con vida las navidades! XD

Lo dejo ahí por si quieres continuar los juegos o si quieres hacer otra cosa -encontrar una presa y cazarla, resumir, lo que sea- adelante, el roleo es libre :)

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08/01/2018, 00:55
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

En ocasiones se ponía a meditar sobre qué hubiera ocurrido en el caso de haber nacido rodeada de criaturas como ella, y no con simples humanos.

Puede que fuera porque había crecido como humana, en una sociedad cerrada, represiva y estricta, en unos tiempos en los que la jerarquía en base al renombre y al dinero de uno eran lo más importante para los demás, pero tenía miedo de que, si llegase el momento en el que tuviese que unirse a una de esas manadas de licántropos, no lo soportara. Al sentir el enorme cuerpo lobuno de Kay sobre ella su idea se hizo más firme.

Si lo que había leído era cierto, y sus relaciones entre la información sobre lobos de los libros con las suposiciones que se hacía de los licántropos estaban en lo correcto, la fuerza bruta y el poder eran imprenscindibles. Quien no reuniera alguna de esas características estaba condenado a someterse a los de mayor rango, y por lo tanto, ser un eslabón menor. Y ella, que era solitaria y no se dejaba doblegar por nada ni nadie, no tendría futuro ni como el último eslabón de la cadena.

Quizás su destino fuera no encajar en ningún sitio, vagar siempre con la única compañía de su soledad...

Vuelve en ti.

Parpadeó. Dejó de pensar, de quemarse la cabeza con lo que le deparaba el mañana. Seguía tendida en la hierba, y mientras se mantenía en su mundo interior Kay subía posiciones en el tira y afloja al que jugaban.

Ni hablar.

Se quedó quieta unos segundos. Un supuesto "me rindo". O eso quería que creyese.

Cuando viera el juego ganado, y aflojara su mordida aunque solo fuese un poco, se retorcería en la sumisión de su agarre lo suficiente para liberar más su cadera y alzar las patas traseras.

Con las patas traseras en la plenitud de su moviento empleó toda la fuerza que tenía para lanzarlo no por los aires, pues no era tan fuerte, pero si a un lado.

Entonces rodó una vez más sobre el costado opuesto y se puso en pie.

Su espléndido pelaje estaba cubierto de tierra, ramas y hojas, y no dudó en sacudirse con esmero cada partícula ajena. Sería una mujer lobo, pero una mujer lobo con clase.

Finalmente se acercó a Kay, le quitó un trozo de rama del cuello con los incisivos y le dio un lento y suave toque debajo de la mandíbula con la cabeza.

"Gracias" habría dicho de ser capaz, pero no dudaba que él la entendería sin la necesidad de emplear palabras para decírselo.

Iba a regresar al punto de partida, donde aguardaba Pecado, pero unas marcas en el suelo captaron su atención.

Había un rastro. Un animal pastó en ese lugar hace no mucho. La profundidad de las marcas de sus pezuñas le indicaron que era un ejemplar bastante grande. Un venado adulto.

Escarbó, lanzándole la tierra a su compañero a la cara en el proceso, y salió disparada hacia donde su olfato le indicaba.

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09/01/2018, 20:48
Kay Schneider

Imaginaba que Elisabeth no se rendiría, ella querría ganar. Había hecho muchos juegos de esos con otros cachorros y, aunque ella no lo fuera del todo, la mente de Kay seguía considerándola así en parte. Pero la excitación del juego y la diversión lograba que se dejase llevar por el papel que había cargado tantos años, olvidándose de la competición y pensando más en el cuidado de la joven y del disfrute.

Cuando al fin ella se liberó, lanzándolo lejos, él no hizo ningún intento de levantarse dándola a ella por ganadora. Él buscaba la diversión y no la simple competición, y no era la primera vez que acababa «perdiendo» ante un cachorro.

No se lo iba a decir a ella, apreciaba la integridad de su cara y consideraba que era bastante atractivo. No quería arriesgar eso con una posible ofensa a Elisabeth. Era una costumbre que él tenía arraigada como alfa y que ella no iba a comprender del todo.

Tendido aún en el suelo observó como la loba se sacudía la suciedad del pelaje, algo que nó dejó de parecerle gracioso.

Con una especie de gruñido profundo más parecido a un ronroneo, aceptó el breve acicalamiento de la loba y el toque que le dio en la mandíbula.

Por lo menos había conseguido que se divirtiera, aunque al parecer la noche no iba a terminar sin cazar. Le hubiera encantado ver a Elisabeth seguir el rastro tan rápido sino fuera porque se encontró con la cara llena de tierra. Ultrajado por el poco cuidado de la joven Kay decidió darle una lección de cómo se cazaba.

Se alejó de Elisabeth en otra dirección, pero manteniendo siempre lo que parecía ser la fuente de olor siempre en su cabeza. Ella parecía tan centrada en su presa que no creía que se diera cuenta de lo que iba a hacer él.

Sabía que la presa la acabaría escuchando antes de que ella llegara, y aunque como una mujer loba la cazaría aunque ésta saliera corriendo, Kay no tenía intención de darle tiempo. Rodeó a toda prisa el lugar y se mantuvo a la espera, contra el viento, mientras se agazapaba en el mejor lugar que encontró. Iba a aprovechar el acto de Elisabeth para poner en práctica una de las tácticas más usadas por los hombres lobo, aunque ella no lo supiera tal vez aprendería algo. Si ella no se le adelantaba.

Primero llegó un sonido de alerta y tal como esperaba el animal salió disparado antes de ver a Elisabeth. Ésta apareció un segundo después y Kay se fijó en qué animal perseguía. Estaba claro que lo hubiera alcanzado, sino fuera porque había estado esperando a que el ciervo fuera directo a él.

Haciendo lo mismo que había hecho ella al principio de la noche para cogerlo por sorpresa, Kay saltó de su escondite en el momento idóneo en el que la presa llegaba hasta él quitándole a Elisabeth su trofeo delante de sus ojos. La joven no lo había hecho nada mal para ser la primera vez, de hecho un segundo más y hubiera sido suyo, pero en la caza la experiencia valía incluso más que la habilidad.

Aferrando sus enormes fauces en el cuello del venado él no controló la fuerza, atravesó la tráquea del animal con sus colmillós y rodó por el suelo un par de veces antes de soltarlo. Con el cuello abierto y roto, el animal ya estaba preparado para ser servido.

El enorme lobo negro dirigió sus ojos ambarinos a los azules de la loba, y el sonido que emitió bien podría haberse considerado una risa.

Poco después golpeó con la punta del hocico el cadáver del animal, ofreciéndoselo también a ella. No estaba seguro de que comiera, bien por el remilgo de haber sido criada entre humanos o bien por orgullo. Aún así Kay admitía que ella había hecho lo más duro del trabajo, y no le iba a arrebatar la posibilidad de comer de él. Además, si estaba con otro lobo debía acostumbrarse a hacer esas cosas en equipo. No porque no pudieran hacerlas sola, sino porque era sano y más divertido que todos participaram, además minimizaba los esfuerzos para obtener el premio.

Notas de juego

Si no te importa te fastidio yo también un pelín :P
 

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11/01/2018, 01:06
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

La loba corrió y corrió.

En el último trazo que la separaba del ciervo ni siquiera bajaba el hocico al suelo durante la carrera para asegurar el rastro. Estaba hecho. Era suyo. Y eso la enardecía.

Cazando, en situaciones de extremo peligro, o cuando estaba realmente asustada, era la bestia la que tomaba las riendas de su cuerpo, relegando a la mentalidad humana a un segundo plano poco frecuente.

Había tenido malas experiencias con permitir que su salvajismo se descontrolase hasta el punto de mandar sobre sus acciones. En gran parte porque una vez se cedía demasiado, volver a pensar luego como lo haría la Elisabeth humana se hacía mucho más complicado.

No quería hacerle daño por accidente a nadie. Y desde luego, caer dos veces en el mismo error no era una opción. Por eso era su frío y calculador raciocinio homínido el que dirigía, ya tomase cualquiera de sus formas animales, o se mantuviera como humana. Aceptar riesgos innecesarios era imprudente.

Pero ni bajo esa filosofía lograba contenerse en todo momento.

Ahora se daba una de tales ocasiones.

Apenas reparaba en la ausencia visual, que no olfativa, del otro lobo. Su atención era propiedad de la presa a la que perseguía.

La tenía, la tenía...

No, no la tenía.

De pronto, desbaratando sus planes, Kay apareció delante, tomando a presa y cazador por sorpresa al capturar a la primera de estas.

Elisabeth frenó bruscamente. Tan bruscamente que no pudo reducir la velocidad en tan pocos segundos y cayó de bruces contra el...barro. Genial.

Su loba interior había salido por patas con tal de librarse de la vergüenza, y era la mente humana, mucho más corrompida por los pudores de la sociedad, la que tendría que soportar la situación.

Levantando la cara del barro, con las orejas agachadas y sacando la cola de entre las patas, se sacudió, en un intento de actuar como si no acabase de quedar en ridículo delante de un maldito macho alfa.

¿Por qué te haces la digna? No te hagas la digna. A diferencia de ti tu dignidad no se ha levantado. Sigue ahí, en el fango. Es justicia divina. Le recriminó la odiosa vocecilla de su interior, un calco perfecto del tono que ponía Tata Evelyne cuando le daba las charlas sobre cortesía y modales. No haberle lanzado tierra a la cara, señorita.

Resopló. Puede que no la hubiese visto, puede que estuviese concentrado en el ciervo...

Al escuchar aquella carcajada lobuna le quedó claro que no era su día de suerte y se resignó, agachando las orejas, aunque seguidamente inclinaría la cabeza en un gesto curioso cuando él le ofreció alimentarse también.

Había cenado y no tenía demasiada hambre. La mayoría de veces que perseguía animales era por jugar más que por cazar; sólo llegaba a matarlos si de verdad estaba hambrienta y su salvajismo era superior a su razón. Y qué demonios, no quería destruir el escaso orgullo que le quedaba sí la veía masticando hierbabuena silvestre tal y como hacía nada más comer para eliminar el olor y el sabor a sangre de la boca.

Así pues meneó la cabeza y se tumbó a un lado en lo que esperaba a que él comiera.

Notas de juego

Fastidia, fastidia, que eso es lo divertido xD

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11/01/2018, 22:18
Kay Schneider

Era divertido ver cómo la joven recibía su propia medicina en dosis muy superiores. Le hacía gracia verla en ese estado, ya carente de toda nobleza humana y, al menos en aspecto, pareciéndose más a una loba. Ya se limpiaría el barro del pelaje y la posible sangre de la boca, pero Kay estaba dispuesto a enseñarle que eso era hasta divertido. Aunque se dió cuenta de que algo fallaba de pronto cuando ella pareció rechazar el ofrecimiento.

Tal vez el juego anterior le había hecho pensar que a Elisabeth no le sería tan difícil conectar con su naturaleza de loba.

Resopló, ofendido porque rechazara alimentarse como se tenía que alimentar un lobo. Por lo menos no tendrían que reoartirse las mejores partes, aunque el resto acabarían en el estómago de carroñeros.

Aún es más humana que Garou...

Que hiciera lo que quisiera, Kay no iba a ser rechazado una segunda vez.

Metió el morro sin remilgos buscando abrir la presa por el vientre y, cuando lo consiguió, se dedicó a buscar los órganos más sabrosos, sobre todo el hígado y el corazón. Pero también dio buena cuenta del cerebro o los riñones. Al final acabó comiendo al menos nueve kilos de carne, lo cual le aseguraría no tener que comer durante algunos días.

Mientras comía apenas prestaba atención a la joven. Si quería comer había suficiente para ella, pero mientras no pidiera nada Kay había aceptado su rechazo como una carta blanca para que él comiera lo que quisiera.

Al final, lo único que quedaba de la presa era precisamente lo que más comían los humanos. Eran una especie bastante extraña...

Se relamió el hocico con la lengua, buscando limpiar un poco la sangre que tenía en la boca, aunque sabía que antes de volver a la propiedad de Elisabeth tendría que limpiarse más a fondo. A no ser que deseara arriesgarse a que alguien lo viera.

Se sacudió el cuerpo, estirándose y bostezando, y por fin miró a Elisabeth ladeando la cabeza con curiosidad. Indicándole también que ya había terminado.

La noche había avanzado, y por lo menos él que aún estaba manchado de sangre quería lavarse. Tal vez fuera hora de volver a la propiedad de la loba. Y aunque él que no tenía responsabilidades más que enseñar y cuidar a Elisabeth el tiempo que se quedara en París -el establo supuestamente también, pero lo cierto era que no lo consideraba su verdadera responsabilidad sino una simple tapadera- con el estómago tan lleno cada vez le atraía más la idea de echarse un sueñecito.

Pero en el fondo quería alargar la noche un poco, hacía mucho que no se divertía con otro lobo. Y Elisabeth era más divertida que la mayoría, como una cachorra en el cuerpo de una loba. Pero dudaba que ella lo deseara. Seguramemente estuviera más preocupada en causar buena impresión e ir acicalada que en pasárselo bien.

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13/01/2018, 00:16
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

La reacción del licántropo le resultó curiosa.

Tenía entendido que los lobos de mayor rango eran los que primero se alimentaban, y que luego, sus sobras se repartían con el resto en proporción a su categoría. ¿Es que acaso intentaba volver a cogerla desprevenida? ¿Darle otra lección? No pensaba caer otra vez. Hizo sus deberes. Las normas de la jerarquía de las manadas no le eran tan desconocidas como él debía de pensar.

Aunque, si bien no tenía hambre, en ciertos momentos, mientras observaba de reojo como Kay comía, si pudo sentir la tenue tentación de hincarle el diente a una pequeña porción de carne. Su interior seguía siendo animal, al fin y al cabo.

Pero no tardó en distraerse con el escenario que la rodeaba. Se quedó tumbada, mordisqueando la hierba durante la espera. La persecución de una mariposa fue una buena forma de pasar el rato. Había levantando las orejas y preparado el cuerpo agazapado para un inminente salto cuando se fijó en que Kay terminaba de engullir un último trozo, y tuvo que disimular sus acciones desperezándose.

Iba a dirigirse al lago cerca del lugar donde aguardaba Pecado, para echarle un ojo al semental y de paso quitarse los restos de barro con un buen chapuzón, pero antes de aquello se acercó a los restos de la caza, y mirando fijamente a Kay a los ojos arrancó unos cuantos pedazos de carne con los dientes, llegando a ayudarse con las poderosas garras. No alejó la vista de su atento espectador.

Tras eso, y alzando la cabeza en un gesto orgulloso, ahora no solo manchada de barro seco, sino también de sangre en toda la zona de la cara, el pecho y las patas delanteras, inició el regreso al claro.

Pecado se agitó en la oscuridad viendo regresar su enorme figura lobuna, mayormente por el aroma a sangre fresca que desprendía, pero al reconocerla pareció calmarse.

Inmediatamente después de emitir un suave gemido en su dirección aminoró el paso hasta las orillas del lago.

Las aguas fluían claras y cristalinas. Eran un espejo natural, en el que la figura sombría de ojos azules que veía reflejada llamó su atención.

No era tan monstruosa. A decir verdad, era incluso hermosa en esa forma. ¿Por qué entonces los humanos se empeñaban en cazar a los que eran como ella?

Escondió la cola entre las patas al revivir la noche, hace un par de años, en la que contempló escondida en la profundidad del bosque que crecía no muy lejos de su ciudad como un grupo de seis de tan viles criaturas torturaban y daban muerte a un anciano que días antes se había paseado por las afueras huyendo de sus perseguidores.

Él también era un hombre lobo. Los años le pesaban tanto que apenas le quedaban fuerzas, pero se defendió con fiereza y abrazó su muerte honorablemente, a pesar de que fuera dada a manos de esos carniceros. Jamás lo olvidaría. Ellos eran los verdaderos monstruos, unos en cuyos corazones no existía cabida para la compasión. Tuvo pesadillas durante semanas... ¿Y si sus verdaderos padres se habían topado con alguna de tan viles criaturas? No quería ni pensarlo.

Entonces, para bien o para mal recordó que no estaba sola, y que quién la acompañaba podía percibir como se sentía igual que ella con él, así que se forzó a apartar la tristeza y el miedo de su mente. Tenía que mostrarse fuerte, o no la tomaría en serio.

Los recuerdos se desvanecieron en ondas de la misma manera que lo hizo su reflejo del lago al acariciar la misma con el hocico. Retrocedió para coger carrerilla y saltó al agua.

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13/01/2018, 14:14
Kay Schneider

Aunque sí que era algo que quería ver, Kay no se esperaba que la loba comiera parte de la presa, aunque fueran las partes que a él le parecían menos suculentas.

Entre ellos y, por lo que él había visto en la joven, no había una jerarquía marcada o reconocida. Tampoco es que pudiera exigírsela ya que no formaban una manada, aunque él estuviera haciendo el trabajo que un alfa haría con los cachoros de una manada: Cuidarlos y protegerlos, algo que también incluían los juegos y la diversión de los pequeños, además de su comodidad y felicidad.

Mientras la observaba devorar la presa, con sus fríos ojos fijos en él, Kay pensaba en la lista de extraños acontecimients del día. Acontecimientos que lo habían llevado a tromar unas responsabilidades de las que había huído durante los últimos años.

Pero tenía que reconocer que, en parte, era bueno volver a las viejas costumbres.

Al fin, cuando ella terminó de comer, la siguió de vuelta metiéndose primero en el agua. Durante un momento la había observado, curioso ante lo pensativa que se había quedado viendo su propio rostro en el espejo del lago iluminado sólo por la luna.

¿Estaba triste? ¿Tenía miedo? Fueron varias las cosas que Kay olió, pero prefirió dejarle un momento de intimidad. Seguro que no era a él al único que sorprendía toda la serie de acontecimientos del día. ¿Quién iba a esperar que un hombre lobo apareciera en los establos y tuviera el poco juicio de quedarse en la ciudad para enseñarle a una loba desterrada lo que significaba ser una garou?

Ni él se lo creía...

Pero para cuando se había adentrado lo suficiente en el agua, ella fue la que saltó salpicándolo todo. Algo que incluía el rostro de Kay. Esa joven había cogido el vicio de tirarle cosas a la cara, fuera tierra o agua, y él poco pudo hacer más que grulir molesto por el salpicón. Gruñido que quedó sin fuerza cuando, de una forma bastante cómica, estornudó de tal forma, por las gotas que habían caído en sus fosas nasales, que debido a la inercia acabó con la cabeza hundida en el agua.

Frustrado, y tratando de salvar su dignidad de la mirada de la hembra, Kay se dio media vuelta agitando la cola para salpicarla a ella.

Lavarse en forma de lobo, la tierra y la sangre que habían quedado pegadas en su pelaje, era una tarea más ardua que hacerlo como humano. Lo bastante ardua como para que se planteara si merecía la pena respetar el pudor humano que mostraba Elisabeth, por lo que a él respectaba ya se habían visto desnudos.

Como humano o lobo, daba igual.

Aún así tuvo el suficiente criterio para hacerlo en una zona donde el agua cubriera bastante, para así no armar un posible escándalo.

Cuando volvió a su forma humana, sin dolor aparente o dificultad, el agua le llegaba por el vientre. No le sorprendería saber que era el primer torso desnudo de un hombre que Elisabeth veía ya que, al fin y al cabo, la educación de los humanos de alta cuna era tan pudorosa como antinatural. Pero esperaba que la joven no se lo tomara de forma distinta a verlo como un lobo pues, al fin y al cabo, él no lo hacía.

De lo que sí estaba seguro que no le parecería normal a la joven eran los tatuajes que llevaba en los brazos y parte del torso, más propios de culturas paganas extintas o tribus al margen de la sociedad. Que era de donde procedía él, al fin y al cabo. A pesar de ser un licántropo algunas cicatrices, tanto en el vientre como en la espalda y los costados, cortaban el color de su piel como en su momento el acero le cortara la carne. Una de ellas incluso parecía haber estado a dos dedos de atravesarle el corazón, por el tamaño una punta de flecha.

A pesar de los pocos años que había pasado lejos de su manada, los encuentros de Kay lo habían llevado a poner al límirte las impresionantes capacidades regenerativas de su raza, además de que algunos brujos y cazadores habían dedicado siglos a aprender cómo combatirlos.

¿Qué te ha parecido?

Kay había dado la espalda a la loba, no por una cuestión de faltarle al respeto sino de mantener su intimidad si ella lo prefería. Pero con esa forma el licántropo, gracias a las extremidades humanas, tenía más fácil arrastrar y quitar la tierra y la sangre de sus brazos, manos y torso, además de la que se le estaba secando en el cabello y la barba. Lo mejor de los humanos, y una de las pocas cosas buenas que tenían, eran los pulgares oponibles.

Notas de juego

Incomodidades de Elisabeth aparte, me parecía lógico que por comodidad él se bañara como humano y no le de importancia al pudor habiéndose criado en tre lobos. Aunque tuve cuidado para dejar claro que no es un desnudo integral (por el tema +18) no sé cuales son los límites, aunque imagino que los torsos al descubierto no se considerarán +18, pero si la máster lo considera lo edito ^^"

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14/01/2018, 15:15
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

Cada vez más metida en la laguna, la loba no hacía más que hundir el cuerpo y sacudirlo para limpiarse, totalmente ajena a lo que se encontraba a su alrededor.

Sólo se dio cuenta de que había sido poco cuidadosa cuando oyó un gruñido a sus espaldas y se giró, viendo a Kay con el pelaje goteando agua que por lo visto le había salpicado, aderezando su enfado con un estornudo final, con el que metió la cara de lleno en el lago. Esto logró arrancarle una extraña carcajada animal.

Por lo visto, los juegos y venganzas parecían estar a la orden del día con el hombre lobo, pues no dudó en intentar devolvérsela salpicándole con la cola.
Elisabeth, recibiendo el "ataque", giró la cabeza hacia un lado, resopló, evitando que las gotas se le metieran en el hocico tal y como le acababa de ocurrir a Kay, y dio un brinco corto hacia él, en el que casi se mojó más a si misma que al contrario, pero logró el efecto que quería: empaparle.

Se le hacía tan extraño estar con alguien en su forma animal...

Pero no dejaba de ser reconfortante.

Cuando volvió a mirarle había retomado su apariencia humana, y estuvo a punto de apartar la vista, más por respeto, aunque si en parte por incomodidad, pero no lo hizo. ¿Qué le había ocurrido? Tenía el cuerpo plagado de cicatrices, algunas en zonas letales. No podía imaginar que clase de vida llevaba, sin embargo, se hacía una idea. ¿Era algo normal entre los garou? Ella no tenía ni una sola marca adornando su fina piel. Las contadas heridas que había recibido hasta el momento no le dejaron señales. Se encargó personalmente de que fuera así, con ungüentos y emplastes para la cicatrización, puesto que si una señorita tenía marcas como esas su futuro matrimonial peligraba enormemente, y no quería infartar a su nodriza.

Y esos tatuajes... Jamás vio nada parecido. Eran preciosos, bien rematados, primitivos. ¿Chamanismo, quizás? Una cosa más para investigar.

En una noche compartida estaba aprendiendo más que en los últimos tres meses en solitario.

Cada vez le resultaba más difícil encontrar libros que complementaran sus conocimientos sobre el tema. Tenía la esperanza de que en París, al ser la capital del país, pudiera dar con tomos más rebuscados, pero se exponía demasiado a levantar sospechas más allá de una simple fascinación.

Cuán extraño era el destino. No encontró los libros que buscaba, sino a otro licántropo, el primero con el que había tenido la posibilidad de hablar, y ahora estaba bañándose con él tras una noche de enseñanzas y piques varios.

Debía de haber perdido la cabeza para confiar en un completo desconocido, y lo peor era que no sentía nada cercano a esa sensación de alerta que la abordaba con el resto de personas. Estaba a gusto con él.

La Elisabeth humana, reina de la disciplina y la cordura, gritaba como una energúmena en su interior.

El hedor a muerte y suciedad de París te ha llegado al cerebro. Estás mal de la azotea.

Y le dio el gusto de reforzar esa teoría en el momento en el que comprendió, estando Kay dándole la espalda, que había llegado su turno para transformarse en humana.

Al principio tuvo sus dudas, mas luego comprendió que si él no tenía problema ella tampoco debería tenerlo. Era un licántropo. Le sería indiferente en su cuerpo humano por muy hermosa que fuera según los cánones de belleza establecidos en la civilización en la que vivía. Incluso tuvo el detalle de darle un poco de privacidad al girarse.

Tras concentrarse unos segundos la transformación revertió su efecto. El pelaje oscuro desapareció dejando paso a la nívea piel de Elisabeth, a su cuerpo esbelto y delicado, y a la larga melena azabache que le caía sobre la espalda, hombros y pecho, en una caricia tan suave como en su forma animal.

Se arrodilló en el agua, de modo que le llegase un poco más arriba del abdomen, y, también de espaldas comenzó a frotar con suavidad los restos de barro y sangre que quedaban en ella.

Educativo. —Respondió finalmente a su pregunta, rodeándose a si misma con los brazos y alzando la mirada al cielo, a la luna que la bañaba de una forma más agradable que la del agua.

¿Sería correcto preguntar...?

Esas marcas... ¿qué son...? ¿peleas...? ¿con otros lobos...? —La curiosidad era de esos escasos deseos que no lograba controlar tanto como quisiera.

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15/01/2018, 21:13
Kay Schneider

Pese a la extraña respuesta Kay rió entre dientes al escucharla. Ése había sido el fin de lo que habían hecho, que le resultara educativo, pero también había esperado que fuera algo más que simple educación; si es que a enseñar esas cosas se le podía llamar así en el pensamiento humano.

La segunda pregunta, pese a todo, no le pilló por sorpresa.

Sólo una —señaló—. Normalmente cicatrizamos muy rápido hasta las heridas más graves. Lo cual es bueno o de lo contrario podríamos matarnos entre nosotros sólo cuando jugamos...

Jugar era un eufemismo, aunque pese al tono de voz no creía que Elisabeth lo cogiera. Pero las lobas salvajes solían ser muy... apasionadas.

La mayoría son de encuentros con brujos, una sí me la hizo otro hombre lobo en Rumanía pero que estaba del lado de un grupo de hechiceros, así que el hacha que usó debía ser especial —relató—. Otras son de cazadores, los más listos tienen armas bastante especiales, así que no te fíes demasiado. Aunque sean simples humanos pueden ser bastante peligrosos.

Al terminar esa advertencia se giró, y señaló la marca que tenía en el pecho y otra pequeña en el abdomen. No creía que la loba fuera a girarse sólo para verlas, pero aún así esas cicatrices tenían su historia.

—Estas me las hizo una cazadora —admitió—. Fue la única persona que estuvo cerca de matarme. Pudo hacerlo, de hecho, pero me perdonó la vida.

Sí, era curioso, pero a Kay le parecía importante señalar que a veces las cosas no eran lo que parecían. Aunque claro, siempre era mejor no acercarse a los cazadores por voluntad propia. Él por su parte no olvidaría esa lección, aunque hacía tiempo que ya devolvió ese favor.

Pero eso le recordaba que, por lo que había visto, Elisabeth tarde o temprano tendría que entrar en su mundo. No podía cerrar los ojos y tampoco fingir que era lo que no era.

Pero no —dijo al final, más para apartar esas ideas ya que, al fin y al cabo, no le incumbían ni tenía tanta confianza con la joven—. No fueron por peleas con lobos por liderazgo ni nada parecido. Esas se curaron hace mucho tiempo, y hoy me arrepiento de haberlas ganado. Un alfa tiene que ser el más fuerte no para exigir las cosas por la fuerza, sino para demostrar que puede proteger a su familia, y eso es una responsabilidad muy grande.

»Si alguna vez se te presenta la oportunidad de liderar una manada piénsatelo dos veces, porque es casi todo entrega.

Sí, Kay podía haber sido egoísta al dejar su manada, pero él lo consideraba juventud. No habría tenido que ser alfa tan joven, y de hecho consideraba que aún era joven para esa responsabilidad. Al fin y al cabo no había llegado a vivir siquiera un cuarto de su vida.

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21/01/2018, 16:43
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

Las facciones de Elisabeth se suavizaron por el eco de una risa, después de un instante de extrañeza.

Acostumbraba a ser fría, concisa, cortante... y sus respuestas no eran menos. No podían hacerle daño si no lo permitía, y hasta el momento tanto su actitud como la coraza de hielo habían sido útiles en ello. Casi siempre.

A fin de no mojarse más el pelo se lo recogió en un moño en la coronilla y prosiguió tranquilamente con su aseo, frotándose los brazos y ayudándose del agua limpia del lago.

Escuchaba de fondo las explicaciones a sus preguntas, pero una de las palabras que dijo la dejó estática, con la mano derecha todavía a medio camino del goteante brazo izquierdo.

Brujos... —Repitió, en un hilo de voz fino e inaudible. Imágenes antiguas y recuerdos pasados se agolparon en su mente.

Tenía la cabeza ladeada, apoyada en una de las cuerdas del columpio que había junto al jardín trasero, en su residencia de vacaciones perpetuas, y se miraba primero la falda del vestido, y luego los zapatos, ambos sutilmente manchados de tierra, de la que le habían tirado los hijos del vecino de al lado bajo el pretexto de que "su mirada daba miedo" y de que "era una niña rara".

Entonces padre la llamó con su cariñoso "princesa".

"Ven aquí, princesa" le decía. "Tenemos visita. Una sorpresa" le decía. Y ella iba, y cuando pasaba al salón principal, agarrada a la camisa de su padre desde atrás, con medio cuerpo oculto tras él, vio de qué se trataba.

Parpadeó. Una rama le acababa de rozar el tobillo impulsada por las suaves corrientes del lago.

Las últimas imágenes fueron del rostro del muchacho que acompañaba al mago ambulante. Él no la temía. Quería ser su amigo.

Bajó la mirada, exhaló y siguió limpiando su cuerpo.

A juzgar por el sonido del agua Kay se había girado. Presa de su ensimismamiento no había prestado demasiada atención al resto de enseñanzas. ¿Algo sobre una cazadora? Giró apenas unos grados su rostro y sus hombros para mirarle. Más cicatrices.

En eso los hombres y las bestias no se diferenciaban mucho. El amor o la atracción los debilitaba ante las verdaderas amenazas, y por ahí debían de ir los tiros si esa cazadora logró tener su vida en sus manos para luego perdonársela.

Sonrió, con divertida malicia, asintiendo.— Hasta tú caes en cosas tan mundanas...¿Agachaste las orejas y le pusiste cara de cachorro? —Que hubiera apartado su orgullo hasta admitir aquello era un punto a su favor, y se quitaba el sombrero por ello.

Y también era más sabio de lo que aparentaba debajo de las greñas y esos pésimos modales.

Rotó a su posición inicial, deshaciendo su sonrisa.— Una manada... No creo que alguien me soportase durante tanto tiempo, mucho menos para quererme como su líder. —Aseguraba saliendo del agua.

Al llegar a la orilla se soltó el pelo, con tal de no sentirse tan descubierta, y caminó al lugar en el que había dejado su ropa.

Suficientes emociones en una noche.

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23/01/2018, 14:54
Kay Schneider

—¿Crees que soy alguien invencible o un ser sin conciencia? —Preguntó, aunque ignoró deliberadamente la gracia que Elisabeth estaba haciendo.

Kay no estaba demasiado seguro de cómo había interpretado Elisabeth la historia de esa cicatriz. Y tampoco quería estar seguro de saberlo. Cada uno de los dos tendría su historia y era demasiado pronto para ahondar en ellas hasta los últimos detalles.

—¿Ya has tenido experiencia con Brujos?

Eso, al menos, parecía indicar el tono de su voz.

No esperaba que ella se lo contara, tal vez fuera de esas cosas que aún quería guardarse para sí misma y dado que él se guardaba muchas no iba a reprochárselo. Ya irían conociéndose, si es que era necesario hacerlo.

La observó un segundo mientras salía del agua, asumiendo que era hora de dormir todo lo que había comido. Después de ese baño que había eliminado todo el rastro de su cuerpo, a Kay le parecía una idea maravillosa.

No te conozco demasiado y no sé dónde querrás estar dentro de veinte años. Puede que quieras seguir aquí, pero a mí me parecería algo deprimente —admitió—. La verdad es que lo único que hace a un buen alfa es preocuparse más por los demás que por sí mismo. El resto es secundario.

Él también salió del agua para vestirse, algo que le resultaría más sencillo que a ella.

Tenía que concederle a la joven que se había divertido y que, en el fondo, apuntaba maneras para ser una buena loba. Sólo tenía que llevarse menos por su parte humana y más por la animal.

Notas de juego

¿The End? ^^

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26/01/2018, 17:45
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

Aún a varios metros de distancia, puesto que ya había emprendido su retirada, Elisabeth escuchó perfectamente a Kay. Preguntas, opiniones...

No respondió. No estaba segura de sus respuestas.

¿Que qué consideraba que era él? Como primera impresión, una que podía cambiar de un momento a otro...Un bruto sin modales, demasiado ligado a su lobo interior como para entender o querer entender el mundo humano, incapaz de sentir el peso de la sociedad sobre sus hombros, y mucho menos de atisbar una pizca de la inquietud constante en su existir... pero con un corazón amable, que a pesar de no comprender el sufrimiento que sentía se había molestado en tratar de apaciguarlo a su manera, en vez de darle la espalda y tomar el camino más fácil. Un animal, en resumidad cuentas. Corto de mente y puro de alma.

Y sus experiencias con brujos...A eso sí que no podía responder. ¿Había vivido alguna, en realidad? Si eran tan malvados como él decía, no. Pero tenía la suficiente capacidad para saber que no todo era blanco o negro. Existía el gris, la luz en la oscuridad y la oscuridad en la luz. De una forma u otra, pronto lo iba a descubrir. Pronto.

Una vez vestida y a lomos del caballo, se despidió de Kay. El camino hacia su objetivo estaba más despejado después de su encuentro.

Notas de juego