Dorian se había mostrado esquivo en las ultimas semanas, apenas prestando atención a Ludmilla aunque esta sabía que siempre tenía los ojos de alguien pegados a su espalda y cuanto hacía era sabido por el principe.
No obstante parecía contar con una nueva obsesión. Cuando encontraba algo fascinante pasaba absorto en aquello semanas o meses, con el tiempo perdía interes o su obsesión se relajaba pero era notable que algo estaba causandole esa sensación de nuevo.
Se había ausentado de eventos importantes, anulado citas y suspedido actos. Lo que lo hubiera atrapado debia ser una de sus más fuertes obsesiones.
Ludmilla fue llamada al salón principal de la mansión, se le pidio que vistiera el mejor de sus vestidos y esperase allí. Despues de un rato, desde lo alto de la escalinata Dorian aparecío.
-Ludmilla, querida, me alegro de verte. Estas radiante esta noche.- dijo con la mejor de sus sonrisas.- Quiero que seas la primera en saberlo, antes de la fiesta que celebraremos despues.
Tendio la mano y de una de las habitaciónes salio Lilianne, tambien vestida elegantemente y llena de joyas preciosas.- Creo que ya la conoces, era tu prima cuando viviais entre mortales. Ahora sera como tu hermana, mi hija, Lilianne. Esta noche sera presentada. ¿No estas feliz, mi dulce niña?
Ludmilla había pasado largo rato contemplándose en el espejo de su dormitorio en la mansión que compartía con Laurel Bovary. Recordaba que al principio le había gustado vestirse con sedas, encajes, cintas y volantes, con un estilo infantil en cada una de las prendas que se cosían para ella. Pero después de años cada vez era más grande esa necesidad de crecer que la hacía aborrecer las mangas abullonadas que tanto la habían ilusionado antaño. No podía evitar comparar el cuerpo de Laurel con el suyo y anhelaba vestir como ella lo hacía... ¿pero a quién quería engañar? Ludmilla no tenía el cuerpo estilizado ni las curvas de una mujer para lucir ese tipo de prendas.
Así que, una noche más, la pequeña se puso uno de los vestidos que sabía que a Dorian le gustaban, esos con los que parecía una muñequita. Una miniatura de lo que debería haber llegado a ser.
El vestido era de color crema, con fruncidos en la falda y en el pecho de corte cuadrado. Por encima la chaqueta y sobrefalda, tenían casi el mismo tono, pero llevaban un estampado de flores rosadas. Los pies quedaban prácticamente ocultos en su totalidad, pero Ludmilla había elegido unos zapatitos de color rosa. Se había recogido el pelo en un peinado intrincado que dejaba caer algunos bucles a su espalda, y había adornado sus cabellos con un par de capullos de rosa que hacían juego con el estampado del vestido.
Y así, aspirando con fruición el aroma de las flores, había viajado en el carruaje hasta llegar a la mansión principal del Príncipe.
Hacía un tiempo que la pequeña vampira intuía que Dorian tenía una nueva obsesión. Su atención era volátil y difícil de retener, con el paso del tiempo había aprendido que no podía darla por hecho y que debía atesorar los momentos que el príncipe quisiera regalarle. Pero con aquella petición de que acudiese a visitarle, Ludmilla se había hecho ilusiones y atesoraba la pequeña esperanza de que Dorian quisiera pasar tiempo con ella. Era tan encantador cuando quería...
Esperó, paciente y sonriente, donde le indicaron, aunque por debajo de las capas de ropa uno de sus pies se movía con impaciencia. Sus labios infantiles se curvaron en una sonrisa con el cumplido de Dorian, que devolvió pinzando la falda de su vestido con ambas manos para hacer una reverencia de perfecta señorita.
—Gracias, ¿saber qué...? —empezó a responder al volver a enderezar la espalda, curiosa.
Pero entonces se abrió la puerta y por ella apareció una belleza pálida y de cabellos rojizos que detuvo cualquier palabra que pudiera pronunciar la pequeña vampira. Sus labios se entreabrieron y un sabor amargo visitó su garganta al comprender que Dorian sólo la había invitado para ser espectadora y no protagonista de esa noche. Se pasó la lengua por el lugar de la encía donde se ocultaban y cosquilleaban sus colmillos. Los contempló a ambos mientras descendían la escalinata y tuvo que hacer un esfuerzo para no fruncir el ceño. Había algo en la joven que le resultaba familiar, aunque en ese primer momento no supo decir de qué se trataba... Hasta que el príncipe lo aclaró.
Los ojos de Ludmilla volvieron a él con su revelación, para de inmediato viajar de nuevo hacia la joven. El ramalazo de envidia quedó congelado mientras trataba de asimilar aquella noticia. Lilianne, su prima, su amiga de la infancia... era ahora la hermosa joven que había cautivado a Dorian. Demasiadas emociones se arremolinaron en su interior. La alegría por volver a verla, la lástima porque ella hubiera también perdido su vida, pero también los celos, por haber sido desplazada y porque Lilianne sí que había podido crecer.
—¿Lilianne? ¿Eres tú de verdad? —preguntó, estudiando el rostro familiar de aquella mujer con sus ojos verdes y brillantes y, finalmente, le pudo la emoción de encontrarse de nuevo con su compañera de juegos—. ¡Oh, Lily! ¡Creí que nunca te volvería a ver! Estás tan hermosa... —Miró al príncipe y le dedicó una sonrisa—. Ahora ya no tendremos que separarnos nunca más. Gracias.
Aquella noche desperté especialmente nerviosa, Dorian ya me había avisado la noche anterior de que hoy tendría una sorpresa antes de mi presentación en la sociedad vampirica y la curiosidad me podía.
Como me había pedido me prepare con un bonito vestido rojo que marcaba mi fina cintura gracias a la parte central y espalda tensa como un corse, mi pecho resaltado sin exceder en descaro con su escote en pico. Me peine con cuidado dejando parte de mis rizos naturales sueltos cayendo sobre mis hombros mientras el resto se unían en un semirecogido en la parte posterior de mi cabeza. Se podían ver unos bonitos pendientes con gargantilla a juegos sobre mi blanca piel, sus gemas eran el mismo color rojizo que mi vestido y cabello.
La había prometido no salir de la biblioteca hasta que me lo pidiera así que cuando ya estaba lista me quede esperando mientras leía lo mas tranquilamente que podía, aunque una de mis piernas no dejaba de moverse ante los nervios que intentaba evitar.
Al llamar a mi puerta deje el libro en su lugar y fui ansiosa abrir. Al otro lado estaba Dorian extendido su mano hacia la mia, no dude en acercarme y coger la suya.
En cuanto comenzamos a bajar las escaleras mis ojos se abrieron, antes siquiera de que dijera el nombre de la niña ya sentí mi cuerpo como con una descarga. ¡Era mi prima! ¿Como era posible? ¿Por eso había desaparecido? No éramos mas que niñas cuando había sucedido aquello, mi familia apenas me decía nada para no preocuparme pero con los años pregunte la verdad y parecía que la que ellos conocían no tenia nada que ver con la realidad.
Mire a Dorian desconcertada y después de nuevo a Ludmilla, poco a poco una enorme sonrisa apareció en mi rostro y antes de llegar abajo del todo solté la mano de Dorian y cogiendo la falda de mi vestido baje rápidamente los cinco últimos escalones, llegando al lado de ella y cogiendo sus dos pequeñas manos con las mías. Mis ojos recorrían con rapidez su rostro y mi sonrisa cada vez era mas y mas amplia - Pensé que ya no te volvería a ver nunca, estas... eres... preciosa... - Como una preciosa muñeca de porcelana, aunque al momento me di cuenta de algo - ¿Quien...? ¿Como...? - Las preguntas de amontonaban en mi mente y gire mi rostro mirando a Dorian con cierta preocupación - ¿Fuiste tu? - Termine por preguntarle pues una cosa era lo que me había sucedido a mi otra esto, yo solo había tenido dos opciones... morir o convertirme...
-Fue la sangre de otro quien concedio a Ludmilla el don de la eternidad, aunque por circustancias sea yo quien se ocupe de prestarle las enseñanzas y el cuidado preciso.- dijo Dorian apartando un pequeño mechon del pelo de Lilianne para que volviera a su perfecto lugar.
-Me complace que os alegre vuestro encuentro, nada me gusta más que ver a mis damas felices.- dijo prestando atención esta vez a la pequeña Ludmilla.-Aunque ya sabeis que no me gusta que se hable de los tiempos en los que fuisteis mortales, menos con añoranza. Recordar siempre que ahora sois criaturas superiores, elevadas, perfectas obras de arte eterno.
Dorian encamino sus pasos a una salita lateral, exquisitamente decorada y donde gustaba pasar el tiempo tocando el piano o leyendo alguno de sus numerosos libros, traidos de todas las partes del mundo.
Os indico que tomarais asiento en uno de los comodos sillones.- Ludmilla puede enseñarte mucho de este nuevo mundo Lilianne. Me ha complacido mucho su compañia y espero no menos de tí Lilianne.- dijo acercandose a una mesa para servir unos licores. Los especiaba con unas gotas de sangre humana para favorecer la digestión de los mismos y potenciar su sabor.-De hecho tengo grandes planes para ambas...
La pequeña vampira rió al escuchar la alegría de Lilianne y su risa sonó en la sala como el tintineo de unas campanillas. Apretó sus manos, casi como eran niñas y jugaban al corro. Sólo que una de ellas ya no era una niña y ni siquiera estaban... vivas. Pero Ludmilla trató de que esas ideas no le agriasen la alegría del reencuentro y siguió al Príncipe todavía entrelazando sus dedos con los de su prima.
Sólo la soltó para tomar asiento en uno de los sillones de Dorian, tan cómodo que sintió que podría hundirse en él. Los piececitos le colgaban, sin llegar a alcanzar el suelo, y parecía una muñequita sentada en mueble demasiado grande para su tamaño.
—Dorian ha cuidado muy bien de mí —aseguró, dedicando una sonrisa al príncipe aunque las palabras iban dirigidas a Lilianne—. Aunque no tenía por qué hacerlo. Tienes mucha suerte de que él ahora cuide de ti, Lily.
El pasado que él había utilizado para referirse a la compañía de la pequeña había sido como una pequeña espinita, fina y afilada, que penetraba en su corazón, haciéndola sentirse desplazada. Sin embargo, cuando él terminó dejando esa frase en el aire que parecía cargada de promesas, Ludmilla se echó un poco hacia delante en su asiento. Quizás podría mantener su lugar a su lado, tal vez no iba a apartarla del todo todavía. Sus ojos brillaban con curiosidad cuando habló de nuevo.
—Oh, Dorian... ¿Qué planes? No nos dejes con la intriga, por favor.