Partida Rol por web

Victorian Vampire

Escena Privada: Tras tantos años...

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07/02/2018, 00:05
Alistair Klein

Aquella era la gran noche de Alistair Klein.

Le había costado convencer al dueño del teatro parisino para que le permitiera realizar su función, pero a veces el hechicero podía ser muy persuasivo. En esa ocasión, ni siquiera había tenido que realizar el truco de las monedas de oro, que tan bien le había funcionado con la dama que ahora era su casera.

El espectáculo de Alistair se inició con el típico truco de hacer sacar un conejo de la chistera y hacer desaparecer a una paloma para luego volver a hacerla aparecer.

Fue entonces cuando la vio, sentada entre la multitud. Una bella dama de largo cabello azabache, tan oscuro como el ala de un cuervo, y tez blanca como la nieve, lo que contrastaba con sus rojos labios. Sus facciones eran delicadas, propios de una dama de alta alcurnia. Desde su posición, el hechicero pudo percibir que sus ojos eran claros, aunque sin llegar a determinar si eran azules o verdes. Sin duda, una joven muy hermosa.

La mente de Alistair lo retrotajo a su juventud, cuando apenas era un joven nómada sin un objetivo claro en su vida. En numerosas ocasiones había realizado espectáculos privados para nobles locales. El rostro de aquella mujer le hacía pensar en una de esas familias, solo que por aquel entonces aquella dama debía de ser una niña de corta edad. Estaba cambiada por el tiempo, mas el hechicero podía ver en ella los rasgos de aquella muchacha.

Centrándose en su trabajo, Alistair continuó exhibiendo sus trucos, uno tras otro, para terminar mostrando un número en el que se encerraba encadenado en el interior de una pequeña caja y tenía que salir de ella, desprovisto de sus cadenas. Por supuesto, el escapista lo hizo, aunque no salió de la caja desde su interior, sino que apareció sorpresivamente en el lado opuesto de la sala del teatro, avanzando con completa tranquilidad entre las filas de espectadores. Se hallaba ahora libre de cadenas y en sus manos empuñaba un pequeño revólver.

-¡Y con esto, damas y caballeros, llegamos al número final! -exclamó Alistair, caminando entre el público, con el arma a mano-. Yo lo llamo "Atrapa la bala". Me situaré sobre el escenario y, a solo cuatro metros frente a mí, uno de ustedes me disparará a la altura del pecho. Mi objetivo será el de agarrar el proyectil entre mis manos e impedir mi más que probable muerte. Pero para llevar a cabo este número necesitaré de una mano inocente.

Pese a que desde el primer momento sabía a quien seleccionaría, el hechicero se paseó entre la multitud, mostrando unas fingidas dudas en su expresión. No tardó mucho en situarse frente a la persona a la que quería tomar como ayudante para la prueba.

-Usted -dijo, señalando a la joven noble de cabello azabache en la que se había fijado al inicio del espectáculo-. ¿Me concederíais el honor de dispararme, mademoiselle?

Con esas palabras y esbozando una amplia sonrisa, Alistair extendió su mano derecha hacia la aristócrata, mientras mantenía la mano izquierda, donde portaba el arma, apuntando hacia el suelo.

 

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07/02/2018, 11:20
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

 

Cual fue su sorpresa cuando, apenas entrando en París con su querida Tata Evelyne dándole una de sus charlas sobre etiqueta mientras ella miraba abstraída por la ventana del carruaje a las calles de la capital, un soplo de viento se levantó como por arte de magia, nunca mejor dicho, para llevar a sus manos cierto papel arrugado que anunciaba el fascinante espectáculo que tenía a la mitad de los parisinos expectantes.

Su rostro al leer el nombre de quien llevaría a cabo la función fue la representación gráfica del asombro.

No puede ser... Se dijo de primeras.

¿Sería el destino?

La primera sonrisa desde su llegada a la ciudad nació ante ese suceso. Curiosamente, la inquietud que la asaltaba, en parte debida a la gran aventura que acababa de comenzar, se aligeró un poco; Al menos ahora conocía a alguien en tan caótico lugar. Y que fuese aquel muchacho que tiñó las tardes de su solitaria infancia con algo de color y alegría...Cielos.

Así pues llegó el día del evento.

Había peinado la larga melena azabache, que le caía en cascada hasta pasada la cintura, sobre los hombros y la espalda, adornándola con diminutas perlas blancas.

Luciendo un precioso vestido celeste violáceo en un tono pastel, con detalles en seda blanca y encaje, abandonó la seguridad de la mansión para dirigirse al lugar.

La zona más comercial del centro le cogía de camino, llena de librerías, perfumerías, boutiques... No pudo evitar quedarse ensimismada admirando la belleza de la rosa que acababa de comprar.

Las imágenes del pasado llegaban a su mente con facilidad, pues aunque la melancolía había reinado en su vida no hacía más que resaltar los escasos momentos de felicidad.

Lo recordaba como si fuera ayer.

En el jardín trasero de la residencia al norte del país en la que vivía por aquel entonces tenía por afición cultivar rosas, y al final de cada visita siempre escogía la más bonita y se la daba al muchacho que él era.

"Vamos, antes de que empiece" oyó decir a una mujer que esperaba en la puerta del teatro, y siguiendo sus palabras, Elisabeth inspiró el dulce aroma de la flor por última vez y entró al recinto.

El espectáculo fue maravilloso. Se sentía de nuevo como una niña. Los ojos le brillaban de pura emoción.

Entonces el artífice de semejantes maravillas se aproximó a su posición.

Al principio se quedó sin habla. ¿Le hablaba a ella? Sí, la estaba mirando.

¿Me habrá reconocido? Después de tantos años... Quería pensar que se trataba de eso, pero lo veía poco probable. Sólo fue una noble más a la que deleitar con sus trucos. Era imposible que la recordase.

Finalmente asintió, tomando la mano que le ofrecía y levantándose del asiento con su ayuda.

Si me lo permite, monsieur, será un placer.

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11/02/2018, 23:26
Alistair Klein

Tomando la mano de la dama con delicadeza, el escapista condujo a Lady Elizabeth hasta el escenario. Observándola desde tan cerca, Alistair estaba convencido de que se trataba de aquella misma chiquilla a la que había entretenido unos diez años atrás. A pesar de las decenas de nobles para los que había trabajado, el hechicero jamás olvidaba una cara.

-Espero que sepáis disparar un arma -le susurró en voz baja, dirigiéndole una leve sonrisa para intentar relajar el posible nerviosismo de la joven.

Había realizado ese truco cientos de veces, pidiendo ayuda a doncellas, caballeros e incluso ancianas. En todos ellos solo veía nervios al formar parte del espectáculo y no limitarse a ser meros espectadores. Con aquella dama, era distinto. El hechicero podía percibir en sus ojos el mismo entusiasmo que había advertido en ellos cuando tan solo era una niña.

Le colocó el revólver en la mano derecha y, situándose detrás de Elizabeth, junto las dos manos de la muchacha para que se aferraran al arma de fuego.

-Así, muy bien. Flexiona un poco más los brazos. Perfecto -le indicó, asombrado aún de haber hallado a una noble para cuyos padres había trabajado años atrás-. Apunta al pecho y agarra con fuerza el arma, todo lo alejada que puedas de tu cara. Bien, muy bien.

El hechicero se apartó de Elizabeth y avanzó cuatro metros metros, situándose frente a la joven dama, en la posible trayectoria de la bala. Respiró hondo. Se acercaba el final.

-Y ahora, damas y caballeros, llega el momento cumbre de la noche. -Alistair posó sus ojos negros sobre los azules de Elizabeth. Esbozó una débil sonrisa-. Esta inocente joven, elegida al azar entre el público, disparará sobre mí y yo detendré la bala. Preciso de un silencio absoluto en la sala. Una sola distracción y el resultado puede ser fatal.

El hechicero solo aguardó un par de segundos más. Fue entonces cuando decidió enviar un mensaje telepático a la joven noble. Los labios de Alistair no se movieron, mas su voz pudo escucharse con claridad en la mente de la dama, con tanta claridad como si estuviera hablándole.

"Dispare, Lady Des Lioncourt"

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13/02/2018, 16:41
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

Elisabeth se dejó dirigir hasta el escenario por la mano del hechicero. Notaba las cientas de miradas clavadas en ella, vigilantes, pendientes de cada uno de sus movimientos.

Nunca se había sentido cómoda ante la presencia de multitudes, y si la curiosidad que suscitaba en las ostentosas fiestas de la nobleza le suponía una molestia, ser uno de los principales focos de atención en un teatro repleto de gente no era más agradable.

Si bien había sido educada para ser la dama perfecta, y mejor anfitriona, empezaba a arrepentirse de aceptar la petición de ese antiguo conocido, sin embargo el poder apreciar el paso del tiempo en el susodicho de más cerca la llevó a la conclusión de que quizás mereciera la pena.

En aquel entonces no tenía las "capacidades" que poseía actualmente, pero sí ese instinto que la ayudaba a entrever las verdaderas intenciones de las personas, confiando de ese modo un poco más el muchacho de lo que lo haría con otros, siendo este el único que no la trataba como si fuera un bicho raro, o una muñequita delicada a la que tenía agradar para ganarse el aprecio de su acaudalada familia.

Una vez sobre el escenario el escapista trató de calmar sus probables nervios.

Sé muchas más cosas. Afirmó, mas no llegando a decirlo con la voz, y limitándose a asentir con disimulo, en lo que él le daba las instrucciones pertinentes y la guiaba sobre como coger y disparar el arma. Aunque, en lugar de atender a esas explicaciones que ya conocía, Elisabeth orientaba su atención hacia sus otros sentidos, que se afilaban para percibir cada detalle ajeno. Latidos, respiraciones, calor corporal, olor...todo. Gracias a eso podía saber el estado total de sus contrarios, e incluso advertir sus emociones. Otro regalo de su maldición.

¿Entonces qué demonios se dejaba? ¿Cuál era la pieza que faltaba?

No captaba nada extraño en su esencia. Ni la podredumbre de los condenados a la muerte en vida, ni la familiaridad de los hijos de la luna...Nada. Pero sabía que algo se le estaba pasando. Lo percibía. ¿Sería algo nuevo para ella? ¿Qué había detrás del telón?

Recordó las palabras que cierto nuevo compañero le dijo un par de noches antes a las orillas de un lago nocturno respecto a los magos y hechiceros, mientras fingía una falta de experiencia a la hora de agarrar el arma que no poseía.

¿Qué oculta, monsieur Klein? ¿Qué oculta que no ocultaba hace diez años?

Inspiró hondo, retiró el seguro del revólver, apuntó a su objetivo y dejó escapar el aire de sus pulmones, momento en el que instantáneamente después debía disparar, momento en el que oyó la voz del hechicero en su propia cabeza.

Ajá.

Sus ojos lo atravesaron, emitiendo un brillo sobrenatural, salvaje, inhumano. Y disparó.

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16/03/2018, 16:06
Alistair Klein

Cuando Lady Elisabeth disparó, se hizo el silencio en el teatro. Alistair dio un leve respingo y bajó la mirada hacia el pecho, donde le había alcanzado la bala. La confusión y el desconcierto aparecieron un instante en el rostro del escapista, que se llevó una mano al corazón.

Durante un instante, pareció que Klein había sido alcanzado por el proyectil, mas sus ropas no se hallaban manchadas de sangre. Girándose hacia el público, Alistair esbozó una sonrisa y levantó su puño derecho. Al abrirlo, tomó entre sus dedos índice y pulgar un diminuto objeto negruzco de forma redondeada, una pequeña bala con la punta aplastada.

-¡He detenido la bala! -proclamó a su público, en tono animado-. ¡Magia! -Y a modo de despedida, añadió-: ¡Gracias por haber asistido a este espectáculo! ¡Espero volver a tener un público tan entregado como el de esta noche!

Sin más, el telón cayó sobre el escenario, separando de nuevo al artista de su público. Tras esto, el hechicero se aproximó a Lady Elisabeth y le entregó la bala que había parado, mientras la joven aún se encontraba sobre el escenario.

-Habéis estado espléndida. Creo que nunca he tenido una ayudante tan entregada -declaró, bajando la voz y dedicándole una sonrisa a la dama-. Veo que los años os han tratado bien, Lady Des Lioncourt. -Alistair esbozó una agradable sonrisa, mientras procedía a recoger todos los objetos que había utilizado durante la noche-. ¿Qué os trae por París?

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31/03/2018, 17:41
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

¿Cómo podría haber imaginado la de sorpresas que París aguardaría para ella?

Su viaje a la capital era un cúmulo de emociones y experiencias que sucedían unas tras otras, apenas permitiéndole un respiro que le ayudase a digerirlas. Y es que en unos días había descubierto en esa ciudad más que en diez años por su cuenta en el tranquilo pueblo al que había llamado hogar, tan alejado de las verdades que buscaba.

Tras el disparo oyó la exclamación casi muda de los espectadores.

Sabía que el truco había salido bien antes de que comprobase con el olfato la existencia de cualquier aroma a sangre. No esperaba menos de él.

Se quedó mirándolo, sin molestarse en apreciar la emoción del público con los ojos; sus ensordecedores aplausos y gritos de felicitación eran suficientes para adivinar el éxito del espectáculo.

El telón cayó a un lado de ella, cerca de sobresaltarla debido a su reciente ensimismamiento.

Correspondió la sonrisa del mago con otra.— Un mero movimiento sobre el gatillo, nada más. —Dijo aceptando la bala que le entregaba, una bala que habría acabado con la vida de cualquier otro.— Lo mismo digo, monsieur Klein. —Cuando se puso a recoger el escenario Elisabeth se acercó de nuevo para tenderle el arma, así como la rosa que había guardado hasta el momento en el elegante bolsito que colgaba de su muñeca.— Un gran espectáculo, como siempre.

Su pregunta le hizo arquear una ceja, divertida.— ¿Acaso no puede decírmelo usted?

Respuestas, la verdad, tal vez la función de un mago...Se dijo mentalmente, sonriendo con la mirada fija en sus ojos. De pronto se puso pálida.

Si podía hurgar en su mente podía conocer su...

Retrocedió, instintivamente.