El motero acompañó el gesto con una risa tenue.
-Parece mucha mujer. Pero creo que probaré suerte -dijo, confiado.
Oscar, que andaba por la barra de un lado a otro charlando y sirviendo a los comensales como en los viejos tiempos, se acercó con otro par de cervezas -estas de las buenas-.
-Necesitarás esto si quieres que se digne a mirarte -comentó con picardía. El ruso aceptó la ofrenda de buen grado y se bajó de un brinco del taburete después de palmearle el hombro a Darryl y dar las gracias, dispuesto a saltar al ring con todas-. Novato... -masculló el viejo divertido cuando estuvo lo suficientemente lejos, agitando la cabeza hacia los lados-. Me alegro de tenerte de vuelta, muchacho. Se te echaba en falta. Nadie traga whisky como tú.
Tras el cumplido se alejó echándose el trapo al hombro para seguir sirviendo alcohol gratis. Parecía una celebración de las de antes, pero Max se le acercó con otras intenciones.
-Oye, me voy a marchar ya para casa. Tienes una cama limpia y comida de primera en mi nevera, si quieres. Lo digo porque tiene pinta de que aquí no va a dormir ni Dios -Se le acercó con aire confidencial bajando la voz-. Además... creo que va a venir Sarah en un rato e igual no le hace mucha gracia.
Darryl sonrió divertido ante el comentario de Oscar, chocando su puño con el del viejo en agradecimiento por el cumplido. Se despidió de él con un gesto cuando Max le abordó.
- Sí, creo que te acompaño. Estoy reventado del viaje y aunque todavía podría dar guerra unas cuantas horas más mejor que deje las cosas estar y mañana ya será otro día. - le pasó un brazo por el hombro a Max y lo zarandeó un poco, sonriendo - Gracias, colega. -
-Todo lo que haga falta, Darryl -respondió de buena gana.
La pareja se despidió del resto a voces, como mandaba. Algunos se quejaron, Dimitri dijo que eran una panda de maricones y una de las croweaters se colgó del brazo de Darryl con un vaso de ginebra rogando por que no se fuera. Nada de eso fue suficiente para retenerlo, aunque le hubiese gustado. Pero ya habría tiempo de correrse una buena juerga cuando todo aquello estuviese más calmado. Cuando tuviese su parche de vuelta y hubiese verdaderos motivos por los que celebrar.
Fuera montaron sus motos y se echaron de nuevo a la carretera. Ya no quedaba rastro del atardecer, el cielo estaba oscuro, salpicado por estrellas y ensombrecido por algunas nubes que le habían seguido durante el camino. Hacía una temperatura agradable, y montar junto a Max de vuelta fue una sensación agradable. Pero todavía lo fue más cuando escucharon el acelerón de una tercera moto a su espalda y descubrió que Dimitri les daba alcance gritando algo que el rugido del motor no les dejaba entender. Su colega le franqueó por la zurda y así, con sus dos amigos, uno a cada lado, llegaron a casa de Max para continuar la noche de forma tranquila agotando una buena botella de whisky rememorando historias y batallitas. Como en los viejos tiempos.