Hotel, Tucson
14 de Septiembre, 2001 - 02:49 pm
El sol caía con justicia sobre la carretera, haciendo que le ardiese la espalda. Aunque poco le importaba que el viento ardiente le cortase los labios y le revolviese la melena. Lo único que podía pensar es que algo se les venía encima y no estaba seguro de si iba un paso por delante o por detrás. Por fin las piezas empezaban a encajar.
Cada minuto contaba. Cada segundo que discurría la carrera se volvía más intensa.
Ya habían perdido a muchos. ¿A cuántos más iban a perder?
Por el espejo retrovisor veía el coche de Sarah, que le seguía de cerca, el codo asomando por la ventanilla. Incluso de lejos podía distinguir aquella expresión disgustada que cada vez se tildaba más con los signos de preocupación. De lo contrario no habría accedido a ir con él. Así de complicada estaba la situación: lo suficiente como para que ghoul y loba trabajasen mano a mano a espaldas de la manada.
Al llegar a la avenida paró en un lado para llamar a Raven. Esta, con la misma voz ausente y apagada le dictó unas directrices terminando con un 'reconocerás el sitio. Pide en recepción la llave para ti'. Y tenía razón: incluso antes de llegar al lugar ya sabía de qué se trataba. Era aquel motel de mala muerte (que parecía haber subido de categoría) en el que habían pasado la primera noche que se conocieron después de que su ghoul le partiese la boca en una pelea bastante desigualada.
Sarah prometió esperar abajo y hacer guardia, por lo que pudiese pasar. El ghoul, que de alguna forma enrevesada confiaba más en su palabra que en la de algunos members de su propio club, asintió y entró en recepción para pedir la llave a nombre de Darryl. 1045, decía el llavero, y allí se dirigió.
El camino fue un batiburrillo de pensamientos que bailaron por su cabeza, decenas de dudas, demasiadas preguntas y muy pocas respuestas. Pero lo que estaba claro es que llegado a ese punto echarse atrás era algo imposible: todos, incluído él, habían pagado un precio demasiado alto para no ver la consecuencia de todos sus actos.
Tras apagar la moto y comentarle aquello a Sarah se sacó un cigarrillo que encendió y fumó en rápidas caladas antes de llegar al hotel, tirándolo entonces todavía prendido algo más allá. Sintió el calor del humo recorrer su tráquea y la amargura del tabaco en su boca mientras pedía las llaves. 1045...
Aquel hotel (o más bien en lo que se había convertido) le traía confusos recuerdos. Eran bonitos, sí, pero ahora se veían de manera retorcida, como si por aquel entonces fuese otra persona quien los vivió... y de algún modo así era. En nada se parecían el antiguo Darryl que conoció a una chica en traje de cuero en el clubhouse de los Black Rangers al que ahora estaba metido de lleno en un mundo que a nadie querría recomendarle.
Subiendo las escaleras con rapidez, el motero pensó en que aquel, para bien o para mal, sería el fin de toda aquella historia que había comenzado aquel extraño día y que de algún modo estaba volviendo al punto de partida.
La habitación estaba en perfecta oscuridad cuando entró de forma cuidadosa, y tras encender la luz pudo cerciorarse de que todo estaba como si nadie estuviese allí excepto por una cosa: el destartalado sofá estaba frente a la puerta que daba al baño. No era un gran impedimento, pero para los finos oídos de un vampiro el mero hecho de intentar mover aquel mueble era alerta suficiente.
A parte de eso, reinaba un silencio sepulcral.
- ¿Está... está durmiendo en el baño? - frunció el ceño al observar que aquel sitio estaba totalmente vacío, y se adentró en la sala para mirar bien todo antes de acercarse por fin al sofá. Quedándose junto a éste pone las manos sobre el mismo antes de empezar a hablar
- Soy Darryl... - dijo el motero en voz alta, comenzando a mover el sofá - Voy a entrar, ¿de acuerdo? -
-Un momento -escuchó al otro lado.
Raven quitó el pestillo y abrió la puerta dejádola entornada. La oscuridad era prácticamente absoluta en el diminuto cuarto de baño, y por lo que Darryl sabía era mejor así. Las quemaduras del sol resultaban terribles para ellos, y aunque pudiesen resistir una exposición duradera, seguía sin ser agradable.
Una vez dentro, cerró la puerta y Raven tiró de una cadenita que colgaba junto al cristal dando la luz. Era un cuarto diminuto en el que apenas cabían los dos de pie sin tocarse; ella se sentó sobre la taza del váter. Tenía aspecto de no haber dormido nada en absoluto, con prominentes surcos bajo los ojos y aspecto de haber envejecido una década de golpe. Llevaba un albornoz bien abrochado y una toalla en las manos que envolvió y ajustó tapando la rendija que quedaba entre la puerta y el suelo.
-Está en el armarito -informó señalando a la izquierda de Darryl.
No parecía especialmente entusiasmada por verle. Pero tampoco lo parecía por estar viva y seguir respirando. Sabía que no tenía que ser fácil, y aun así su falta de cariño y aprecio le devolvió una punzada de celos o algo similar. Estaba haciendo lo imposible por ella.
Se quedó allí plantado observándola durante unos largos segundos, sin comprender muy bien qué pasaba por su cabeza o si se había venido abajo por todo lo ocurrido. Sabía que en el fondo, más allá de aquella fachada de Roxane Ogden e incluso de su fachada como Raven... estaba aquella mujer cuyo nombre todavía no conocía y cuyo corazón tenía demasiadas grietas que ni su poder vampírico podría regenerar nunca.
Echó un vistazo al baño y tras localizar el armario donde estaba el video se acercó a él, abriéndolo para coger la cinta y colocársela en la axila. Entonces, parado frente al armario terminó por cerrar la puerta con un suspiro y acercarse por fin a la vampiresa. Sin articular palabra cogió su rostro con ambas manos y se inclinó lo suficiente como para depositar un dulce beso en su frente para luego separarse un paso sin dejar de mirarla.
Sus brazos rodearon la cintura de Darryl, apoyando la mejilla sobre el chaleco de cuero ya desgastado. Por un momento cerró los ojos y suspiró largamente descansando los hombros. Parecía haber encontrado un remanso de paz, un lugar cómodo y cálido donde olvidarse de todo. Y aunque aquellos segundos casi parecieron ir a volverse eternos, Raven terminó por alzar la cabeza en busca de su mirada.
-¿Crees que puede ayudar de verdad? -inquirió en tono quedo. Aunque le miraba, parecía ida-. Ya no sé qué más hacer, Darryl...