Partida Rol por web

Prueba 8
Los Cañones de Nakasone

*** En lo más profundo del Castillo de Takeshi... ***

Takeshi, ¿has visto eso?
¡El chino raro se ha subido encima de Pinky Winky!

¡Luego dicen que yo soy el
que tiene aires de grandeza!
¡Pues anda que ese!

¡Ya ves!
Oye, y ahora que lo dices...
Se están acercando ya mucho al castillo, ¿eh?

Pues sí, creo que
ya va siendo hora de pasar
a la acción.

¿No habíamos pasado ya a la acción?
Osea, con las pruebas y todo eso...

Ya, ¡pero no es suficiente!
¡Hay que ser mucho más directos!

¿Qué hay más directo que tirarles una bola
de bolos gigante encima!

¡Los matamos a cañonazos!

¡¿CÓMO?!

¡Lo que has oído!
Para llegar al castillo tienen
que pasar por un puente,
¡ahí es cuando dispararemos!

¡Pero Takeshi, que esto
es un programa para niños!

¡No, Júnior!
¡Esto es la guerra!

***

- ¡Piltrafillas, ya casi estamos en el Castillo de Takeshi! ¡Pero no os confiéis, porque este tramo es el más peligroso de todos! - dice el General Tani apoyado en su vara. - ¡Pero por suerte para nosotros, he conseguido que un soldado veterano se una a nuestro ejército! ¡Él nos guiará hacia la victoria! ¡Y lo primero que nos enseñará es a superar el temido Puente de Nakasone!

- ¡Que no os engañe su apariencia tranquila y actualizada a los tiempos que corren! ¡En este puente se han perdido muchas vidas, y he oído rumores de que los esbirros de Takeshi pretenden atacarnos! ¡Así que id con cuidado! ¡Pero primero, una demostración de cómo superar la prueba! - dice Tani, girándose hacia el chino que acaba de llegar y que os demostrará a todos cómo pasar la prueba. - ¡Vamos, chino cudeiro! ¡Al turrón!

¡Así que el chino cudeiro corre a la pasarela para enseñaros a todos cómo superar la prueba!

- ¡Nooooo! - grita el General Tani, poniéndose de rodillas por el sufrimiento. Pero se recupera pronto y agita la vara en la dirección del puente. - ¡Pues nada, al menos os sirve de ejemplo de lo que NO hay que hacer! ¡Así que venga, piltrafillas! ¡AL TURRÓN!

Belnaldino miró al tal chino Cuideiro con desprecio. ¿Un veterano que fracasa? Menos mal que murió ahogado, así él no tendría que mandar que lo ejecutaran.

Con su decisión habitual, tomó el camino indicado. Anduvo directo, mirando de reojo al duo pirata que preparaba sus cañones.

¡Pum! Primer cañonazo. Belnaldino lo esquivó sin problema.

¡Pum! Segundo cañonazo. Otra vez, un sutil movimiento fue suficiente.

¡Pum! Tercer cañonazo. Medio camino y simplemente detener el paso basta para esquivar el lanzamiento.

¡Pum! Cuarto cañonazo. Lo vuelve a esquivar, pero esta vez por los pelos.

¡Pum! Quinto y último cañonazo. A un solo paso de la victoria, la bola va directa a su vara de mando. Belnaldino no puede consentirlo y la protege con lo más grande y cercano: su jeta. ¡Al agua!

Lamentablemente, en el último instante, Belnaldino fracasó. Lo peor, que era la primera vez que fallaba en todo el campeonato, y era la primera vez que no había repesca.

Se había quedado sin victoria. Sin ejército del General Tani y de Takeshi, sin China y, lo que era peor, sin quitarle el cromo de los chococrispis a su hermano Xi al ir a casa de mamá a desayunar.

Muy enfadado, empezó a darle varazos al cadáver del chino Cudeiro al grito de "¡Chino malo, chino malo! ¡Me has quitado la suelte! ¡Devuélveme mi gato de color doliblanco!", hasta que llegaron varios trabajadores del programa a sacarlo de allí y dejar continuar con la prueba.

Yotoko encaró bien el puente. Lo cierto era que no le preocupaba demasiado el hecho de pasar sobre una superficie tan inestable. Él estaba preparado para eso y para situaciones mucho más complicadas. No obstante, los cañonazos si eran algo de lo que podía sentir miedo. 

- Vamos a intentalo... - Dijo sin mucha confianza en si mismo. - Todo sea pol desalticulal a los leptilianos que vivien en el castillo...

Así pues se colocó al borde del puente colgante y recibió la bola dorada con la que debía pasar al otro lado. Empezó el camino de forma ágil y segura. Esquivó un primer cañonazo y avanzó unos pasos. Fue entonces cuando un segundo cañonazo le golpeó en la gafas de botella de plástico, primero aplastándolas y después arrancándoselas de la cara cayendo a la red situada pocos metros más abajo. 

- ¡Nooooo! - Gritó asustado. - ¡Me voy a contagial! 

El paranoico chino había entrado en pánico. Se quedó quieto sobre el puente sin saber que hacer. Un tercer cañonazo pasó a su lado y a la cuarta un impacto de lleno en el estómago, acabó por derribarle. 

- ¡Esto es cosa de los extlatelestles! - Gritó mientas se precipitaba al vacío. - ¡Ellos, ellos tienen la culpa!

Konehito es rápido y hábil y con suerte podrá con la prueba, sobre todo después del batacazo con la tabla de planchar, Konehito debía demostrar que sí podía hacerlo. Se lanzó el tercero, después de ver caer a sus compañeros en el... ¡AGUA! ¿Otra vez? No podía pensar en eso, solo en centrarse en correr y esquivar los cañonazos.

Cuando el general toca el silbato, Konehito sale disparado por el puente, dudoso inicialmente pero luego aumenta la velocidad. Lo que no entiende es porqué no le disparan. Da igual, sigue corriendo y de golpe escucha el cañonazo. Konehito mira y ve la bala venir y ¡la salta por encima cayendo de pie sobre el puente de nuevo! Konehito aprieta su marcha de nuevo esperando que eso sea lo que les confunda a los del cañón y logra salir victorioso.

Tal y como hizo Rocky Balboa al subir el tramo de escaleras tras su larga marcha corriendo, alzó los brazos en señal de victoria para luego alejarse corriendo por si decidían vengarse y lanzarle un cañonazo a traición.

El doctor se dio por vencido en cuanto vio la estrecha pasarela que tenía que cruzar y el estanque de agua que había debajo. Así que hizo una llamada a su madre para que comprase cien botes de crema suavizante para pieles sensibles.

—Esta plueba sel muy complicada— dijo.

 Ya se había hecho a la idea de que volvería a casa con el cuerpo al rojo vivo y lleno de llagas.

—Sí mami, cien, compla cien botes, y plepalame lollitos de plimavela pala valios días, polque voy a estal en cama sin podel movelme, y sopa de ancas de lana, que me gusta mucho...— en ese instante, una lucecita debió de encenderse en el privilegiado cerebro de Tekuro —...ancas de lana....¡una lana!— Parecía que nuestro médico estrella tenía un plan en mente.

—Hoy me tlansfolmalé en una lana, una lana que se agal-la a la loca y cuando detecta una amenaza salta con fuelza pala esquival el ataque— explicó.

Y así, el doctor se colocó a cuatro patas, con la panza arrastrando, y comenzó a moverse por la pasarela.

—¡CROACK! ¡CROACK!— exclamaba el galeno.

Cuando vio venir el primer pelotazo, se impulsó con fuerza con sus piernas para saltar y evitar el golpe. Aterrizando de nuevo en el mismo lugar.

—Lana que canta sus males espanta— dijo para darse ánimos tras superar el primer pelotazo.

Siguió arrastrándose, sintiendo el silbido de los pelotazos que pasaban cerca de él. Cuando ya quedaba poco por llegar a la meta su sexto sentido de batracio detectó una pelota que se acercaba a su cabeza a gran velocidad. Se avecinaba un segundo pelotazo, pero Tekuro ya tenía la suficiente confianza para, como había hecho antes, hacer un salto mortal con pirueta y ver como la bola pasaba de largo sin tocarle. Y así lo hizo. Una vez conseguido esquivar este segundo golpe, los esbirros de Takeshi no pudieron hacer nada para derribarlo. Había cruzado el estanque de lado a lado, superando la prueba que tanto le angustiaba.

—¿Y ahola qué hago yo con cien botes de clemita?— se preguntó.

Ahora que por fin se había librado del chino vitaminado, que pocos brotes de soja comía ese, se encontró con un mayor problema si cabe, un puente estrecho, muy transitado y por si fuera poco ¡caían cocos desde el suelo nada menos!
-Estos chinos están locos... -Por suerte él no confiaba en la gravedad y aquel pensamiento inverso no le costo asimilarlo, después de todo, a lo lejos podía ver un castillo; demasiado colorido para su gusto, pero que sabrá él de gustos, vestía completamente de rojo, hasta lazos carmesí tenia en su maltrecha barba, que con suerte podría pedir ayuda para volver a su lugar de origen, ya que los amarillos encontrados hasta el momento solo le mareaban de un lado a otro.

Después de restregarse los ojos, por que le pareció a ver visto un lindo gatito, disfrazado de conejo fingiendo ser persona pasar por delante de él, dio el primer paso hacia el puente y le cayo un coco dorado en las manos. -Pelo que... Bueno, supongo que podle ablil luego. -Dijo en prefecto oriental, a pesar de que no parecía haber nadie a su alrededor, menos un calvo con bata, algún cosmoplayero de esos.

El puente parecía moverse mas de lo necesario, al parecer alguien no había apuntalado correctamente aquella estructura y como ya había visto horas antes, el tema de las infraestructuras de aquel recóndito lugar oriental no eran las mejores de todas, resignado bufo y prefirió apresurarse a llegar al otro lado, por si algún coco intentaba rebatir a Newton y lanzarse a la aventura.

Y no tardo mucho en llegar el primero, por suerte el gorro que cargaba a la derecha le ayudo para hacer un pequeño meneo con la cintura y esquivar tamaño fruto de plástico. -Mae mia... -Lo que le llevo a levantar una pierna y alzar el coco por encima de su cabeza para mantener el equilibrio en aquel puente de fabricación casera. Cual sumo en presentación bajo la pierna y evito la caída, estaba cerca podía lograrlo y lo intento, pero un segundo coco anarquico decidió viajar hasta donde estaba él, por lo que el pobre Straut tomo la decisión mas lógica y sesuda del momento: agachar el culo, flexionar las piernas y saltar cual Konehito Saltalín. Lewis viajo por el aire sin control y de la misma manera llego al otro lado. Rodo por una ligera pendiente y se levanto como un resorte con aquel dorado entre las manos. Lo había logrado, estaba a salvo al otro lado y con desayuno al fin. Aunque ahora necesitaba un machete o algo para abrir semejante manjar.

-¿Alguien tiene un machete? -Pregunto en perfecto amarillo, aunque en esta ocasión con un marcado acento occidental