Partida Rol por web

Repesca 7
(Y última)

- ¡Hola de nuevo, queridos espectadores! ¡Soy yo, Pepe Livingstone! - dice Pepe a la cámara, y después se gira hacia el único concursante que le acompaña: Ping Gao. - ¡Y éste es mi coleguita, nos hemos hecho super amigos! ¿A que sí? - pregunta a Ping Gao, pero ni siquiera le acerca el micro y sigue hablando él solo. - ¡Ésta es la última vez que hacemos la repesca! ¡Estoy muy contento porque por fin podré dormir un poquito, que ya se ha hecho de noche! ¡Pero para eso antes tienes que hacer la prueba, así que venga, venga!

Pepe Livingstone se sitúa detrás de su atril con caja y agujero, haciéndole gestos a Ping Gao para que se acerque...

Después del susto que se había dado cuando Animal le pilló a él por sorpresa y le catapultó a la piscina, Ping Gao llega a la última repesca, empapado pero igualmente sonriente. ¿Por qué? Porque sabe que se ha saltado la prueba de los Cañones de Nakasone, así que no corre peligro de que le den de pelotazos en las gafas o en la entrepierna, como en las clases de educación física. 

- ¡Sí, nos...! - lo que sí pasa es que le ignoran como de costumbre y su voz se pierde a lo lejos del micrófono cuando Pepe sigue hablando. En cualquier caso, el chico mete mano en las bolas y saca - ¡El dos! Este era el cajón ese, ¿no...? - pregunta, listo para sacar otra bola por si hace falta.

- ¡Efectiviwonder, el Cajón de barro! Madre mía, hasta yo me doy cuenta de que no estoy a la moda. ¡Pero qué más da! - dice Pepe Livingstone a la cámara, al mismo tiempo que le hace señales a Ping Gao para que se acerque al cajón de arena lleno de barro que todos ya conocen. - ¡Pues nada, te toca buscar una pepita dorada, que no de oro, en medio de todo este barro! ¡Tienes tres minutos! ¡Venga, que ya empieza!

Y así, mientras Pepe Livingstone empuja a Ping Gao al Cajón, el silbato que da comienzo a la prueba suena.

- ¡Voy, voy, pero no me empujes, que el barro está muy...! 

Antes de poder terminar la frase, Ping Gao se cae de bruces al barro. El primer minuto lo gasta intentando levantarse y despegarse de él como puede, saltando de forma que parece un pez fuera del agua. También es que respirar en el barro es un poco complicado. El segundo minuto se queda sentado, intentando limpiarse las gafas con la parte buena de la camiseta, la que no se haya manchado. Tarda lo suyo, pero finalmente lo consigue. A pocos segundos de terminar los tres minutos es cuando el chaval recupera la vista y ve brillando algo ligeramente en el hueco que ha desplazado el barro con su caída. 

- ¡Eh, eh, eh! ¡La tengo, la tengo! - sale torpemente, con la pepita no de oro en su mano - ¿Me puedo duchar ya?