Partida Rol por web

Donde los Valientes Temen Aventurarse

27. Kayle.

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21/03/2014, 11:56
Fasber

Te despediste de Irulán y de tus compañeros, y te dirigiste a la tiendecita de Fasber y de Glimgmar. Cuando pasaste al interior, la gnoma levantó la vista de un brazalete que estaba engastando. Llevaba puesto un optivisor, que le hacía enorme uno de los ojos. Durante un absurdo momento, pensaste en la posibilidad de que Fasber se quitara el optivisor y su ojo siguiera del mismo y desmesurado tamaño.

Ajena a tus pensamientos, la gnoma observó lo herida que estabas, llena de quemaduras graves, mirándote con expresión analítica durante unos largos momentos. Cuando llegó a una conclusión aventuró:

—¿Te has caído y has explotado?

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21/03/2014, 16:25
Kayle

De hecho, sí—suspiró Kayle—. Dos veces.

Normalmente habría añadido alguna chorrada pero tenía el humor demasiado gris como para hacer comentarios jocosos. De hecho, aquel intento por quitarle hierro al asunto le había costado una barbaridad.

Debería haber extendido la garantía para la gabardina... —murmuró a modo de pensamiento en voz alta mientras se miraba a si misma. Lo cierto es que tenía el aspecto de haberse caído rodando por una montaña, atravesando un incendio en el proceso. Dos segundos después miró a ambos lados buscando algo pero como no pareció encontrarlo, miró a la gnoma—. Cuando veas a Glimgmar puedes decirle que hemos solucionado el tema de los esclavistas, seguro que se alegra.

Se llevó entonces  las manos al cuello para abrir el cierre de la cadenita de plata que siempre llevaba consigo y de la cual pendía su fragmento de amuleto. El oto fragmento lo aferraba aún en una mano que no había abierto desde que había salido del casino.

Fasber tengo... necesito que me hagas un favor—dijo—. Es decir, bueno, no pretendo que me salga gratis pero...

Carraspeó y se mordió el labio inferior como quien se da cuenta de que parece idiota. La situación la tenía tan descentrada que ya no sabía ni lo que decía así que se forzó a concentrarse en el presente y se acercó al mostrador dejando una pieza junto a la otra.

Son dos partes de un amuleto mágico. No está roto, sólo dividido, pero es que simplemente no sé cómo se reforja un artefacto mágico—explicó yendo al grano. Luego tragó saliva—. Es muy importante para mí, ¿crees que podrías... volver a unirlo?

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21/03/2014, 20:02
Fasber

—No lo cubre —dijo Fasber—. La garantía, digo. Nadie en su sano juicio aseguraría una prenda contra los rigores de la vida de los aventureros.

Se quitó el optivisor y examinó los fragmentos del amuleto.

—Se lo diré, ¡claro que se lo diré! Tal vez así deje de calentarme la cabeza con el tema. Es más pesado que una tarasca en brazos —resopló la gnoma.

Fasber dejó el amuleto a un lado, se caló el optivisor y volvió a prestarle atención al amuleto.

—Lo tendré listo mañana —respondió, como si diera por sentado que lo lograría—. Descontaré mis honorarios de tu cuenta.

Alzó la cabeza, examinándote de nuevo con su ojo gigante.

—¿Aún sigues ahí?

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22/03/2014, 13:54
Kayle

Por un desconcertante segundo Kayle tuvo la sensación de que la estuviesen echando porque molestaba y aquello la hizo sentirse realmente mal. Luego pensó que aquel pensamiento era una estupidez sin sentido y que defintivamente lo que necesitaba era descansar la cabeza.

Sí. D-Digo, muchas gracias, Fasber—respondió torpemente—. Creo que ya que estoy aquí le echaré un ojo a la estantería de pergaminos...

Sin esperar verdadera respuesta, hizo lo propio más que nada por dejar a la gnoma tranquila con lo que estaba haciendo y para poder aclararse ella misma con lo que verdaderamente quería. De hecho, una vez llegó a la parte de la tienda cuyas estanterías estaban repletas de tubos de pergaminos, se los quedó mirando sin verlos durante un instante.

Normalmente la sola visión de aquellas pequeñas maravillas cilíndricas y grabadas con runas servían para llenarle los ojos de estrellitas pero en aquel momento reclamaban más su atención los calambrazos de dolor que sentía por todo el cuerpo como para ponerse a escoger algo tan minucioso. Por suerte, aquella misma mañana, cuando aún estaba fresca como una rosa, ya había pensado en darse un paseo por la tienda y ya había pensado qué quería en concreto. Lo recordaba.

Se agachó para echar mano de una de las chucherías que había en la leja bajo los pergaminos: Bastones Rúnicos. Al hacerlo, un agudo pinchazo de dolor le perforó el costado y la hizo soltar un quejido. Vale, en cuanto saliese de la tienda iba a ir directa a hacerle una visita al templo de Lathander.

Tan solo esperaba no desmayarse por el camino. Era lo que le faltaba ya.

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10/04/2014, 23:00
Señora del Alba Elthina

Decidiste, con buen criterio, salir de la tienda de Fasber para ir a buscar ayuda al templo de Lathánder. La gente volvía la cabeza a tu paso, extrañada de tu mal aspecto. Un par de hombres se ofrecieron a ayudarte, si lo necesitabas.

Elthina salió a tu encuentro en cuanto te vio aparecer de aquella guisa.

—¡Por el Señor del Alba! ¿Qué ha pasado, hija?

Mientras le explicabas la situación te hizo tenderte en una camilla, y trajo agua limpia, paños y vendas.

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11/04/2014, 12:37
Kayle

Kayle se apartó con suavidad a los dos nesmerinos, agradeciéndoles el gesto y tratando de restarle importancia ya que iba al templo. Reanqueaba al caminar y de vez en cuando se sostenía en una pared a tomar aliento pero lo último que quería en aquel instante era una avalancha de preguntas. Ya bastante asfixiada se sentía teniendo que caminar por las calles encajonadas entre casas en lugar de saltando libremente por los tejados.

Al ver a Elthina no pudo menos que suspirar de alivio y darle un sentido abrazo con la poca fuerza que pudo reunir. Quería tranquilizarla pero la verdad es que su aspecto no estaba siendo de ayuda de modo que se tumbó en la camilla cuando se lo dijo. En honor a la verdad, estaba tan hecha polvo que de lo único que tenía ganas era de cerrar los ojos y dormir hasta la mañana siguiente pero no podía hacerlo. Aún no.

La célula de esclavistas que secuestró a Shianni ya no volverá a hacer daño a nadie—contestó mientras miraba cómo la sacerdotisa volvía con todo aquello—. Se acabó.

«Se acabó... » gimió para sus adentros todavía costándole asimilar que por fin era libre de vivir sin tener que estar constantemente mirando a su espalda «Se ha terminado por fín»

Pero Elthina, yo... es decir, Dolgan... —tragó saliva. Las ganas de llorar de alegría por lo primero y de tristeza por lo que intentaba de decir se mezclaban formando un aparatoso nudo en su garganta que hizo que se le extrangulasen las palabras—. Dolgan ha muerto por intentar ayudarme.

Trataba de contenerse pero le estaban empezando a escocer los ojos así que se cubrió la cara con una mano.

—¡No pude salvarlo!