—Vámonos, Dregon, y dejemos a la señorita descansar. Una heroína como ella no va a esconder a una criminal como Morgan.
Su compañero le echó un gesto de reproche.
—Una heroína como ella sabrá que sólo estamos cumpliendo nuestro trabajo —arguyó—. Sólo llevará un momento, se lo prometo.
El Jinete señaló la puerta cerrada de tu habitación.
—¿Qué hay ahí? —preguntó.
-Mi habitación -dijo en voz alta, lo necesario para que Morgan supiera que podía haber peligro. Tabin esperaba que se hubiese escondido bien-. Un armario, un tocador y una cama; nada demasiado emocionante, pero al menos tiene ventana. Siendo sincera, está algo desordenada y me da algo de reparo que la vean las visitas, pero si no creéis mis palabras...
Motivo: persuasion
Tirada: 1d20
Dificultad: 12+
Resultado: 16(+12)=28 (Exito)
Los Jinetes intercambiaron una mirada.
—N... no. Supongo que no hace falta. No querríamos perturbar su intimidad más de lo necesario, mi señora —dijo al fin—. Esperamos no haberla molestado demasiado.
El Jinete de Nesmé hizo un saludo marcial y se dirigió a la salida.
—Recibimos un aviso de estos de tanto en cuanto. Tenemos órdenes de revisarlos todos, así que la gente se divierta a nuestra costa —se quejó el que había estado más locuaz—. Cualquier día le dicen a los niños ¡que viene Morgan! en lugar del Coco. Puff.
Se llevó una mano al pecho a modo de saludo.
—Si necesita algo, no dude en avisarnos. La ciudad está en deuda con vos.
Tabin los despidió con la mejor de las sonrisas.
-Si oigo o veo algo raro les pondré al corriente -dijo antes de cerrar la puerta. Se apoyó en ella y soltó y largo suspiro. ¿Es que Ulfe no se ha dado cuenta de que me puede meter en problemas? Se aseguró de que las cortinas estaban corridas y que mantenía su intimidad antes de decirle a Morgan que saliera.
Morgan salió de su escondrijo y se alisó el traje de caballero que se había comprado en Aguas Profundas.
—Así que ahora sirvo para asustar a los niños. No está mal —dijo—. ¿Sabes? Mientes muy bien. Has tenido una buena maestra.
Se plantó el sombrero.
—¿Tienes pensado qué vas a hacer a continuación?
-Trabajar contigo para desenmascarar a Jezzen. Habíamos quedado en eso, ¿no? -Tabin volvió a acercarse a la elfa y le posó las manos en los hombros-. Pero no tienes por qué irte tan pronto. Quiero estar contigo. ¿Por qué no me cuentas algo más sobre los elfos? Me gusta escucharte.
—Pues porque no quiero que un bárbaro descerebrado y babeante me entierre un hacha en las tripas y esparza mis vísceras por todo Faerûn —dijo con toda la tranquilidad del mundo, como quien habla de cómo la lluvia afectará a la próxima cosecha—. Quizá en otra ocasión.
Morgan se empinó para robarte un beso. La presencia de la elfa era tan apabullante que olvidabas que era más bajita que tú.
—Cuando la Primera Vocal os mande llamar y os mande detrás de Jezzen (cosa que hará), proponle que trabaje con vosotros. Teniendo en cuenta cómo se hizo con el poder, seguro que es una persona pragmática. Dile que mi precio es este.
Morgan extrajo un sobre del interior del chaleco, como si hubiera conocido de ante mano cómo se iba a desarrollar toda la conversación. El sobre no estaba lacrado.
-No digas eso -se quejó la semielfa-. No va a pasar.
Tabin la miró con seriedad y metió los dedos en el sobre para ver lo que había en el interior.
—Que descaro. Yo pensaba que al menos tendrías la decencia de esperar a que me fuera para cotillear el contenido de la carta —dijo, mientras se dirigía a la salida.
Pudiste ojear su contenido por encima. Morgan no pedía gran cosa: tan solo el perdón por sus crímenes pasados en Nesmé.... y cualquier implicación que pudieras tener en ellos.
Tabin sonrió. Sólo lo había hecho para provocarla y le gustó su respuesta. Sin embargo, al leer el contenido se quedó sin aire. Nuevamente había esperado codicia, pero...
-Morgan -musitó. Llegó hasta ella en dos zancadas y la abrazó con fuerza. Cuando la soltó le acarició la mejilla-. Por favor, ten cuidado.