-Si el templo está excavado en la montaña, no creo que podamos prenderle fuego. Y no disponemos de magia para entrar por sorpresa.
-Si a ninguno os gusta mi plan, reconoceré que es poco práctico y propongo que los que seamos algo sigilosos nos acerquemos a explorar la zona, veamos las posibles entradas y cómo están de guardadas y obremos en consecuencia.
—Si no confías en mi, ¿por qué dejas que os guíe allí? —preguntó Payne con genuina curiosidad—. Hay una veintena de sacerdotisas, una docena de guerreros armados hasta los dientes, trampas, guardianes, un par de sumas sacerdotisas y hasta un dragón blanco. Si no tenéis magia para entrar por sorpresa o para espiar sin ser vistos creo que dependéis bastante de mi. ¿No crees, niñita descerebrada?
Payne no dejó a Tabin contestar y se dirigió al enano.
—Creo que podría convencer a las Señoras del Látigo de que las traigo como rehenes. Es problema de tu plan es... Mirmulmar, el dragón blanco que he mencionado antes. Lo tienen encadenado, custodiando el único acceso al complejo de celdas. Está amaestrado para que relacione el dolor con el sonido de un silbato que tienen las Señoras del Látigo. Puedo meterlas dentro, pero salir es mucho más complicado: sin ese silbato, el dragón las despedazaría.
Después contestó a la sugerencia de Ánder.
—Intentar entrar con sigilo es otra opción. El mejor momento de atacar sería al rayar el alba. Es cuando toda la congregación está inmersa en los rezos y sólo los mercenarios vigilan el acceso al complejo. Pero lo más importante: es cuando las Señoras del Látigo son más vulnerables. Toman una droga, la Agonía Sagrada, que las hace más sensibles al dolor. Miz'ri la Negra debería estar fuera de combate. Roazranne... es otro cantar, esa vieja bruja tiene tolerancia a la Agonía, pero su poder estará mermado.
Kayle sintió un escalofrío por la sola mención... no del dragón, no, ni del número de efectivos del que disponía aquél culto, tampoco, ni si quiera por el alto riesgo de acabar siendo la cena del monstruoso reptil a menos que hicieran algo con respecto al silbato. No. Nada de eso.
Lo que le puso la piel de gallina era le mero hecho de hacerse si quiera pasar por... prisionera de alguien.
—A mi me parece algo más prometedora la idea de tratar de entrar con sigilo; cuanto más ventaja tengamos, mejor—se apresuró a sugerir tragándose la incómoda bola de hielo que se le había formado en la garganta—. Además, si logramos hacernos con el silbato solucionaríamos el problema del dragón blanco.
No tenía ni idea de qué había hecho Payne para que la "castigaran" de aquella forma pero no quería arriesgarse a que fueran lo suficientemente paranoicas como para sospechar de su "buena voluntad" en traer rehenes.
—Ah, y no sé hasta qué punto podría colar pero podría disfrazarme mágicamente en algún momento. Quizá como distracción sirva durante un rato. Lo digo por si queréis tenerlo en cuenta...
Miró al resto para ver qué opinaban.
—¡Seldarine! —gimoteó Nanthleene, enterrando la cara en las manos—. ¡Es imposible! ¡Nunca encontraremos a mi hija!
Payne miró a la elfa dorada con desdén.
—Bien poco te enseñó la vida si no te enseñó a soportar el dolor.
Nanthleene levantó la cabeza.
—¿Cómo te atreves? ¡Es mi hija la que está ahí dentro siendo torturada! ¡Ella lo es todo para mi!
—El dolor tiene un valor educativo muy importante: nos hace mejores, más fuertes, nos vuelve hacia nosotros mismos y nos enseña que la vida no es un juego, sino un deber. Somos como un bloque de piedra, los golpes de cincel que son tan dolorosos también nos hacen más perfectos, nos convierten en una obra maestra —la loviatarita hizo una pausa—. Hay pocas cosas más poderosas en este mundo que el dolor de una madre que ha perdido a su hija. Utiliza ese dolor para hacer lo que debes hacer y no habrá nada ni nadie capaz de impedírtelo.
Kayle primero creyó que se iba a armar gorda, al siguiente segundo creyó que se había vuelto loca. ¿Cómo era posible que estuviera tan peligrosamente de acuerdo con lo que había dicho Payne? Bueno, no de una forma tan... literal, pero sí con lo que era la esencia de algunas cosas que había mencionado.
Vivir para ver.
—Eso es cierto—intervino. Luego añadió tratando de compatibilizar las afirmaciones de Payne con las de la elfa—. Piénsalo, aunque resulte desalentador ni por un momento te planteas el dar media vuelta y dejarla ahí, ¿verdad que no?
Lo cierto es que tenía la hipótesis de que lo único que pasaba es que aquella elfa era una tremendista de cuidado. Pero verlo todo negro no era sinónimo de tirar la toalla. Nanthleene era una quejica, sí, pero la menos podía decir que su preocupación era genuina.
—No te dejes abatir, lucha por ella. La sacaremos, ya lo verás.
Céfiro miraba a la genasí en silencio desde su hombro aunque por razones obvias era imposible descifrar la intención. Kayle observó a los demás.
—¿Os parece bien entonces aprovechar el amanecer?—preguntó—. Si es así sólo tendríamos que pensar en una forma de pasar sin alertar a los mercenarios hasta que demos con esas Señoras del Látigo.
Ander no pudo aguantar más.
-Estás muy confundida Payne. El dolor es una consecuencia y nada más, una consecuencia horrible y constante en la vida. Pero no te hace más fuerte. Te da señales en todo caso.
Ander se irguió, ya estaba harto. -Lo que realmente es poderoso son las emociones positivas, como el amor-hizo una inclinación de cabeza hacia Tabin.- y la más importante de todas es el deber, Nanthleene siente el deber de recuperar a su hija por el amor que siente hacia ella, el amor impulsa el deber de salvarla del horrible dolor que seguro querrán infligir las chifladas de tus hermanas o antiguas hermanas en su errónea y estúpida concepción de la vida. En su adoración a un engendro de los planos inferiores llamado Loviatar.
-Ese mismo amor y deber sienten los dioses de los elfos, los Seldarine, hacia todas sus criaturas, seres luminosos, como Nanthleene, y como su hija, y como lo seguirá siendo, porque la rescataremos de ese pozo inmundo.
-Así que ¡cállate! y no envenenes nuestras mentes con tus prédicas. ¡Porque nadie aquí quiere oirlas! Hemos hecho un trato para exterminar a unos seres de oscuridad. Y rescatar a unos seres luminosos. Nosotros lo cumpliremos. Yo hasta ahora no te he sermoneado pero no podía más. No me hagas volver a hacerlo.
Payne parecía divertida más que contrariada.
—Ah... el amor, la compasión, las emociones positivas y las buenas intenciones... ¡qué bonito! Dime, ¿no conoces el refrán de que "el camino a las puertas de los Nueve Infiernos está pavimentado con las buenas intenciones"? El amor y la amabilidad es más dañino de lo que crees. Por ejemplo, en principio parece una buena cosa dar un caramelo a un niño, un acto de amor si lo quieres, porque les encantan. Pero el conocimiento, la sabiduría y la previsión nos dicen que si prolongamos esa "amabilidad" a expensas de otros alimentos, el niño se pondrá enfermo.
Hizo un gesto indolente con la mano como si hubiera dicho una obviedad.
—Pongamos ahora que tu madre se hace daño en una pierna y tú le llevas comida durante la convalecencia, pero después de un tiempo ya no quiere levantarse, porque al hacerlo le duele. Así pues, tú continúas siendo compasivo y le proporcionas alimentos. Con el tiempo, las piernas se le agarrotan y siente cada vez más dolor cuando trata de levantarse, por lo que tú te muestras amable y le sigues llevando comida. Al final se convierte en una inválida y es incapaz de caminar, y todo por culpa de tu amor y tu amabilidad. Tenías buenas intenciones, pero no le has hecho ningún bien.
Hizo una pausa.
—Sé que son ejemplos muy obvios, pero quizá así te entren en la cabeza. Las buenas intenciones y la amabilidad pueden alentar a los holgazanes y convertir a mentes sanas en indolentes. Cuanta más ayuda les das, más ayuda necesitan. Mientras tu amabilidad tenga una duración indefinida, nunca aprenderán a ser disciplinados, a tener dignidad, ni a confiar en sí mismos —echó una elocuente mirada a la llorosa elfa dorada antes de añadir:—. Tu amabilidad empobrece su humanidad.
—Desde luego. El amor a veces nos vuelve ciegos e idiotas —gruñó Ulfe por lo bajo, como si continuara una conversación que hubiera dejado a medias.
-¿Por qué no cierras la boca, zorra? -espetó Tabin de mal humor-. Eso que dices no es más que los delirios de una loca tras serle aplicada tortura. Tu madre no se hizo daño en una pierna: tú le pusiste el hierro al rojo en ella y después la obligaste a caminar treinta kilómetros. Todo eso que sueltas por esa boca no es más que basura. He visto letrinas con más valor moral que lo que tú puedas decirnos.
Vosotros créeis que la mejor cura para la enfermedad es latigar al enfermo hasta que vuelva a andar. Ese niño no recibirá caramelos, sino un dulce envenenado. ¿Y para qué, dime? ¿Para endurecer a las personas? No hay mejor combustible para un corazón que el amor y la buena voluntad, y si crees que hace a la gente perezosa es que no has amado a alguien en tu vida. Incluso cuando el amor se termina o pierdes a la persona amada, incluso cuando el amor se convierte en dolor y pena, el hecho de haberlo sentido es lo que eleva el alma, no el sufrimiento posterior. Y ni siquiera cuando estás solo lo estás de verdad. El amor por las personas que amas sigue dentro de ti, impulsándote a volver a casa o a proteger a los tuyos. ¿Qué tienes tú? ¿Unas cuantas cicatrices, quemaduras, quizá una mano mutilada? ¿Eso es lo que tus hermanas pueden darte? ¿Eso es lo que Loviatar te ofrece? Pues que os den a la Doncella del dolor, a ti y a tus putas prédicas.
El comentario de Ulfe se le clavó a Tabin como una daga al rojo. Se giró para mirarlo, enfadada.
-Prefiero estar ciega.
Tras esto supo que no tardaría en recibir otro cubo de mierda de parte de Payne, así que no le dio la oportunidad. Cogió sus cosas y se alejó de allí tratando de controlar su ira. Pero su enfado se había trocado rápidamente en tristeza con el comentario del bárbaro. Tabin se fue de allí llorando e intentando que nadie se diera cuenta. ¡Ah, maldita, maldita Payne!
—¡BASTA YA!
A Kayle se le agotó la paciencia, no podía creerse lo que estaba viendo. Tuvo que dar prácticamente un rugido para conseguir la atención de los presentes y como efecto teatral (e involuntario) la suave brisa que la rodeaba se intensificó ululando durante un instante como cuando una racha de viento silba al pasar por el resquicio de una ventana.
—¡Callaos de una maldita vez, por Mystra! ¡Esto no nos lleva a ninguna parte!—gruñó con exasperación—. Podemos tirarnos la mañana entera discutiendo sobre ideología y llamándonos de todo o podemos hacer algo útil y trazar un plan para sacar a esas niñas de ahí. ¡Yo por lo menos he venido a por lo segundo!
Soltó entonces un hondo suspiro de desahogo como quien piensa "ya está, ya me he quedado a gusto".
—Me da igual que sea Loviatarita, Sunita, Tyrrana o la panadera de la esquina, sin Payne no podemos entrar, y si no entramos no las podemos sacar. Eso es así nos guste o no y no podemos hacer nada para cambiarlo, de modo que por favor, por favor os lo pido, ¿podemos dejar las puñaladas verbales para después y centrarnos en lo que realmente importa?
No sabía muy bien con quién estaba más molesta; si con Ánder por haber metido el dedo en la yaga justo cuando trataba de que no se desatase otra lluvia de puyas, con Payne que en cuanto le daban la oportunidad soltaba una daga sin pelos en la lengua o con Tabin que le seguía el juego. Aunque ahora su enfado inicial se había transformado en frustración.
Cualquier enano comprrenderría que había parte de razón en las palabras de Payne, perro Glimgmar no erra cualquier enano. No estaba en el dolor la respuesta, estaba en lo que lo producía, erra posible que aquellas "Loviarritas" simplemente se hubiesen confundido en sus cabilaciones...
Los brrujos suelen equivocarrse después de todo...
Meditaba Glimgmar en silencio.
Su rostro era más expresivo que nunca, un semblante de incredulidad y embelesamiento. Se le habían separado los labios uno de otro, dejando su boca disimuladamente abierta entre la barba, los ojos abiertos y unos párpados que descendían para darle más énfasis a la expresión de desconfianza y falta de entendimiento.
Mirró de lado, de soslayo, marcado porque sus ojos casi quedaron en blanco mientras sus pupilas dirigían su mirada al rostro de Kayle. ¡No le gustó en absoluto que el viento se arremolinase! y comprobó los alrededores como si hubiese escuchado un aullido de alguno de esos colmillos largos a sabiendas de que era algo peor...no erra tan sencillo dar explicación a aquellos fenómenos, pero la fuente parrecía clara, causa y efecto, Kayle se había enfadado, erra una chica mucho más jovial...¿Qué le había llevado a eso?
Brrr...parrece que amenaza tormenta...
- Estamos aquí - dijo con soberanía el enano respondiendo o secundando a Kayle - parra rescatar a las muchachas.
Deberríamos intentar no ser egoístas con nuestrros prrejuicios y trratar de centrarnos en lo que es importante parra todos nosotros.
Mirró a Nanthleene con humildad, incluso se quitó el yelmo descubriendo su cabello rojizo y enredado, limpio parra ser de un enano, perro serríamente descuidado. La barba, sin embargo, había tenido muchos más cuidados durrante la noche. Los fuertes dedos de Glimgmar, anchos, sostenían el yelmo, mientras la siniestra aferraba el borde del escudo clavado en la tierra. Erra un ser pequeño en comparración a los que allí se reunían, pero su peso y su voluntad le mantenían firme en el suelo, como una roca más en el camino, o mejor, ¡como una montaña!
- Es evidente incluso parra mi - espetó creyendo que todos pensarrían de él que estaba dispuesto a cargar el primerro, pues así erran los buenos enanos - que si querremos que nuestrro cometido sea realizado con éxito debemos aprovechar todo lo que se nos prresente ante nuestrros ojos.
Hay muchas crriaturras que guardan morrada bajo tierra, perro sólo los enanos, entre todos, han sabido aprovechar las condiciones de su hogar. No sirve de nada luchar contrra el río de lava, ¡perro podemos conducirlo! - Apretó el puño sobre el escudo y les sonrió con ánimo.
- Si no os gusta nuestrro plan, o no os crreis capaces de dejar a un lado vuestrra forma de creer, quizás no esteis aquí por el bienestar de las muchachas.
No erra un ataque, más bien querría motivarles a que aceptasen que estaban allí por eso y lo demás importaba bien poco.
- ¡No somos unos débiluchos aunque nos impulse la compasión! - se dirigió con fuerza al grupo salvo quizás a Payne...
por otro lado, Glimgmar sabía que los hombres erran blandos porque se les trrataba con delicadeza, los enanos, en cambio, erran como rocas, porque se les trataba como a tales. No podían cambiar la naturraleza de aquellos que habían nacido así, no tenían potestad parra decirle a alguien que creyese o no en un Dios o que lo adorrase, perro si podían rescatar a las muchachas. ¡Por morradin que podrían!
Volvió a colocarse el yelmo mientras sonreía con confianza, y asintió disimuladamente a Kayle, no le hacía mucha gracia coincidir con la brruja del viento, perro almenos parrecía la más sensata, junto a Ulfe.
- Y sino, ¡partirré yo solo! Con esta brruja del bosque - se refirió a Payne - buscando una muerte segurra y una traición anunciada. ¡Perro luchando por las muchachas!
A Glimgmar le parecía más que evidente que su plan tenía fallos, perro si todos colaboraban, serría muy sencillo subsanarlos.
- Me parrece un buen trrato.
Reconoció Glimgmar ante la propuesta de Kayle sobre contarle una historia a cambio de una jarra de cerveza. Glimgmar no la obligaría a contarla entera a riesgo de que se le secase la garganta antes de beber, sino que ofreció primero la bebida enana y después esperró la recompensa por su hospitalidad.
Aún así miró con el ceño fruncido a Céfiro, quizás tratando de desentrañar como era posible que un ser así existiese y porqué debía respetar su vida. No erra un asesino, perro no le parrecía que Céfirro fuera un aliado del bien, más bien un producto de la maldad de los brrujos, de esos que vivían en bosques como aquel...o crreaciones de elfos. ¡O cosas parrecidas!
Mmm...tal vez sea de alguna clase de piedrra prreciosa...quizás se pueda utilizar parra una runa...
Pensó boservandole y su ceño se desfrunció, incluso sonrió pensando en atizarle con un cincel.
De todos modos, pronto Kyle volvió a disponer de su atención:
- No esperro nada, y menos cuentos de brrujos parra crios. - se sintió insultado, perro a su manera, nada peligroso - Una buena historria no se apoya en asuntos como esos.
Todo tiene una explicación parra el enano que sabe mirrar con atención.
Es decir, valorraba más una historria sobre una mujer atormentada por ser una brruja, que conjurraciones que no tendrían ningún lugar en un salón de una mina enana.
Asintió parra darle ánimos justo cuando le copó la jarra.