- Está bien. - era un tono de entendimiento. Dreren no tenía nada que reprocharle a Gabrielle, y respetaba su posición en aquel asunto. Intuía que tal vez, siguiese afectada por lo sucedido. Quien no lo estuviera bien podría ser un monstruo sin corazón...eso hacía que el propio Dreren se preguntase sobre el bien y el mal, sobre su sentido de la justicia. No había remordimiento en su rostro, aunque tampoco sería fácil vislumbrar nada bajo el sombrero de pico.
Si no se lo había quitado ya era porque aquello le hacía sentir francamente nostálgico, una sensación agridulce.
- Alguien cercano a mi vestía uno de estos.
declaró, no lo aparentaba pero le costaba hablar de aquello.
- Lo conservaré como si fuera suyo. De hecho, casi parece el suyo. - sonrió levemente pensando en la posibilidad remota de que así fuera - es un sombrero con personalidad.
Dreren le tendió un pastel a Gabrielle, había de crema y de chocolate. Había comprado suficientes para todos, incluso para el mabari.
- Lo mejor será que hable con Sion. - siguió su consejo, aunque quizás no al pie de la letra. También tenía intención de dedicar su tiempo a otros menesteres.
Dejaste a Gabrielle y te dispusiste a buscar a Sion. Apenas habías dado unos pasos cuando localizaste al pícaro que parecía estar teniendo dificultades para avanzar sin que el perro se comiese el par de cuencos de cena que llevaba (al menos a juzgar por cómo los levantaba por encima de la cabeza) mientras Kando brincaba alegremente a su alrededor. No parecía haberse percatado de tu presencia.
Si te acercas a él, descríbelo tú. Que a sus ojos el narrador no le ha dicho que se esté acercando Dreren :3
Kando emitió un gañido ladeando la cabeza, dos segundos después, rodó sobre el lomo en el suelo y finalmente se volvió a sentar sobre los cuartos traseros emitiendo un ladrido coloquial. Quizá ya podías bajar las manos, los cuencos de estofado estaban a salvo.
Quizá.
- ¿Tienes hambre Kando? - fue una forma clara de romper el hielo, de descubrir su presencia. Dreren no se mostraba muy diferente de como había sido hasta entonces salvo por su atuendo. Vestía las ropas de Nolan, las que le había prestado para reemplazar su desgarrada túnica. Más aún, portaba un sombrero de pico algo curvado, de viejos brujos o de olvidados magos. Las magas le sobraban y sacudía los brazos para tratar de colocarlas por detrás de la muñeca, sin lograrlo, incluso optando por llevarlo hasta el antebrazo la tela era tan holgada que se deslizaba por la piel y el lirio. También había lirio, en efecto, en el dorso de sus manos y en sus brazos. Parecía tatuado por todo el cuerpo sin excepción.
Llevaba un par de bolsitas. Tomo una galleta de una de ellas y tentó con lanzarsela a Kando para proporcionarle algo de descanso a Sion.
- He regresado de la capilla. - informó. - tengo tu parte de la recompensa. - podía ser frívolo, Dreren no se mostró demasiado aceptado por lo que podía significar haber aceptado ese dinero a cambio de recuperar al animal.
Estaba dispuesto a darsela, y también dispuesto a conversar.
- ¿Dónde aprendiste a cuidar de ti mismo así? - se refería a su capacidad de combatir, pero también a la de cocinar.
No esperaba una larga historia, no de Sion, pero estaría encantado de equivocarse.
Por todos los diablos que ese perro era malditamente inteligente. Probablemente más que muchos excamaradas de armas. Sentía cierta curiosidad por averiguar hasta donde llegaba la mente del animal, pero en ese momento no era algo que urgiera.
El pobre mago ya no tenía un aspecto tan lamentable, aunque la ropa del orlesiano le sobraba por todas partes. No sabía si ya conocía el combate de antes. Quizás el dolor y las cicatrices no fueran desconocidas para él, pero cada hombre tiene su pasado y el perfecto derecho de compartirlo o no.
- Dinero... me había olvidado por completo. -
Bajó los brazos con cuidado, por si sufría un asalto perruno en un momento inesperado cuando tuviera la guarda descuidada, pero de momento Kando se comportaba, esperaba poder llegar al menos con un plato de estofado intacto.
- He trabajado de muchas cosas en mi vida, intentando ganarme el pan y llevar dinero a casa de forma honesta. Cuando la Ruina decidió honrarnos con su grata presencia unirme al ejército me pareció una insensatez pero la mejor opción para ayudar.
Los que no podemos permitirnos lujos peleamos de formas poco convencionales, una puñalada trapera de un bellaco es tan letal como la mejor maniobra de esgrima del maestro más hábil. Lo bueno de los engendros es que puedes matarlos de cualquier manera, no sientes piedad, no sientes ningún tipo de remordimiento. -
No tenía intención de rememorar el valiente gesto del Teyrn ni como la mitad del ejercito fue abandonado para sufrir una carnicería que aun hoy le provoca escalofríos, los designios de un solo hombre pueden afectar vidas enteras y reinos con ellos.
- Desde el primer momento en que te vi, contemplé el producto de lo que trae la Ruina. - espetó, y no era una forma de criticar un mal necesario ante los acontecimientos, tampoco eran palabras de compasión por aquel hombre, sólo se trataba de una verdad revelada, cruda, muy real, nada que se asemejase a la comodidad de la torre. - Es evidente que no eres un sucedaneo de héroe.
Buscó con la mirada al templario que tenían la suerte de llevar con el grupo. - que representas algo que muchos de los que estamos aquí no conocemos.
Sería impertinente decir que comprendo lo que sientes, lo que eres.
expuso, sin recelo, Dreren era directo, trataba de ser claro, no tenía miedo de que sus palabras le sentasen mal, como un niño que dice la verdad no tiene miedo de ser castigado. Sólo deseaba dejar las cosas claras, sólo quería hacerse más sabio. No, tal vez Sion no tuviese muchas virtudes que enseñar, no fuese un héroe modelo al que seguir, pero contemplaba un matiz grisaceo de lo que era sobrevivir a la ruina, e incluso de la oscuridad y el dolor merece la pena estudiar la esencia, obtener experiencia y sabiduría. Puede que Sion no fuese sabio, pero eso no impedía que sus actos se guiasen por un instinto primordial, por una sabiduría o entelequia pura que no podía amarrar con sus manos.
- Pero me gustaría encontrar las razones. De todo.
Tu pasado. Pareces perdido, pero es evidente que nos proteges. - aquello era una pregunta sin una formulación formal, ¿por qué hacerlo?
- No soy juez de nadie. - se adelantó - pero algún día me gustaría saber que hay detrás del supuesto bellaco.
Magos... con sus frases complicadas, razonamientos místicos y ademanes aun más extraños. En ese momento no estaba Lynn para intentar traducir las palabras de Dreren, aunque por fortuna eran mucho más comprensibles que algunas frases de Gabrielle.
Al menos este parecía entender el por qué había hecho lo que había hecho, y también comprendía que no se sentía en absoluto orgulloso de haber matado a un inocente. Comprender lo que sentía, lo que era. No... en eso se equivocaba, podía sentir cierta empatía por él, pero no lograría nunca entenderlo. Simplemente no podía, has de tener sangre inocente en tus manos para comprender los pensamientos de un hombre atormentado por ella. Pero era de agradecer que no todos lo mirasen bajo el mismo rasero.
- Todos os podéis proteger perfectamente, pero algunas cargas no pueden ser llevadas por buenas gentes.
A mi espalda solo hay propósito, como lo hay tras la tuya, la de Gabrielle y su hermano, la de todos. Algunas personas lo tienen claro, otras no se dan cuentas y para la mayoría es sobrevivir al día a día. Pero es lo que nos mueve y nos da fuerzas. -
Estiró el plato que le correspondía a Lynn. Era el momento perfecto de pedir un favor inocente.
- ¿Puedes llevarle la comida a Lynn de mi parte? Este perrito es un adversario formidable y astuto.
Esto puede sonar descortés y rudo, probablemente lo sea, pero cada cicatriz de mi cuerpo me lo recuerda. He visto demasiada gente morir a mi alrededor, en su mayoría buena gente, demasiados asuntos que se han quedado pendientes, palabras que se perdieron esperando el momento preciso, que obviamente no llego.
Quizás deberías hablar francamente con ella joven mago, hasta un ciego se da cuenta de lo más evidente, pero quizás no haya más segundas oportunidades al ritmo que vamos. -