—¡Pues claro que no ardo!—protestó la entidad de la gema—. No soy una bola de lava gruñona como vosotros.
—¡No me refiero a eso!—rezongó Rhagos—. No eres como yo, pero deberías arder también. Y te mezclas con esa odiosa luz. Eres... ¡No sé qué rayos eres!
Allure frunció el ceño en un gesto medio confuso medio desconfiado, propio de alguien que no sabe si acaban insultarla o no.
—¡Y tú! ¡Si íbais a matar a ese desgraciado podías haberlo dicho antes!—protestó señalando a Ayla—. ¡Me habría ahorrado perseguirte por todo este maldito reino mortal!
—Oh, DISCULPA—bufó la apóstata haciendo un gesto exagerado con los brazos—. ¡Estaba un poco ocupada tratando de evitar que me matases!
El demonio se las apañó para volver a resoplar por su inexistente nariz.
—Si vais a librarme de ese repugnante humano os tiendo una maldita alfombra. Es más... —un sonido reverberante y ronco como el de un fuego siendo soplado a traves de un tubo sonó en el interior del pecho de la criatura. Debía ser una risa—. Esto va a ser genial...
Asestó un zarpazo al aire provocando uan explosión de lúcilos y literalmente pareció arrastrarse hacia ninguna parte. El término más parecido que se os vino a la cabeza fué que dió la sensación que que "se metiera en un agujero en el aire" y desapareció junto con el susodicho.
Tan sólo quedó detrás de sí un círculo de tierra negruzca y a la vez húmeda por la nieve derretida.
Tras unos instantes de silencio, la única que atinó a decir algo fué Lynn.
— Bueno, eso ha sido... diferente.
Gabrielle lanzó un suspiro de alivio antes de lanzar una mirada preocupada en dirección al guerrero de cabellos resplandecientes.
—¿Estás bien?
A buen entendedor, pocas palabras bastaban.
Tan pronto como había aparecido Rhagos desapareció y Alexei no había tenido la oportunidad de hacer nada al respecto. Furioso, el joven guerrero alzó su alfajón y golpeó con él el suelo.
—¡WHAAAAAARG!—gritó furioso— ¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA!
Cada exclamación era un golpe. Un guerrero nunca haría algo así, pues lo más posible era que su arma se mellara, pero en esos momentos Alexei estaba fuera de sí. En las semanas que habían estado viajando juntos ninguno lo había visto así. Pero era normal, con toda la verdad al descubierto, Rhagos era el asesino de sus padres.
Cuando se calmó, el joven guerrero guardo su arma sin comprobar su estado y miró a Gabrielle.
—Ahora perfectamente. Sigamos hacia Refugio, no tenemos tiempo que perder.