—Esta abuela aun puede tejerse un jersey con tus barbas, querido—Wynne bajó el brazo sin soltar la letanía de Adralla mientras mantenía su bastón de maga en el otro—. Y ha escalado toda esta montaña sólo para demostrarte que sus "mocosos" también.
—No tengo tiempo para desatinos seniles.
Adrath dió media vuelta y clavó una larga cuchilla plateada que guardaba bajo la otra manga en un hueco de la pared que había tras la urna, justo donde antes le habíais encontrado examinando los grabados. Sentisteis temblar la sala y visteis cómo el muro se abría a un lado entre retumbares y nubecillas de polvo. ¡Una sala oculta!
El Encantador Superior fué a entrar pero justo antes de eso se volvió, agarró la urna y la empujó... pero no por la escalinata, sino al vacío. Directamente por el desnivel que había entre el pedestal en el que se encontraba y el suelo de la sala. Luego se coló por la apertura en un revoloteo de ropajes rojos.
—¡¡NO!!
Wynne coreó el grito de horror de Lynn pero de las dos sólo la joven reaccionó tratando de correr hacia delante.
El tiempo pareció detenerse en ese momento, juraríais poder sentir los latidos de vuestro propio corazón en las sienes, como si os moviéseis en medio de un pozo de fango mientras el resto del mundo corriera a toda velocidad. Al instante quedó claro que era imposible que ninguno llegarais ni remotamente antes de que la gravedad hiciera su trabajo. Sin embargo... ocurrió algo más.
Un haz de llamas violetas y humo negro surgió de uno de los saquillos que pendían del cinturón de Lynn, cruzó la sala como si fuera un relámpago y se materializó en segundos junto al recipiente.
Allure agarró la urna apenas dos palmos antes de que se estrellase contra las baldosas y derrapó sentada por el suelo emitiendo un sonido chirriante con las botas. Cuando finalmente se detuvo el silencio cayó sobre la sala como una pesada losa. Nadie se atrevió a moverse durante casi diez segundos.
La primera en reaccionar fué Ayla que corrió escaleras arriba. Y la primera en atreverse a hablar con voz tan confusa como temblorosa fue Lynn.
—... ¿A-Allure?
La entidad de la gema emitió un gruñido lento y prolongado que nada tenía que envidiarle a los de Kando, aferró la urna contra si y levantó la vista con aquellos ojos brillando... ¿blancos? aquella vez.
Wynne miraba la escena con un gesto indescifrable en el rostro.
Gracias a sus muchas clases de debate en el Círculo, Gabrielle sabía que había ganado la discusión en el momento en que Adrath no pudo rebatir sus argumentos y, en vez de ello, la atacó personalmente.
Pero no pudo señalar este hecho antes de que Adrath descargara su magia de sangre sobre ellos. Se llevó las manos a las sienes y luchó contra ella hasta con el último ápice de su voluntad y, cuando la sensación se fue de pronto, lanzó un suspiro de alivio. ¿Era eso lo que se sentía cuando un mago se convertía en una abominación y perdía el control sobre sí mismo? Espeluznante.
La letanía de Adralla les había salvado, por supuesto. Se la había dado a Wynne. Gabby no estaba segura de que hubiera sido tan lista como decía su maestra, pero no pretendía hacerlo siempre ella sola y tenerlo todo en cuenta. Tenía a sus compañeros, y apoyarse en ellos no era una muestra de debilidad, sino de fortaleza de la unión.
La maga también había gritado cuando Adrath había tirado la Urna al suelo, pero no reaccionó tan rápido como Lynn. Y mucho menos rápido que Allure.
Suspiró de alivio por segunda vez. Cualquiera que hubiera dudado del papel de Allure en todo esto sabría en este momento el papel que el Hacedor había pensado para ella. No es que Gabrielle hubiera dudado en ningún momento.
—Por las lágrimas de Andraste, eso ha estado cerca. Gracias al Hacedor por enviarte a nosotros, Allure.
Alexei se llevó las manos a la cabeza sin entender por un momento qué estaba ocurriendo. Por suerte el dolor se desvaneció al aparecer Wynne con la Letanía de Andralla. ¿Qué rayos era lo que acababa de ocurrir?
Pero no hubo momento para esa respuesta, Adrath decidió marcharse y para ganar tiempo lanzó por los aires la urna de las cenizas sagradas. El rubio se desgañitó como los demás al ver "volar" al objeto. En su caso no era sólo por un motivo religioso, para él la urna también era la posibilidad de curar los ojos de Anne. Así que respiró aliviado cuando Allure la salvó.
—Menos mal—dijo jadeando—. Gracias Allure.
Después miró hacia el pasadizo secreto. No había tiempo que perder.
—No quiero ser aguafiestas pero tenemos que seguir a Adrath. Y por el Hacedor Ayla, la próxima vez no te quedes callada.
Entonces Alexei se dio cuenta de que la apóstata no estaba allí con ellos.
Lynn carraspeó con inquietud cuando escuchó chirriar la cerámica, Allure la estaba agarrando con demasiada fuerza.
—¿Serías tan amable de soltar la la urna?—tradujo Wynne a palabras. Su voz no era hostil pero tampoco sonreía.
La actitud de Allure cambió en cuanto la Encantadora Superior habló. Su expresión volvió a la normalidad aunque quedó patente que la presencia de Wynne la ponía nerviosa.
—No quería hacerlo—refunfuñó entre dientes como si aquello fuese una excusa defensiva—. No la quiero. No me gusta.
La soltó con un gruñido y de nuevo se hizo una bola de humo para regresar al interior del saquillo (o del granate en el interior del saquillo más bien)
—Ni yo ¿Quiza me podríais presentar a vuestra "amiga"?—dijo Wynne, cosa que hizo que la clériga rebullera en el sitio pese a que de nuevo el tono no era hostil. Aunque no había que ser un lince para deducir que no era el tono precisamente lo que la debía preocupar— ...luego. Ahora tenemos prisa.
Wynne recordará eso.
Vuestra prioridad principal consistía en alcanzar a Adrath así que tuvisteis que dejar lo de contemplar con devoción la reliquia más importante en la religión Andrastiana para más tarde. Al menos estaba de una pieza.
Ascendisteis por las escaleras y entrasteis en tromba por el angosto pasaje que a todas luces daba a una cámara oculta. Si el Encantador Superior la había abierto con aquella cuchilla y sólo con aquella cuchilla, estaba claro que no cualquiera podía entrar ahí
Sentisteis una pulsación de poder aun cuando casi ni habíais llegado, como un latido de luz blanco en el aire que no sonó. Y un creciente resplandor que conforme entrábais en la estancia se hacía más cegador; Adrath sostenía la cuchilla que ahora chisporroteaba flotando frente a la palma de la mano. Ayla estaba justo en el lado contrario, haciendo lo mismo con la cabeza del bastón pero usando las dos manos... y evidentemente haciendo como el triple de esfuerzo que él.
En el centro de ambas piezas, también descargando destellos por todas partes visteis el largo asta de madera blanca de un bastón, la cual parecía estar teniendo una especie de efecto atrayente con las otras dos piezas, como si el artefacto entero se quisiera volver a recomponer mientras que cada mago tiraba en una dirección para quedarse con el resultado.
—¡Eres la cosa más irritantemente obstianda que he conocido jamás!—escupió Adrath como quien observa a un gusano rebozándose en el lodo—. No sólo no tienes la decencia de morirte después de andar metiendo las narices donde no te llaman. ¿Sino que en serio pretendes disputarle el bastón a alguien que tiene más poder mágico que tú en un solo dedo?
La apóstata sudaba y era evidente que por más energía que quemaba lo único que lograba era mantener aquello parado en el sitio y que sólo era una cuestión de tiempo antes de que se agotase. Aún así, simplemente continuaba intentándolo.
Adrath os vió llegar en ese momento y se le dibujó una sonrisa de malévolo regocijo en la cara y dirigió la mano que tenía libre en vuestra dirección. No apuntó a las magas del grupo, sabía a quien apuntar: A Alexei. O a Lynn. Cualquiera de los dos era una fuente de motivos que parecía conocer.
—Has perdido—dijo—. En el momento en que se te ocurrió la estúpida idea de hacer amiguitos. ¡Te has vuelto debil!
Unas llamas danzaron en la palma de la mano del Encantador Superior.
—¡NO!
Y por desgracia la distracción funcionó: Ayla hizo ademán de estirar una mano para desviarle el brazo, o para para detenerlo en general.
Si bien tanto Gabrielle como Wynne podían proteger a los no-magos del grupo, simplemente su cuerpo había reaccionado antes que su cabeza.
En el último momento, por puro orgullo de poner a quien consideraba inferior en su lugar, Adrath desvió la mano hacia la apóstata y redireccionó una bola de fuego a quemarropa que la mandó volando varios metros más atrás y llenó la estancia de humo.
Lo siguiente pareció suceder a cámara lenta: Lynn gritó asustada, el chisporroteo de las tres piezas concluyó en un estallido de luz que os cegó momentaneamente y cuando pudisteis mirar, el Encantador Superior esgrimía en su mano el bastón de Andraste.
Glandivalis estaba completo.
—¡SE ACABÓ, AQUÍ Y AHORA!
El aire parecía estar tan cargado de energía que se os erizaba el cabello y os hormigueaba la piel. Pero cuando Adrath golpeó el suelo con la cuchilla, tuvisteis la sensación de que el mundo se resquebrajara a vuestro alrededor, o mejor dicho, que la realidad se resquebrajara a vuestro alrededor. Como si de alguna manera lunática os encontraseis dentro de una vitela y alguien la acabase de rasgar en pedazos tirando desde varias direcciones a la vez.
Alexei no era mago pero Gabrielle sintió como si una lanza invisible le atravesara la cabeza. Aunque ambos fusteis presa de la desconcertante sesación de que un chirrido estridente y mudo por igual resonase por todas partes.
Cerrasteis los ojos por el resplandor insoportable y todo desapareció.
Tirada oculta
Motivo: Toque
Tirada: 1d20
Dificultad: 12+
Resultado: 12(+5)=17 (Exito)
Tirada oculta
Motivo: Bola de fuego
Tirada: 7d6
Resultado: 21