Gabby arrugó la frente. Confiaba en la palabra de Wynne, pero Gabby siempre se preocupaba por los demás. Y era especialmente protectora con las personas que quería. Fue vagamente consciente de lo mucho que apreciaba a la anciana. Wynne se dejaba querer muy fácilmente, y Gabby supuso que compartiría este sentimiento con la Guarda.
—¡Ay, Hacedor! —dijo Gabby poniéndose colorada al ver la jarra hecha añicos en el suelo—. Tendría que haberme ofrecido yo antes de que me lo pidieras. Menudo desastre soy, ¡lo siento! En seguida vengo con una escoba. No toques los cristales vaya a ser que te cortes.
Azorada, salió corriendo a pedirle una escoba a alguna de las encargadas de la limpieza de la torre.
Una sincera carcajada de Wynne ante el apuro de su aprendiz te acompañó mientras salías a todo correr en busca de una escoba. La anciana se asomó por la puerta haciendo megáfono con una mano para recordarte que no olvidases un trapo con el que pudiérais secar el agua.
La risa de Wynne siempre parecía estar rebosante de vitalidad a despecho de su edad, siempre tenía aquel misterioso vigor interior que llenaba de calidez el corazón de quienes la rodeaban.
Aquella tarde fue muy provechosa para ti pues después de arreglar el pequeño asunto de la jarra, estuvísteis repasando la trilogía sobre el Velo Puro y los Espíritus del Velo. Eras una enamorada del tema pero resultaba sorprendente el cómo se las apañaba tu maestra para encontrar siempre algo que aún desconocías. Lo cual siempre era una grata sorpresa.
Gabrielle: 200 PX
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—Bueno, eso es todo por hoy—suspiró Wynne con una sonrisa mientras, sentada en su silla, cerraba un grueso volumen sobre los espíritus del Velo—. Eres un gusto, Gabrielle. Ojalá hubiera más aprendices que se tomasen tan en serio las clases como tú.
Cruzó entonces los brazos sobre la mesa y te miró.
—Tan en serio que de hecho estoy segura de que tu mente ha viajado al Velo durante las lecciones y por eso sabe tanto de él. Porque aquí desde luego sólo estaba tu cuerpo—añadió con voz afable que mostraba que no estaba molesta pero a la vez tampoco era un chiste—. Dime, ¿qué te pasa por la cabeza, pequeña?
Gabby se mordió un labio y encontró algo muy interesante que mirar en sus botas durante varios latidos de corazón.
—Es por Lynn —admitió, y el nombre se le atragantó en la garganta. Todas las emociones que había contenido delante de su amiga amenazaban ahora con desbocarse—. Estoy muy preocupada por ella.
Un lagrimón le cayó por la mejilla, tan rápido que parecía que pesara un kilo. Gabby se secó la lágrima con rapidez, como si quisiera que pasara desapercibida por pura velocidad.
—L-lo siento. Debería haber estado más centrada en las lecciones.
El gesto de Wynne se dulcificó por la compasión.
—No te estoy regañando, hija. Lo has hecho estupendamente—dijo—. Pero me preocupo por mi aprendiz y sé que algo te pasa. El mejor modo de librarse de algo doloroso es haciéndolo salir. Mientras lo retengas dentro de ti, te seguirá lastimando.
De nuevo tenías la misma sensación, la simple presencia de tu maestra, su voz, sus gestos, estaban impregnados de una seguridad y una serenidad contagiosas.
—Lynn es una joven encantadora, ¿qué ocurre con ella que tanto te preocupa?
Gabby se arrojó prácticamente en brazos de Wynne, buscando su presencia maternal y un hombro en el que llorar. Durante un momento no dijo nada, sólo sollozo entrecortada y desconsoladamente.
—Es por ese mago, Dreren. Es egocéntrico y manipulador, y por su culpa ahora ella está metida en un buen lío. Tengo miedo de lo que le pueda pasar a ella ahora.
Wynne te rodeó suavemente en un abrazo reconfortante y no dijo ni hizo nada más que acariciarte el cabello mientras dejaba que te desahogaras hasta que te encontraste con fuerzas para hablar.
—¿Dreren?—respondió haciendo una breve pausa para buscar en su registro mental una cara que asociar a ese nombre—. Ah... el muchacho de los tatuajes.
Negó resignadamente con la cabeza recordando la auténtica locura que le había parecido nada más enterarse de lo que el mago había hecho. Wynne se había mostrado tan sorprendida como consternada de que le hubiesen dado permiso para tal cosa cuando se lo contaste.
—¿Pero qué ha hecho para meter a Lynn en un lío, hija?—justo al terminar la frase, la luz del entendimiento se hizo en los ojos azules de la anciana—. El tatuado del lirio es una técnica secreta de la Capilla que ya no se utiliza más que en armas, armaduras y escudos debido a los riesgos de hacerlo en la piel de los propios templarios. Deduzco entonces que fue Lynn quien se ofreció a ello, ¿verdad? ¿Ha salido algo mal?
Se refería por supuesto a algún posible efecto secundario o indicios de intoxicación por lirio, ella no sabía la verdad que tu amiga te había contado.
—Sí, fue ella quien se los hizo. Asumió que Dreren tenía autorización del Círculo pero, obviamente no era así —relató—. Ahora, como penitencia, les han encargado a los dos que persigan a esa Ayla. La maga que robó la filacteria. ¿Pero y si se pone violenta con ellos? ¿No es una misión más adecuada para un nutrido grupo de templarios especialistas que para un mago y una hermana?
—¿Cómo?—Wynne arqueó las dos cejas en un genuino gesto de sorpresa. No parecía escandalizada pero sí que era evidente que eso no se lo había esperado—. Hacedor, ese muchacho está loco. No concibo cómo pudo hacer algo así sin pedir consentimiento.
Se llevó una mano a la frente y suspiró negando con resignación.
—Y Lynn es demasiado buena para su salud.
Tras escuchar tus inquietudes, la expresión de Wynne se tornó algo más suave pero sin perder la gravedad que conllevaba el asunto.
—Si algo he aprendido en todos mis años dentro del Círculo es que Irving nunca toma decisiones a la ligera. Cuando toma una, siempre tienen un motivo—dijo—. Lo extraño no es que haya mandado a Lynn y a Dreren a buscar a esa chica, lo extraño es que el castigo no haya sido peor. Porque debería haber sido mucho peor para él, creéeme.
Pareció pensar un instante sobre lo que acababa de decir, tal vez reflexionando ella misma sobre lo inusual de dicho "castigo" o intentando hilar lo que fuera que había visto el Primer Encantador en todo aquello. Tras varios segundos, esbozó una tenue sonrisa.
—La palabra "amigo" en sí, no es gran cosa si no se entiende su significado—dijo—. Dime una cosa, Gabrielle. Como amiga, ¿qué crees tú que es lo que puedes hacer por Lynn?
—¿Yo? —repitió Gabrielle, desconcertada—. He tratado de tranquilizarla y de decirle que todo irá bien. Pero no se me ocurre qué más puedo hacer aparte de eso.
—Sí, eso es "lo que se debe hacer", lo que cualquier buena persona haría—respondió—. ¿Pero es todo lo que tu corazón te pide que hagas? Yo te pregunto qué puedes hacer como amiga por ella.
Levantó un dedo con aire didáctico.
—"¿Cuál es el significado de esa palabra?" es tan solo la primera de las preguntas que debes hacerte para encontrar la respuesta—añadió—. Luego surgirán otras... ¿Estarás tranquila si Lynn se va y no vuelves a saber nada de ella por mucho?, ¿te sentirás bien con haber hecho sólo eso?, ¿qué crees que haría ella en tu lugar?, ¿qué te gustaría a ti que ella hiciera en tu lugar?
Siempre veías aquella luz interior en los ojos de tu maestra, era una luminosidad cálida que a saber por qué no veías en la mirada de nadie más pero que siempre estaba ahí. Fuera cual fuera la situación.
—La vida nos plantea muchas preguntas y no siempre sabemos las respuestas a la primera, a veces hay que buscarlas... y no siempre el camino es fácil—dijo—. En ocasiones nos pilla de improviso, otras no lo vemos o no queremos verlo. En lo que a mí respecta, casi pierdo a mi aprendiz una vez por culpa de hacer "lo que se debía" y no lo que como maestra debía hacer. Por suerte pude rectificar más tarde.
Sonrió con aire nostálgico.
—Si quieres un consejo de esta vieja, pequeña, vive una vida en la que no tengas nada de lo que arrepentirte—luego añadió para dar a entender que no era algo que tuviese que responder al instante—. Piénsalo, sea lo que sea.