Partida Rol por web

Rengar apretó la mandíbula al escuchar a Aidé, pero no dijo nada al respecto. Miró a la mujer con una mezcla de pena y rabia y pensó en lo que iba a decir antes de empezar a hablar. Era admirable cómo una prostituta sacrificaba todo por su hijo, incluso su libertad y su dignidad. Su madre no habría hecho lo mismo por él, aunque quizá sí por sus hermanastros. Joxer...

-Jarvis se topó con un bandido y estuvo a punto de... Pero no pasó nada. Después de salvarlo, él nos contó lo de la taberna. La verdad es que nos hemos encariñado con él. De hecho, quiero aprovechar para pedirle permiso para tomar a D... Jarvis como escudero. Con nosotros va a estar bien y yo me encargo de todo lo que haga falta. Así no va a tener que seguir usted en este antro para mantener a su hijo. Le prometo que voy a cuidar de él mejor que los dueños de la taberna.

—¡Sí, mamá! ¡Quiero convertirme en un caballero que vaya por ahí salvando princesas y matando dragones! ¡Zas, zas! —dijo Jarvis blandiendo una espada imaginaria.

—Para un poco cariño, los mayores estamos hablando —le dijo Thesarea antes de devolver la atención a ti—. Escucha, todo esto es muy repentino, no sé qué decir. Para empezar nunca había visto...

Dejó la frase en el aire.

—¿Un semiorco paladín? ¿Es eso lo que ibas a decir? —soltó Aidé, cruzándose de brazos en un gesto indignado—. Él no sólo le ha salvado la vida a tu hijo. También se va a ocupar de su manutención y le piensa proporcionar un futuro mejor del que tú le podrías proporcionar. Un brillante futuro del que cualquier madre podría estar orgullosa. Puede ser qué sólo sea medio hombre, pero esa mitad es más humana de lo que pueden decir muchos "hombres completos". ¿Y qué haces tú? ¿Tirarlo por la borda por el color de su piel?

Tesharea enrojeció hasta la orejas.

—Basta, por favor, me estáis avergonzando. Lo... lo siento, Ser Rengar. No era mi intención —soltó todo el aire y parpadeó rápidamente, como si hacerlo pudiera contener las lágrimas que se empezaban a agolpar en los ojos—. Le he rezado al Dios Quebrado por mi hijo  todos los días, desde hace varios años. En cuanto os vi llegar supe que mis plegarias habían sido escuchadas, que era la mano de Ilmáter las que os había traído aquí. Me parece lo más... justo y... hermoso que mi hijo dedique su vida a extender su piedad.

Se sentó en el borde de la cama.

—Es sólo... que he vivido por mi hijo todo este tiempo. Ahora me siento vacía.

Rengar le dirigió una mirada severa a Aidé y le puso una manaza en el hombro.

-No pasa nada, Aidé. -Se volvió hacia Tesharea. A pesar del respeto, decidió pasar a tutearla después de que dijese que era devota de Ilmáter-. No me has molestado, tranquila. Sé que muchos desconfían de mí por mi raza, pero estoy acostumbrado. No lo has hecho con mala intención y eso es lo que importa.

La noción de sentirse vacía extrañó al semiorco. ¿Acaso se sentía llena trabajando en aquel lugar? Quizá, si se decía a sí misma que todo era por el niño, ocupaba su mente haciéndose creer que un fin digno daba dignidad a su trabajo y a su vida. Rengar se rascó la mandíbula ahora afeitada. Preguntar por un padre estaba fuera de lugar, ya que era evidente que no lo había. Pero seguro que Tesharea podría dedicar su vida a otras cuestiones.

-¿No tienes más familia, o amigos? ¿Qué sabes hacer? -Rengar esbozó una sonrisa-. Estoy seguro de que podremos encontrarte un oficio. Y, a partir de ahora, puedes empezar a vivir para ti y no sólo para Jarvis. Todo el mundo puede cambiar su destino.

—Yo... tuve familia y hogar en Cormyr. Pero lo perdí todo —dijo Teshaera—. Era una dama, el ojito derecho de mi padre y...

—Y no aprendiste a hacer la O con un canuto. Y sin el dinero de papá, de cabeza al burdel. ¿No?

—Eres cruel.

Aidé se encogió de hombros.

—Y tú eres una niñata que no para de autocompadecerse. ¡Respétate un poco más a ti misma!

-Aidé, ya vale -resopló Rengar-. ¿Has pensado que podrías trabajar para un templo? En Cormyr me entrenaron como paladin. O quizá aquí. O en Velarburgo. La Madre Segadora puede ayudarte, quizá. De tu hijo me ocupo yo porque va a ser mi escudero. No necesitas ganar tanto y tienes que cambiar de vida. Este lugar es horrible y te mereces algo mejor.

A Tesharea se le iluminó la cara.

—¡Es una idea excelente! Se me daba bien cuidar de las rosas, o eso decía mi jardinero. Quizá con vuestra recomendación me admitan en el templo y pueda ganarme la vida de forma honrada.

Sonrió, y su sonrisa se le contagió a los ojos tristes.

—No... no tengo palabras para agradecer lo que has hecho por mi hijo y por mi. Has aparecido y en un momento nos habéis cambiado la vida a los dos. Ojalá hubiera una manera de devolverte el favor.

-Pero probablemente te hagan trabajar duro, ¿eh? No será tan duro como esto, al menos no moralmente. Sólo quiero que estés preparada para sudar y que te duelan las manos. El dolor y el cansancio son buenos cuando sirven para ganarse la vida de manera honrada.

Rengar le devolvió la sonrisa. No quería aguarle la alegría a la pobre mujer, pero había algo de verdad en lo dicho por Aidé. Sin embargo, Tesharea ya se había sacrificado demasiado y había sufrido suficiente. Quería de corazón que la mujer enmendase su vida y fuese feliz, y que se alejara de aquel burdel. No sólo era un trabajo indecente, sino que su patrona era una mujer mezquina cuyo maltrato Rengar no había olvidado.

-Agradécemelo saliendo de aquí. De veras, no hay nada que me gustaría más.