—Pues no sé yo si me voy a tener que pensar seriamente hacer algún día un viajecito hasta allí—Galatea sonrió y le tendió el paquetito de almendras a Aidé cuando ésta le pidió una—. Es una auténtica pena que esos árboles por aquí no crezcan.
Fue a coger otra para ella pero entonces la genasí dijo aquello y, francamente, era lo último que se había esperado que dijera. Por dentro primero se sintió sorprendida, por fuera parpadeó y se quedó un instante quieta. No obstante, se trataba de una sorpresa grata así que la sonrisa se le iluminó un poco y enseguida cogió otra almendra
—Gracias—respondió con toda sinceridad—. Eso me encantaría.