Áscalon olfateó el leño que no le olía a nada, luego trató de lamer las llamas que tampoco sabían a nada. Así que finalmente, ni corto ni perezoso cogió el tronco con la boca y echó a trotar con él por la cueva, tal vez creyendo que lo que quería Drizzt era jugar.
Galatea siguió la trayectoria de Rengar con la mirada y cuando el semiorco preguntó qué le debía se limitó a encogerse de hombros y a esbozar una sonrisa sesgada.
—Las gracias—respondió—. Ni que lo hubiese comprado para mí sola, se supone que es para todos.
Entonces reparó en lo que estaban haciendo Drizzt y Áscalon y levantó un ceja.
—Me encantaría saber de dónde demonios ha sacado ese nombre... —murmuró a modo de pensamiento en voz alta.
En principio esperó un rato pero cuando el lobo iba ya por la tercera vuelta al perímetro de la cueva, puso los brazos en jarras y lo miró.
—Sería todo un detalle que el señor no acaparara el leño, a algunas nos encantaría secar... —estornudó sin previo aviso—... nos.
Sacudió la cabeza y se puso bizca con gesto interrogante como si se preguntara cómo había pasado aquello.
"Si venga, lo que me faltaba ahora. De eso nada."