Partida Rol por web

-¿Qué estamos pensando? -preguntó Rengar-. Ah.

El paladín asintió.

-Iremos todos. Y yo salvaré a mi hermano. No tengo una espada, mi señora, pero tengo un hacha. Eso servirá igual, ¿no?

Aidé cambió de peso alternativamente, con nerviosismo.

—No soy una buena persona —dijo con repentino dramatismo—. Nunca lo he sido. He hecho cosas horribles en el pasado. Pero vosotros... vosotros sois buenos.

Alzó el mentón.

—Yo os voy a ayudar, cueste lo que cueste. Porque las personas que están tan mal de la cabeza como para pensar que pueden cambiar las cosas son las que lo consiguen. Pase lo que pase quiero formar parte de eso. Y eso no me lo va a quitar nadie. Nunca.

La Simbul dibujó una sonrisilla y observó a Rengar. Al darse cuenta de que el semiorco no bromeaba sino que era así de tonto, enarcó ambas cejas.

—No, el hacha no vale. Deberás cambiar de arma antes de partir.

Rengar escuchó las palabras de Aidé con gran sorpresa. Su boca se torció en una sonrisa orgullosa y hasta extendió un brazo como si fuera a pasárselo por los hombros y apretarla contra él afectuosamente... aunque al final sólo le dio una palmadita en la espalda.

-Estoy orgulloso de ti.

El comentario de La Simbul, por el contrario, le dejó patidifuso. Rengar arqueó las cejas a su vez y torció la boca en una mueca de confusión y colmillos.

A Galatea le resultaba graciosa la cara que ponía el paladín cuando algo lo confundía, tan enorme y tan sorprendentemente inocente. Le dio unos golpecitos con el dorso de la mano en un costado de la armadura para captar su atención que sonaron como quien llama a una puerta metálica.

—Se está quedando contigo, Rengar—dijo con una risita entre dientes—. No te preocupes, tu hacha nos vale.

Entonces suspiró hondo y volvió al tema.

—Bueno,  creo que lo que está claro es que lo primero consiste en... averiguar qué demonios están haciendo los acólitos de Shar en ese castillo—resumió—. Eso tiene que darnos alguna pista para descubrir por qué la Urdimbre Sombría se está "comiendo" a la Urdimbre de Mystra.

Hizo una pausa, se le ocurría un sitio, un sitio muy concreto al que también podían ir. Pero le entraba frío sólo con acordarse y era más una corazoanda que otra cosa. Bueno, una corazonada y que las palabras de Olavia no se le iban de la cabeza.

—Hay... otro sitio que podría... —titubeó, pero sacudió la cabeza—. Lo primero es lo primero: hay que parar lo que sea que estén haciendo en el castillo, y sacar al hermano de Rengar de allí.

Rina disimuló una sonrisa al ver la expresión de aturdimiento del paladín. Había preferido mantenerse en silencio, dejando que fueran ellos quienes hablaran y tomaran la decisión. Ella ya había tomado una decisión. Ya lo había hecho cuando les invitó a cenar a su casa. Les acompañaría y ayudaría en lo que pudiera.

Pero toda la conversación que habían tenido sobre las dos urdimbres, a Rina le había sonado a enano. No tenía ni idea, poco conocía de la magia y le pasaba igual que a Rengar. Pero ella había preferido mantenerse en silencio y no demostrar así su ignorancia.

- Entonces ya está decidido... Vamos hacia el castillo - . Comentó la muchacha intentando aparentar seguridad en su voz. - Investigaremos qué está ocurriendo y sacaremos a los seguidores de Shar de allí... - La joven hizo una reverencia hacia la Simbul. No sabía quién era, pero cuando había hablado se había referido a si misma como una de los elegidos. Ignoraba de qué, pero tenía la sensación de que era alguien poderosa... Se volvió hacia sus compañeros y elevó ambas manos... - ¿Vamos ahora a ver qué se cuece por los alrededores? - Preguntó con un guiño de ojos. 

Galatea no respondió instantáneamente a Rina, se quedó con la barbilla apoyada sobre la mano, acodada en uno de los reposabrazos de la silla con gesto pensativo. Tras tamborilearse con los dedos en la barbilla, hizo una curiosa pregunta anecdótica.

—¿Qué luna hay esta noche?

Ante la extraña pregunta de Galatea, Rina bajó las manos con expresión confusa. ¿Luna? ¿Qué tenía que ver la luna? Enarcó una de sus perfiladas cejas y se encogió de hombros... Pero... Antes de expresar su confusión, la luz se hizo en su cerebro. Claro, la elfa era muy lista... Si había luna llena podían ser vistos y no tendrían ningún rincón para ocultarse.

- No había pensado en ello... - Murmuró mientras llevaba su mano a la barbilla, su rostro mostraba una expresión pensativa. - Creo que hoy la luna iluminaba un poco... Pero no sé... - Comentó buscando una ventana con la mirada. 

Era una noche oscura, en la que la luna apenas era un gajo de luz en el cielo negro.

Por suerte, no os verían llegar. Por desgracia, caísteis en la cuenta de que quedaba una sola noche para la luna nueva. No sabíais si ese momento sería especial en el culto de Shar, pero una noche tan oscura como la de la luna nueva probablemente lo fuera.

Como Rina no estaba segura, Galatea lo comprobó por si misma con ayuda de una ventana. No le gustó lo que vio.

—Cuanto menos ilumine, peor—dijo observando el gajo plateado, a ella le daba igual la visibilidad nocturna, le importaba otra cosa—. La luna nueva, la luna oculta, es el dominio de Shar.

"¿Y por qué eso me pone los pelos de punta?".

Cuanto más a gusto se sentiría con una preciosa y brillante luna llena. Aunque... qué demonios, las demás caras luminosas de ésta todavía pertenecían a Selûne.

Y el hermano de Rengar no podía esperar dos días; o iban ahora, o iban durante el día, o iban a la noche siguiente con luna nueva. No tenía ni idea de si eso tenía que ver con lo que estuviesen haciendo o no dentro del castillo pero lo que sí sabía era que en una noche en la que el dominio de Shar flotaba en el cielo no le hacía ninguna gracia enfrentarse a sus acólitos.

—Nunca creí que diría esto... —suspiró ante lo extraña que le resultaba la frase—. Pero hay que darse prisa.

Rina miró confusa a Galatea. ¿Peor? La oscuridad siempre daba más opciones de ocultarse y poder pasar desapercibido. Pero según iba hablando la druida, la semielfa fue entendiendo a lo que se refería.

- Claro, no había pensado en ello... - Murmuró mientras se daba suaves golpecitos con la punta del dedo índice en los labios. - Sí, tendríamos que partir cuanto antes... O eso, o esperar unos días... - Si esperaban podían darle más fuerza a los sharinos. Y la muchacha no quería ver más muertes. - No... No podemos esperar unos días... - Comentó tras unos segundos de silencio. Sus ojos cobrizos se habían detenido por un momento en el enorme paladín. Sabía que estaba preocupado por la vida de su hermano, así que debían actuar cuanto antes. - O salimos ahora, sin perder el tiempo. O puede que... Ummhhh... Si los sharinos prefieren la oscuridad, ¿no sería mejor ir al alba? - Preguntó finalmente, volviendo su mirada de nuevo hacia Galatea.

Galatea se encogió de hombros.

—Cuanto más esperemos, más peligro corre el hermano de Rengar—dijo, luego añadió sintiéndose rara hablando de aquello—. Y... bueno, teóricamente el cuarto menguante sigue siendo luz.

Miró a los demás, quería saber qué opinaban ellos.

Rengar había cerrado la boca con expresión hosca al descubrir que La Simbul se estaba riendo de él. No había picado del todo, sólo había dudado, pero parecía que para personas tan inteligentes eso era un crimen. El paladín sabía que no era listo, pero que se lo recordaran con chanzas nunca resultaba agradable. Menos aún delante de sus amigas.

Cuando hablaron de su hermano volvió a centrar su atención.

-No podemos esperar, no. Tiene que ser mañana por la mañana. O hoy. U hoy. Yo iría hoy mismo, pero no sé si créeis que es buena idea.

Rina se volvió hacia la elfa y asintió con la cabeza.

- De acuerdo, tienes razón... Cuánto más esperemos más peligro correrá tu hermano. Así que mejor partamos enseguida... - Dijo volviéndose hacia Rengar. La semielfa era la primera vez que se metía en algo tan importante. Siempre había trabajado en pequeñas cosas sin importancia, y ahora sentía como su alma aventurera deseaba salir volando y enfrentarse a los peligros que pudieran encontrarse.