En los albores del tiempo, donde ninguna raza existía, había un hombre de inmenso poder, cuya vida le aburría.
Su poder era tal, que creaba y destruía cosas a su placer. Un día construía un planeta y al siguiente lo destruía. Un día creó una mujer para él, y al siguiente la mataba sin cavilar. Hasta que al fin un día se dió cuenta de que su vida, plena no era y decidió destruir aquello que nunca imaginaría. No sin antes, dejar su legado
Primero creó un mundo, yermo y plano donde no había nada, ni simiente ni elaborado. Tierra fría y áspera donde dejar caer sus lágrimas. Lagrimas que transformaron parte de su poder en dos puros seres contrarios mutuamente.
Uno fue una mujer, bella y dulce cual niña pequeña, pero valiente y brava cual amazona guerrera. A ella le concedió el poder de la creación, la luz que llenó el mundo.
Otro fue un hombre, culto e inteligente, al mismo tiempo que astuto y frio. El poder que poseyó fue el de la destrucción, la oscuridad que siempre estaría en todo lugar.
Estos dos seres crearon un mundo precioso, lleno de vida y potencial entre las pocas razas ideadas... Pero del mismo modo llenado con la destrucción y corrupción que cada uno aprendía y descubría. Era un mundo pleno, pero que tras darse cuenta de su error ambos seres se vieron obligado a buscar una solución... Su destrucción y reconstrucción, pero esta vez sin los errores acaecidos.
El mundo volvió a nacer, pero esta vez cuatro fueron los seres que nacieron con él, sin ninguna razón que se les diera. Solo un mundo, cuatro seres poderosos, y cada uno buscando una razón de ser.
Uno de los seres manipulaba el viento y generaba corrientes a su favor... Sintió curiosidad por saber hasta dónde llegaban los límites de aquel mundo e invocó una ráfaga de viento para desaparecer del lugar.
Otra de los seres controlaba la electricidad y los rayos. No entendía su poder, ni tampoco para que funcionaba. Solo entendía que al invocarlo en los cielos, raudos rayos se intercomunicaban para dar una visión que empezó a amar, y fue a vivir tranquila a contemplarla.
Otra de los seres denotó su poder el cual se centraba en la frialdad del mundo. Grandes témpanos surgían cuando ella los convocaba. De su aliento nacía la nieve, y allá donde pisaba dejaba escarcha. Empezó a pensar entonces que su poder podría ser malo para todos.
El último ser fue el más malévolo, pues se dió cuenta de que su poder controlaba el calor del mundo. Las venas liquidas de todo aquel planeta que fluían de un gran tono rojo brillante, hirviendo y desintegrando aquello que tocaba.
Este ser se enamoró de la creadora del frio, tanto fue así que llegó a forzarla a copular. Ella no quería pues pensó que lo mataría congelado, y la realidad fue que el casi la destruye, derritiéndola a más no poder. Por suerte el ser de viento llegó puntual, y alejó al de fuego lejos de aquel lugar.
Sin embargo de aquel encuentro nació un quinto ser, generado de la mezcla entre el fuego y el hielo... Un ser líquido que dió lugar a que el origen de los rayos lloraran, el viento se frenara y el fuego se enfureciera al notar que se extinguía.
Con aquella furia, el ser de fuego no podía dejar sin castigo el dolor sufrido, por eso fue a buscar a su hija, para que corriera la misma suerte que su madre. Iba a forzarla a copular para romperla, para derretirla... No, para evaporarla, pero no fue hasta que comenzó que se dió cuenta de que fue él quien sufrió. Tras ver que solo acercarse a ella su fuego se extinguía más y su cuerpo se destrozaba de una forma sólida, se alejó del lugar...
Dando así nacimiento al sexto ser, uno de aspecto sólido y rígido, cuyo propio nacimiento le dió un aspecto físico al mundo con tierra. Gracias al ser de agua, entre los diferentes trozos de tierra se generaron grandes formaciones acuosas, y en la propia tierra empezó a crecer la naturaleza, la primera forma de vida.
El viento no tardó en actuar pues vio que el nuevo mundo se podría ahogar y le ofreció al ser de tierra un trato. "Mi viento ayudará a contener al agua, solo te pido que nunca me detengas". Y con esa frase el ser de viento comenzó a agitar a la tierra, creando las montañas, valles, praderas, y cuevas. No pudo solo así que llamó al ser de agua para que le ayudara y mientras lo hicieron la ser de agua se calmó.
Viendo todo el resultado desde el punto más apartado, la ser de rayos se vio obligada a actuar, pues no solo estaba destruyendo todo lo creado avivando al fuego, sino que también estaba creando vida de donde nadie supo que venía. Y así las tormentas, se calmaron.
El ser de fuego decidió vivir bajo tierra, pero no por eso se quedó tranquilo. Grande fue su poder pues montañas y mares inundó con la sangre del mundo generando así más tierra apartada de la primera, donde así la nueva viva pudo comenzar a vivir.
La más afectada fue el ser de hielo. Ella no podía crear como sus hermanos, o sus hijos. Ella solo dejaba una estela de frio invernal por donde pasaba, por ello se recluyó como aquel ser al que en secreto amaba, a pesar de lo que hizo, yéndose a las tierras más lejanas, allá donde la tierra, hielo se hizo.
A imagen de los seis, razas emergieron, de las aguas, las tierras, los rayos, el viento, el fuego y el hielo. Razas completamente distintas, pero con un mismo origen, un poder divino... Un poder divino, que en un futuro, tendría que ser destruido.
Estos seres fueron conocidos, como los dioses de la creación y de la destrucción puramente dichos entre las razas que ya vivían. La razón fue simple, aunque les dieron la vida y velaron por ellos al principio de las eras, el egoísmo y sobreprotección llevó al final en una guerra entre ellos.
El dios del fuego destructor, Pyros como ya lo llamaban los mortales, fue el primero en reaccionar. Harto de estar lejos del ser que amaba, y aún con odio por los seres que le apartaron y le hicieron daño. Por ello, tras recuperarse todo lo que pudo, y darle a los mortales la herramienta que avivaría más su poder, hizo que las venas del planeta, Sansóläis, estallaran para expulsar la mayor destrucción por todos los lugares del mundo.
Viendo lo que ocurría, Marine, el nombre asignado por los mortales a su hija, la diosa creadora del agua, quiso detener a su padre, pero su poder no lograba gran cosa, pues la ira de Pyros era mucho mayor. Así fue como esta pidió ayuda al resto. Helios, dios de la destrucción y creación, que por medio del aire ayudara a contener el fuego y lanzar el agua con más fiereza, creando así tornados, tanto de fuego como de agua. Thira, la diosa destructora de la que se consiguió crear algunas cosas, invocó a las tormentas para cerrar los accesos a las venas de Sansóläis, sin éxito, ni siquiera con ayuda de Terrano, el dios creador de la naturaleza, así como simiente de la caprichosa destrucción de la tierra.
Ni siquiera Icycla la diosa mantenedora de vida y al mismo modo la que pone fin a la misma cuando desee, con su confesión de amor y rechazo al mismo tiempo, pudo detenerle.
Fue así como una gran guerra, donde los dioses olvidaron a los mortales por completo, comenzó por puro capricho, amor, egoísmo, o simplemente poder, entre ellos.
La guerra duró siglos, destruyó y separó a las razas menores, extinguiendo a algunas de las mismas y dejando indefensas a otras. Solo una solución había, una que todos los seres no divinos conocían. Una unión, un sacrificio, un fin para los seres más grandiosos, que provocaron dicho caos.
Diferentes clanes, diferentes razas, eligieron a un solo individuo que cabalgaría contra los dioses. Un plan suicida pero con un as bajo la manga. La idea consistía en un sello mágico, algo inocuo a simple vista, pero que con el correcto ritual, marcaría la diferencia a partir de ese día.
Seis fueron los héroes que sobrevivieron, los seis que se sacrificaron al llegar a los dioses, pensando en sus familias, en sus amigos, en sus futuros ahora perdidos... pero sobre todo pensando en la buenaventura de los que llegarían y vieran un mundo en paz. Sellaron los seis los poderes de los dioses en sus cuerpos, unos cuerpos carentes de poder, y cuando los dioses dejaron de poder actuar por completo, cayeron inertes al suelo, vacíos de alma, vacíos de su ser.
Siglos en paz vivirían ahora los seres creados por los dioses, que dieron fin y encierro a sus vidas, erigiendo en aquel lugar de batalla, una torre de vigía para recordárselo así a todo el mundo de por vida.
Años han pasado desde que aquella guerra sucedió, y las gentes de Sansóläis han olvidado el malestar de lo que sucedió, no obstante quienes jamás podrán olvidarlo son los dioses dormidos cuyo poder nunca decrecerá.
E igual que los mortales olvidaron aquella catástrofe, nadie se percató de que la destrucción del mundo conocido tal y como era, no se evitó, tan solo se alargó su ciclo para destruirse de nuevo una segunda vez. Los dioses iban a ser los ejecutores del caos, los que pondrían fin a este nuevo mundo creado con la esperanza de no repetir errores olvidados, y no obstante ahí mostraron de nuevo que daba igual que generación fuese, el mundo estaba destinado a destruirse.
Pero se salvó gracias a los que lo sellaron. No obstante, el poder dormido de los seis dioses tan solo generó una nueva simiente que crecería y esperaría hasta ser liberada y generar un gran caos que nadie podría detener nunca más, la destrucción final... Sino fuera porque existe una forma de detenerlo...
Los seis sellos que antaño fueron los que encerraron a los dioses en su sueño más etéreo, ahora buscarán a sus portadores más certeros, para con el poder condensado salvar al mundo entero. Un héroe nacido del guardián del fuego, otro del guardián del hielo, viento, rayo, tierra y agua, ahora los seis héroes que nos salvaron una vez, renacieron.
Aunque el futuro no es tan certero, pues estos héroes son gente mundana... Buenos, malos, pobres, ricos, honestos, inmoral, valientes, cobardes... todo puede ser, y todo será, pues ahora de estos héroes, la historia dependerá.