Partida Rol por web

La luz de la lanza ilumina al oso, pero no logra auyentarlo. De hecho, el oso no se mueve ni un ápice. Sigue ahí parado, sobre sus cuartos traseros, sin gruñir ni pestañear. Firan avanza unos pasos y palpa la tripa peluda del úrsido.

¡Ajá! Taxidermia-se gira para explicarles a los profanos de qué está hablando-. No está vivo. Es una piel de oso, cosida y rellena. Lógicamente, un oso no podría haber pasado por la estrecha cornisa... Desde el principio lo supe-mintió.

Tras una pendiente ascendente, la caverna se abre. A la izquierda hay un pasadizo estrecho. A la derecha, usando pequeños salientes rocosos de la pared a modo de estanterías desiguales, hay zorros, mofetas, ardillas, lechuzas y demás animalejos pequeños, todos igual de quietos.

Al frente vuelve a haber una figura quieta en el centro de un espacio amplio. Esta vez no se trata de un oso, sino de un licántropo, en su forma híbrida, también sobre sus cuartos traseros. Tras él, la cueva prosigue sumida en la oscuridad, más allá de dónde les alcanza la vista.

- Ala. Está muy bien hecho. Firan muy inteligente. Parriwimlpe convencido ser oso vivo. Incluso tener un poco de miedo- dijo Parriwimple soltando una risotada para luego, mirar ligeramente avergonzado a Ida y sonreírle, antes de seguir avanzando- Parriwimple y Urik ir primero para no problemas.

En realidad hubiera debido decir por si hubiera problemas, pero... bueno, pedir peras al olmo nunca era demasiado acertado. Y Parriwimple después de todo apenas era más listo que un huargo. Incluso podía ser menos listo que un huargo especialmente inteligente.

¡Pero oye! era mucho mejor persona, eso seguro.

Ivalic se acercó al oso disecado y comprobó las palabras de Firan algo fastidiado por no haberse dado cuenta antes que él.

-Sí, es un oso disecado, Firan tiene razón.

Tras la desaparición de ese peligro los aventureros siguieron hacia el interior de la cueva descubriendo nuevas figuras animales.

-¡Guaaalaaaa! ¿Habéis visto? Parece que es una exposición de animales o algo así. ¿De quien serán? ¿Por donde seguimos ahora? Me gustaría explorar toda la cueva a ver que hay... Y si alguien necesita luz puedo lanzar un hechizo yo también.

- "¡Cuidado Ivalic, no te acerques! Este podría ser de verdad..." -

Me acerco en posición defensiva con precaución y lo observo bien para ver si el licántropo es una taxidermia, e incluso si lo es tampoco me fiaría, pues fácilmente podría estar animado mediante alguna oscura necromancia.

-Un extraño museo -dijo Helene a la vista de todos aquellos animales disecados cuyos ojos, vacíos de vida, parecían seguirlos a cada paso que daban bajo la luz de la lanza. Nada de aquello le inspiraba confianza y se sentía como si todos los miembros de aquel sórdido mausoleo animal pudieran volver a la vida en cualquier momento y atacarlos-.  Vjelkus, no te separes de mí. Firan, Ivalic, sed cautos y manteneos detrás, por favor.

Fuera quien fuera el autor de todo aquello, era probable que siguiera allí, en el interior de la cueva.

-Hola -dijo en voz alta-. ¿Hay alguien ahí? Venimos en son de paz. Ni siquiera sabíamos que aquí pudiera vivir alguien.

Miró a sus compañeros y se encogió de hombros. A falta de nada mejor, quizá la única opción restante era intentar entrar en contacto con el artífice de aquel cementerio de animales.

 Tras el falso licántropo, una vez subida la cuesta con la luz de Helene, pudieron ver una grieta que cruzaba todo el suelo de la cueva (salvo el pasadizo de la izquierda), con un precario puente de maderos que lo cruzaba.

De cerca, el licántropo  que había antes del puente no era tal. Si se trataba de taxidermia, era muy tosca. Se trataba de una "estatua", de un cadáver humano, con piel de lobo cosida hasta hacerle parecer un hombre lobo. La "cara" del animal tapaba la del hombre, así que Helene no podía saber si se trataba de su marido Jeref, o era solo un desconocido.

Fue Urik el que al acercarse activó la trampa de foso, y bajo sus pies, el suelo se abrió. Coincidiendo con ese momento, una bandada de murciélagos sobrevolaron sus cabezas hasta el oso.

Allí, uno de los mamíferos voladores se transformó, cerrándoles la retirada. Se trataba de Kavan el Siniestro, el vampiro que trabajaba para Strahd, y que combatió con Ludovico en las cercanías del Santuario del Bosque.

Al fin... Llevo encerrado en esta maldita cueva desde que el río volvió a fluír.

Y es que los vampiros no pueden cruzar corrientes de agua. Seguramente entró cuando Cástor y Pólux construyeron la presa, y llevaba aquí desde entonces. Mostró sus colmillos con hambre...

El niño paseaba fascinado descubriendo los secreto de la cueva, aunque le fastidiaba tener que ir detrás y perderse cualquier novedad que el grupo encontrara, la Señora Helene era muy aburrida. Se quedó con las ganas de mirar al hombre lobo de cerca cuando algo pasó y una bandada de murciélagos sobrevoló sus cabezas. Se volvió lentamente cuando uno de los murciélagos se transformó en Kavan el Siniestro, como iba el último junto a Firan estaba muy cerca de él. El vampiro parecía hambriento y sabía que era además un gran espadachín, no tenía muchas posibilidades contra él, pero quizás podía ganar tiempo. Ivalic se concentró y lanzó uno de sus mejores conjuros hacia Kavan esperando que surtiera efecto.

Casualidad, mala suerte, falta de prevención... Daba igual cómo se le llamara, la realidad era que la tierra parecía haberse abierto y que tras ellos se alzaba la figura de aquel vampiro dispuesto a saciar la sed de sangre provocada por su imprevisto cautiverio.

Vio a Urik tambalearse, a punto de caer por el foso y no pudo evitar un pequeño grito de horror.

-Parriwimple, sujétalo -exclamó pues el gigante era el que más cerca de él se hallaba. Debían defenderse y sus armas contra aquel vampiro dudaba que fueran efectivas. Y más si la espada solar caía al vacío de la mano de quien debía empuñarla.

Parriwimple intenta sujetar a Ser Urik antes que caiga.

Observo con cierto horror el supuesto "licántropo". Parece una pobre víctima humana a la que le han cosido tórpemente la piel de un lobo. Sólo alguien cruel y perturbado haría algo así.

Nos acercamos a un foso y entonces nos sobresaltan unos licántropos, Kaban el Siniestro, el vampiro que derrotó a Ludovico, se alza ante nosotros tras transformarse desde su forma de murciélago.

Y entonces, el suelo parece abrirse a mis pies mientras el Burgomaestre Parriwimple intenta ayudarme a no caer al abismo...

El grito de Helene atravesó la frágil mente de Parriwimple quien, sin embargo, respondió con una lentitud que, desde luego, él no deseaba. Sencillamente, no podía ser más rápido, aunque quisiera. Afortunadamente Ser Urik había logrado casi, casi, permanecer allí, y aunque lento, el gesto de Parriwimple fue suficiente para justo cuando ya iba a caer, agarrarle en un último instante glorioso.

Lo bastante para que no cayera. Casi

Con las manos entrelazando sus antebrazos, Urik quedó colgando con los pies buscando un agarre en las paredes del foso. A pesar de la fuerza innata de Parriwimple, le costó izar al paladín y a su armadura de nuevo a la acción.

Jujujuju...

...

Jojojo.

...

¡MUAHAHAHAHAHAHA! ¡¡¡MUAAAHAHAHAHAHAHAAAA...!!!

Por un momento, Ivalic pensó que su magia había surtido efecto, pero luego recordó que los muertos vivientes no tienen el mismo sentido del humor. Ellos solo ríen regodeándose en su crueldad y sus actos impíos.

¿En serio crees que tu escasa fé es capaz de ahuyentar a un vampiro, mujer? Aquellos que no logran creer ciega e incondicionalmente, no tienen poder sobre los míos. Yo, por contra...

Firan dió unos pasos y se quedó al lado de Kavan. El vampiro desenvainó su espadón y puso el filo a la altura del cuello del último Uthurlan.

...sí puedo doblegaros a vosotros a base de voluntad. Niño... ¿sabes dónde está el Castillo de Strahd?-el descendiente del arquitecto asintió; el castillo podía ser visto desde cualquier punto del valle-Entonces estás de suerte: Vivirás un poco más. Ve al castillo. Avisa a Strahd que estoy aquí encerrado, y que deben de volver a cortar el curso del río para que pueda salir de esta maldita cueva. Los demás no tendrán la misma suerte que el muchacho... Moriréis aquí y ahora.

El joven mago Firan Uthurlan cruzó la catarata hasta la cornisa, perdiéndose de vista. La única manera que tenían de interrumpir la orden dada, era matar al vampiró que estaba controlando al niño.

Sus hechizos más poderosos eran inútiles contra un vampiro, eso estaba claro, así que buscó en su mochila mágica intentando encontrar algo que si podría servirles. Firan estaba hechizado y debían detenerlo antes de que llegara al castillo, si ahora tenían pocas posibilidades de enfrentarse a alguien como Kovan no quería ni imaginarse si además le llegaban refuerzos. En su mano sostuvo las tres canicas de llama alquímica, eran especiales contra muertos vivientes y las únicas que tenía, esperaba que funcionaran. Puso una en su tirachinas y apuntó con cuidado al vampiro, no quería desperdiciar ni un disparo.

La amenaza al pobre Firan, y al resto de ellos, fue más de lo que Parriwimple estaba dispuesto a soportar. Habían dicho al gigantón que esos palitos que llevaba eran malos para los seres como ese así que, algo corto, pero en absoluto perezoso, se movió intentando atacar al vampiro mientras este estaba ocupado burlándose y ordenando al pobre Firan, que ya desaparecía. Su movimientose realizó para dejar espacio y que pudiera, igualmente, atacar Ser Urik quien, después de todo, era el único capacitado para combatir de los dos.

Su golpe estaba bien dirigido. Probablemente lo bastante como para dejar clavada la estaca en ese... bicho malo, y poder dejarla allí para causarle daño.

Por un instante, me pienso qué es mejor, si intentar ahora mi mejor ataque o reservarlo para cuando le tenga más desequilibrado. Decido jugarme el todo por el todo y me lanzo a la carga mientras la Espada Solar llamea con una luz cegadora y consumidora de muertos vivientes y seres malignos.

Helene sintió como si la abofetearan. Que se pusiera en duda su fe era negar los cimientos de su vida, de su condición de clériga, era negarla a ella y a toda su experiencia vital hasta el presente. Su rostro enrojeció, pero se recompuso. Aquello no era más que una provocación. Simplemente, su enemigo era lo suficientemente fuerte como para resistir el embate de su expulsión o ella no era lo suficientemente fuerte, pero no era algo que dependiera de su la incondicionalidad de su fe.

Su amno izquierda acarició el mechón de Santa Markovia y encomendándose a ella, lanzó un nuevo hechizo de expulsión contra el vampiro.

La espada solar...-gruñó con odio al verla.

Antes de que Urik y Parriwimple les cortasen la linea de disparo, la canica irisada de Ivalic pasó cerca de la cabeza del vampiro y se perdió tras la cortina de agua, y un rayo de fuego conjurado por Ida le quemó la cara.

¡Uoooooorgh!

Las ampollas y quemaduras de la piel empezaron pronto a cerrarse. Con la espada bastarda, el vampiro bloqueó la espada solar, y la estaca de Parriwimple golpeó contra las protecciones de la armadura que cubrían los antebrazos de Kavan, sin perforarlos ni clavarse en su objetivo.

¡AAAAAAAARGH! ¡¡¡OS MATARÉ!!! ¡¡¡OS MATARÉ A TODOS!!!-gritó enfurecido.

Sabiendo lo poderosa que era la espada solar, Kavan centró sus ataques en el Caballero del Cuervo, hundiendo su espada en el torso, y luego retirando el filo. Con gran velocidad, dió un codazo en la cara de Urik, rompiéndole la nariz.

Al inclinar la cara hacia delante, la sangre que manaba de la nariz rota goteó sobre el suelo de la caverna, sobreexcitando aún más al vampiro. También cayó ante la vista del caballero uno de sus largos cabellos, inesperadamente cano. Aquel vampiro le empezaba a drenar la vitalidad. Si esto seguía así, Urik moriría sin remedio. Los combates contra un vampiro nunca duran mucho...

El vampiro era muy poderoso y sus amigos parecían en serias dificultades. Su canica se había perdido por la catarata y seguramente nunca más la recuperaría, pero lo peor era que no había acertado al vampiro.

Piensa Ivalic, tienes que ayudar a Herr Urik y a Parriwimple, algo habrá que puedas hacer... ¡Creo que ya se!

Una idea había cruzado por su mente. Los no muertos eran unos seres bastante poderosos e inmunes a casi todos los hechizos. Ivalic podía intentar de inspirar a Parriwimple, Herr Urik, la Señora Helene y los demás para que combatieran con más eficacia al vampiro, pero no sabía si esto resultaría bastante, otra opción era sanar a Herr Urik que había recibido grandes heridas aunque todavía se le veía con entereza. El niño pensó en una solución algo más permanente, quizás consiguiera dejar a su rival sin arma. Con este pensamiento lanzó su hechizo de grasa a la espada del vampiro.

Horrorizado por los terribles golpes recibidos por Ser Urik que facilmente hubieran acabado con cualquier otro del grupo, Parriwimple se las arregla para golpear con su estaca de llamarada alquímica al muerto viviente, dejando clavado en su cuerpo la estaca.