Partida Rol por web

La oscuridad volvía a levantarse en Bala Dorada, engullendo el día y la paciencia del Sheriff Roca. Las puertas no habían hecho más que abrirse y cerrarse convirtiendo aquel humilde segundo piso del Saloon en el lugar más concurrido en muchos pueblos a la rotonda.

Pero ante tanta puerta discretamente abierta y cerrada, hubo un portazo que retumbó en la madera del edificio; telonero de los pasos agresivos del Rocky Roca.

- Bien señores. - bailaron sus bigotes - Me he hartado de tanta amabilidad, y puestos que aquí - se quitó el sombrero para repeinarse y sombrero y mano señalaron a Adam - el cura - volvió el sombrero a su sitio - no hace nada útil, voy a tener que volver a encargarme de cada-uno-de-vosotros. - señaló con cada golpe de voz a una de las damas y finalizó con el fotógrafo.

Los golpes torpes, ansiosos y hambrientos de los muertos volvieron a las paredes del Saloon, sabias que era cuestión de tiempo que encontrasen la entrada, sin más barrera que unas puertas abatibles; la congoja se apoderó de vosotros salvo del Sheriff que parecía disfrutarlo. Sonrió.

- Ya me lo agradeceréis. - declaró tomando al Coronel en brazos y arrojándolo desde el palco al centro del Saloon.

Al ver como de detrás de la cabeza del Coronel nacía un río de sangre tragó saliva, apretó los puños en la barandilla y esperó a ocultar el reflejo de su metedura de pata antes de volver a girarse hacía los supervivientes de Bala Dorada.

- Cubrid el frente. Yo vigilaré a los niños. - se excusó antes de volver a desaparecer.

Daban ganas de matarlo.

El lavandero, fotógrafo, carpintero, minero, pistolero -y demás- reducido tan solo a superviviente, salió de su habitación a tiempo justo de realizar las votaciones. Por primera vez, no tenía la convicción de que la persona que sería ajusticiada era responsable de los crímenes que se le imputaban y, a pesar de que su voto no fue de los que lo condenaron, sentía un nudo que le cerraba el estómago, al tiempo que notaba ascender por el esófago el amargo regusto de la bilis. Aun así, aceptó aquél voto unánime con resignación.

No obstante, la ejecución fue monstruosa.

Observó al Sheriff con los puños cerrados, con unas ganas desproporcionadas de matarlo a golpes y, si no fuera porque sus acciones y sus formas bruscas los habían salvado a todos la noche anterior, habría sacado ahí mismo la pistola de Emily y habría vaciado sobre él el cargador. No por ello, era incapaz evitar mirarlo fijamente bajo las cejas fruncidas y los dientes apretados con furia frustrada.

Wyatt Stolesouls, fue el primero a bajar al saloon para disponerse a apartar un poco el cuerpo. Con los muertos escondiéndose detrás del talón y pudiendo aparecer en cualquier instante, no podrían quemar el cuerpo a fuera sin riesgo hasta la mañana. Era una pena, pero al menos el lisiado merecía las mismas consideraciones que los demás, y ser tratado con un mínimo de respeto.

-Descanse en paz, Coronel.- Despidió cubriéndolo y dejándolo a un lado apartado y tranquilo. Lo dijo en voz alta, hablando solo como solía hacerlo.

Maybelle fulminó al Sheriff Roca con la mirada ensombrecida desde el momento en que apareció con sus bravuconadas hasta el que decidió esconderse como un maldito cobarde. 

Sin embargo, había algo más importante de lo que ocuparse, pues los gruñidos y golpes de los levantados sonaban de nuevo en el exterior. La pistolera no se dio tiempo para pensar en lo que acababa de suceder, desenfundó las pistolas y trató de coger una posición en la barandilla desde la que poder disparar a cualquier muerto que entrase. Sabía perfectamente que sus balas no podrían matar a alguien que ya estaba muerto, pero no podía quedarse de brazos cruzados. Al menos lo intentaría. 

- Vamos, vamos. - Murmuró para sí misma, cargada de adrenalina.

Ella salió del cuarto cuando empezó a escuchar ruido fuera. Se estaba montando un pequeño jaleo y vio porqué. Una arruga de preocupación formó en su entrecejo cuando vio al sheriff haciendo e las suyas. Incluso el Coronel se merecía algo más que aquella muerte tan brutal que había recibido.

Eres un monstruo. Dijo, sin poder callarse. Pero no le dio tiempo a decir más, pues los zombies habían vuelto al bar y buscaban venganza. Corrió hacia su camerino y salió con la pala ensangrentada con la sangre de Rosalind. La adrenalina corría por sus venas y el alcohol amortiguaba el miedo.

No podemos dejar que entren. Dijo, cogiendo la pala con ambas manos y preparándose para la batalla. 

El cuerpo de Lila se levantaba de nuevo y aunque no tenía un brazo, eso no sería un obstáculo para ella. Se levanta ferozmente y trata de continuar su camino hacia su comida.

Ella no pensaba esperar más a que fueran aniquilados, como Spades que ya no se ponía de pie, así que como Susie no había dado su cerebro cortésmente, iría a por uno tal vez más limpio. El Reverendo era alguien generoso, así que, de seguro, se daría un manjar al probar sus texturas fibrosas y gelatinosas. Se le hacía agua la boca de solo pensar en ello.

Mis manos descarnadas rasgaban una y otra vez la estructura del Saloon, incapaz de pensar lo suficientemente como para buscar la entrada abatible del mismo. En lugar de eso, utilizaba la estrategia del ensayo-error, aunque sin mucho tino, pues por no recordar donde había probado erróneamente, volvía a veces a intentarlo en donde no era posible. 

La parte positiva es que tenía toda la noche por delante. Suficiente como para que hasta un muñeco de cuerda encontrase la manera de entrar allí.

Y así lo hice. Casi de forma fortuita, y tras chocar varias veces con el marco de la puerta, comencé la pelea sin cuartel contra las puertas abatibles. La cuña de la puerta impedía mi paso a veces, otras el empuje de regreso me devolvía al exterior. Finalmente, tras trastabillar y dar de bruces en el suelo, entré reptando.

Finalmente estaba dentro. Ahí se despertó algo en mi interior. Allí donde residía mi verdadero cerebro en este estado de zombificación, un palmo más arriba de donde lo hacía cuando estaba vivo. Esto era en mi estómago. El olor a cerebro vivo empujó mis pasos por la escalera.

El menú se agitaba arriba. Esta vez intenté ir a por la dulce dulce Susie. Ella había intentado acabar conmigo, quizá por eso.

El reverendo presenció anonadado cómo el Sheriff esta vez ni siquiera se molestaba en acabar limpiamente con la persona que más votos había reunido. La tentación de usar su propio rifle contra él era cada vez más grande, pero Adam Strong sabía que necesitarían cada bala.

- Ni se le ocurra acercarse a los críos. - Le amenazó sin embargo, haciendo un gesto a Cody y Emma para que se encerrasen una de las habitaciones. Luego se apostó con el rifle apoyado en la barandilla de las escaleras, apuntando a la entrada. Vio que Lila pretendía acercarse a él, pero comenzó a entonar por lo bajo una plegaria, esperando que pasara de largo. Y cuando se dio cuenta de que el cuerpo de quien antes había sido Hardigan trataba de dirigirse hacia Susie abrió fuego intentando salvarla. Iba a ser una noche muy larga.

Tras apartar y recolocar el Coronel en una posición, y un lugar, más digno y respetuoso, volvió  a subir las escaleras con el rostro sombrío y desesperanzado, pues la muerte se había encaprichado del pueblo y parecía dispuesta a no dejar títere con cabeza. Aquél hombre humilde sabía que pronto, sentiría él mismo el amargo beso de la parca, y eso, no era vino de buen beber.

Por una vez, no avanzó hasta el resto de supervivientes para acompañarlos en su batalla, lejos de ello, entró en la habitación que quedaba alejada más al extremo. De la que no salió, hasta pasado un buen rato, en el que empezaron a oírse los gruñidos, los disparos y los demás síntomas que indicaban que se había desencadenado otra batalla.

Pistola en mano Wyatt, el fotógrafo degradado a combatiente, con las cejas fruncidas y los dientes más apretados disparó su cargador sobre cuanto muerto que se resistía a quedarse bajo la tierra de su tumba para ir tras ellos subiendo las escaleras. Primero con Red (si esté no cayó tras el tiro del Reverendo) y siguiendo por el resto.

No era divertido, no se reía, pero era necesario. No dejaría, aun a coste de su pellejo, que se llevasen a un inocente por delante.

Pero Wyatt, antes del altercado con los zombies, no había estado ocioso en la habitación H, había encontrado a un viejo conocido, y había trazado sus planes. Apareciendo, en otro alarde de coraje, a través de la repisa que lo acercaba a las ventanas y cruzó todas las habitaciones hasta dar con la que otro momento ocupaba Susie.

Y en ella, al no encontrar a la propietaria del local dentro dejó una nota.

“Nos encontramos está noche en la habitación H (la del extremo). Entraré por la cornisa que da la ventana –ahora que le estoy tomando el gusto-. Ahí podré protegerte de posibles atentados nocturnos –pues creo que éstos no han terminado- y miraremos juntos lo que el reloj pueda decirnos del Reverendo. W.S.”

Luego remontó el camino y salió, como hemos leído, dispuesto a presentar batalla.

El irlandes o el zombie del irlandes mejor dicho, golpeaba las venanas en busca de una entrada parea poder hacerse con su victima: una botella de mas de 20 años, rica y sabrosa. Y si de paso se hacia con la cabeza de Susie mejor que mejor. O incluso mojarla en whisky y darle un mordisco.