La experiencia militar te ha entrenado y bien para ser un cotilla de mucho cuidado, eres como una sombra, puedes colarte en cualquier sitio sin ser visto si tu no quieres.
Y la gente cuenta muchas cosas cuando cree que nadie les oye, con los años te ha empezado a parecer normal que nadie se tome la precaución de no narrar en voz alta sus planes privados. Y el saber es poder.
Cada noches puedes dar un nombre para conocer su rol. El primer equipo que de contigo establecerá una conexión contigo y podréis hablar (y enseñarles que es una auténtica táctica militar).
Su excelencia malvada, ¿a quién desea espiar esta noche? (Tienes hasta el sábado para dar un nombre).
Su excelencia malvada quiere cotillear a Wyatt Stolesouls. ¿Qué esconderá el fotógrafo? ;P
Wyatt Stolesouls es el héroe enmascarado:
Cada noche pues dar un nombre, ese aldeano no podrá morir ni sufrir ningún daño esa noche por ningún ataque o fuerza.
Cada dos noches podrás dar hasta dos nombres.
Me imaginaba que iba a ser bueno, buenaso *.*
XDXDDXDXDXD
Para un hombre que no puede moverse con agilidad, los espacios amplios, especialmente cuando se encuentran vacíos, son una delicia.
Quizás por ello cada vez abandonabas más entrada la noche el Saloon, o quizás porqué en él la mayoría de los muebles y objetos quedaban a tu altura, la propia de un hombre sentado. Y en esas horas muertas en que ningún hombre se podía permitir pisar el Saloon sin desatender su oficio, y la compañía se reducía a mujeres del espectáculo y Susie, el Coronel se permitía hacer gala de su talento como pianista, un talento casi tan innato como secreto.
Y si como músico no toleraba los ruidos que rompían la armonía de sus canciónes; como militar, todavía toleraba menos que esos ruidos fuesen crujidos de las maderas del suelo, y peor todavía, que provenieran de su espalda.
Al girarse con un bufido, Loisiana se encontró con un público inesperado: Rocky Roca, Sheriff de Bala Dorada desde mediodía.
¿A esas cosas se dedican en la escuela militar? ¿o solo los retirados de ciudad? preguntó pinzando el ala de su sombrero como si valiese como saludo.
Tienes buen oído, compañero. constató ajustándose la chaqueta tirando de las solapas con ambas manos para que cada hilo recuperara su lugar correcto. y buen ojo.
Arrampló una silla y la arrastró hasta el Coronel. Se sentó en ella como si se preparara para montar, espatarrado con el respaldo entre sus piernas.
verá se reajustó los pantalones He oído que quiere traer el ferrocarril a estas tierras. No es buena idea.
Sólo aquella dentadura blanca con dientes negros, sacaba al coronel de su pesar, y le permitía volar más allá de aquella ciudad, de aquellas tierras desérticas, y poder imaginarse que podía ser otro, y evadirse de su propia forma humana.
Podía verse saltando árboles, correr distancias increíbles, nadar en un lago azul.
Mientras sus manos se movían por las teclas de manera lenta, en un principio, más rápida después, ignoró la presencia de aquel sheriff que había sembrado el caos en el Bala Dorada.
Sin embargo, creyéndose solo, el coronel siguió con su melodía, que llevaba perfeccionando noche tras noche, cuando el local se quedaba en penumbra, con la luz única de una tenue vela que se movía con una corriente de aire.
En ese momento, en el que vio que la llama casi se tumbaba por completo, notó que alguien estaba detrás, aun cuando llevaba ya tiempo allí. No obstante, quiso terminar su canción, por mero orgullo.
Una vez deslizó las manos desde las teclas hasta su regazo, giró su silla, en el completo silencio que se había creado, y miró desde abajo hacia el sheriff.
Sonrió de manera burlona, y enarcó una ceja, aún más burlón.
—He de llenar mi tiempo con algo, ya que no puedo hacer ni la mitad de las cosas que hacía antes— respondió el coronel con un deje de acidez en sus palabras.
Bufó un poco por la nariz cuando escuchó aquellos halagos, pero no dijo nada. Aquel hombre estaba allí por una razón, pues no creía que le gustara la música tanto como a él.
—¿Qué hace aquí?— preguntó el antiguo militar, escrutándolo con la mirada.
Cuando recibió la respuesta a modo de sugerencia, sonrió un poco más, y giró la cabeza, negando.
—Ya— se limitó a decir, asintiendo.
Guardó silencio, pensando cómo abordar aquel tema con delicadeza, y con alguien profano en asuntos financieros y empresariales.
—Y, ¿por qué no es buena idea, sheriff?— preguntó, en lugar de comenzar a hablarle de teorías económicas, de márgenes de beneficio, y del monopolio que se iba a montar si conseguían, finalmente, que las máquinas se pusieran a trabajar.
- ¿Por qué no es buena idea? - repitió incrédulo - ¿Que por qué no es buena idea? ¿Ha salido usted allí fuera? - señaló con el brazo hacia la dirección donde se encontraba la entrada de Bala Dorada, el lindar con el desierto.
Esperó unos segundos hasta que sus neuronas hicieron la correcta conexión para caer en la cuenta de la condición del hombre con el que hablaba - Indios; solo hay indios además de este pueblo, indios y muertos. El ferrocarril solo conseguirá que la muerte se propague más rápidamente.
Resopló creyéndose incomprendido y rebuscó dentro de su chaqueta con la punta de los dedos, elevando la vista al techó concentrado en lo que palpaba. Finalmente sacó una petaca, la destapó con rapidez y olió su contenido - ¿ha visto caer a muchos hombres, Coronel? - preguntó mostrando por primera vez desde su llegada una cierta aflicción.
¿A quien espiarás hoy?
Dejó que se diera cuenta por sí mismo de por qué no salía mucho el coronel.
Cuando vio que callaba y enmudecía, sonrió con sorna. Miró de reojo sus piernas, y le hubiera gustado tanto levantarse en aquel momento, y propinarle una patada al sheriff que casi se imaginó haciéndolo.
Sin embargo, como no podía ser de otra manera, se mantuvo sentado, aguardando a que aquel hombre recién llegado se explicara.
—El ferrocarril comunicará los pueblos— se explicó el coronel—. Haciendo que los caminos se liberen de pillajes, que el transporte sea más barato, más rápido— dijo el exmilitar, también convencido—. Traerá el progreso a estas tierras, y usted no lo va a impedir— aseguró.
Miró con detenimiento los gestos de Rocky, y alzó una ceja al ver la petaca. Chasqueó la lengua, poniendo los ojos en blanco, y volvió a mirarlo al escuchar la pregunta.
—He visto a hombres llorar y gritar por su madre, mientras las tripas se le salían como si fueran animales— comenzó el coronel—. He visto a hombres carbonizados, mutilados y desvalidos por una causa que nunca entendieron. He visto a hombres enloquecer en las filas, salir de la trinchera y exponerse a una muerte segura que a una incertidumbre durante meses. He visto cosas que usted sólo ha soñado en sus peores pesadillas— escupió, finalmente, y miró con algo de desprecio a ese hombre—. Sólo ha venido, y han empezado los problemas. Si se queda, la ciudad acabará en llamas— aseveró Luisiana.
Esta noche investigaré a nuestro querido reverendo Adam Strong :P
XDXDXDXDXD
Es el enterrador.
Cuando muera un aldeano durante el día esa noche podrás rebuscar en sus cosas, averiguar su identidad, y adoptar su rol. Una vez cada dos noches podrás optar por quedarte con sus cosas en lugar de asumir su rol. Aunque te quedes con sus cosas no pierdes el rol anterior.
Las cosas encontradas podrán ser usadas cuando se indique en las mismas, su uso no implica la perdida del rol que pudieras tener.
Ohhhh O.O
Qué suertudo :D Se llevó mi primera opción :P
XDXDXDXDXDXXD
El Sheriff rió, rió sin tapujos ante la afirmación del coronel, probablemente tenía razón, probablemente incendiar la ciudad era lo más sensato. Pero aquello no hubiese sido propio de un buen Sheriff, como tampoco una solución duradera.
- Bien. - pronunció cuando consiguió detener su risa.- Buen estomago. - puntualizó y le acercó la petaca destapada insistiendo con un golpe de cabeza en que la tomara. - Va a necesitarla.
Hizo una pausa para levatarse de la silla que había acercado y dejó la petaca en ella, al alcance del coronel. -Quizás no hoy, ni mañana. Quizás vomite las primeras veces, pero se recompondrá, y llegará un momento que empezará a disfrutarlo.
Llegará un día en que cerrará los ojos y no verá nada. - acentuó esa última palabra pronunciándola con cuidado y haciendo un movimiento plano con las manos. - Ese ferrocarril es mala idea. - volvió a concluir y se pinzó el sombrero a modo de cierre.
El coronel se quedó mirando al hombre mientras se desgañitaba, mientras veía cómo su pecho subía y bajaba ante cada carcajada. Frunció el ceño preguntándose si no habían sido timados. A fin de cuentas a aquel tal Rocky no le habían pedido ninguna credencial, ni nada que certificase que estaba en los Marshall. ¿Y si les había engañado a todos? ¿Y si se había hecho pasar por agente de la ley cuando no lo era? ¿Y si era, en realidad, un criminal que estaba vengándose de alguien de la ciudad, y, por extensión, necesitaba liquidar a todos que lo habían visto?
—Caballero, me da usted escalofríos— murmuró el coronel, frunciendo el ceño.
Negó con la cabeza ante el ofrecimiento. Nunca se le hubiera ocurrido tomar nada que otro le tendiera. Pese a todo, no dejaba de ser algo conspiranoico, siempre pensaba que, algún día, alguien querría vengarse por todo el daño que había causado a los estados del norte, por lo que nunca sabía cuándo podía encontrarse con un potencial enemigo.
—No, gracias— rehusó de manera educada, sin querer sonar impertinente—. Es usted muy amable, pero no.
El exmilitar frunció de nuevo los labios, y arrugó la nariz cuando se volvió al tema del tren. Pestañeó varias veces ante de explotar, y decirle al sheriff unas cuentas lecciones, pero se trató de calmar, y de reponerse, y de decirse que no podía enseñar a una mente tan cerrada los progresos de la humanidad que estaban viviendo.
—No me importa lo que piense— murmuró Luisiana—. Sólo me interesa que mis socios digan que sí que les gusta la idea, y se llevará a cabo. Usted limítese a proteger la ciudad y a servir a cualquiera que lo necesite— aconsejó el lisiado mirándolo fijamente.
El Sheriff negó con la cabeza, estaba claro que aquel hombre no comprendía lo que le recomía por dentro y era incapaz de expresar con voz alta.
Se encogió de hombros.
- Cuídese Coronel, por ahora podrá dormir tranquilo sabiendo que tiene un ojo abierto, la cola de un gato en su mano y cazuelas en las puertas. Pero cuando todo eso no sirva - señaló la petaca que seguía sobre la silla del Saloon - no le haga ascos a su olor y beba.
Se ajustó la chaqueta y se fue sin más despedida.
Te hago entrega de la petaca del Sheriff.
Te mantendrá sano y salvo con un desinfectante trago de su potaje.
El coronel estaba algo cansado de los consejos del sheriff. No entendía la fijación por la negativa de traer el ferrocarril a los pueblos tan al Oeste de los estados. El exmilitar tenía claro que las comunicaciones mejorarían, que el dinero se movería, que el comercio sería mucho más barato, y, algo que manejaba pues era de su campo, el transporte de armas sería mucho más eficaz.
Contempló a aquel hombre bigotudo con una ceja enarcada, escéptico. Siguió sus movimientos, y asintió a sus palabras por mera cortesía, pero tan solo quería conseguir con ello que se marchara de allí, y lo dejara con su dolor.
—Lo haré— prometió Luisiana, sonriendo de manera lobuna—. Lo haré.
Miró la petaca con algo de repugnancia, y se preguntó si realmente lo ayudaría para salvarse de alguna tropelía de la vida.
—Gracias— terminó musitando.
Ohhhh *.*
Qué guay :D
Gracias, sheriff *.*
XDDXXXD
Thorton es todo tuyo. Quieres darte el gusto o me lo cargo yo?
Cárgatelo tú :)
XDXDXD
Estoy en el móvil y tardaré un montón en describir toda la muerte u.u Así que, te lo dejo a ti ^^