Las palabras de la señorita Schulza resuenan agradables en mis oídos. - Señorita Schulze, aceptaré encantado su gentil oferta, si, como todos deseamos, estos momentos de infortunio se resuelven de la mejor forma posible. Estoy seguro de que los ciudadanos de Salem valoran como corresponde el placer y fortuna de contar con su presencia y ayuda en esta bonita población. Por mi parte, sólo soy un humilde relojero, pero quedo a su completa disposición.
En cambio, las sospechas vertidas poco antes refuerzan mis temores: - Señores, comprendo que es natural desconfiar de los forasteros, pero, ¿no nos indica la razón, guiada siempre por los Altos Designios, que el mal no se manifestaría tan abiertamente, que casa mejor con sus nefastas intenciones que se oculte en espera de inocentes a quien culpar. ¿No podemos decir los forasteros que el Señor nos envía como ovejas en medio de lobos (Mt, 10:16)?
Aprieto los labios, algo incómoda tras los relatos descriptivos del cazador. No quería imaginarme tal cosa. Y tampoco tenía demasiado claro si estaba bien nombrar hechos como esos en la casa del Señor... pero tampoco dije nada al respecto, quizás a alguien le sirviese de ayuda.
- A lo mejor... -comencé, tímidamente.- las brujas no son solo forasteros, ni solo los habitantes del lugar... -tragué saliva, al notar la garganta seca.- Quizás... quizás sean ambos. Eso explicaría el por qué de actuar así ahora y no antes... -Miré durante un breve instante al suelo y luego a mi marido, buscando apoyo para seguir hablando.- Y si son tan inteligentes como dice el señor cazador... lo más sensato sería que se encontrasen también entre nuestros vecinos, y así evitarían levantar sospechas...
Me persigné. Que el Señor me perdonase por hablar de un tema así de forma tan abierta junto al resto de hombres, y que me perdonase aún más por haber lanzado acusaciones sobre mis propios vecinos.
Al estar sentado en la mesa observo la reacción de todos ante mis palabra, "Cada uno tiene sus opiniones... y todos pueden tener razón, nunca me ha pasado esto" me levanto de mi mesa mientras camino hacia el Aguacil -Siento si mis palabras son un poco fuertes, pues el odio que profano hacia estos... bichos, no es poco...- Una vez delante del alguacil bajo la mirada a mi escopeta, cierro los ojos, pues voy a hacer algo que nunca he hecho ni con mis compañeros -Tenga- Digo ofreciéndole mi escopeta -Me la devuelve cuando todo haya acabado- Me giro al resto de los encerrados -Para que se sientan mas seguros, no creo que a nadie le guste que haya alguien paseándose con una escopeta por aquí...- "Me estoy volviendo loco dando mi escopeta, a ver como me defiendo ahora si deciden saltarme al cuello..."
Estoy bajando los escalones y escucho a una señorita(Victoria) hablar con los dos extranjeros con los que he hablado antes, me acerco a ella - Disculpe, em señorita...- No se su nombre así que no puedo acabar la frase, aun así recuerdo la cara que ha puesto antes, mientras explicaba las características de las brujas "¿Porque me he fijado en ella?" -Siento mi rudeza con las palabras, aunque seguramente le pareceré... em... asqueroso, por decirlo de alguna manera, pero... no he hecho daño a nadie que no se lo mereciera, no le haré daño- Digo sonriendo -Bueno... mejor me voy, algo me dice que está un poco incomoda con mi presencia- Digo con una pequeña sonrisa mientras me alejo de ella "Parezco idiota... pero si he hablado con mil personas en mi vida, ¿Porque me pasa esto ahora?"
El reverendo Greenberg era un hombre atareado y no era fácil verle ocioso por el pueblo. Con los actuales sucesos su trabajo se había doblado, triplicado. los muertos daban mucho trabajo, especialmente cuando no había nadie más que se encargase de ellos. Adecentar los cadáveres, preparar el sepelio... pero eso no era lo peor... las heridas, el olor, magia... brujería.
- El mal, el Mal está entre nosotros - predicaba -. La plaga del Viejo mundo ha llegado al Nuevo y no podemos permitir que su semilla arraigue o las colonias pueden perderse. Si en Europa se alzaron las hogueras para quemarlas aquí debemos seguir su ejemplo.
Sin embargo era dificil no cumplir con sus deberes como sacerdote.
- Mañana se habrá una oración por los difuntos ayudantes del alguacil. Ruego a todos los hombres y mujeres de bien que pasen por la iglesia a dar el ultimo adiós a los vecinos que dieron su vida por nosotros. Rezaremos por sus almas para que se unan a nuestro Señor en las Alturas.
Con pesadumbre, Alexander volvió al interior de la iglesia para dar los últimos retoques a la misa.
Las palabras del señor Winston me disgustaron profundamente estaba sembrando la desconfianza. Solo por eso me puse de pie para hablar, esta vez para todos. Sujeté mi rosario con todas mis fuerzas sin mirar a nadie en particular.
- Es-escuchadme po-por favor- aclaré mi garganta casi completamente oculta tras mi velo temblando - To-todos aquí somos Fo-fo-forasteros, nuestros antepa...sados fueron quienes co..lo-colonizaron estas tierras. No Jus-jusguemos la procedencia, no... es justo.
Respiré profundamente me sentía mareada y mi rostro seguramente se había puesto rojo. Pero si no hablaba y por ello un inocente moría no me lo iba a perdonar jamás.
- No sabe-sabemos desde cuando es-estan pasando estas... estas cosas. - respiré profundamente- Acostumbramos a aceptar que los....los niños del or-orfanato desaparescan pe..pero ahora que ha sido un...niño con familia y que... la situación ha tocado.. a nuestras puertas directamente nos vemos más afectados... por alguna razón quien está detrás de esto ha de..decidido dejar de es-esconderse y eso es más peligroso. Solo intentan destruir nuestro pueblo.
Volví a sentarme temiendo que fuera difícil entenderme por mi dificultad para expresarme.
-Señores, entiendo todas las posturas - me tomo un segundo para coger aire - si mi memoria no me falla hace más de 20 años que no hay ninguna muerte ni desaparición en condiciones extrañas en este pueblo. Ahora hablamos de brujería, y no les quito la razón, puesto que yo opino igual, pero como bien han comentado ni hay que echar toda la culpa a los forasteros y tenemos que eliminar la sospecha sobre los que somos habitantes de este pueblo.
-Necestiamos saber qué vamos a hacer. Yo propuse que nos quedásemos todos aquí juntos de momento, pero ahora tenemos que dar otro paso e intentar descubrir quien conjura con el mal. Si alguien tiene una sospecha real que hable, pero por favor, no hagamos acusaciones gratuitas contra nadie.
Me giro hacia el señor Nathan - si esta es su profesión guienos, díganos cómo actuar o qué hacer, con gusto le echaremos una mano, pero por favor, líbrenos ya de esta situación.
No alcanzo a entender porque el señor Winston sigue empeñado en crear discordia entre nosotros acusando a los forasteros. Quiero pensar que los nervios lo están traicionando y que no hay una doble intención en sus palabras. No se da cuenta de que dios nos enseña en las sagradas escrituras a no juzgar a las personas sin tener un buen motivo. Essex es tierra de inmigrantes, todos somos forasteros de alguna forma, seamos oriundos o no de Salem.
Me siento en un banco para reflexionar en silencio. Intuyo que muy pronto la desconfianza se apoderará de los aldeanos y empezaran los juicios sin sentido. No pasa inadvertido para mi el comentario de la señora Lovett, quiero mostrarle mi aprobación pero en ese momento se acerca a mi el cazador de brujas del que todos desconfian abiertamente. Me incomoda sobremanera su presencia, en realidad me pasa con cualquier hombre desconocido que se acerque a mi, no estoy acostumbrada a tener un trato tan cercano con ellos.
-Me llamo Victoria Van Straten. Sonrie timidamente sin mirarle directa a los ojos. -Lo cierto es que me ha impresionado mucho su testimonio. Parece un personaje sacado de una historia de terror, el héroe caza brujas que estabamos esperando. Si dios ha dispuesto que llegara a Salem con la intención de ayudarnos alabado sea, me siento más tranquila pero entienda que sus malas formas no nos ayudan a confiar plenamente en su persona. Y no se preocupe no me parece desagradable. (Si se lo parece pero se lo guarda para sus adentros). Solo modere el tono y sea educado porque se encuentra en una aldea apacible llena de gentes creyentes y honradas.
Mientras me estoy separando de ella y pensando en lo estúpido que he parecido me habla y me giro de golpe sonriendo - Jaja, si perdone, yo soy Nathan West y créame... se que mis formas no son las correctas, pero nunca me han hecho falta tenerlas para mi trabajo, pero intentaré comportarme, ya he dejado la escopeta, jeje- Sonrío intentando hacer una bromas... estúpida, pero una broma. -Y siento si esto no le gusta pero no llegué a Salem con la intención de ayudar a nadie, mas bien para descansar de tanta cacería, pero le juro que haré todo lo que esté en mi mano para capturarlas y tal como ha dicho antes el reverendo, quemarlas.- Bajo la mirada pues me doy cuenta de que otra vez he vuelto ha hablar mas de la cuenta con mis rudas palabras.-Bueno, me gustaría...- Antes de acabar la frase el señor Miller me pide consejo -Em... si, perdone, a ver... como ya les he dicho las características comunes no sirven de nada, así que he optado por preguntarles dónde estaban esta mañana, ya que la bruja o brujo ha matado a los ayudantes del Alguacil en ese mismo instante, por lo tanto uno o una de nosotros no tendría que tener excusa, pero por lo que he podido observar nadie a coincidido con nadie, por lo tanto, aún no tengo posibilidad alguna de tener una pista- Miro al señor Winston - El señor Winston no para de insistir en que esto es una artimaña mía para engañarlos y poder matarles, bien, créanles si quieren, llevo un mes aquí y como mucho conozco al mendigo por un par de monedas que le he tirado al salir de la taberna... y al relojero para reparar mi reloj, pero eso fue hace bastante tiempo.- Me coloco la mano en la cabeza rascándola mientras miro al señor Winston - No se porque se empeña en hablar mal de los forasteros, es su pueblo y es su gente, lo entiendo, pero juzga usted muy rápido, créame demasiado rápido.- Me vuelvo a girar al señor Miller -Lo siento de no ser mas utilidad por ahora, pero a parte de lo dicho sobre el señor Winston, no llevo suficiente tiempo con ustedes como para ver alguna anomalía, diría mas, ustedes verán las anomalías en los demás antes que yo... ya que son sus vecinos por mas tiempo.-
Katherina tras las tareas habituales de su día a día se fue a disfrutar de la monta de su preciosa yegua. Como era costumbre uno de sus criados y amigo de la familia la acompaño, un jovencito de apenas 13 años al que trataba como un hermano pequeño. De pronto, en mitad del paseo escuchó a lo lejos el repiqueo de campañas que anunciaba una emergencia en la comunidad. Temiendo que fuera grave espoleó a su yegua y acudió tan rápido como pudo. Para cuándo llegó casi todo el mundo estaba dentro. Se bajó del precioso ejemplar que sudado por el galope ofrecía un perfil salvaje a la par que calmado, y le entregó las riendas a su fiel amigo para que sujetara al animal. De camino a la entrada del edificio se adecentó el tocado devolviéndole un aspecto natural y ordenado acercándose a una de las matas que contenía flores y adornando, como siempre, su cabello con una delicada flor. Terminó de devolverse la compostura sacudiéndose el vestido y organizando los pliegues adecuadamente y entró no sin antes santiguarse como tenía por costumbre, al menos en sitios "oficiales", ya que todo el ambiente burocrático le daba mala espina. Al entrar se situó cerca del padre Alexander pues estaba más cómoda en su compañía.
Dejó a las gentes que allí se reunían hablar y explicar la situación que vivíamos. No podía creer a aquellas personas, estaban diciendo locuras, pero según hablaban y se explicaban empezaban a tener sentido muchas cosas. Ella misma había oído las quejas de los granjeros que se ocupaban del poco ganado que mantenía en la finca para autoabastecerse. En aquel momento pensó que había sido alguno que por motivos de necesidad había sustraído uno o dos pollos y tampoco le importaba pues todos eran como una familia para ella. Pero tras mencionar las palabras de bruja un escalofrío le invadió los huesos. Su Señor le enviaba una señal. A través de aquellos hombres se le mostraba la verdad pero no entendía por qué sus conciudadanos le atacaban y se volvían contra él. No pudo evitarlo y manifestó su opinión. - No hemos de entorpecer esta investigación, después de todo nadie ha sido acusado todavía de nada y si hacen esto es por nuestro bien. Yo pienso que el señor West ha sido enviado por nuestro Santo Padre para eliminar esta amenaza que acecha en la sombra en nuestra comunidad y sinceramente le estoy muy agradecida por ello. Dios ha decidido, en su infinita sabiduría, salvar a este hombre y darnos la oportunidad de atajar este mal antes que se lleve por delante a alguno de nuestros queridos vecinos; nuestro deber es ayudarle a encontrarlas. Pero eso si, coincido en que no es posible que ninguno de los creyentes pueda ser parte de semejante blasfemia. Su aportación había terminado aunque siguió escuchando lo que decían aquellos vecinos.
Le pareció muy sospechoso lo que el señor Dude, que estaba excepcionalmente activo en semejante reunión, dijo sobre las brujas. Parecía conocer demasiado sobre ellas. Y sin parecerle un tema de conversación frecuente, pues no había escuchado a nadie hablar nunca de ello y menos en tanta profundidad, sobretodo en un pueblecito apartado como Salem; ni un tema digno de una persona decente, decidió poner un ojo en todo aquello que fuera diciendo. No dijo nada a nadie claramente pues como bien habían mencionado en la sala no se debe juzgar al prójimo, al menos no infundadamente desde su punto de vista.
Lo peor de aquel extranjero no era que su insólita figura de salvador en tiempos de oscuridad inspirara a escribir algo realmente bueno a Roderick como nada ha hecho desde que murió su mujer, lo realmente extraño y perturbador es que no tenía un ápice de idea de si aquel hombre se trataba de un héroe o por el contrario, de un villano.
Así que el artista desdichado se acerca a la señorita de buena familia y al historiador, que entablaba conversación con el cazador.
-Señorita Van Straten, - Con un gesto cordial y elegante pide permiso para entrar en la conversación - Señor Miller - Repite el gesto con igual amabilidad - Lo cierto es que todo lo que se está diciendo aquí es cierto de una u otra manera. Bien, este es un pueblo puritano y jamás de los jamases, lo digo yo que soy de la cuarta generación de los Usher en estas tierras, hemos tenido problema alguno de estos, ni de remotamente menores, menesteres. Por ello quiero pedirle que comprenda, señor Nathan, por qué el pueblo desconfía de usted. Verá, corren tiempos extraños... Pero estoy seguro que usted será capaz de lidiar con ello. En este pueblo conozco a muy buena gente, estoy seguro que si escoge las palabras apropiadas la desconfianza y el caos inicial se desmoronará cual castillo de naipes.
Yo por mi parte acudiré a lo que mis pensamientos llaman "sensatez" pues no tengo evidencia alguna de que ni usted ni sus gentes han venido a hacer ningún mal. Pero entienda también que a la mínima evidencia de algo sospechoso, confiaré más de mis conciudadanos que de usted. Espero que lo entienda.
El escritor esbozó una sonrisa amable sombreada con su bigote.