-El juicio ha concluido. El tribunal ha llegado a un veredicto.
El gobernador alzó su voz sobre las demás, que enseguida enmudecieron, expectantes. El silencio en la sala principal de la mansión era sepulcral, sólo roto por el aullido del viento entre las visagras de las ventanas y alguna pequeña gota de agua que golpeaba los cristales.
-Samanta, ha sido usted acusada del pecado y delito de brujería, así como de colaborar con el Oscuro, de enfermar nuestro ganado, de secuestrar a nuestros hijos y de colaborar en la muerte de uno de estos dos hombres, de los cuales al menos uno el alguacil tiene la certeza de que era inocente.
Samanta dio un paso adelante, y todo el mundo se apartó a su alrededor. Su mirada estaba fija en el Gobernador Comerton.
-Este tribunal la condena a morir en la hoguera.
Patrick, el verdugo, se había apartado de su habitual puesto vigilando la puerta principal para que nadie escapara, y ahora inmovilizaba a la mujer con una soga en las muñecas, que había colocado a la fuerza en su espalda.
El alguacil Clemins tenía un enorme llavero en la mano. El tintineo de las llaves parecía el doblar de unas funestas campanas en aquel silencio. Nadie parecía atreverse a decir una sola palabra. Cuando al fin sacó una vieja y oxidada llave de hierro, tras lo que pareció una eternidad, abrió lentamente una puerta trasera que conducía a un patio privado de la mansión. El frío aire entró en la sala y les caló hasta los huesos.
El alguacil encabezó la marcha, y uno tras otro, salieron todos al patio cercado exterior de la mansión. El gobernador salió en último lugar, precedido por Samanta y Patrick, quien la llevaba bien agarrada.
Basta un vistazo rápido para observar aquel siniestro lugar. Un retorcido sauce coronaba un pequeño montículo en el extremo oeste. En el extremo norte, donde os encontrábais, había preparada una pira. Pero no sólo se trataba de una. Había muchas. ¿Diez? ¿Doce? ¿Qué demonios estaba pasando aquí?
-En el infierno no volverá a blasfemar, mujer. Patrick, procede.
El horrible verdugo ató a la mujer en el centro de la pira, una columna de madera como de dos metros de alto rodeada de paja seca empapada en aceite y brea. El rostro de Samanta permaneció impasible durante todo el proceso, pues todos los insultos que tenía reservados para ese Dios al que tanto adoraban no harían sino aumentar la satisfacción de aquellos que la condenaron por blasfemar.
El alguacil salió de un pequeño cobertizo de madera, muy antiguo al parecer, pues estaba casi en ruinas. En la mano portaba una antorcha encendida que cedió a Patrick en cuanto llega a su lado.
El gobernador se acercó a la pira y, levantando los brazos, clamó al cielo.
-Señor, hoy te enviamos un alma para que sea juzgada en tu infinita sabiduría. Que arda en el infierno si se trata de una bruja adoradora. Si se trata de un alma inocente, ¡Perdónanos en nuestra ignorancia, Señor, mas permítela descansar por toda la eternidad a tu lado gozando de tu divino reino!
Cuando las palabras cesaron, el verdugo acercó la antorcha a la aceitosa paja, que enseguida empezó a arder con virulencia.
-¡ALABADO SEA DIOS TODOPODEROSO!
Con estas últimas palabras, el Gobernador emprendió el camino de vuelta a la mansión. El alguacil le siguió rápidamente, y os visteis obligados a volver al interior de nuevo. Con un último vistazo al cada vez más oscuro cielo y un último estremecimiento debido al húmedo y frío viento, pudisteis ver que se avecinaba una tormenta.
Los terribles alaridos de dolor proferidos por Samanta se vieron amortiguados por las paredes de madera una vez todos se encontraron dentro de la mansión de nuevo y el alguacil volvió a cerrar la puerta bajo llave. Pero cuando este volvió la cabeza para ver qué atraía la atención de todo el mundo, quedó igual de boquiabierto que el resto.
Rick O'Brien, el leñador, colgaba a un metro sobre el suelo. Una soga sujetaba su cuello, con el otro extremo atado a la barandilla del pasillo de la planta superior. La rústica cuerda crujía con cada balanceo del cadáver.
-¡En nombre del padre, del hijo y del espíritu santo! -El gobernador no cabía en sí de horror- ¡Suicidio! ¡Otro terrible pecado! ¿Quién se cree el hombre para disponer a su despreciable antojo algo que pertenece al Todopoderoso, como es su vida? Clemins, baje el cadáver ahora mismo y arrójelo a una tumba sin nombre. Nada merece este desgraciado.
Los suicidas nunca eran enterrados en camposanto, pero enterrarle en una fosa común era un deshonor. El gobernador parecía fuera de sí.
El hediondo mendigo, Leiden Sygdoom, parecía nerviso. "¡Pero qué locura es esta!", farfullaba sin parar. Tanta muerte podía trastocar la mente de un hombre débil. Sus nervios no dieronn más de sí y echó a correr en dirección a la puerta principal, con la esperanza de escapar ahora que el verdugo no estaba protegiéndola. Sin embargo, los postigos y las cadenas sí que seguían allí. Mientras intentaba apartarlas de su camino para continuar con su frenética huida, un disparo atravesó su espalda. El alguacil había abierto fuego utilizando la escopeta de Nathan desde su posición en el segundo piso.
El aullido de un lobo anuncia la entrada de la noche. Pero esta vez suena más cercano que la última noche que se pudo escuchar.
Habían estado culpándose los unos a los otros durante buena parte del día y al final el juicio había concluído. La acusada fue culpada por tres personas. Ella no pudo señalar a ninguna, no podía encontrar ningún signo visible del maligno, algo definitivo, pero al parecer sus compañeros de asamblea sí. Una triste decisión la de arrebatar la vida a una mujer por convencimiento popular ¿Qué le ocurrirá ahora? ¿Será realmente una bruja? ¿Estamos "más" seguros que antes? Tenía demasiadas dudas con todo. Poco después lo descubrió, la iban a quemar viva. Aquella práctica era inhumana, ¿qué tipo de ser humano podía ver y reconfortarse al arder el prójimo? Intentaría no mirar pues en algún momento la escena sería dantesca y no deseaba recordar aquello.
Si bien Samantha no era de su agrado, demasiado desgarbada en su forma de hablar, deslenguada, arrogante e irritante pues en un momento como aquel en que descubrieron los cadáveres le exigió que hablara. Un momento en que estaba en shock y de no ser por las amables palabras de Nathan hubiera sido peor. Pero todo aquello no era una justificación para odiarla o culparla de brujería, así como no podía culpar a aquellos que la habían acusado a ella. No pensaba que así lo fuera, ¿qué tipo de señal necesitaría para decidirse a culpar a alguien?. Desgraciadamente la mayoría ganaba y aquellos era el resultado.
En última instancia se acusó a los ateos, y sí, están lejos de Dios pero él los ama y siempre les dará la oportunidad de volver a él. Así que tampoco pensaba que aquello les convirtiera en brujos/as. - Personalmente pienso rezar por todas las almas aquí reunidas pues El Señor siempre les dará la oportunidad de volver al buen camino. Si ellos no creen en Él no me importa, yo creeré por los dos. Dijo esto abrazando la Biblia que el reverendo le había dado la noche anterior dejándola visible ante los ojos de los demás. Prosiguió con su pequeño discurso. - Así como rezaré por las almas de aquellos que han inculpado a esta mujer, pues no hay unanimidad y podríamos haber sido cualquiera de nosotros el que estuviera en esa situación. Sólo espero que no os hayáis equivocado. Lamento no poder hacer nada más por ti, ve con Dios Samantha. Dijo estas palabras cuando el verdugo se dirigía antorcha en mano hacia la pira en la que habían situado a la mujer esperando levantar un mínimo de remordimientos a quien correspondía.
Poco después de sus palabras el procedimiento comenzó. Miró por última vez a aquella mujer serena y fuerte que iba a perecer en aquella pira y volteó la faz y fijó sus ojos en la Biblia y rezando por ella.
Asistí a la ejecución de la desdichada Samanta (¡qué digo, de la maligna bruja!) junto a la señorita Schulze, a la que rodeé con el brazo discretamente para protegerla tanto del frío como de la macabra escena. En esos momentos era presa de un cúmulo de sensaciones y sentimientos. Por una parte, deseaba profundamente que la votación hubiera sido acertada y que ello nos acercara más al final de aquel drama. Por otro, no podía sino sentir repugnancia ante el espectáculo y dolor por la muerte de un ser, aunque me consolara y convenciera pensando en que su naturaleza era maligna y merecía tal final. Era terrible pensarlo, pero me tranquilizaba que fuera la ajusticiada la que me hubiera votado, pues, al ser una bruja, su propósito, como todos sus actos, había sido perverso: buscar la condena de un inocente. Pero... ¿y si era inocente y simplemente se había dejado llevar por una impresión equivocada sobre mí y un deseo noble, pero erróneo en este caso, de condenar a un ser demoníaco? Qué duda tan horrible. No quería alegrarme por la muerte de mi acusadora, sino por la eliminación de una bruja, pero el ser humano es débil (Mt, 26-42). Y finalmente me alegraba por la proximidad de la señorita Schulze y la esperanza de que ello pudiera, con pasos lentos pero seguros y dentro del respeto y honestidad de las relaciones entre hombre y mujer tal y como las contempla la Iglesia y el Señor, fructificar en un futuro común. Mas aún quedaban más seres malignos, según el alguacil, con lo que nuestros sufrimientos no habían concluido.
Dude al ver, como era a quien yo vote, la elegida y en mi solo se asomaba la duda, ¿Seria realmente una bruja? Que pensamiento tan tonto, claro que lo era, tenia que serlo.
Temeroso de ese pensamiento entre de nuevo en la mansión sin mirar atrás, solo cuando empezaron los gritos, gritos aparentemente humanos, busque una ventana por donde mirar para dar tranquilidad al corazón. Pero solo veía llamas y una sombra en su interior. Poco después llegaron los gritos de dentro del caserón.
-Por dios santo, ¿Tan desesperado estaba como para suicidarse? Ahora el pobre nunca podrá reunirse con su familia, ni con él señor...-Asentí a las palabras del gobernador y observaba consternado como se llevaban al suicida solo para alarmarme, por un nuevo disparo. El alguacil había hecho realidad sus amenazas y ahora el mendigo yacía muerto en la misma entrada. No pude mas y busque la tranquilidad santiguándome y bajando la cabeza.
-Virgen santísima, esto es demasiado para un pueblo tan humilde, dios quiera que encontremos pronto a las brujas. Esto es de locos.-Saque el pañuelo para secar mi frente sudorosa y llenarme así de hollín. ¿Hacia cuanto que no cambio el pañuelo?
En silencio ante tanta desgracia, me dispongo a amortajar los cadáveres, como había hecho también con el resto. Lágrimas silenciosas me quemaban por dentro, pero alguien debía hacerlo, y esa era yo.. Me acerqué al cadáver de Samanta, carbonizado. El hediondo olor que despide su cuerpo no es normal en alguien que acaba de morir, aunque sea de una forma tan terrible. Parece como si llevara semanas descomponiéndose... La piel se cae a pedazos de la carne muerta, y cuando cae la falsa fachada que la recubría, finalmente pude observar el horrible y verdadero rostro de Samanta. Una anciana con el cuerpo lleno de verrugas y el cuerpo corrupto por la oscuridad... -¡¡Miren esto!! -exclamo, aterrorizada.. Nunca había visto nada semejante- ¡Era sin duda una bruja! Tienen razón, estamos condenados.. ¡Hay que encontrarlas a todas!
El gobernador había dicho las oraciones en su lugar, era un hombre piadoso que velaba por la ley y sus conciudadanos por lo que Alexander no pudo estar más de acuerdo con sus rezos. Espero que Samanta fuese una de las brujas o se habrá cometido una gran injusticia...
De vuelta al ayuntamiento había otro cadáver, Rick y todo indicaba que era un suicidio. No es posible colgar a nadie sin que luche y menos a un forzudo como el leñador y no parece tener ningún signo de violencia. Rick ha cometido un pecado capital y su alma nunca irá al cielo. Tal vez la presión del encierro pudo con él o tenia algo que ocultar. ¡Qué el Señor nos proteja!
Después el mendigo trató de huir por la puerta cuando el verdugo no estaba. El gobernador terminó con su vida con la escopeta de Nathan... Pobre loco. Se acercó al cuerpo y le dio los Santos Sacramentos murmurando las oraciones...
Llego la noche gélida y oscura como casi todas las noches de este pueblo de Salem, y llego el gobernador, y condeno a Samanta de brujería… La noche llego pero no me parecía correcto con la ejecución por que no sabíamos exactamente si era una bruja. Pero por lo que se ve el pueblo hablo y estaba decido…
Me eche hacia atrás al ver como la ejecutaban, no era muy agradable ver la como ejecutaban a una persona, apretaba los ojos al escuchar como gritaba y el sonido se me, metía en los oídos no quiero recordar todos los libros y hechos que habían en otros pueblos, con las mismas ejecuciones que hacían por matar a personas sin saber al 100% que eran brujas, Casi la mayoría que morían eran inocentes, y la otra mitad eran culpables. No tenía palabras decir nada solo quería que acabara la ejecución, y dejar de pensar en la pobre samanta al escuchar su sufrimiento.
Ojalá hubiera tenido más tiempo para esclarecer sus dudas sobre Samanta, pues eran aún muchos los interrogantes alrededor de su identidad, pero tenía que aceptarlo. Entre todos era la más sospechosa, pero ¿Cuándo va a acabar esto? ¿Cuántos brujos hay en el pueblo?
Entonces una joven pueblerina (Mary Jensen) que examina, horrorizada, el cadáver observa con temor que las sospechas del pueblo eran ciertas, pues descubre un rostro de anciana bruja bajo la oscura piel carbonizada de la joven sacrificada.
- Oh señor, de ser esto cierto significa que moraban dos brujas en este pueblo y ya han sido eliminadas, pero a cambio el señor nos ha castigado ya con muchas muertes de inocentes... Que horror, ¿Cuándo estaremos a salvo?
"Después de todo lo ocurrido solo nos faltaba eso... un suicidio y un cobarde..." Esos eran los pensamientos que corrían por la mente de Nathan mientras caminaba hacia el cadáver del mendigo, se agachó y le cerró los ojos con los dedos -Pobre diablo... tuvo una vida dura y una mala muerte...- Justo cuando está hablando escucha a la joven Mary Jensen hablar sobre el cadáver, se puso a gritar diciendo que sí era una bruja "increíble... pues creí firmemente que ella no lo era..."
Se levanta y sonríe al reverendo al ver que este se acerca a santiguar al muerto... hace un gesto con la cabeza de arriba a abajo y se vuelve con el resto de las personas -Bueno... parece que esto acabará pronto, pues ya llevamos dos de dos y ahora ya no hay duda alguna, debemos encontrar a la o los que falten... deben arder como eso- Dice señalando los restos de Samanta, la mirada de Nathan se dirige a lo alto, al alguacil, no es una mirada amigable pues ha disparado su querida escopeta... "Tu vuelve a hacerlo..." piensa mientras no aparta la mirada.
La tragedia se hace de nuestro tranquilo pueblo de Salem, tres personas han muerto de manera terrible frente a nosotros, aun no puedo creer que estemos pasando por esta situación, yo no vote por ella pero tal vez los que si votaron por ella tendrían alguna buena razón, espero que no se equivocaran…
-En estos momentos oscuros debemos confiar en el Señor, el de una manera u otra nos enseñara el camino que debemos tomar.- hago la señal de la cruz mientras observo a los cuerpos ya sin vida de los presentes.
-Cada vez somos menos en este salón, solo espero que los que estamos aquí podamos encontrar al resto de las brujas antes que acaben con nosotros.-
Mi corazón encontró algo de calma al escuchar las palabras de la joven Jensen y aliviado suspire porque no me había equivocado.
-Estamos por buen camino, entonces. Nuestras sospechas eran ciertas, después de todo quien reniega del señor no puede ser buena persona.
Solo tenia una pregunta mas. Esto se abría terminado o en verdad aun quedaban mas enviados de satan.
Tras persignarme al ver todo lo acontecido, me giré para mirar a la joven que había declarado sin ningún tipo de titubeo, que Samanta era una bruja.
- Que el Señor nos proteja... -Volví a persignarme. Samanta no había sido plato de mi gusto, desde luego. Sus rudas palabras hacia nuestro Señor hicieron que solo sintiese antipatía hacia ella. Pero no la creía una bruja. No cuando había dicho algo tan serio sobre su familia. Era cierto que el hecho de que unas siervas del maligno fuesen detrás de un bebé era cuanto menos... curioso, ¿pero mentir sobre la muerte de su propia familia? No tenían escrúpulos de ningún tipo.- Está claro que solo podemos fiarnos de nuestro Señor. Ya veis, aquella que decía querer acabar con las brujas... Y protegernos... -Luego miré fugazmente al señor West, y mi labio tembló. ¿Y si sus palabras también resultaban ser falsas?
Las palabras de la joven señorita Jensen le parecen cuanto menos increibles. ¿Cómo puede reconocer algo bajo la supuesta capa carbonizada que era ahora la "bruja" Samantha? ¿No estaría inculpándola para quitarse, y quitarnos al resto, un peso "moral" de encima? Sea como fuere admiraba que tuviera tanto estómago como para poder acercarse a un cuerpo calcinado sin tener si quiera una arcada. Y, si bien Mary Jensen, con semejante aguante, podía ver en el cadáver una bruja no iba a ser ella quien fuera a comprobarlo, pues dudaba bastante del suyo.
Reflexionó sobre las palabras que el señor User había dicho y, dijo en respuesta, tanto al sr. User como al sr. Brown, uno por ser él el autor de las palabras y otro por compartir su miedo. - Tiene usted razón señor, y me atrevo a conjeturar que caerán muchos más -refiriéndose a los inocentes que mencionaba- pues si queda alguna bruja y Samantha era realmente una de ellas no les habrá hecho mucha gracia semejante final. Tras decir estas palabras ella misma veía como su vida corría peligro y reflexionó sobre su participación en la siguiente votación, el destino de los fieles a Dios dependía de ello. Eso sí, a quien acusara lo haría con la seguridad de todo su ser.
Estaba aturdida por la inevitable llegada de las acusaciones. La noche se cernía sobre nosotros y aún no había emitido ningún voto. Sin embargo, si bien realmente no tenía motivos esclarecedores como para acusarla de brujería, la última intervención de Samanta me hizo pronunciar su nombre. Aún estaba asimilando lo que había hecho, pues no sabía la magnitud que aquella decisión poco meditada iba a tener.
Samanta salió elegida con 3 votos; el hecho de que ella fuese la acusada final era bastante relativo, pues distaba solamente un voto de varias personas.
En cualquier caso, al escuchar el veredicto del Gobernador me quedé en estado de shock. "¿Qué he hecho...?". Antes de darme cuenta, estábamos en el patio trasero viendo como la joven muchacha era erguida sobre una pira y esperaba su sentencia.
No pude mirarla a la cara, pues yo era directamente culpable de su final. Noté como el señor Alfred me rodeaba con su brazo; era una sensación reconfortante y extraña a la vez. Por un lado, era evidente que me regocijaba el hecho de que aquel fruto del destino fuese avanzando a pasos lentos. Sin embargo, ni siquiera la cercana presencia de aquel hombre podía calmar la inquietud que sentía en el corazón. Era incluso macabro el hecho de que pudiera sentir felicidad estando delante de aquella dantesca escena. De todas formas, sentí que mi moral flaqueaba y no pude más que dejar caer ligeramente mi peso al lado del señor Statham. "Que dios me perdone...".
Volvimos hacia el interior; aún seguía pensando en el desencadenante de mi decisión de juzgar a la señorita Samanta cuando vimos al leñador balanceándose sobre el suelo cual péndulo. ¡Qué horror! Brujería y suicidio, dos actos castigados severamente bajo la mirada del Altísimo. Dudaba que las cosas pudieran torcerse más, cuando el Alguacil abrió fuego contra el mendigo.
Eso era demasiado, ver tantas muertes en tan poco tiempo.
Al menos, cuando la señorita Jensen anunció que Samanta era en realidad una enviada del diablo, pude emitir un leve suspiro que alivió mi creciente sofoco al contemplar tantos cuerpos muertos. Gracias a dios mi elección había sido certera, y si bien no me alegraba por haber señalado a una persona que perfectamente podía haber sido inocente, me animaba el hecho de que hubiera menos brujas entre nosotros.
El día en el que pudieramos salir de allí estaba cada vez más cerca.
Retorno de mis pensamientos al sentir el peso de la señorita Schulze contra mi cuerpo. El terrible espectáculo que habíamos presenciado la había impresionado. La estreché con más fuerza: - ¡Ánimo, señorita! Son tiempos de zozobra, pero debemos confiar en el Señor y seguir adelante. Yo... sólo espero que esto pase para... quizás, no quiero precipitarme... crear un porvenir halagüeño con usted. Temo haber sido demasiado osado, pero no puedo reprimirme y la beso discretamente en la mejilla, confiando en que este gesto pase desapercibido a los demás. Mi intención no es pecaminosa, pero no es el momento adecuado. He de consultarlo con el reverendo. Nos alejamos juntos cuando contemplamos al leñador y la muerte del mendigo. ¡Más conductas impías que se saldan con la muerte de pobres desdichados! ¡¿Qué será de nosotros?! Todavía sobrecogido, escucho a la señorita Jensen. ¡Alabado sea el Señor! Era una bruja. Me invade una gran sensación de alivio, pues el veredicto había sido correcto, lo que, además de hacer la Justicia del Señor nos acercaba a nuestra salvación. - Señorita Schulze, muchas gracias por su valentía y acierto. Su perspicacia nos acerca de la salvación.
- Señorita Jensen, ¿Está usted completamente segura de que Samanta era una bruja? Si es así el Maligno cuenta con uno demnos de sus aliados entre nosotros y estamos más cerca de la salvación del pueblo. ¡Alabado sea el Señor!
Tal vez en un día o dos más Salem se habría librado de su plaga y ningún inocente más debería sufrirla.
No lograba recuperarme de los gritos desesperados que Samantha había proferido cuando las otras dos muertes cayeron sobre nosotros. Ahora no solo teníamos que escapar de las brujas si no que teníamos que evitar la locura. Dormir sería imposible esta noche por mucho que lo intentara, mi expresión horrorizada se había quedado grabada en mis ojos.
- Me... me gustaría invitar a las mujeres presentes a que hagamos una vigilia esta noche, dediquemonos a rezar para que Dios nos ilumine y nos proteja.