Partida Rol por web

A la hora prevista, debía reunirse aquella pintoresca cuadra de vástagos, de nuevo. Y quizá por última vez.

Ernest buscó por su refugio, pero no dio con Leroy por ningún lugar. Tan solo encontró una nota escrita en el lugar donde le había dejado:

Ernest,

Buen Conde. Parto hacia una muerte casi segura. No quería hacerlo sin darte una merecida explicación que, a pesar de todo, en modo alguno podrá mitigar tu justo disgusto conmigo. No tengo remedio y, ahora ya, nunca lo tendré. Lo siento.

La Coronación de La Reina, solo. Sin los míos. El principio de mi fin. La confirmación que, igual que Morgan, la mayoría de los vuestros por mi solo sienten asco y desconfianza, condescendencia en el mejor de los casos. Solo eso.

Me he dado cuenta que, en esta coyuntura, mi única posibilidad de no acabar siendo también repudiado por los míos es vagar, nuevamente solo, por el inframundo.

Probablemente fallezca. Es casi seguro que lo próximo que sepáis de mi sea por mi cadáver despedazado y puesto al Sol. Lo siento Ernest, no tengo otra opción que recorrer esa senda hasta los míos, y es algo que debo hacer, como siempre, SOLO.

Evidentmente, soy leal a La Reina. Siempre lo he sido. No te quepa la menor duda. Pero debo demostrar mi lealtad a mi manera, de la forma que más útil creo que puedo ser a su reinado: Con mi sacrificio en muerte. Nuevamente siento mucho los quebraderos de cabeza que eso vaya a provocarte. Lo siento.

Me despido de ti, Ernest, hasta la Eternidad...

Leroy "El Bufón"

A medida que leía la carta un gruñido apagado comenzaba a surgir de la garganta de Ernest.

Cada palabra, cada connotación era una demostración de que por mucho que se esforzase Leroy no tenía solución. En las anteriores situaciones podría haberse aplicado el atenuante de que sus acciones habían sido tomadas de manera irreflexiva e impulsadas por su desconocimiento de las maneras de proceder de la sociedad vampírica. Pero aquello…

Aquello había sido una decisión meditada, una traición, ya no solo  a la confianza de Ernest, sino una traición a la reina y a la misión que les había encomendado.

Hacer la misión con Leroy de su lado habría sido una temeridad de conclusiones ignotas, hacerlo sin el nosferatu a su lado como guía era directamente una locura y una condena a muerte tanto para Leroy como para el resto del grupo.

La ira comenzó a embargarle. Aquel estúpido le había condenado, había conseguido que fallase de nuevo a la reina, antes siquiera de que pudiese tener opción a intentar restaurar su honor perdido. Había fracasado en su misión antes de comenzar.

Tuvo que hacer esfuerzos denodados para no despedazar la carta y dejarse llevar por la bestia y comenzar a golpear las paredes del bunker subterráneo hasta destrozar sus puños.

Sin embargo se controló, no podía perder la poca dignidad que ya le restaba. Tenía que ser rápido si quería solucionar aquel entuerto. Lo primero era prepararse para la misión e ir al encuentro de Morgan y André, tal vez si se daban prisa aun pudiesen dar alcance a Leroy antes de que consiguiese que todos muriesen por su estupidez...

Ernest no se había prodigado demasiado por el mundo subterráneo bajo Londres, así que sabía lo mínimo. Que había subterráneos ampliados a partir de los refugios de la guerra, y que, supuestamente, habría alguna puerta en alguno de ellos que llevara al nivel inferior, el conocido como "las ratoneras", que se extendían por todo Londres.

Sin embargo los refugios se habían extendido tanto que encontrar una de esas puertas sin ayuda era como buscar una aguja en un pajar. Había poco que hacer: consultar al resto de compañeros de aquel improvisado grupo, que probablemente irían al punto de reunión del día anterior, o hablar con Juliet, lo más parecido a un Sire o Mentor que te quedaba en la ciudad, aunque no sabías como reaccionaría si descubriera lo que había pasado.

Resignado Ernest subió a sus aposentos y informando a sus sirvientes de que iba a salir se aprestó a prepararse para la que probablemente fuese su última noche.

Despachando a Alphonse, le informó a su ayudante de cámara que informase al chofer para que preparase el coche, y procedió a abrir el gran armario de su habitación, sacando uno de los uniformes de gala del ejercito que aun guardaba. Si tenía que morir al menos lo haría con un porte digno. Sin grandes ceremonias procedió a vestirse el uniforme con galones, guantes de piel, gorra y botas de caña alta incluidas. Acto seguido se dirigió hacia la cómoda y abriendo el cajón superior sacó una caja de madera del interior.

Era una caja de madera de sándalo, compacta y bonita, con la figura de un perro labrador tallado en su superficie. Colocandola sobre la cómoda la abrió revelando la pistola luger p08 que guardaba en su interior. Aquella arma había pertenecido al comandante Fritz Seidler, SS-Hauptsturmführer del campo de concentración de Gusen I, y Ernest se la había quedado como recuerdo después de volarle la cabeza a aquel bastardo con su propia pistola. Ahora le podría ser de leve utilidad en su misión suicida.

Cargando el arma, se la coloco en la pistolera del cinturón y acto seguido se colocó un abrigo largo de color caqui que de entrada le serviría para ocultar la pistola.

Mirándose al espejo gruño entre dientes.

   - Si no fuese por que vas a morir lucirías estupendo.- Comentó irónico a su reflejo.

Acto seguido salió de la habitación y bajando al piso inferior se dirigió hacia la salida donde le esperaba un sorprendido Alphonse que no sabía a que se debía la ropa que portaba Ernest.

   - Buenas noches Alphonse.- Se despidió sin dar explicación alguna mientras cogía uno de los bastones de la entrada.

Saliendo a la calle se subió al coche y se limitó a indicarle la dirección que André le había proporcionado la noche anterior. Era hora de informar a los otros dos componentes del grupo, que su empresa estaba condenada antes de comenzar debido a la deserción del nosferatu...