Bueno, esto me duele bastante más de lo que podríais llegar a imaginar, pero me veo obligado a cerrar la partida. Durante los últimos meses he visto como mi interés en la partida ha decaído hasta límites intolerables, en parte debido al ritmo de juego. Lo avisé, lo avisé varias veces, pero no tomé ninguna acción al respecto. Y ahora ha llegado el momento en que la acción es tomada, y no solo eso, sino que es definitiva.
La partida queda oficialmente cerrada a partir de hoy. Ya no habrá más respuestas ni nada por el estilo, por lo que voy a hacer un resumen (no va a ser breve, me temo) de todos los hilos argumentales y los entresijos de cada uno de ellos.
Leroy:
Fuiste el jugador que no falló ni una sola vez, y al que más rabia me da dejar tirado. Pero no puedo seguir narrando sólo para una persona. Ahora viene la mano de cal.
Leroy (el personaje) siempre tuvo un pie metido en ser destruido definitivamente, debido a sus impertinencias y su pobre capacidad social. La cuestión llegó hasta la propia Reina, que creyó poder utilizarlo de cebo para Haversham o quien estuviera detrás de este. Si todo iba bien, se quitaba de en medio a los Nosferatu. Si iba mal, perdía a un neonato que había demostrado ser problemático, así que no había riesgo real. Sin embargo la cosa se torció demasiado, y la Reina decidió recluirse y olvidarse del tema, pensando que Leroy no daría demasiados problemas extras si no se le daba una encomienda clara. Claro, que sin Sire que le guiara, Leroy era una bomba de relojería.
Leroy estaba detrás del asesinato que denunció Harker en el Eliseo, y durante su empeño en desvalijar una caja del Royal Bank, había dejado al borde de la muerte a otro humano, rompiendo de paso la mascarada con su fuerza sobrehumana. Existía la posibilidad de que el relato llegara a los cazadores (tiradas que aún no había hecho) y la tregua se rompiera del todo, comenzando una guerra entre humanos y vampiros, una especialmente cruenta para los vástagos, ya que carecían de apoyo de Independientes y Nosferatus, y ya habían sufrido varias bajas.
Como remate, en la escena actual, Leroy, tras conseguir desvalijar la caja, se disponía a matar (o al menos dañar gravemente) al humano que había realizado el golpe, tras revelarle la existencia de entes de mucho poder con nombres y apellidos, lo que suponía una rotura flagrante de la Mascarada. En caso de no matar al humano, y dado que Leroy carece de Dominación, el relato de este acabaría en oídos del propietario de la caja desvalijada, o peor aún, de los cazadores. Si lo asesinaba, el propietario de la caja llegaría al fondo del asunto y declararía públicamente la existencia de un vástago rompiendo la tregua de forma deliberada. Consiguientemente, comenzaría una caza de brujas, y las posibilidades realmente se alinearían en contra de Leroy.
En definitiva, como narrador, estaba viendo que Leroy se acercaba paso a paso a su irrevocable destrucción.
La caja y las dos Arpías
El encargo de Lady Ana Bolena era un regalo envenenado, y pondría a cualquiera que hubiera llevado a cabo el golpe en una situación, si bien no peligrosa de forma física, si muy comprometida de forma social. Para entender esto, hay que explicar un poco el trasfondo de Ana Bolena y Jane Seymour. Se trataba de dos Malkavian, abrazados cuando eran las Reinas de Inglaterra, y cuya transformación obligó a Mithras a tomar cartas en el asunto y fingir su ejecución. Los responsables, dos Malkavian enfrentados, de mucha antigüedad, que luchaban por la influencia sobre Inglaterra. Por supuesto, ambos acabaron destruidos, pero se les perdonó la vida a sus chiquillas a cambio de jurar con sangre que no tratarían de tomar parte en política, mortal o vampírica, por el resto de la eternidad. Ambas, resentidas por dicha obligación, no hicieron más que alimentar el resentimiento que sentían la una por la otra, lo que se convirtió en una guerra aristocrática a gran escala, al tiempo que se cuidaban de mantenerse alejadas de los asuntos realmente importantes de la Camarilla.
Con el tiempo, y su antigüedad creciendo con las décadas, alcanzaron el rango de las Arpías más influyentes del Eliseo. Esto hacía que no tuvieran poder real para gobernar, pero que estuvieran en una cómoda posición para decidir quién ostentaría el poder. Sus rencillas, lejos de desaparecer, se transformaron en un sutil juego de agravios, y la caja era la puntilla final.
¿Quién era entonces el propietario de la caja y cuál era su contenido? La mismísima Jane Seymour, y su contenido, una gran cantidad de oro en lingotes, insustancial para Seymour, y su vestido de gala, un vestido de valor incalculable guardado durante los siglos para las ocasiones más especiales. Ocasiones como la que estaba a punto de suceder, con el festival de las artes que estaba organizando William Shakespeare. Por tanto, la sustracción de la caja habría levantado la ira de uno de los vampiros más antiguos de la ciudad, y las consecuencias se habrían notado por doquier.
¿Valía la pena robar la caja para conseguir el papel que Bolena se había quedado para si misma? Eso estaba por ver.
La nota del cazador
El padre Hoodchild era un cazador con una larga reputación fuera de Londres. Su odio hacia los vástagos iba más allá de lo religioso, y ser encomendado a Londres fue como arrancarle las alas a una rapaz. Harker había hecho un gran trabajo manteniendo la paz, y no había posibilidad alguna de hacerle cambiar de opinión. Además, su extremada longevidad, concedida por su inmenso nivel de Fé Verdadera, impacientaba al cazador, que iniciaría una ofensiva en cuanto Harker se quitara de en medio. Sin embargo no estaba tan loco como para matar a otro humano, ni era un sádico psicótico. Simplemente esperaría. Harker era unos sesenta años mayor que él, en algún momento moriría y el poder de la Inquisición en Londres recaería en sus manos.
Pero, ¿por qué esperar y romper un tratado de paz cuando puedes hacer que sea el enemigo el que lo rompa? El potencial agresivo de Morgan no había pasado desapercibido a sus observadores ojos, y sólo necesitaba encaminarle a matar al mago extranjero. No era como poner la pistola en su mano e instigarle a apretar el gatillo, sino simplemente, demostrar que los vástagos matarían humanos a la primera de cambio si no fuera porque Mithras estaba poniéndoles a todos un bozal. Por tanto, la nota contenía una dirección y una hora, en la que se le revelarían determinados detalles que Harker había determinado irrelevantes en el camino hacia la paz.
Los libros, Grey y Bainbridge
Pero Morgan tenía entre sus manos mucho más de lo que podía masticar. Había destacado durante su intervención en el Eliseo, y eso había hecho que Rebecca Grey confiara en ponerle tras la pista de lo que había sucedido realmente. ¿El problema? Era una Tremere, inducida mediante Dominación a no rebelar bajo ninguna circunstancia detalle alguno de lo que había sucedido. Secretos de la Capilla, secretos que bien valían la vida de cientos de vástagos y miles de personas. Por tanto, no le quedaba otra opción que tratar de hacer que Morgan dedujera él sólo lo que había sucedido, para lo que sustrajo varios libros clave de la Capilla, y se los envió a Morgan. Tras ello, fue abordada por Martha Stuart, que acababa de recibir la encomienda de matar a Bainbridge de parte de William Shakespeare, que temía que el Primogénito Tremere fuera a forzar otra guerra entre vástagos y mortales. En realidad, con un poco de esfuerzo, se podía forzar una situación en la que Bainbridge fuera destruido, sin siquiera ponerse en peligro real.
Con mucho, Rebecca Grey era el vástago con mayor Humanidad de la Capilla, y probablemente de Londres. Era además, una devota entusiasta de las actividades de Bainbridge, al que consideraba como padre y mentor. El problema era que Bainbridge había dejado de lado su humanidad hacía tiempo, y la bestia controlaba sus acciones cuando no se centraba en sus investigaciones o en aparentar una máscara de cortesía para Rebecca. Su depravación llegaba hasta el límite de raptar muchachas para convertirlas en sus esclavas sexuales, por el resto de su existencia. Este hecho era conocido por unos pocos, entre los cuales se encontraba la Reina, y que, de haber sido descubiertos por Rebecca, la habrían llevado hasta el borde de una locura que acabaría, en el mejor de los casos, con Bainbridge destruido, y en el peor, con ambos convertidos en cenizas. Si se consiguiera salvar la vida de Rebecca, la caja de los secretos de la Capilla se abriría por el bien de la paz, y los entresijos de un plan maestro comenzarían a salir a la luz.
El plan maestro
Este plan comienza décadas atrás, con un hombre: Aleister Crowley. No se trataba de un hombre cualquiera, sino de un Archimago muy poderoso que mantenía una Orden en Europa Continental, y que había sentado las bases de una sociedad secreta en Londres, la Orden del Alba Dorada. Un vástago en concreto llegó a tomar parte incluso de ella. Se trataba de Abraham Mellon, que por aquel entonces se encontraba relativamente sano, y la Dementación aún no le había asaltado con toda su brutalidad. Era pues, un erudito muy interesado en lo que Crowley podía enseñar. Sin embargo, todo cambió cuando la Dementación hizo pulpa su psique. Tomó ventaja de los constantes viajes de Crowley y destruyó su reputación, simplemente por el placer de hacerlo y reírse de la situación, haciéndose pasar por el gracias a la Mascara de las Mil Caras.
Pero Crowley estaba lejos para evitarlo, e inmerso en algo mucho, mucho más grande que su reputación mortal. Había conseguido, tras mucho trabajo, completar la obra que habían perseguido muchos magos a lo largo de la historia: retener el avatar en un contenedor inerte. Corrían por aquel entonces los años veinte, y Europa se recuperaba de la primera gran guerra. Una idea le pasó por la cabeza: forzar a una nueva aniquilación, una que le permitiera recoger tanto avatar (la sustancia que permite a los magos alterar la realidad, y que esta presente en todos los seres vivos) como para hacer algo grande, algo que cambiaría el rumbo de la historia. Así que fue una de las manos en la sombra que provocaron la segunda guerra mundial y guiaron la solución final. Tras cada campo de concentración, uno de sus instrumentos recogía el avatar de todos y cada uno de los asesinados en las cámaras de gas.
Al término de la guerra, tenía suficiente avatar para sus fines. Hubo una vez, antes de que el mundo se forjara, en la que una raza de seres celestes regía el universo. Incluso entre estos seres de pura luz existían rencillas, y finalmente se desencadenó una guerra brutal que no acabó hasta que no quedó más que uno de ellos. Aquel que en la tierra es conocido como Dios, aquel que creó a Adán y a Eva, aquel responsable de la maldición de Caín. Tras la gran guerra, creó el mundo, y le hizo creer a sus habitantes que este existió por siempre, que la evolución era algo real, que una vez hubo dinosaurios y otro tipo de especies prehumanas. Para crear la vida, utilizó los fragmentos de sus oponentes durante la guerra, troceándolos e insuflándolos en nueva vida todo alrededor de la tierra. Estos fragmentos es lo que los magos conocían como Avatar, y sólo unas pocas historias lo recuerda, historias oscuras y escondidas, creídas por muy pocos. Pero uno de ellos fue más allá y no sólo las creyó, sino que vio tras ella una dictadura celeste. Vivíamos bajo el yugo de Dios, y eso era intolerable. Por tanto, se propuso recomponer otros seres celestes utilizando su avatar, y acabar con Dios y su dictadura. Tras la segunda grande, ya tenía suficiente avatar para crear un ser celeste que rivalizara si no superara a Dios, sólo tenía que encontrar la manera de darle vida.
Para esto, sus conocimientos no eran suficientes, y su cuerpo no estaba preparado. Su vida tocaría fin dentro de no demasiado, y necesitaba información condensada, información recopilada por aquellos que renegaron de su avatar. Los Tremere. No le costó demasiado conseguir el favor de estos, en secreto, en oscuros rincones en el submundo de Londres. Los Nosferatu sabían de sus tratos, pero poco más, y su relación resultó dar frutos mucho antes de lo esperado. Pero también trajo consigo información inesperada. El avatar podría conformar un ser celeste, pero se necesitaba una conciencia que lo guiara, por lo que Aleister se guardó la información para si mismo y guió la investigación hacia el secreto mejor guardado por los Tremere. Porque para convertirse en la conciencia de aquel ser celeste, necesitaba dejar de estar vivo, necesitaba reemplazar su Avatar por aquel ser celeste, y no solo eso, necesitaba tiempo entre ambos sucesos, por lo que necesitaba convertirse en algo similar a los vástagos, pero sin sus restricciones.
Dos años tardó en llegar hasta la solución, con la ayuda del chiquillo de Bainbridge, Luke. Y fue todo un éxito. Aleister Crowley trascendió y se convirtió en algo más, una carcasa animada a punto de convertirse en un ser de inconmensurable poder. Pero en el proceso, su Orden, que llevaba sin saber de él durante años, se dio cuenta de que su Archimago había muerto, lo que era parcialmente cierto, por lo que envió un investigador a descubrir qué había sucedido. El candidato no era otro que Ojo de Muerto, que pronto encontró la pista de Luke. Con la ayuda de un grupo de cazadores, lo torturó con no demasiado éxito. La Dominación en Luke preservó los secretos de la investigación, pero no evitó que reconociera que Crowley había estado con él y que ahora estaba muerto. Ojo de Muerte, en cólera, lo torturó hasta destruirlo, y el siguiente fue su asistente de laboratorio, que quemó su última reserva de sangre para escapar con lo que quedaba de Luke, y llegar hasta el Eliseo, antes de sucumbir.
La consecución
La historia, de haber sido continuada, hubiera guiado a los jugadores tras los pasos de Crowley, al tiempo que resolvían otras tramas. Llegados a un punto, descubrirían dónde se encontraba Crowley (un bunker en el Polo Norte), y la historia hubiera llegado a su recta final. Crowley ultima entonces los preparativos y se dispone a convertirse en un Ser Celeste justo cuando los jugadores irrumpan en el lugar. Las posibilidades dependerían de los jugadores, pero se contemplaba la posibilidad de una batalla o una conversación en la que Aleister explicara sus motivaciones, que pudiera terminar en combate, o uniéndose a él como Serafines de un nuevo Dios (continuidad para una partida de Ángeles y Demonios), o simplemente frustrando sus planes de alguna manera que, por supuesto, quedaba en manos de los jugadores.
Creo que no me dejo nada en el tintero. He hecho esto para que veáis que no se trataba de falta de ideas o aburrimiento. Simplemente, no se ha dado la química necesaria para llegar a ello.
Buenas noches.