7 de enero, 2018
19:22hs
Quizá no era el lugar más ortodoxo para alejarse de todos, pero si insistían en buscarlos a ambos, quizá el ultimo edificio que se les ocurriría rastrear seria la iglesia católica de la ciudad.
El Padre Ramón ingresa para ver si no había nadie y Selene le sigue al notar que estaba completamente vacío, siendo las velas, las imágenes y los púlpitos los únicos habitantes de una infraestructura cargada de religiosidad y por sobre todas las cosas: de paz.
Comprobó con alegría que la iglesia estaba vacía, sería un buen lugar para poder hablar con Selene lejos de las miradas y los oídos del resto, no eran mala gente, pero debían mantener aquella pate de su misión en secreto tal y como les había pedido el Obispo Isidro, el mismo que hacía un rato le había enviado un mensaje pidiendo información.
-Debemos movernos chamaquita, no podemos estar esperando nomás, el obispo empieza a impacientarse, y no es hombre con el que jugar a las chanzas. - Eso le recordó que debía contestarle algo, aunque aún no habían avanzado nada. - Espera tantito que le pongo algo, le diré que estamos siguiendo una pista nomás.
Sacó su celular y tecleó la respuesta, cosa que le llevó su tiempo, se notaba que no tenía demasiada práctica. Era el momento de poner en común todo lo que sabían y comenzar a trazar un plan de acción o ni llevar de vuelta el cáliz les libraría de la ira de Isidro.
-Estuve leyendo los papeles que me entregó el Capitán. Hablan de la supuesta existencia de un pinche cáliz que podría volver humanos a los vampiros. ¿Puedes creer eso chamaquita? - Ramón meneó la cabeza dejando claro que era poco probable. - El caso es que da igual lo que pensemos. El Arzobispo lo quiere y piensan que está aquí, por eso nos mandaron tantito Aasiyah pidió refuerzos a México. Todo sería menos complicado si no tuviéramos que jugar a las escondidas con nuestros otros compañeros, quizás no les importe el pinche cáliz, pero si se enteran y se lo quisieran llevar estaríamos en desventaja. Lo mismo pasa con Aasiyah y sus magos. - Ramón dio unos pasos hacia el altar y se santiguó. - Ay Diosito ayúdanos. - Después se volvió de nuevo hacia Selene. - ¿Qué podemos hacer? Si el cáliz existe y está aquí no sabemos donde lo tienen, ni quien lo tiene, parece haber muchas facciones en esta pinche ciudad de hielo. Y no podemos fiarnos de nadie aún. El hombre rata podría saber algo, pero explotó, además no era confiable ese guey. También el ordenador sabelotodo de Aasiyah, pero sería como dejar la información en manos de los magos y no me fío de esos pinches cabrones. ¿Alguna idea?
Al menos esperaba que la muchacha le sacara de ese atolladero, parecía una chica inteligente y sin lugar a dudas era competente o Don Isidro no la habría enviado.
Nada sentaba tan bien como alejarse de esa panda de locos. Y la compañía del Padre Ramón me reconfortaba. Le seguí hacia la iglesia y me hizo sentir mucha paz encontrarla vacía. Poco a poco toda la tensión acumulada en las últimas horas, con Aurora ejerciendo de grano en el culo, se iba disipando. Esperaba que ahora me funcionase el cerebro con más claridad.
Esperé a que Ramón le escribiese al obispo. La verdad es que últimamente estaba muy espesa, no sabía muy bien por dónde pillar toda esa situación.
- ¿Un cáliz que invierte el proceso? Eso sería bastante interesante, Padre... -Murmuré pensativa. - Pero tiene razón. Nuestras impresiones no importan. De momento creo que lo mejor es no confiar en nadie. Realmente, ni siquiera sabemos a qué han venido aquí.- Avancé con paso sigiloso hacia las primeras hileras de bancos delante del altar y me senté en uno de la primera fila, mientras Ramón se santiguaba. - Lo primero que creo que debemos hacer es conseguir un mapa. E ir investigando los sitios de uno en uno. Ya hemos perdido un montón de tiempo con el resto del grupo, manteniendo las apariencias. Por algo más que perdamos por buscar lo que hemos venido a buscar... No creo que nos lo tengan en cuenta. - Me agarré un mechón de pelo y lo coloqué detrás de la oreja, sin llegar a soltarlo realmente, jugueteando con él entre los dedos mientras pensaba. - Creo que lo mejor es que utilicemos nuestros propios recursos, hasta averiguar cómo ocultar totalmente nuestro rastro en los inventos de los demás. Podríamos empezar buscando en el museo. Es el lugar más obvio para tener un cáliz. Y las cosas que más ocultas están son las que más a vista tenemos. ¿O no? - Me molestaba mucho la irritante sensación de no saber qué estoy haciendo. Pero estaba segura de que pronto se haría la luz, de alguna manera.
Ramón observaba el sencillo altar de la iglesia y la representación de Jesús crucificado. Muchas leyendas vampíricas tenían mucho que ver con la Biblia, incluso algunas salían directamente del calvario del Salvador. De ahí había surgido la leyenda del santo grial y quizás también la de este nuevo cáliz que ahora debían buscar.
Quizás sea su voluntad que algunos puedan revertir su situación.
Escuchó a Selene, la muchacha tenía dudas como él, algo que le parecía natural, pero también ideas que a Ramón le parecían buenas.
-Me preocupa que los otros sospechen y empiecen a hacer demasiadas preguntas. Sobre todo Aurorita, esa chamaca parece una máquina de preguntar. ¡Que onda con ella! -Aunque por otro lado tampoco podían ir dejando pasar oportunidades, el resto ya lo irían capeando como pudieran.- ¿Tienes un teléfono listo? Puedes buscar ahí el mapa nomás. -Había visto gente consultarlo a todas horas para eso.- O podemos buscar alguna tiendecita que vendan planos, alguna librería o algún quiosco. Deberemos esperar a la mañana, pero aquí eso no nos importa, si no fuera por el hielo y la nieve sería un buen lugar para vivir. -Erebo tenía muchas ventajas para los vampiros en ese sentido, aunque Ramón cuando andaban a las horas diurnas siempre tenía miedo que el sol apareciera de repente, no se fiaba demasiado.- Lo de visitar el museo me parece una buena idea, al menos es un sitio por donde empezar y si allí no encontramos nada iremos visitando el resto de sitios. -El planteamiento de Selene era bueno, pero Ramón pensaba que las cosas no les resultarían tan sencillas.- Estará bien darle alguna novedad al Obispo antes de que vuelva a impacientarse.
Miré en dirección al altar, preguntándome cómo sentía Ramón ese sitio. Porque los lazos con la humanidad no se perdían del todo, a pesar de convertirnos en depredadores despiadados sin la ética ni la moral que antaño regían nuestros actos. Al menos los de los de algunos de nosotros. Centré a atención en Román cuando comenzó a hablar.
- Si... Aurora puede ser un problema. Pero me da la sensación de que ladra más que muerde.- No es que rechazase completamente a la chica, pero su manera de inmiscuirse y atiborrarse a preguntas me sacaba de quicio.- Me refería a un mapa físico porque, no sé a usted, padre, pero a mí me resulta mucho más fácil concentrarme, pensar y lograr crear una estrategia con un papel delante. No importa tener que esperar a mañana. Para ir al museo puedo utilizar el GPS del móvil. - Sonreí. - A mí me gustan los lugares con más... vida. No necesariamente una gran ciudad, repleta de gente. Simplemente, que los humanos no se congelen con sacar sus narices fuera de la casa es suficiente. - Solté una ligera carcajada.- Aún no me hago a la idea de poder salir de día... - Seguí escuchando al Padre Ramón. A pesar de haber propuesto ir al museo sabía que lo más seguro es que no encotrásemos nada. Probablemente el cáliz estuviese en el domicilio de alguno de los integrantes de las altas esferas. O guardado en alguna cámara secreta protegida en algún lugar, lejos de las miradas. Nuestra situación, cuanto menos, era complicada. - Yo le mando un mensaje al obispo cuando salgamos del museo. - Ojalá encontremos una pista. Algo. - ¿Vamos, Padre? - Me levanté dispuesta a marchar.
Ramón observaba las vidrieras, no se parecían en nada a su primera iglesia, con unas pocas ventanas estrechas, pero que para él seguía conservando su encanto, a pesar de unas cuantas reformas que habían pasado por ella. En cualquier caso era un lugar acogedor.
-Puede que tengas razón, pero quizás también muerda, las apariencias engañan y quizás debamos preocuparnos de los que no nos hacen preguntas, al menos a la cara, no quiero encontrarme con sorpresas desagradables, me caen bien los gueys, pero espero que no se metan demasiado en nuestros asuntos nomás. Habrá que intentar mantenerlos contentos, así les importará menos lo que hagamos cuando no estamos con ellos. -No era una fórmula infalible, pero podía funcionar, en todo caso prefería mantenerlos como aliados que tener que llegar a una confrontación.- ¡Un mapa físico estaría padre! Eres de las mías chamaquita. Quizás podamos conseguir alguno en el museo, en esos sitios siempre tienen tiendas o donde venden la boletería... -A él tampoco le gustaba Erebo, así que esperaba que la estancia no fuera demasiado larga.- Nada como México lindo, de seguro que aquí no saben ni dar una buena serenata. -Si no hubiera estado dentro de una iglesia Ramón se hubiera puesto a cantar alguna canción típica de su tierra, pero respetaba el lugar.- Vamos, con suerte tenemos buenas noticias para el Obispo en un ratito.
Ramón le hizo un gesto a Selene para que lo acompañara y se dispuso a salir en dirección al museo junto a la chica.