Partida Rol por web

Mientras el avion de Alaska Airlines comenzaba a descender, Juan Nicolas Garcia, Corista Celestial de la Orden, no pudo evitar maravillarse con la magnificiencia de la Creacion del Uno: Los bosques, los rios, la montaña. Parecia un ultimo bastion del Eden en la Tierra, la amalgama perfecta entre la belleza salvaje e imperturbable de un lugar casi virgen y las pintorescas manchas de civilizacion que se veian desde arriba: Los pequeños pueblos, casi congelados en el tiempo, que salpicaban los paramos.

Mientras la sonriente azafata pedia a los pasajeros que no se desabrocharan el cinturon antes de detenerse completamente, las indicaciones del Obispo resonaban en la cabeza del Corista. Debia encontrarse con un conocido de su mentor, un Despertado llamado Allan que residia en Erebo, y montar una Capilla en el lugar: Algo oscuro acechaba esa tierra, algo retorcido y antiguo, y era la mision de Juan llevar la luz del Uno donde sea que la oscuridad tomara forma.

El desembarque fue mas bien lento. Cuando todo tuvo listo, se dirigio con sus bolsos al area del check-in. Podia verse, en la zona de espera, a una pareja (una muchacha muy bonita y un hombre con un porte elegante) sosteniendo un pequeño cartel con su nombre, aguardando por el.

El viaje al aeropuerto fue mas bien corto: Allan les habia prestado su auto (advirtiendo a Van una docena de veces que lo cuidara con su vida), y las carreteras y calles estaban bastantes despejadas.

El Hermetico conducia bastante mas tranquilamente que el Adepto, y casi no se dieron cuenta que llegaron mientras hablaban de los Tremere y la mejor forma de enfrentarse a ellos: Era una realidad que, en menos de una semana, atacarian la capilla y la harian suya.

El aeropuerto estaba bastante congestionado, y solo llegaron con unos minutos de anticipacion antes de que el vuelo que traia a Juan Nicolas Garcia desembarcara. Van saco un pequeño cartelito con el nombre del Corista para que supieran que estaban esperandolo, y aguardaron pacientemente en la zona de espera.

Los viajes en avión podían resumirse en una palabra "Tedioso"; pero durante un breve momento al lado de la ventanilla viendo todo lo pequeño y maravilloso que había en el mundo esa sensación se disipaba dejando entrever la bendición de Dios para con la humanidad. 

"La vida es mucho más valiosa una vez que la aprecias en su plenitud, la humildad y sencillez de la naturaleza en su máximo esplendor en pequeños pueblos casi congelados en el tiempo y rodeados de los vestigios del Eden antaño perdido". 

Un suspiro de tranquilidad y satisfacción salió del Corista, aunque solo fuera un segundo había visto una pequeña porción de por lo que lucha, esa vida tranquila era la que debía proteger, luchar y sacrificarse para que esas personas no tuvieran que hacerlo y poder vivir sus vidas en paz y armonía, ese era el camino que había elegido y que el Uno le hacía recordar antes de empezar su misión tan lejos de su hogar.

Tras su pequeño éxtasis en el avión, volvía a las largas esperas, la burocracia y las leyes de los hombres tan retorcidas y lentas pero cruelmente necesarias hasta que el Uno viera la humanidad preparada para su ascensión. 

Acababa de recuperar su maleta, una sencilla y con apenas unas pocas pertenencias más a parte de su ropa; ahora debía encontrar al contacto de su maestro. 

Con una detenida mirada a su alrededor en el aeropuerto, vio un cartel con un nombre español, el único nombre español en todo el lugar, y ese era el suyo. 

"Igual que en las películas".

Sin dudar mucho, se acercó a la pareja que sostenía el cartel, una chica guapa y un hombre elegante.

Buenos días, soy Juan Nicolás. ¿Es usted Allan?.

Extendió su mano derecha para estrechar la de la pareja al presentarse por supuesto en inglés, que aunque no era perfecto se notaba que lo había estudiado y practicado lo suficiente como para dejar atrás parte de su fuerte acento. 

El hombre le sonrio mientras le estrechaba la mano.

-Me temo que no, Juan Nicolas. Allan esta en el Sanctorum afinando unos detalles concernientes a su llegada. Yo soy Van Farenheight de la casa Flambeau, un placer. Bienvenido a Erebo.

El hombro hablaba con confianza sin llegar a ser pomposo y parecia bastante agradable.

El cartel es una horterada. Se supone que es la nueva moda, pero el verde con el morado resulta algo demasiado llamativo. Van permanece a mi lado. El viaje había sido tranquilo, algo de agradecer, el hermético sabe conducir, no vamos a matar gente.

Me he dejado el cabello suelto un rato, por cambiar un poco. Se supone que durante unas horas no habrá problemas, luego... bueno, podríamos jugar al gato y al ratón. Miro al nuevo. Demasiado descuidado. ¿Era en España donde se saludaba con dos besos? Bueno, hago lo propio, mientras señalo- Soy Alex, encantada - El fino toque de mis labios lleva mi maldición, una pizca de muerte que los vuelve helados como el mismo día. Si el hombre sabe un poco de ocultismo, mi aura euthanatos le hará saber con quien se encuentra Una cosa tenue, no lo suficiente para que un sacerdote se escame, pero deja bien claro que la muerte es la compañera de la que no podré separarme.

- Y bueno, antes de que nos reciba nuestro anfitrión y le cacemos preparando empanadas - más bien, programando la maquina para hacerlas, no me imagino al adepto de cocinero - podríamos ... no sé. ¿Hacer un poco de turismo? Nos ha recomendado ver un edificio gótico, al menos ver la fachada. Aunque dicen que sus inquilinos son un poco desagradables, con discreción.  Si no adivinas que sitio es, luego en el coche te cuento un poco.

Tras estrechar la mano del hombre, este afirma no ser a quien busco pero lo conocía me guiaría hasta él, también afirmaba ser un Flambeau.

"Herméticos, para ellos las 9 esferas son fuerzas".

Pensó un momento antes de seguir con lo suyo y dejar claro que no le gustaba tanto el rollo formalista. 

Llámenme Nic.

Luego, la chica lo saludó al estilo español, cosa con la que había vivido siempre y rápidamente cambió el rumbo de la mano que amagaba de un intento de saludo a pasar al brazo de ella como señal de confianza mientras correspondía como hacía con todas las mujeres que había conocido antes con los 2 besos en las mejillas. 

Encantado.

Contestó luego a la chica antes de continuar hablando.

No estoy en contra del turismo, pero tengo el periodo Gótico muy visto. Agradecería más un aperitivo local y una buena charla que ver piedras.

Hace tiempo que un varón no me toc de esa forma. El peligro constante que emano les ahuyenta a todos. Antiguamente le habría dado una lección por hacerse el fresco y tocarme, pero me dejo llevar un poco. Un poco de relax nunca viene mal, y en unas horas empezará la fiesta y estaremos recluidos en el taller de un Adepto matalupinos. A saber con que estará hecha la comida.

- Umm- me llevo el dedo a la boca- Soy nueva yo también en la zona, pero me apetece comer fuera, llevo demasiado tiempo tirando de conservas. Venga, Van, tomémonos una licencia, tenemos unas horas antes de que el tipo del sombrero empiece a darnos la lata. ¿Alguna preferencia? ¿O me dejáis decidir a mí?

Tengo ganas de picante, me recuerda a mi vida de hace un año, y quiero intentar relajarme un poco antes de los días de estrés que nos seguirán. De hecho, si me permiten elegir, voy a hacerles arder la boca un poquito ... al menos, y más si puedo.

Van sonrio con picardia a su compañera.

-Que tienes en mente, Alex? pregunto con tono conspirativo Yo me apunto a cualquier cosa que nos aleje del laboratorio unas horas. Es un lugar fascinante, pero ya se me estaba antojando claustrofobico.

"¿Un hermético alejado de su laboratorio? creía que les gustaban las pócimas y estar rodeados de trastos viejos y varitas. Bueno, solo espero que no soluciones las cosas a base de bolas de fuego".

Durante un segundo, miró al hermético pues no le parecía el típico hermético del que siempre había escuchado, al menos por sus palabras iniciales. Luego miró a la chica y le pareció correcto que ella decidiera.

Desde luego yo no sería la persona idónea para elegir, así que me conformo con lo que decidáis. 

"Una mujer tirando de conservas, o no le gusta cocinar o nunca aprendió. Bueno, tampoco esperaba que fuera como la madre superiora Hortensia, los platos que preparaba para los pobres podrían competir con los mejores restaurantes, y eso que su especialidad eran los huesos de santo. Pobre madre superiora Hortensia, que Dios la tenga en su gloria".

Esperó que decidieran mientras se refugiaba momentáneamente en sus pensamientos recordando algunos momentos de su pasado, al menos de los buenos momentos. 

 Cojo el móvil y empiezo a rebuscar. Por suerte aunque los dispositivos de Madre habían sido bloqueados, mi propio terminal continuaba operativo, con un poco de suerte la tecnocracia no habrá sabido localizarme.  El traidor puede tener mi nombre, pero no mi identidad completa, con lo que aún tengo tiempo. O eso espero. Consulto toda la oferta gastronómica de la zona, sin mirar reseñas, sólo un mapa que lo localice. Vale, elegido. Apago el móvil por si las moscas.

- Pues... he encontrado un indio cerca. Y mira por donde, nos pilla de camino. 

Y además, a un par de manzanas de nuestro objetivo. Podía tenerla muy vista, pero era un buen lugar donde apreciar como eran los alrededores de la Capilla.