-Mis más sinceras disculpas, señor Lázarus -dijo ella-. La espada se ha roto. Tendría que haberme dado cuenta. Ha sido culpa mía.
-No importa -dijo Jules apretando los dientes-. Ha sido un accidente y le podría haber pasado a cualquiera. Pero me temo que yo necesitaría algo de sutura.
Echó a andar hacia el interior, seguido por la señorita Von Heuser.
Claro. Hasta luego
Aleph dirigió una última sonrisa a Elisabeth, antes de que la niña se fuera corriendo. Luego, volvió a colocarse en su posición de meditación, y cerró los ojos. Su conciencia no tardó en volver a sumirse en ese estado, y ni los ruidos del combate pudieron...
Un grito. Abrió los ojos de golpe, y se incorporó rápidamente. Pero allí solo estaba Jules, que, al parecer, había recibido una herida. Un simple fallo. Un poco más tranquilo, volvió a sentarse. Parecía que el hermanastro de Celeste volvía adentro, a que le cosieran la herida. No quiso entrometerse; Al fin y al cabo, eran juegos de nobles. Quién juega a la lucha, acaba herido. Es tan simple como básico
Por un momento, creí que había problemas. Deberían tener más cuidado
Aleph se removió, algo inquieto, mientras volvía a concentrarse. Pero, después de tanto trajín, le costaba volver a meditar
¿Quieres que vayamos a algún lado, pequeña? Supongo que querrás seguir viendo la mansión...
Si se hacen daño no es mi problema. Estoy aquí para cobrar una herencia. No para hacer de niñera, y protegerles. Al fin y al cabo, con nuestras capacidades podríamos curar ese pinchazo en apenas segundos. Pero veo que ninguno va a mover un dedo. ¿Me equivoco?
La mente de Celeste estaba unida a la de Aleph. Mientras el combate se había decantado del lado de Celia. Con herida o sin ella, el tocado había sido suyo.
Me encantaría ver como se desenvuelven en una batalla real. Donde luchas por tu vida y no por un simple juego. ¿A tí no?
A la pregunta de Aleph, Celeste contestó con un sincero:
Cierra los ojos y siéntete como en casa. Yo por ahora estoy bien en el jardín. Veamos si puedo sacar algo más de las lenguas de estas gentes.
Junette sonrió de forma cortés al oir la replica de Celeste, aunque sus facciones adoptaron cierto aire de tristeza. Sabía por experiencia que estar "en familia" no era siempre sinónimo de familiaridad y llevarse bien. Los Lázarus, en ese sentido, habían sido más amables que su propia familia ultimamente. Pero claro, ella no podía saber eso. Y, siendo justos, Lenore ultimamente no parecía tan disgustada como de costumbre. Quizás fuera optimismo por su parte, pero, ¿quién podía reprocharle querer ser optimista sobre algo así?.
Si, claro. Perdón, es la costumbre... yo soy Junette. Soy una prima de Jules, aunque en realidad mi relación con él es más bien profesional. Soy su ayudante. Nada tan apasionante como la ciencia, me temo- dijo, con completa sinceridad, sin un asomo de cinismo o ironía- aunque a mi no deja de sorprenderme como algo en apariencia tan simple como el dinero puede llevar aparejadas cosas tan complejas.
Parpadeó rápidamente ante la pregunta de si practicaba la esgrima, y sacudió vigorosamente la cabeza.
Me temo que no. Tengo una... tendencia natural a desear que las cosas que cortan o pinchan estén a una distancia prudente. Unos cuantos metros como mínimo. He oído hablar bastante a Jules de sus duelos, y se lo bastante de él para saber que tiene que tener un refinamiento, una ciencia, no ser solo cosa de fuerza bruta, o no le interesaría. Pero, simplemente, no puedo vencer la aversión que me producen las armas. Supongo que con un acompañante como el tuyo, no tendrás que preocuparte mucho de esas cosas- dijo, mirando pensativa al enorme acompañante de la ceintífica. Era un hombre... imponente, seguro. Pero también intrigante.
Sus pensamientos se vieron cortados por el inicio del duelo. Junette observó a su primo con cierta ansiedad, ansiedad que fue en aumento a medida que aumentaba la violencia del combate, que Junette miraba retorciéndose nerviosamente el pelo. Cuando el golpe de Cecilia conectó e hizo sangre, Juentte ahogó un grito y agarró con fuerza lo primero que pilló a mano. Resultó ser el brazo de Celeste, que soltó murmurando una disculpa en cuanto se dio cuenta de ello, roja como un tomate.
Cuando Jules se retiró, Junette siguió retorciéndose el pelo, visiblemente nerviosa. Debería ir con Jules, pero sabe que el médico de los Lázarus se basta y sobra para atenderle. Ella sólo molestaría.
Me gustaría ver la cara que pondrían en caso de ponernos a curar heridas como por arte de magia
Ante el comentario sobre la habilidad de Celia, Aleph se limitó a responder con un mudo asentimiento. La instructora parecía una guerrera formidable, pero todo cambiaba cuando uno dejaba atrás protecciones y y puntas romas, y se sumergía en una batalla en la que podía perder algo más que su dignidad
Aleph poco tiene que hablar con el resto, a menos que se dirijan a él. Tampoco es la persona más sociable del mundo, que digamos ;)
Ahora, no me importa lo más mínimo esperar si otros jugadores quieren interactuar, me parece una de las partes más importantes del rol (la interacción entre pjs, quiero decir)
Cuando Celia pinchó a Jules con la punta de su espada quebrada, Junette se agarró al brazo de Celeste apretando con fuerza. Al parecer la chica se había asustado con la posibilidad de que Jules hubiera sido herido de verdad, y no un simple pinchazo en un brazo. Celeste sonrió, más por costumbre que porque quisiera hacer sentir cómoda a Junette. Había prometido a su compañero que no se dejaría llevar por impulsos. Además no es lo que esperaban de ella. Tenía que ser lo más fina posible, una verdadera burguesa. Y ahora, lo que tocaba era sacar información a la chica asustadiza. A ver que nos comenta.
Cuando Celia pinchó a Jules con la punta de su espada quebrada, Junette se agarró al brazo de Celeste apretando con fuerza. Al parecer la chica se había asustado con la posibilidad de que Jules hubiera sido herido de verdad, y no un simple pinchazo en un brazo. Celeste sonrió, y miró a Junette:
-No te preocupes querida. Es solo un combate de práctica, es muy difícil que alguien salga verdaderamente herido. ¿Te asusta la sangre? Supongo que nunca habrás estado en un verdadero combate, en el que tu propia vida dependiera de mantener fría la cabeza. ¿Me equivoco?
Celeste asintió para sí misma. No quería parecer aleccionadora, pero sus palabras sonaban a una clase de supervivencia.
Cuando Damien escuchó el grito se levantó, pero al descubrir el suceso suspiró de alivio, haciendo un gesto con la mano a Celia y Jules para despedirse. - Espero que no sea nada... - dijo Damien, frotándose los ojos un momento. Se acercó prudencialmente a todos, sentándose donde pudo. Escuchó la explicación de Junette sobre el tema de las armas y no se atrevió a interrumpir la conversación. Además, él tenía otra cosa en la cabeza ahora mismo.
Qué fuerza le habrán puesto a el combate como para llegar a romper la punta del estoque...
Lo se, lo se... murmuró Junette, avergonzada. No es el combate en si lo que me disgusta, a su manera es elegante- la palabra "elegante" la dijo con un leve fruncimiento de ceño, como si se acordase de algo. También sé que no está herido, y no me molesta la sangre. Soy mujer, al fin y al cabo. De pequeñas, siempre acabamos ocupandonos de hermanos, primos u otros familiares cuando se hacen daño. Es... como decirlo. Es la violencia del momento, el impacto. Toda la furia que hay en el aire, concentrada en un punto. Me hace sentir mal. Detesto la violencia, y la agresividad me pone nerviosa.
Cuando Celia habló del combate, Junette la miró un rato largo, pensativa, y poco a poco una sonrisa se fue dibujando en su cara. Era una sonrisa algo torcida, y la hacía estrechar los ojos de una forma peculiar. No era maliciosa ni amenazante, parecía más bien una sonrisa de una niña que sabe que está a punto de consumar una travesura.
Por suerte nunca he tenido que pelear por mi vida, pero he sido testigo de muchas guerras encarnizadas. El acero llama más la atención, pero creeme si te digo que no ha cortado o arruinado ni la mitad de las vidas de lo que han hecho el oro y la plata con los que me encuentro en el trabajo, y ni la mitad de cruelmente. Pero para no ser injustos, contestando estrictamente a tu pregunta, no. No te equivocas.
Parece que tú si que lo has hecho, sin embargo. Si me perdonas que te lo diga, me sorprende un poco- comentó, ruborizándose. Pareces más que capaz de cuidar de ti misma, pero se me hace difícil pensar en una situación que tu acompañante no pueda manejar- dijo, sacudiendo levemente la cabeza en dirección al hombre que meditaba junto al árbol.
Celeste sonrió ante los comentarios de Junette.
-¿Cuidar de mi misma dices? Creo que mis habilidades se reducen más al estudio, si en la calle me viera con algún simple ratero, me tendría que ver obligada a darle todo lo que tengo. Menos mal que Aleph está conmigo siempre, y es capaz de lidiar con esas situaciones. Pero no me malinterpretes. No es un mal chico, de hecho es el hombre con más corazón que puedes encontrar.
La chica del pelo azul observó como todos los asistentes iban dejando el jardín, uno por uno.
-Creo que nos quedaremos atrás si seguimos hablando. Dijo con un leve pestañeo. ¿Volvemos dentro? Hay un mayordomo que me debe una visita por la casa, porque nunca había estado aquí.
Recuerdo que llevo mentira mantenido, y que la gente me cree a no ser que pase una RM de 120 ^^
Aleph decidió levantarse. Al fin y al cabo, parecía que la red de almas se separaba de él como el agua del aceite, y la conexión que había logrado antes de la intervención de Elisabeth se había evaporado. Al no poder recuperar la concentración, de poco le servía permanecer allí, al aire libre. Ya tendría más tiempo de disfrutar de aquel maravilloso día, más tarde. Por ahora, sería mejor irse preparando para lo que les esperaba más adelante. Y una visita concienzuda por la casa no estaba de más. Si una cosa le había enseñado Celeste, con el tiempo, era a no rechazar cualquier posibilidad de planificación y anticipación que se les presentase. Era cierto que la naturaleza confiada de Aleph solía conseguir que este concepto quedara muchas veces olvidado, pero, en esta ocasión al menos, decidió hacer caso a la personalidad de su compañera. No les haría ningún mal, al fin y al cabo
Me parece que me sobrevaloras, pequeña... Estuvo a punto de contenerse, pero entonces se acordó de su trato con Celeste sobre lo de comportarse como si estuviera en casa, y acabó por añadir el apelativo afectivo con el que se refería a Celeste Creo que no me he presentado Continuó, refiriéndose a Junette Mi nombre es Aleph. Encantado
No dijo nada más. Una cosa era ser cortés, y otra muy distinta, excederse. Tampoco sabía que sería correcto en esta situación. Un apretón de manos podría resultar demasiado informal. Ni sabía etiqueta, ni tenía la más mínima intención por aprenderla, al menos de momento. Así que se limitó a esperar una reacción por parte de Junette
Por mí, puedes cortar ya ;)
Casi olvido la experiencia: 20 px a cada uno.