Partida Rol por web

Aleph sonrío para sus adentros. Que su amiga volviera a hablarle por el canal que les unía era buena señal. A decir verdad, verla en ese estado de debilidad era algo duro, por mucho que supiera que estaba fuera de riesgo. La voz de la joven aclaró sus ideas, y todo desapareció por unos segundos. Sólo quedaba Celeste, cuya alma iluminaba la conciencia de Aleph, tranquilizándole más de lo que la propia chica habría llegado a aventurar nunca

Estoy mejor que nunca, pequeña. Lo ocurrido en la iglesia fue... No sé como explicarlo

No hacía falta. Los dos lo habían sentido

¿Que tal estas tú? Te has forzado demasiado

Siguieron hablando aún cuando llegaron a su habitación. No con palabras, si no con sentimientos, con meras sensaciones. A veces, no hacía falta decir nada: Su mera presencia bastaba para llenar el silencio. Una conversación muda, y al mismo tiempo ruidosa como una tormenta, brillante como el rocío al amanecer, y sosegada como la plana superficie de los lagos de su tierra. Un insolente grito a los cielos, música que llenaba los vacíos que dejaban las palabras. Simple y compleja conexión de dos mitades, de dos polos opuestos y complementarios. Dos caras de la misma moneda

Aleph se sentó sobre la cama, observando a Celeste, que se arropaba bajo las caras mantas de aquel opulento lecho. Hablaron durante más tiempo, hasta mucho después de que los pasillos quedaran en silencio, y el frío fantasma de la noche inundara la casa. No hablaron de nada en concreto, ni comentaron lo ocurrido en la iglesia más que de pasada. Simplemente hablaron por el mero placer de hacerlo, sin mover los labios, por sentir al otro junto a ellos. Y Aleph se olvidó de las vidas que habían sido arrebatadas en ese día, del misterio que envolvía toda aquella desenfrenada locura, incluso de Jules, de Elisabeth, de Damien o de Junette

Como tantas otras noches. Noches que evocaban oscuros y viejos bosques junto al calor de una fogata, el fuego crepitando al consumir la madera, el ulular de las lechuzas y el zumbido de las cigarras, los acordes de la brisa arrastrando hojas junto a ningún camino. Y junto a todos a la vez. Noches arropadas por el fluir del tímido riachuelo, en la que dos cuerpos silenciosos se tumbaban juntos observando las estrellas, esas vanidosas luces que jugueteaban con su mente cuando la vista se hacía borrosa y el sueño llamaba a su puerta. Noches en las que solo eran ellos dos, sin tapujos ni secretos, sin intermediarios ni añadidos de última hora. Cubiertos por sus ropajes, pero tan desnudos como si nunca los hubieran llevado puestos. Habían pasado ya unos años desde que un vagabundo errante encontrara a una flor caída derramando su néctar sobre el frío e inclemente suelo. Desde entonces, habían estado juntos

Quizás los mejores de su corta vida

Celeste no tardó en dormirse. Agotada como estaba, Aleph fue dejando que la conexión se hiciera poco a poco más fina, hasta que la inconsciencia de la joven llegó a él como tantas otras veces. Pasó unos minutos observando como su pecho subía y bajaba al compás de su respiración, ahora tranquila, segura. Quizás porque Aleph estaba allí, e inconscientemente Celeste lo sabía. No pensó en nada: Dejó su mente en blanco, mientras sonreía. Sí, a pesar de todo lo ocurrido, de todos esos sinsentidos, era feliz. Y eso era más de lo que siempre había buscado. Su conexión seguiría activa, uniéndoles de una forma que Aleph nunca llegaría a comprender, aún dormidos. Luego, solo quedarían los sueños... Y esos solo le incumbían a ella

Minutos después, el pecho de Aleph se movía arriba y abajo, acompasado al de Celeste

---------------------------

-Ha comenzado.

-¿Ha sido activado el guardián del agua?

-Sí, mi señor.

-Redoblad los esfuerzos. Enviad más hombres. Y...

-¿Mi señor?

-Preparad a Vincent.

---------------------------