Aleph negó con la cabeza
No hablo de dejarle libre. Es peligroso, en eso estamos de acuerdo. Pero...
Suspiró
Mira, Elías, sé que no puedo pedirte que hagas algo así, pero... Prométeme al menos que intentarás buscarle algún lugar donde pueda ser feliz en un futuro. Cuando termine la caza de brujas, quiero decir. Alguien que pueda curarle, enseñarle que hay algo más allá de esa vida de esclavitud y servidumbre. Y, si no puede, que al menos le aleje de la vida que ha estado llevando hasta ahora. Ese chico ha crecido rodeado de dolor y sangre. No se merece seguir nadando entre esas aguas
Esta vez miró a Fiona. Quizás ella atendía a razones
-Está bien -Fiona entrelazó los dedos-. Te prometo que lo haré, pero habrá de pasar tiempo antes de que pueda preocuparme por él.
Aleph asintió
Tenéis buen corazón. Gracias
Se levantó y se dispuso a marcharse. Sin embargo, antes de salir por la puerta se giró hacia los hermanastros, dudando de si volver a hablar o no. Al final optó por decir algo más
Hace tiempo, alguien me dijo que el infierno está empedrado de buenas intenciones. Jules y Celeste no eran monstruos: Hicieron lo que hicieron por una razón en la que creían. Ahora el odio y la pena nos consumen, pero no son buenos consejeros... No les releguéis a un oscuro rincón de vuestra memoria. Sé que todo esto ha sido una pesadilla, pero... No la olvidéis. Debemos mirar hacia delante, pero sin olvidar nunca lo que hay detrás. Si no, todo habrá sido en vano
Y siempre amanece
La cita de lo del infierno es de Walter Scott
En principio, no tengo más epílogos que interpretar (se me ocurrían un par de cosas más, pero tengo al pesado de Rafa detrás dando por culo con que termine ya, y como tampoco es nada importante...). Cuando me des el visto bueno (no vaya a ser que alguno de estos dos quiera responder algo o que tengas pensada alguna escena especial) cuelgo un último post con la partida de Elisabeth y Aleph, algo larguillo, y así me despido de la partida (por fin) ;)
***
El sol ya despuntaba por el horizonte cuando las dos figuras cruzaron el umbral. El contraste entre ellas era notable: Una era alta y corpulenta, casi un gigante por su constitución, mientras que la otra era menuda y delicada. Las dos llevaban ropa de viaje, y andaban en silencio, cruzando la fachada principal de la casa con lentitud y cierta ceremonia, como si estuvieran intentando captar cada instante que transcurriera allí dentro. Dos figuras similares habían entrado en la misma fachada hacía tiempo, con objetivos claramente distintos, pero eso quedaba ya atrás. Aquellos dos habían llegado con la promesa de nuevas emociones en su corazón, mientras que estos dos solo llevaban parches y costuras para mantener los pedazos unidos
Aleph no pudo evitar echar un vistazo a Elisabeth. La pequeña se mantenía callada, mirando el horizonte con expresión indescifrable. El gigante comprendía que aquel paso no debía de ser fácil para ella: Demasiados sentimientos encontrados para tan poco tiempo. Atrás quedaba un mundo de mentiras y reclusión, pero también quedaba el cariño, la seguridad del hogar y el calor de los que habían visto como crecía. Delante, en cambio, solo había inseguridad y la certeza de un futuro indescifrable que solo los hados podrían llegar a atisbar. La otra cara de la moneda era la aventura, la promesa de lugares inexplorados, de sueños anhelados que ahora podrían realizarse. Elisabeth florecía, como una crisálida que comenzara a romperse para dejar entrever unas alas coloridas y brillantes
La niña había crecido mucho en los últimos días. O, mejor dicho, se había visto obligada a crecer. Ahora era tarea de Aleph el guiarla por sus primeros ardides como adulta. Y, sin embargo, no tenía miedo. ¿Por qué? Porque en sus ojos veía determinación, la misma determinación que había visto tiempo atrás en los ojos de Lea, pero mucho más madura y consciente. ¿Como tener miedo entonces? Ante ellos se abría un mar de posibilidades, y solo tenían que alargar la mano para elegir una de ellas. Sí, había perdido mucho al llegar a ese lugar... Pero puede que también hubiera ganado algo. Una sombra siempre supone que haya un obstáculo, pero también una luz. Todo es cuestión de mirar el ángulo
La despedida había sido breve, todos lo habían preferido así. Cuanto más se alargara, más difícil sería para la niña, así que no se habían hecho ceremonias pesadas o largos discursos. Habían caído lágrimas, pero solo las justas y necesarias. Y no todas las lágrimas eran amargas, al fin y al cabo. Aleph también se había despedido de Vincent, pero este se había mostrado poco comunicativo, como siempre. El gigante pensó que, quizás, si algún día volvían, habría cambiado. Pero era solo una ensoñación: Algo dentro de él le decía que el destino aún le deparaba más sufrimiento a ese pobre desdichado, y solo alguien de buen corazón podría salvarle. Confiaba en Fiona para esa tarea
Sus pasos les llevaron hasta la verja metálica que rodeaba la casa. Una vez allí, no había marcha atrás. Se giró para mirar a Elisabeth, que tomó un último vistazo del que había sido su hogar antes de inspirar profundamente, girarse hacia él y asentir. Aleph le devolvió el asentimiento, y sonrió. Luego miró al suelo, a sus pies: Allí estaba la línea que marcaba el final del recinto, y que separaba el porche del resto de la calle. Pero en esta ocasión, la línea significaba mucho más. Significaba un final y un nuevo comienzo, un cambio tan importante como decisivo. ¿Se atrevería a volar fuera del nido, o se echaría atrás en el último momento? Aleph no pudo evitar sentir como su corazón se aceleraba: ¿Habría sido todo una farsa? ¿Estaría la niña dudando en el último momento?
¿Lista?
... Lista
Elisabeth miró al suelo, frunció el ceño... Y luego cruzó la línea. Aleph sintió ganas de abrazarla, pero se contuvo. Aquel momento era tan solemne como su propia emancipación, y debía respetarlo como tal. Se limitó a girarse y comenzar a andar por la calle, seguido por la niña, mientras disfrutaba del agradable tacto de los fríos adoquines contra las suelas de su calzado
***
Miraba una hoguera, pero sus ojos no veían las llamas. Sabía por qué estaba allí, pero su mente no quería comprenderlo. A unos pasos de él, el cuerpo del que había sido como un padre para él se consumía lentamente, yaciente sobre la pira de llanto y recuerdos que él mismo había construido con sus manos desnudas. Incluso ahora, tras la muerte ardiente, Brannagh parecía sonreír con dulzura, como tantas otras veces. Incluso ahora que había cruzado al mundo de los espíritus parecía estar a su lado, reconfortándole y dándole apoyo
El lugar no podría ser más adecuado. Un claro despejado, tapizado por suelo verde y fresco de hierba nueva, que había crecido visiblemente desde la última helada. La vida era un ciclo, y de nuevo se abría camino frente al frío del invierno y la noche, reciclando las almas que volaban en la dirección contraria. Su Athaironna era ahora una de esas almas, que pasaba a formar parte del gran vial de almas que era Gaïa. Sobre la pira, un cielo estrellado y despejado, solo iluminado por el resplandor de las lenguas de fuego, parecía darle la bienvenida a esa nueva existencia más allá de la vida y la muerte
No estaba solo. Casi una decena de sacerdotes y otra veintena de amigos y conocidos que habían tenido la suerte de haber sido invitados y encontrarse lo suficientemente cerca como para llegar a tiempo se habían reunido alrededor de la pira, ocultos entre los árboles de los límites del claro, contemplando en silencio como uno de los mejores hombres que habían pisado las húmedas y ancianas tierras de Alberia regresaba al seno de la madre. Brannagh había sido una persona muy querida, y ello era fácilmente observable tras su muerte: Pocos eran los ojos que no derramaban alguna lágrima. Pero Aleph ni siquiera pensaba en ellos: Para él, ni siquiera estaban allí. Aquel momento era solo para los dos. Para él y para su maestro
Estaba triste. Negarlo sería mentirse a sí mismo. Pero también sentía un inmenso alivio. Alivio porque su padre adoptivo volvía con los suyos, tras una vida de servicio desinteresado y altruismo. Una profunda dicha invade nuestros corazones cuando vagamos desnudos, en alma y esencia, por la misma naturaleza que nos proporcionó un cuerpo al nacer. Ahora Brannagh podría gozar de esa dicha y ser uno con la corriente vital. Por ello, se sentía feliz. Feliz por él. Porque, por mucho que le fuera a echar de menos y por mucho que hubiera deseado que siguiera a su lado, su hora había llegado. Y, tras tantos años, se había ganado al final un descanso
La gente ya había comenzado a irse. Normalmente, solo dos sacerdotes se quedarían a velar los restos de la pira y a recogerlos la mañana siguiente. Esta vez, sin embargo, le habían concedido a Aleph tal honor. No había pedido ayuda: Quería que ese momento fuera solo de los dos, de Brannagh y de él. Dada su relación con el sacerdote, ninguno se atrevió a negarse. Gracias a eso, tras unas horas se quedó solo, resguardado del frío nocturno con una piel de oso, mientras observaba en silencio la pira
Fue solo tras un largo rato de reflexión que alzó la mirada a las estrellas, y por fin habló. Habló para él, pero también para sí mismo. Su voz parecía cargada de un halo místico, y la magia se fundía en el ambiente, como solo puede hacerlo en las promesas de leyendas olvidadas entre los más profundos rincones del bosque de las lluvias eternas
Ahora quedo atrás, Athaironna. Queda en mí la responsabilidad de continuar con tu legado, honor que acepto con resolución y gratitud. Seré fiel a lo que me has enseñado, para que, pase lo que pase, cuando volvamos a encontrarnos puedas mirarme a la cara con orgullo. Lo juro a los pies de tu pira, Ahaironna
El crepitar del fuego le devolvió un susurro lejano. Esa noche, la luna no brillaba en el cielo. Y la única estrella que brillaba más que ninguna estaba en la tierra, no arriba
***
Se agachó lentamente para pasar una mano por el suelo. La tierra del camino se coló entre sus dedos, trasmitiéndole una sensación de paz y tranquilidad que ya había olvidado tras los últimos sucesos. La ciudad era un núcleo de vida, y una fuente de historias maravillosas, pero no estaba hecha para él. Disfrutaba de ella, pero tarde o temprano acababa por abrumarle. Aleph había nacido para vivir en el camino. Acababan de cruzar las puertas de la ciudad, pero ya sentía como el horizonte le llamaba
¿Había obrado correctamente? Es pregunta seguía rondando por su mente incluso en ese momento. El recuerdo de Celeste era demasiado doloroso, y sus remordimientos aumentaban cada vez que pensaba en la cadena de sucesos que habían llevado a todo eso. Sin embargo, ahora también había algo más, una presencia reconfortante que le impulsaba a seguir hacia delante, e incluso a sonreír. ¿Era Brannagh? Quién sabe. Puede que, incluso después de todo ese tiempo, el alma de su padre velara por él junto a tantos otros espíritus de la naturaleza. Puede que su legado aún perdurara en él. Puede que fuera solo una imaginación, pero, en realidad, daba igual. Sabía que, de poder volver a hablar con Brannagh, este le miraría a los ojos y sonreiría con orgullo. Y eso le bastaba para tener fe en el futuro
¿Había sido el culpable de que las cosas se hubieran torcido en el último momento? No lo podría llegar a saber, y, aunque pudiera, tampoco arreglaría nada. Lo hecho hecho estaba, y de nada valdría lamentarse a esas alturas. Además, ahora tenía a Elisabeth a su lado... Y delante de él, el mundo entero. No era tiempo de mirar hacia atrás, sino de poner un pie delante del otro, y luego el siguiente. Era tiempo de empezar a andar. Que les depararía el destino, eso ahora no importaba. Lo que tuviera que llegar, llegaría
Mientras, solo podía hacer una cosa: Vivir
¿Y ahora, adonde?
Elisabeth le dirigió una mirada interrogante. Aleph observó el horizonte durante unos segundos, y luego sonrió. Había llegado a su mente en ese mismo momento, pero sabía que, por dentro, siempre había sabido que volvería allí. En parte, era casi como volver a casa
A Varja Respondió, mientras se levantaba y la devolvía la mirada Con mi maestro
Aleh, ya estoy. Cierra y apaga, que creo que no me dejo nada ;)
Sé que no da tiempo a leerlo, pero la idea sería que la parte "movida" de la canción (la del final) empezara justo cuando dice lo de "Con mi maestro". Acto seguido, un plano de Aleph y Elisabeth caminando hacia la lejanía, y, si procede, los títulos de crédito XD