Elisabeth se despidió de Aleph algo temerosa, pero menos de lo que podría haber sido. Al menos se quedaba con su querida prima. El tao y la hechicera se acercaron a uno de los coches de caballos que esperaban afuera y, justo en ese momento, Jules dijo a Celeste hacia dónde se dirigían ellos: A los Jardines Funerarios. Habian oído hablar de ellos como hermosos y tranquilos, lugar de paseo para la alta sociedad, pero hasta ahora no los habían visitado. El cochero no tuvo problema en ubicarlos (todo el mundo los conocía) y dio la voz de marcha enseguida.
El grupo se reunió en los Jardines Funerarios poco después. Eran muy grandes y tenían varias puertas, pero la principal era la más concurrida y en la que se encontraron.
Jules, Tristán, Serena y Damien bajaron de su carruaje y esperaron la llegada de Celeste y Aleph, que no tardaron mucho más. A aquella hora del mediodía había abundancia de paseantes, nobles y burgueses que disfrutaban de la mañana en familia o en compañía de sus parejas.
Paso a la siguiente escena.
Damien contempló a Celeste y Aleph que se acercaban, y algo asombrado se alejó de Serena y se aproximó a la pareja.
-Bienvenidos, ¿Tenéis alguna pista? ¿Cómo habéis llegado tan pronto?- dijo haciendo señas para que entraran apresuradamente en los jardines tratando de localizar a María.
Son extremadamente competentes y con sus habilidades... igual tenemos una posibilidad de encontrar a María... ¡O de enterarnos de lo que está pasando!.
-Damien, creo que ya sabes la respuesta a esa pregunta. Solo quédate callado y piensa, seguro que llegas a la solución correcta. En cuanto a las pistas, abre bien los ojos y busca fuego. Es lo único que puedo decir.
Muy bien, no perdamos más tiempo.
Celeste no dijo nada más, y empezó a mirar a su alrededor.
Por mí, fin de la escena. ^^
20 px a descontar por ser Jayán.
20 px a descontar por ser Sylvain.
Llevaban ya un buen rato paseando por el jardín, hablando de banalidades y de lo preciosas que estaban las hortensias (cosa que no era banal para Elisabeth, por supuesto). Había estado evitando el tema de la pelea entre Maria y Serena todo lo que había podido, pero la muchacha era cada vez más insistente y a ella se le empezaban a notar los nervios de la espera. Sabía que no podía hacer nada por ayudar, pero le intranquilizaba estar incomunicada de lo que consideraba información básica. Su cerebro hacía rato que había empezado a recrear escenas de lo que podía estar pasando, y aunque algunas eran realmente cómicas con el propósito de tranquilizarse un poco, las más eran cruelmente trágicas.
- Elisabeth, querida, ¿qué te parece un te? - preguntó de repente a su prima cogiéndole la mano con entusiasmo - A mi me apetece muchísimo. Y leer un rato mientras me lo tomo, necesito una buena historia para despejar la mente.
Era poco probable que Eli quisiera acompañarla en tan trepidante ocupación, así que mientras fingía encerrarse en la biblioteca podría escaquearse un rato para intentar descubrir qué pasaba. Confiaba en que la joven estaría segura dentro de la casa, y siempre podía volver pronto si veía que no podía hacer nada. De cualquier modo, tenía que irse y no podía decirle porqué.
- Iré a pedirle a uno de los criados que lleve el té a la biblioteca... y otra taza para ti, a dónde quieras. - añadió guiñándole un ojo mientras empezaba a alejarse, toda sonrisas.
En cuanto entró en la mansión, y estuvo fuera de la vista de Elisabeth, su cuerpo se reactivó y una mueca de preocupación apareció de nuevo en su rostro. Dio las órdenes pertinentes para la preparación del té, de forma mecánica, mientras empezaba a recorrer las habitaciones con ventanas al frente de la casa, observando por si podía vislumbrar a alguien cerca de ésta. Cinco minutos después, con los nervios ya a flor de pie, salió de la casa intentando ser lo más disimulada posible.