Partida Rol por web

Otra vez en el puto suelo. Con un bramido apenas reprimido de furia y frustración, Orrin se puso en pie, con la pistola volando a su mano y buscando un objetivo. Ya les tenía cerca, pero más valía que fuera aligerando los números a abatir, o acabaría complicándosele la tarde. Al menos el demente ese no le había trinchado, aunque con una bayoneta iba a tener que esforzarse para atravesar el blindaje y el barro.

"Joder, sobre todo el puto barro..." pensó amargado mientras disparaba.

Eso si que puso furioso a Waldemar. Su disparo, que después de tanto tiempo, por primera vez iba directo al enemigo, este se percató de ello y se ocultó, esquivando el disparo, solamente para morir segundos después. Comenzó a avanzar, molesto y enojado contra aquellos traidores que mataban a sus compañeros. La ira domó al guerrero, y jurando por el Santo Emperador que ese día al menos acabaría con un enemigo, cambió de objetivo, volviendo a hacer tronar su escopeta, contra el siguiente traidor que estaba en su linea de visión.

Gabarri se quedó un momento mirando las cajas que tenía delante sin saber muy bien cual de ellas podrían contener un arma. Sabía que en cuanto los pasos llegasen hasta allí, daría igual si la sacerdotisa se lo había mandado, si tenía intención de devolverla nada le protegería de la ira de Lhorr así que cogió una de las cajas negras que tenía al lado y la abrió buscando un arma.

A Shan Dianqiú le empezó a pesar, mucho más de lo que quisiera reconocer, su propio tripón. 

Aquél día parecía no terminar nunca, ahora tocaba otra carrera hasta el centro de mando.

Al final, el deposito se había perdido. La rabia le invadió al pensar en la cantidad de material irremplazable que no podrían usar contra el enemigo.

Se acercó a una de las cajas verdes y tiró de la tapa para ver su contenido con la esperanza de encontrar un arma o materiales para arreglar su fuente de alimentación. Se sentía pesada y casi tullida con la ausencia del servobrazo operativo. Arrastrarlo por el barro era como si tuviese un ancla encadenada a su cuerpo.

Quería ayudar en el puesto de mando. Pero comenzaba a quedarse sin fuerzas

Nereida no sabía que le estaba pasando a Nivelle, no comprendió por serle ajena todo lo relativo al a disformidad, pero si que sintió como el vello se le erizó, provocando una alarma en su interior. Sin embargo, la situación requería de seguir combatiendo, de acabar con su enemigo y salvar a los oficiales. Sopesó sus opciones gracias a ese breve momento de tregua y vio una "ventana" que podría ser de utilidad. La comisaria sabia algunas cosas, y previó que podría ser de utilidad, a ciertas personas del Imperio, tener un prisionero al que interrogar hasta la muerte.

Enfundó su espada sierra con ágil movimiento y se abalanzó sobre Nivelle realizando una veloz maniobra de agarre, inmovilizando al traidor, sintiendo su hedor a podredumbre que le provocó que arrugara la nariz; pudo ser su imaginación, pero lo sintió como algo tangible. Nereida rodeó su cuello con su fuerte antebrazo izquierdo e hizo presión, mientras la espada de energía la puso de tal manera, que la punta de su arma estaba en contacto con su costado - ¡RINDETE! - le gritó al oído, sin saber si sería capaz de oír. 

Ahora Arrin tenía a aquellos malnacidos donde quería, a corta distancia que era donde mejor se desenvolvía él, estar en mitad del meollo, rodeado de enemigos, era lo que más le gustaba al doblesueldo, donde algunos golpes se podían volver contra el enemigo. - Usa su número contra ellos, muévete, no pares de avanzar y atacar, confúndelos. - repitió en su mente, recordando parte del entrenamiento que habían recibido en la Schola, tiempo ha. 

- ¡Muerte al hereje, muerte al traidor! - gritó, apuntando con su pistola al ingeniero más cercano y descargando, junto a su compañero Hans, dos disparos cada uno que impactaron en el pecho de aquel traidor. 

Acto seguido, sombríamente y con una sonrisa que no podía verse, se acercó, obligando al lado del falso Krieg que tenía delante a dar la espalda a la barricada - ¡SAN DRUSUS TIENE UN MENSAJE PARA TÍ! - le gritó, haciéndose oír por encima de la tormenta y enseñándole claramente el cuchillo al traidor. - Te lo voy a meter por la nuez, y te lo voy a sacar por la nuca, hijodemilputas. - le dijo. Acto seguido, transmitió por el canal general - ¡Tempestor, Arrin informando!. Aquí está el pescado vendido, estos hidefurcias no saben que tienen a un doblesueldo delante, pero creo que se están empezando a dar cuenta, me quedan tres de seis, señor. - le había costado llegar hasta allí, por culpa del maldito barro, pero ahora esos perros no tenían escapatoria.

Después de disparar, Reinhardt se tomó unos instantes para ubicarse en el campo de batalla. Pudo ver a la comisaria batiéndose con un traidor, así como a otros tantos oficiales haciendo lo mismo y, como no podía ser de otra manera, a Arrin conteniendo él solo a más enemigos que nadie. 

—¡Arrin, maldito! ¡Deja algo para los demás! —le gritó, justo antes de empezar a correr en su auxilio. 

continuo mi camino buscando a los herejes que combaten, ahora tenía que continuar mi camino de sangre aunque ahora no sabía de quien ni podía evitar atacar a todo lo que se movía.

Por desgracia, la advertencia del doblesueldo llegó tal vez demasiado tarde, porque en ese momento vio dos brazos aparecer tras la barricada y con ellos dos granadas krak, diseñadas para perforar armaduras y blindajes. Antes de que pudiera reaccionar, las dos volaron hacia su vehículo, en un arco perfecto para impactar en el blindaje superior, no tan grueso como el lateral o el frontal. El Espíritu Máquina al que estaba vinculado se estremeció de pronto, y aun con sus reflejos Zhao no habría podido reaccionar a tiempo de esquivar ninguna de ellas moviendo el Chimera, que no era un vehículo precisamente rápido o ligero. 

Pero ahora Zhao no estaba solo, el poderoso y tranquilo Espíritu Máquina del Chimera estaba con él, y ambos suplían las carencias del otro como un equipo bien compenetrado. El Chimera se activó solo, sus orugas girando antes de que Zhao diese ninguna orden consciente. Tomando el control de pronto, Zhao giró el vehículo y la primera granada falló por centímetros, explotando inofensiva en el barro y lanzando tierra y agua en todas direcciones. La segunda granada sí impactó, reventó en el exterior como un martillazo y dobló una pequeña sección del plastiacero. El daño fue casi nulo, pero la vibración y el repentino movimiento soltaron una de las tuberías de gas refrigerador del motor. 

-¡11001010! ¡No veo nada!-dijo Ming, tosiendo. Por suerte el gas no era letal, pero habría que repararlo, así que, con dolor, Zhao se separó del UEM y con la ayuda de Ming accedieron al panel de mantenimiento. Por suerte Zhao siempre llevaba cinta aislante encima, y en un momento cogió el rollo y le dio una docena de vueltas a la tubería, hasta que dejó de fluir. 

Volvió al UEM, un diagnóstico rápido del Espíritu Máquina reveló que no había fallos y que el daño era casi cero. Ahora todo lo que había en el Chimera era ira hacia aquellos que habían osado atacarle. Ming vio cómo la torreta se activaba prácticamente sola, y giró el arma hacia los ingenieros, que esta vez no se librarían de la ira del Dios Máquina. 

-Aquí Zhao, integridad del Chimera intacta, seguimos operativos. -dijo Zhao por la radio del Chimera, mientras el vehículo se estremecía con el cañonazo directo a los que habían intentado derribarles. 

Las gotas de sudor perlaban la frente de Brotinn. El esfuerzo de mantener al comisario traidor inhabilitado lo estaba poniendo a prueba, pero estaba decidido a darle a Kriemhild la oportunidad de ganar su particular duelo. Aquella mujer tenía un buen par de eggstokker, cargando contra el líder enemigo prácticamente en solitario.

Ahora se presentaba otro problema. Los traidores que quedaban parecían decididos a acabar con el capitán Dahl y uno casi lo consiguió al hacer blanco a quemarropa contra el oficial. Por suerte, Dahl resultó ser tan duro como cualquier varangiano y el convicto que tenía al lado abatió al granadero de un certero disparo poco después. -Buen tiro, min venn- le dijo, aunque no estaba seguro que el otro pudiese oírle.

Quedaba otro enemigo, enzarzado con el capitán varangiano en un duelo a muerte. Entrecerrando los ojos le señaló para después chasquear los dedos mientras susurraba -arde-.

En líneas generales no sabía si estábamos manteniendo a raya al enemigo o por el contrario eran ellos los que nos mantenían a raya a nosotros. Pero no tenía tiempo para pensarlos, solo tenía tiempo de apuntar a un nuevo enemigo y abatirlo con suerte antes de pasar al siguiente. - Por el Emperador, muere hereje. 

El dolor de la pierna de Onorato se empezaba a calmar, aunque claro aquello no significaba realmente algo bueno. Sacudió la cabeza «Al menos ha dejado de humear» pensó mientras avanzaba a zancadas, deslizó su mano izquierda hacia su cinturón y tomó una granada de fragmentación con esperanzas de usarla, pero por el momento parecía no haber ninguna así que siguió avanzando sin más.

¡Corred! - Se necesitaba mas que una orden bien gritada para inspirar a soldados imperiales? Rabiah esperaba que no. 

Desastre seguía disparando sin parar, mientras quedaran enemigos. Apunto y descargó su laser una vez más

Y aquello había acabado antes de que pudiera agarrar a cualquiera de esos canallas. En fin, estas cosas a veces pasaban, pero no debían haberlo hecho tan mal si la mayoría seguían en pie. Y que las nubes se abrieran por fin acabando con aquel condenado barro no fue sino otra señal de que aquello había acabado.

-Por los dorados cojones de Macharius, por fin se acabó el barro-maldijo entre dientes, dedicándose una mirada a sí mismo, cubierto por aquella inmundicia. Iba a costar mucho sacar todo aquello, pero los herejes se la iban a pagar. Oh sí, eso lo tenía muy claro.

-Bueno... Supongo que ya sabemos quién se apioló a Morsov, ¿eh?-dijo en voz lo suficientemente alta, y con un tono tan ácido que podría haber contado como bioarma xeno. No se le olvidaba la escena de la cantina, y tardaría en dejarlo correr, aunque por su parte con hacer notar ese comentario bastaría. A ellos también les faltaba alguien, y mucho se temía que sabía como le iban a encontrar.

-Señora comisaria-dijo, saludando y acercándose a ella-si no se ha escapado, logramos capturar otro prisionero en el Taller. Supongo que se extrañaron de que no saltara en pedazos y vinieron a comprobar qué había pasado. Hay también algunos cadáveres de las fuerzas del puesto, que deberían ser recogidos tan pronto sea posible y enterrados-informó. El tempestor ya lo sabía, había estado allí, pero no estaba de más que aquello llegara rápido a los oídos adecuados.