Partida Rol por web

25.02.1377

El día de la reunión había llegado, Kazumi se levantó por la mañana y bajó a desayunar junto con May, Nerissa que había llegado la noche anterior y Helena, la joven clériga de Ilmater que había reclutado la genasí.

Después de su encuentro con Ichiro, Kazumi y May viajaron hasta Brohn, el pueblo natal de la ex-acróbata, dónde visitaron a su madre enferma, una mujer de algo más de 50 años llamada Judith. La mujer aún se valía por sí misma y parecía bastante más mayor de lo que era, y aunque su hija no estuviera allí, por suerte no estaba sola. Lo bueno de los pueblos pequeños era que todos se comportaban como una gran familia así que siempre había algún vecino preocupado por Judith, permitiendo que May pudiera tener esa vida itinerante y conseguir el dinero de las medicinas.

May no quiso contarle nada a su madre acerca del nuevo rumbo que iba a tomar su vida, así que presentó a Kazumi como la directora de un teatro de Aguas Profundas que había decidido contratarla pagándole más dinero, justificando así el dinero que la kozakurana le había dado.

Tras abandonar Brohn, Kazumi tenía claro que a la madre de May no le quedaba mucho tiempo de vida, en el mejor de los casos dos años y seguramente menos, pero decidió no contarle nada a su discípula. Seguramente ella ya lo sabría.

Así que las dos mujeres volvieron sobre sus pasos hacia el norte con dirección hacia Aguas Profundas y cuando volvieron a pernoctar en Puerta de Baldur, se encontraron con una noticia que parecía correr como la pólvora. El poblado de Daunil, en la Marca Argéntea, había aparecido completamente calcinado de la noche a la mañana. No había testigos, nadie había sobrevivido y no había muestras de que un ejército ni una banda de mercenarios se viera involucrado en ello.

Un par de semanas después de llegar, Kazumi e Ichiro se reunieron para pactar de que manera podían ayudar los Tigres de las Sombras al Arpa de Oro. Un acuerdo beneficioso para ambas partes. El resto del tiempo Kazumi lo dedicó a ayudar a Atsuko y a traer calma a la impulsiva mente de May.  

Tras el desayuno, Nerissa y Kazumi, compañadas de May y Helena, dejaron “El Dragón Amatista” saliendo a las frías y nevadas calles de Aguas Profundas, en dirección a la finca Clancy, dónde el mago había concertado la cita con Tormenta y Paloma. Una vez allí, Chester las condujo hasta la segunda planta, a la misma sala dónde se reunieron hacía ya casi dos meses, aunque esta vez él no entró, si no que se quedó fuera con las jóvenes. La sala estaba igual que la última vez. Los nueve sillones, la cómoda, la chimenea y la enorme mesa redonda con dos quemaduras con forma de manos.

Paloma y Tormenta ya estaban sentadas, una al lado de la otra, esperando la llegada de Nerissa y Kazumi. Como era habitual en ella, Paloma vestía unos pantalones de cuero marrón y un justillo también de cuero de color verde. Tenía el pelo plateado recogido en dos trenzas formando un moño. Su rostro era tranquilo como era habitual en ella. Tormenta por su parte, también vestía con ropas cómodas de viaje, pero de colores más vivos y con un toque más femenino. A diferencia de su hermana tenía el cabello plateado suelto y su rostro y su mirada tenían más vida que el de su hermana.

25.02.1377

El día de la reunión había llegado, Nerissa se levantó por la mañana y bajó a desayunar junto con Helena, Kazumi y May, la joven ex-acróbata de circo que habia reclutado la kozakurana.

La genasí y la ilmaterina habían hecho un raudo viaje desde Delzhuntel hasta Aguas Profundas, ayudándose una vez más de las mágicas monturas que la maga tenía al alcance de su magia. Durante el viaje, Nerissa pudo comprobar que Helena era una joven sensible y sensata, que había abrazado la fe de Ilmater de una forma absoluta y había hecho de la pobreza su forma de vida. Su ropa estaba usada, comía lo mínimo y en más de una ocasión le pidió a Nerissa que le permitiera ayudar a los necesitados cuando pasaban por alguna ciudad. Y aún así siempre estaba llena de energía.

No es que en la mente de la joven no hubiera lugar para nada más, Helena había recibido una buena educación y era alguien con quién poder conversar e incluso bromear, pero esa manera de vivir le hacía casi rozar la santidad. Probablemente mucha gente consideraría a Helena una persona irritante, una persona que te hace sentir que hagas lo que hagas ella siempre será mejor que tú. Por suerte Nerissa no era una de esas personas.

Así, el día antes de la reunión, con el sol cayendo sobre el mar de las espadas, las dos mujeres llegaron a Aguas Profundas y se dirigieron a “El Dragón Amatista”, la posada de Kazumi. Allí Nerissa presentó a Helena ante la kozakurana y ésta hizo lo propio con May, su ahora protegida.

Tras el desayuno, Nerissa y Kazumi, compañadas de May y Helena, dejaron “El Dragón Amatista” saliendo a las frías y nevadas calles de Aguas Profundas, en dirección a la finca Clancy, dónde el mago había concertado la cita con Tormenta y Paloma. Una vez allí, Chester las condujo hasta la segunda planta, a la misma sala dónde se reunieron hacía ya casi dos meses, aunque esta vez él no entró, si no que se quedó fuera con las jóvenes. La sala estaba igual que la última vez. Los nueve sillones, la cómoda, la chimenea y la enorme mesa redonda con dos quemaduras con forma de manos.

Paloma y Tormenta ya estaban sentadas, una al lado de la otra, esperando la llegada de Nerissa y Kazumi. Como era habitual en ella, Paloma vestía unos pantalones de cuero marrón y un justillo también de cuero de color verde. Tenía el pelo plateado recogido en dos trenzas formando un moño. Su rostro era tranquilo como era habitual en ella. Tormenta por su parte, también vestía con ropas cómodas de viaje, pero de colores más vivos y con un toque más femenino. A diferencia de su hermana tenía el cabello plateado suelto y su rostro y su mirada tenían más vida que el de su hermana.

Al ver entrar a Nerissa y Kazumi, Tormenta no pudo evitar poner una sonrisa divertida y se movió en su asiento poniéndose cómoda.

—Dos arpistas que hasta hace poco no se conocían de nada, piden una reunión conmigo y con mi hermana con Chester Clancy de por medio—dijo pasando la mirada de las mujeres a Paloma—. Estoy segura que esto va a ser cuanto menos interesante.

Kazumi observó a Chester ejercer de anfitrión, y lo siguió observando con parsimonia mientras pretendía quedarse en segundo plano.

—Ven tú también, Chester. Esto te incumbe tanto como a nosotras.

Esperó a que su patrón las acompañara antes de entrar en la estancia. Inclinó entonces el torso en dirección a Tormenta primero y a Paloma después, según la manera tradicional de su pueblo.

—Vivimos en tiempos interesantes, amiga —respondió enfáticamente mientras dibujaba una sonrisa de esfinge.

Avanzó por la estancia y se sentó en un asiento libre, en una postura relajada.

—Estamos aquí por el fallecimiento de Elminster —dijo, sin andarse con ambages—. Chester, cuéntales lo que nos contaste a nosotras.

Chester entró en la sala, pero no llegó a tomar asiento, sino que se quedó de pie junto a la puerta con los brazos cruzados. Tras la “invitación” de Kazumi, el joven mago miró a la kozakurana algo ceñudo pero no llegó a decir nada. Tras respirar con fuerza, empezó a pasear su mirada entre las presentes.

—Bien—dijo queriendo mostrarse calmado—. Unos meses antes de morir, Elminster ya sabía que su hora estaba cerca y por ese motivo me encomendó una tarea. Tenía que idear un plan que pudiera ocupar su lugar, sustituirle. No hace falta que lo digáis, solo hay un Elminster. El mero rumor de su presencia podía frustrar los planes más temibles, su visión no tenía límites y era capaz de encontrar ayuda en cualquier lugar. No existe nadie en Faerûn que pueda emular sus capacidades. Pero si reuniéramos un grupo de personas, sumando juntas, podrían conseguirlo.

Como si intuyese cual iba a ser la siguiente pregunta, Chester se adelantó.

—¿No es eso lo que hacen los arpistas? Sí y no. Para este empresa, es necesario convertir la fortaleza de los arpistas en debilidad y la debilidad en fortaleza. Necesitamos una estructura, un mayor control de la situación, más organización. Y por eso reuní a cinco arpistas, para que fueran la piedra central de este plan. Kazumi y Nerissa son dos de esos arpistas.

Tormenta ladeó la cabeza conforme iba escuchando a Chester y cuando terminó de contarles su plan, la gran arpista frunció el ceño, se la veía molesta.

—Ajá. Elminster te ha elegido a ti para sustituirle—dijo la mujer como si no terminara de creerse las palabras de Chester—. Y tu gran plan es emular a nuestro cuñado y nuestra hermana, ¿no? Una grandiosa organización en las que todos siguen a un gran líder, dispuesto a hacer lo que sea por preservar su idea de paz. ¿No es así? ¿Quieres ser como Khelben? ¿Después de que te expulsara todavía lo sigues admirando?

Ante la respuesta de Tormenta, el mago se sintió atacado de la misma manera que unas semanas atrás ocurriera con Daura, pero a diferencia de entonces, el joven mago se sintió aturullado e indefenso.

—¿Qué? ¡No! ¡Cla-claro que no! Y-yo… yo… ¡Hay cosas que nunca haría!—acorralado, Chester chilló a la desesperada—. ¡No voy a dirigir esto! ¡No pretendo liderar nada!

Quizás algo arrepentida por haber atacado de esa forma a Chester, Tormenta se relajó.

—Relájate Chester. No voy a hacerte nada, pero no te voy a mentir. No me gusta tu plan. Espero que sepas que la debilidad que tiene, es mucho más peligrosa que la debilidad de los arpistas—dijo intentando mostrarse más calmada y abierta pero visiblemente preocupada. A continuación miró a su hermana—. ¿No tienes nada que decir al respecto?

La caballero de Myth Drannor, impasible todo el tiempo, le devolvió la mirada a Tormenta.

—La verdad es que  primero me gustaría saber por qué ellas querían vernos—dijo refiriéndose a Kazumi y Nerissa.

—Porque queríamos que lo supieseis, y porque buscamos vuestro consejo—respondió Nerissa—. Intentar pretender que lo sabemos todo sería estúpido.

Creía que era evidente la respuesta pero o a las hermanas les gustaba hablar de lo evidente o querían oirlo de boca de ellas.

—Los Arpistas hacen un trabajo encomiable pero no pueden estar a todo a la vez. Para intentar imitar lo que él hacía hace falta un grupo de Arpistas dedicado sólo a esa tarea. La alternativa es no hacer nada, y yo al menos me niego a quedarme de brazos cruzados mientras la escoria de Faerûm que Elminster mantenía a raya se envalentona—añadió—. Como ya se ha dicho treinta mil veces: no somos él, pero compartimos sus ideales y el deseo de que su sacrificio no haya sido en vano. Juntos podemos intentar continuar su buena labor.

La respuesta de Tormenta había hecho honor a su nombre. A Kazumi se le escapó una sonrisa pensando en que tenía muchas más cosas en común con la mesura de Paloma, igual que Nerissa y Tormenta. Pero de alguna manera, todos buscaban el contrapunto y equilibrio, el Yang para su Ying.

—Chester no se ha puesto delante del Proyecto Arpa de Oro en ningún momento, amiga —lo defendió Kazumi—, y eso que ha subvencionado generosamente la organización con casi toda su fortuna personal. Porque creía que era posible una continuidad de la labor de Elminster a través de un grupo de personas comprometidas. Somos Nerissa y yo, junto a tres arpistas más, quienes estamos al frente, no él.

Titubeó, ladeando un poco la cabeza.

—Yo me incorporé a los Arpistas después de la escisión de los Lunastros, así que no sé nada de lo que ocurrió entre Khelben Arunsun y vosotras. Pero el Proyecto Arpa de Oro no nos coloca en bandos opuestos. Como ha dicho Nerissa, buscamos consejo, ayuda y colaboración —la kozakurana cruzó las piernas y apoyó ambas manos en la rodilla, en una postura cortesana—. Como por ejemplo, ¿qué información tenéis de las actividades recientes del Culto del Dragón? O de esa ciudad calcinada, misteriosamente.

Paloma miró a Tormenta después de escuchar a la genasí y a la kozakurana.

—No voy a entrar a juzgar si el plan de Chester es bueno o malo. Ellas están decididas a llevarlo a cabo y el tiempo dirá si la idea es buena—después volvió a mirarlas a ellas—. Este es mi consejo: Hacedlo a vuestra manera. Nosotras ayudamos a crear lo que hoy son los Arpistas. Vosotras vais a necesitar mucho más control y más disciplina del que tienen los arpistas. En eso nosotras poco consejo podemos daros.

Tormenta, aún con la preocupación en el rostro, tomó la palabra después de su hermana.

—Y ese control y esa disciplina son un peligro. Voces que se callan. Decisiones que no se cuestionan. Si tomáis el rumbo equivocado, seréis un peligro. Y no olvidéis que os acercáis y mucho a cuestiones contrarias a lo que significa ser un arpista.

Chester carraspeó para llamar la atención, no se le notaba contento con tener que participar en la conversación, pero sabía que solo él podía aclararlo.

—Por eso elegí a arpistas para liderar este proyecto y por eso elegí a más de uno. Ningún arpista obligaría a otra persona a hacer algo que no quisiera. Y precisamente por eso elegí a cinco, si por algún casual eso comenzase a ocurrir, se podría cortar de raíz. Además, también evitas que el poder y con ello la tentación recaiga sobre una persona.

—Eso valdrá si todo sale como dices—apuntó la bardo para a continuación preguntar—. ¿Os vais a dedicar a reclutar arpistas? Porque si os vais a dedicar a quitar las manzanas de un cesto  para ponerlos en otro, no vais a arreglar nada. Y sinceramente, muchos lo tomaríamos como un “ataque” a la organización.

Siendo consciente de que acababa de lanzar lo que parecía una amenaza velada, Tormenta se apresuró en añadir.

—No estoy cuestionando vuestro estatus como arpista, pero tened claro a los que os exponéis si lo hacéis.

Kazumi aguardó en silencio, resumiendo en una sonrisa serena lo que opinaba sobre el asunto. Después, dejó que el silencio se extendiera durante unos momentos más, como si no hubieran respondido a lo más importante que había dicho. Porque eso era, precisamente, lo que había pasado.

—¿Cómo pueden los Arpistas quitarse gente a sí mismos?—preguntó Nerissa retóricamente, por lo que a ella respectaba, sí que estaban cuestionando su estátus como Arpista pero no deseaba una respuesta—. Pero si esa es la preocupación, no, estamos buscando gente de fuera. Aunque espero que se entienda que si un amigo me pregunta que por qué ya no hago tantas misiones con él, pueda responderle sin que nadie se piense que estoy saboteando nada.

Lo cierto es que no le gustaba usar la palabra "amigo" de forma tan general, pero como todo el mundo la empleaba a la ligera, no se le ocurrió otro método de dar a entender a lo que se refería. Terminó por esbozar media sonrisa que imitaba a la de Kazumi.

—Pero las cosas por orden—añadió haciendo referencia al gesto de la kozakurana.

Tormenta puso la mano dedos sobre la mesa y comenzó a repiquetear sobre ella con las yemas de los dedos.

—No es la primera vez que eso ocurre—dijo en referencia a la pregunta de Nerissa—, pero está bien. Voy a tener un ojo encima vuestra, pero no veo ningún motivo por el que no colaborar, todos tenemos el mismo objetivo. Los zhentarims y los magos rojos se morirían de la risa si nos dedicaramos a matarnos entre nosotros.

La elegida puso la otra mano sobre la mesa, entrelazó los dedos y miró a Kazumi.

—Ahora que está todo claro, responderé a tu ultima pregunta. Daunil era un pequeño poblado, de esos que no aparecen en la mayoría de los mapas. Lo más relevante del lugar era la torre de Eilir, un mago semielemental de fuego que se había instalado unos años atrás buscando un tranquilo retiro, aunque eran pocos conocían su auténtica naturaleza. Junto al resto del pueblo, Eilir ha muerto. Seguramente algo o alguien le atacase y el resultado del combate acabó con la destrucción de todo el pueblo. Hablamos con Alustriel, pero nos dejó claro que ya había puesto a gente a cargo de la investigación y que dejáramos el asunto en sus manos—Tormenta desenlazó los dedos y puso una manos encima de la otra, dispuesta a pasar a la otra pregunta—. Del Culto del Dragón no sabemos nada desde la muerte de Elminster. La mayoría de las células cultistas se encontraban en Skuld y sufrieron el mismo destino que el archimago.

Al hablar del destino de su mentor y amigo, la bardo no pudo evitar suspirar.

—Los supervivientes, sí los hay, se habrán escondidos en las plazas fuertes del culto. Si queréis llamar a alguna puerta, el único lugar que investigar es “La Fuente de los Dragones”, una ciudadela ubicada en las montañas del Ocaso y la única fortaleza conocida del Culto. Aunque no debería de ser una visita que tomarse a la ligera, la ciudadela fue construida en un cementerio de dragones.

Kazumi no había respondido a la pregunta de Tormenta por una sencilla razón: no tenía sentido tratar de convencer a una persona como ella. Era preferible dejar que sus actos hablaran por si mismos, y que ella se formara su propia opinión. Que era exactamente lo que iba a haber, independientemente de cómo hubieran tratado de venderle la burra.

—Tendremos los ojos puestos en el Fuerte de los Dragones, tan pronto como dispongamos de ellos. Un cementerio de dragones no es un lugar al que quiera ir sin estar preparada de antemano  —dijo, y dedicó una mirada de soslayo a Nerissa—. ¿Tú qué opinas, Nerissa? ¿Deberíamos ir a preguntar a Alústriel o crees que Ewander y Rohellec habrán escuchado la misma noticia y ya estarán en ello? Tal vez deberíamos hacer un reconocimiento sobre el terreno. Me pregunto si Eilir murió tratando de defender su hogar o si es responsable de algún modo de la catástrofe.

—Yo también me lo pregunto—respondió Nerissa pellizcándose la barbilla mientras pensaba que a los Arpistas deberían darles un premio por lograr imposibles. Luego carraspeó—. Quizá deberíamos esperar a reunirnos para ver qué información hemos recopilado cada grupo y luego ir a investigar.