Partida Rol por web

25.02.1377

Ya había caído la noche cuando Helena, Kazumi, May y Nerissa volvían de la fin Clancy tras haber mantenido la esperada reunión con Tormenta Mano de Plata y Paloma Garra de Halcón. Pese a las dudas mostradas por Tormenta con respecto al “proyecto Arpa de Oro”, se podía considerar la reunión como un éxito.

De este modo las cuatro mujeres se dirigieron al Dragón Amatista y al entrar en la calle para enfilar el último tramo, notaron sorprendidas que había un numeroso grupo de personas a sus puertas. Kazumi, seguida por las demás, apretó el paso hasta llegar a la puerta del lugar, abriéndose paso entre la gente hasta llegar a la puerta. Entonces vio como la ventana izquierda estaba completamente destrozada, como si alguien la hubiera atravesado. En la puerta, evitando que nadie entrara estaba el corpulento semiorco Gun, uno de los cocineros del restaurante.

El corpulento semiorco, estaba en la puerta cruzado de brazos con expresión adusta, pero al ver como llegaba su jefa se relajó levemente.

—Menos mal que has llegado—dijo al tiempo que abría la puerta de la taberna intentando sonar calmado—. Alguien ha atacado a Atsuka, pero está bien. Mi padre se está encargando de ella.

Atsuka, sin color en el rostro, apretaba el mentón mientras un anciano se encargaba de coserle un profundo corte que tenía en el brazo, cerca del codo. Al ver entrar a Kazumi, la joven recuperó todo el color que le faltaba e incluso hizo un ademán de levantarse, pero Pao, el jefe de la cocina de la taberna y padre adoptivo de Gun, la obligó a permanecer sentada.

—No hace falta que te preocupes Kazumi, estoy perfectamente—dijo algo exaltada intentando transmitir calma pero consiguiendo todo lo contrario—. Solo ha sido un corte feo, nada más.

El corazón le latía con violencia en el pecho, era una monje, no un pedazo de piedra. Pero Kazumi estaba obligada a mantenerse calmada y racional, por los empleados que dependían de ella. Siempre trataba de serlo, pero en situaciones con la carga emocional de aquella era vital que alguien tuviera la cabeza fría.

—Pao, llamad a un médico, y que él valore si la herida necesita un clérigo.

Se acercó a Atsuka y le depositó una mano en el hombro, momento en el cual Hikaru salió de su bolsillo extradimensional y se arrojó sobre el regazo de Atsuka.

—¿Qué ha pasado? ¿Quién te ha atacado? —dijo en cuanto pudo hablar con su firmeza habitual.

Antes de que nadie dijera algo más, Helena dio un paso al frente.

—Si no os importa, puedo echarle un vistazo—dijo mirando a Kazumi—. No es la primera vez que veo una herida de este tipo.

La ilmaterina hincó una rodilla en el suelo y examinó tanto el corte de Atsuka como la sección que el cocinero había empezado a coser.

—La has limpiado con vinagre, ¿verdad?—le preguntó retóricamente a Pao con una sonrisa tranquilizadora—Con el don de Ilmater creo que podremos librarte de varios días de dolor y de una fea cicatriz.

Atsuka, incómoda tanto por la herida como por ser el centro de la atención, intentó una vez más rebajar la tensión aunque el tono de sus palabras no le acompañara. Estaba claro que la adrenalina aún estaba haciéndole efecto.

—¡De verdad! ¡No ha pasado nada! ¡No hace falta que os preocupéis!—exclamó mientras le acariciaba la cabeza a Hikaru— Estaba organizando la mesas para la cena cuando un joven pelirrojo y delgaducho entró en el local. Le dije que todavía quedaba un rato para que abriéramos la cocina, pero que si quería podía sentarse y tomar algo mientras tanto. Entonces sin decir nada, sacó una daga y me atacó, intenté zafarme y éste fue el resultado.

Cualquiera que no conociera a la bardo podía sorprenderle la entereza que estaba mostrando al relatar el ataque, pero no a Kazumi quién conocía bien a su compañera. Atsuka había recorrido medio mundo y eso es algo que da carácter. La mujer señaló con la mano derecha las escaleras que llevaban a la planta superior

—Entonces alguien que iba embozado bajó las escaleras, agarró al tipo y…

Las palabras se cortaron con un ruido sordo, los ojos de Atsuka se pusieron en blanco y su cabeza se fue hacia atrás, como si fuera un muñeco de trapo, perdiendo la consciencia.

La clériga agarró a Atsuka para que no cayera desplomada contra el suelo y al hacerlo su rostro pasó de la sonrisa tranquilizadora a la consternación.

—¡Esta muy caliente!—exclamó afligida—¡El arma tenía que estar envenenada!

Kazumi casi se sorprendió de que Helena tomara la palabra, adelantándose a Nerissa y a May. Tal era su familiaridad con la gente del Dragón de Amatista, y frecuentes sus ataques de introspección, que casi había olvidado que sus compañeras estaban allí.

—¿Qué debemos hacer? —le preguntó a Helena, sin rodeos.

Nerissa intentaba comprender qué ganaba aquella pobre mujer con decir que no pasaba nada porque si pretendía no preocupar a Kazumi, así lograba justo lo contrario. Que curiosa era la menta humana.

No obstante, le dio unas palmaditas en el hombro a la kozakurana para confortarla un poco. Helena era una buena sanadora, su amiga estaba en buenas manos.

—Esto es un restaurante, no la casa de un conde—dijo—. ¿Se te ocurre alguien que pudiera querer darte problemas, Kazumi? Porque más parece una amenaza que un intento de robo; de hecho, ni si quiera han robado nada.

Miró a Gun.

—¿Alguien más vio al embozado? ¿Dónde fue?

La expresión de consternación de Helena no se borró de su rostro, algo bastante llamativo, sobretodo para Nerissa, pues la ilmaterina solía mostrar siempre una calma que rayaba lo innatural.

—Necesitamos un antídoto o alguien que pueda curar su veneno pero yo... yo no... 

La joven acróbata que se había mantenido como espectadora de la situación hasta el momento, pareció comprender lo que pasaba por la mente de la clériga.

—¡Iré a buscar a alguien que pueda ayudar!—dijo al tiempo que echaba a correr y dando un ágil salto por la ventana destrozada, se perdía en la calle.

El semiorco se rascó la cabeza algo compungido cuando Nerissa se dirigió a él.

—Padre y yo estábamos en el sótano, repasando las existencias para seleccionar el menú de la noche. Cuando oímos gritar a Atsuka subí las escaleras corriendo, pero ya era demasiado tarde. Sólo estaba Atsuka agarrándose el brazo ensangrentado.

El anciano shou, al ver la expresión de su hijo adoptivo, intervino en la conversación antes de que alguien más dijera nada.

—Lo que ha pasado no es culpa tuya hijo—dijo mientras se mesaba la barba—. Nadie podía esperar que ocuriera una cosa así.

Al ver como May ser marchaba y que todo el mundo se mostraba más o menos tranquio, Helena se recompuso y se mostró más serena.

—Tenemos que bajarle la fiebre para ganar algo de tiempo hasta que May vuelva. Traedme  agua, cuanto más fría mejor. Si tenemos una bañera o un recipiente en el que introducirla será mejor. Voy a curarle la herida.

Inclinando la cabeza, Helena comenzó a recitar una oración al Dios Quebrado y su manó derecha comenzó a brillar con una luz blanquecina. La clériga tocó con ella el brazo de Atsuka y el corte comenzó a sanar aceleradamente hasta no quedar rastro de él.

Kazumi dedicó a una mirada taciturna a Nissa, y después negó con la cabeza haciendo bailar la cola de caballo en la que se había recogido el pelo.

Aprobó en silencio la resolución de May. Faerûn necesitaba, en su opinión, más gente que viera lo que debía hacerse y simplemente lo hiciera. Y no dar tantas vueltas como un perro persiguiéndose el rabo.

Imitando la actitud resuelta de la nueva recluta, Kazumi se fue a buscar el agua fría que había pedido Helena. Al fin y al cabo, ella conocía el Dragón de Amatista mejor que nadie. Llenó un balde de agua e hizo un sencillo conjuro para bajar la temperatura del agua. Llegó junto a Helena y dejó el balde a mano, esperando en silencio por si necesitaba algo más.

«Esto no tiene ni pies ni cabeza... »

Todo aquello le seguía pareciendo una especie de advertencia o amenaza no obstante, aunque si se trataba de tal cosa desde luego el causante parecía haberse cuidado de no darse a conocer a Kazumi.

O eso o a alguien le había dado por entrar en un restaurante a rajar al primero que encontrara porque sí, que ya ni le extrañaría; si algo sobraba en Faerûn eran chiflados.

La kozakurana se dedicó a traer el agua fría, cosa que agradeció, lo de enfriar cosas no era algo que la genasí hiciese lo que se dice muy a menudo. Nerissa se limitó a aguardar en silencio a la espera de si necesitaban algo de ella mientras miraba como Helena curaba a Atsuka.

Mientras Kazumi buscaba el agua, Helena tendió a Atsuka en el suelo con cuidado y le pidió a Gun que le trajera algunos paños que el semiorco no tardó en traerle. Cuando tuvo el líquido elemento a su alcance, la ilmaterina comenzó a mojar las paños e irlos colocando en la cara, piernas y brazos y estómago.

Después comenzó a coger agua con las dos manos y comenzó a mojar la ropa de la kozakurana, asegurándose de que se empapaba bien pero sin desperdiciar agua. Fue entonces cuando la puerta se abrió y junto a los demás, Helena dirigió su mirada hacia esta.

Tres hombres armados, vestido con el característico uniforme de la Vigilancia de la Ciudad habían entrado en el Dragón Amatista. Después de lo ocurrido y con la atención que la pelea había reclamado, el cuerpo policial de la ciudad no tardaría en hacer acto de presencia y al menos, hacer acta de lo que había ocurrido.

El que parecía al cargo de la pequeña patrulla se adelantó, mientras uno se quedaba en la puerta y el otro examinaba la sala.

—Buenas noches—saludó con un tono frío mientras su mirada se paseaba por la sala—. Hemos recibido un aviso de disturbios en el lugar.

Mirando el cuerpo tendido de Atsuka en el suelo y como Helena estaba atendiéndola, se limitó a preguntar sin urgencia:

—¿Se encuentra bien? ¿Necesita ayuda?

Fue Kazumi quien se dirigió al guardia.

—No. Un joven pelirrojo y delgado ha atacado a Atsuka, mi empleada, con un arma envenenada —respondió Kazumi con franqueza—. Ella estaba sola cuando el agresor entró en el restaurante. Puede que tenga cómplices, pero se ha desmayado antes de que pudiera terminar de contarnos lo que vio.

¿Quién era la figura embozada y qué relación tenía con el joven pelirrojo? ¿Y por qué habían atacado a Atsuka, si el motivo no era el robo?

—Helena, sacerdotisa de Ilmáter, está cuidando de ella. Pero necesitamos algo que contrarreste el efecto del veneno. Hemos enviado a una persona a buscar ayuda, pero si tienen un antídoto no lo rechazaremos.

—¡Will!—exclamó el líder—. Ve a la capilla de Lathander y pide ayuda.

El guardia que había estado examinando la sala, hizo una cabezada a su superior y salió de la taberna, y éste último reemplazó su lugar revisando la taberna con una experimentada mirada.

—No parece que la violencia se haya extendido más allá del ataque—dijo mientras miraba la impoluta barra del local—. ¿Habéis revisado si os falta algo? ¿Dinero? ¿Cualquier otro objeto de valor?