Al escuchar el nombre de Gilgamesh la española recordó la Epopeya de Gilgamesh, hacía tiempo que la había leído y no la recordaba enteramente, pero si que sabía que el héroe que protagonizó la historia había sido un legendario rey sumerio que persiguió la inmortalidad y que en cierta medida la encontró recogiendo una planta especial... sólo que a un alto coste puesto que la inmortalidad sólo estaba reservada a los dioses, entonces al escuchar el nombre del alien Cristina arrugó el sueño, ¿acaso ese no había sido el hombre que había ayudado a Gilgamesh a conseguir su objetivo? según parecía Utnapishtin había sido el único junto con su esposa a los que los dioses habían salvado del Diluvio Universal.
Sin embargo Cristina estaba realmente confundida, puesto que si el alien era realmente Utnapishtin podía significar muchas cosas... entre ellas que fueran ciertas que el ser humano tal y como se conoce fuese una especie que viniese después... o que los aliens realmente habían estado presentes en la historia de la Tierra desde su más temprana edad, fuere como fuere aquel ser tenía la sabiduría de siglos y pertencía a una raza extinta a la que sabía debía ayudar... sólo que aún no sabía como hacerlo. El ser que se había puesto en contacto con ella en el sueño-visión que tuvo cuando se quedó durmiendo en la enfermería de la Princesa y su cuerpo fue poseído por la Alba oscura, le había mostrado lo que fue y lo que podía ser y que a su debido tiempo iba a entenderlo todo... ¡Sólo que todavía seguía sin entender que hacer?
- Señor Mukherjee, Utnapishtim ya nos conoce... Les hable de él ¿No lo recuerdan? Así como que la clave para volver a casa reside en la nave klingon que nos ha traído aquí e información que he recopilado y se encuentra en una tablet de la Discovery, si le preguntan a Gabriel él les dirá.
Les dijo todo aquello por si ella no sobrevivía pues cada vez se encontraba más débil... Al menos moriría tranquila si había una oportunidad para sus hombres.
- Utnapishtim... ¿Eres realmente quien creo? Como te dije en nuestro primer encuentro estoy dispuesta a lo que sea por ayudar, pero aún no entiendo que es lo que debo hacer... sólo que de momento tengo controlado al Colmillo pero no sé cuánto aguantaré...- tras decir aquello pensó unos segundos- como dice mi primero... ¿por Legado te refieres a lo que yo conozco como Colmillo Primigenio? recuerdo que La Alba Oscura, la entidad que en un principio tomé por la voluntad del brazalete me dijo que el arma se podía utilizar no sólo para destruir, sino para salvar... ¿es cierto?- preguntó esperanzada deseosa de hacer todo lo posible por solucionar para bien todo aquel enredo
Se algo para contestarle?
-Alienígenas de Roswell, héroes sumerios...esto se pone interesante, muy interesante. Capitán Gilbert Gamesh....Gilgamesh, lo tenía bien escondido. Ni siquiera he sido capaz de intuir su auténtico nombre entre el nombre y apellido que nos dio al presentarse. Creo que nos tiene que explicar unas cuantas cosas más para acabar de aclarar esto.
Por un instante el semblante del capitán de la Discovery se antoja avejentado, pero no en sus facciones, si en su mirada tan profunda como la misma historia de la humanidad que todos conocen.
-Todavía recuerdo ese día, tan fatídico como único para mí. Porque hay cosas que se olvidan ya que el cerebro no fue concebido para almacenar cientos o miles de años…pero ese día particularmente me es muy claro.-
-El palacio estaba en silencio, pudiendo oír solamente un murmullo de voces por lo corredores en penumbra. Sonidos ahogados sombras violáceas. Y, a veces, un rostro sin facciones que cruza ante mí evitando encontrar mis ojos. Esperaba el dictamen del médico real, un sacerdote de “elevado” conocimiento medicinal y cercanía con los dioses. Un contacto casi tan cercano como el mío, el del rey de Uruk. El rey y sacerdote visionario, el sabio, el juicioso, el justo, el conquistador y mil cosas más que no vienen a cuento. Era tan primitivo e ignorante como una hormiga muriendo al sol en mi ciudad estado de piedra y arena.
Y por fin, Mirmidin, el gran médico me lo confirmaba. Mi esposa y mi hijo no nato habían muerto. La onceava esposa, el onceavo cadáver y cada uno de ellos con una semilla mía que jamás nacería. Pensaba que estaba maldito, que los dioses me habían abandonado…
Esa noche subí al gran zigurat para apartarme de todos. Quería estar a solas y evitar tener que dar respuestas a los generales y a los demás súbditos del palacio. Y allí arriba, mientras descargaba mis frustraciones, impotencia e ira a los dioses en la noche estrellada algo sucedió.
En ese momento lo vi. Al principio creí que era una estrella más, pero luego la vi agrandarse, tornarse rojiza y descender… hasta que el cielo entero fue cubierto por “aquello”. Bosques de luces multicolores me cegaron en luces relampagueantes volar ante mis ojos y una ola de calor infernal me ahogó.
Mi cuerpo temblaba convulsivamente y mis piernas parecían incapaces de sostenerme. La noche se hacía cerrado otra vez pero el aire estaba cargado de luminosidad. Entonces oí el estruendo, fue lejano y casi inaudible pero pude sentir las baldosas temblor bajo mis pies en la altura del gran zigurat por un segundo.
Algo me galvanizo, no sé muy bien que fue pero de pronto tuve la apremiante necesidad de ir tras aquello. Y cerrando los oídos a los gritos de terror que brotaban de mí ciudad abandone la misma en mi carro personal.
Fue una carrera demente por el desierto lívido de luna, escuchando el resuello agónico de mis caballos con el manyo muerto de las estrellas flotando sobre mi cabeza. Y horas antes que muriera la noche llegue al sitio…
No pude creer lo que veía. Era demasiado inconmensurable, demasiado colosal, demasiado extraño. Mi inteligencia no podía absorberlo. “Era un navío de los dioses” pensaba en ese momento.
Y con paso tembloroso entré a la barcaza de las estrellas, avanzando con paso tímido en un caos de maravilla, terror y expectativa. Recuerdo presenciar mi imagen multiplicada en mil superficies cristalinas.
Y tarde o temprano, al vagar por pasillos inimaginables, hallé al dios de ese navío. Un dios que me hablaba directo a mi cabeza en mí mismo idioma. Un dios que pedía ayuda con un temor incontrolable.
Entonces el encanto se había roto luego de cruzar algunos minutos de palabras. El ser tan poderoso y extraño a la vez le pedía ayuda a un primate evolucionado porque temía morir. Su “navío” se había estropeado y caído cual roca hacia el desierto. Y su error había sido abandonar su “coraza” para saborear la vida. Entonces ahora tullido como lo halle allí estaba, temeroso a lo único que su raza dominaba por encima de todo lo vivo. La muerte.
Y por hartazgo Utnapishtim había abandonado su “coraza”, la inmortalidad, para volver a experimentar los miedos, los peligros y los sentimientos que su especie había aletargado por la comodidad de la vida sin peligros.
Al darme cuenta de eso mi cabeza ardía, latía ensordecedoramente y no pude controlar el temblor de mis manos. Le ofrece mi ayuda como sacerdote y médico. El a cambio me pregunto que deseaba por salvar su vida.
Entonces sus ojos enormes me escrutaron atentamente pero no desvié la vista. Luces y sonidos pululaban por el “Navío” que parecía sanar sus roturas. De repente el aire se torno envenenado, por la petición que rondaba por mi mente y que en estampida quería escapar por mi boca. El presente que solicitaba era una mochila demasiado pesada, solo que mi entendimiento era demasiado pobre como para comprender lo que estaba pidiendo. La inmortalidad.
Al aceptar el trato estuve una temporada con él, pues sus heridas sanaban muy lentamente ya que su raza era tan vieja como las estrellas, decía él. Tiempo después ambos entramos por turnos a la cámara luminosa, la misma que utilizó Utnapishtim para despojarse de su “coraza” y que ahora volvería a obtener.
Cuando fue mi turno dudé por un instante dentro de la cámara. Tuve una visión fugaz, un destello de miedo, de un espectro de lejanas estrellas cuya existencia yo jamás adivine, y hubo una luz de lastima en los ojos de mi amigo. Una luz de premonición en sus ojos.
Y en ese segundo muerto, el que tardé en volverme eterno, ese espacio entre dos tiempos, ese preámbulo atroz del infinito fui presa de un terror desesperado y quise gritar. Pero no pude porque el aire estallo a mi alrededor, volviéndose fuego blanco y azul, helado e hirviente, con millones de agujas de tiempo acribillando mi cuerpo. Y un espacio inmenso, infinito tal vez, se abrió a mi alrededor, floreciendo en fuegos donde mi esencia de hombre se quemaba. Vi mil ciudades que se alzaban y caían en un segundo de eternidad. Y vi mundos inimaginados. Volcanes en erupciones de pesadilla. Vi legiones extrañas en marcha, cantando muerte desde sus fauces, y vi anhelos corporizados tan solidos como rocas que partían el espinazo de mi entendimiento.
Y grité yo, Gilgamesh, el mortal, el hombre, el insecto. Grité rebelándome contra nuestra pequeñez, nuestra nada, nuestra inexistencia. Grité entre el estruendo de imperios aun no levantados que ya se desplomaban en ese tiempo que era presente, pasado y futuro; todo mezclado en un solo pantano de vida y muerte burbujeante.
Al despertar me di cuenta con gran espasmo que era inmortal, que era el único ser en mi tierra que podía dormir sabiendo que despertaría al otro día. Ahora era bendito y maldito al mismo tiempo. Nunca más volvería a ser como los demás.
Después Utnapishtim decidió partir, de regreso a las estrellas, no sin antes indicarme dónde buscarlo en caso que quisiera o necesitara verlo. Eso, según sus palabras, seria cuando la humanidad alcanzara las estrellas, pues ahora era rico en tiempo.
Dijo que cuando nos volviéramos a encontrar ya no sería el mismo. Y eso es cierto. Ya no soy el mismo. -
Posteando...
Estaba ya en faena, así que sus sentimientos tendrían que esperar.
- Comandante, mi misión es poder puentear las comunicaciones entre todos los grupos y puestos.
Señaló durante un instante el comunicador, pero luego no dudó en preguntar: - ¿Podemos localizar al personal que está en palacio? Tras eso frunció el ceño: - Que pena no haber aterrizado sobre el palacio. Una posición alta haría por mejorar el enlace. - Tendríamos que localizar y situarnos en un lugar que nos ayude a enlazar al Señor Comandante Accidental y el resto.
El marciano interrumpió las palabras de su amigo milenario para dirigirse a todos. Ocurrían cosas en distintos lugares que obligaban a tomar cartas en el asunto, a actuar y decidir.
-Las palabras de Gilgamesh son ciertas. En aquel periodo de tiempo sufrí por mi pueblo y su estancamiento como civilización en sí. Habían perdido la llama de la vida, aquella que cualquier ser vivo posee. Habían dejado de crear, de investigar, de explorar y lo peor de todo…de maravillarse por el descubrimiento y la expectativa del nuevo día. Se habían convertido en estatuas vivientes, sin propósito alguno ni voluntad alguna. Mientras mi civilización era destruida por la erosión y el paso del tiempo mi gente yacía en sus sitios, centurias tras centurias sin inmutarse.
No fue hasta que volvió de la tierra con renovadas energías que irradie el planeta con la energía de la cámara luminosa y le quité la coraza a mi pueblo. Entonces pudieron escapar de esa no vida eterna y descansar en paz. En ese momento me convertí en el último de mi especie. El único protector del legado celestial, el regalo del Tercer Poder, el obsequio de los En´Ar.
Aguarden. Tendrán preguntas, preguntas que deberán esperar porque aquí no es el sitio para responder esas preguntas. Entenderán mejor todo en otro lugar. En la cima del zigurat. Acompáñenme por favor, que allí también nos reuniremos con dos humanos provenientes de vuestro grupo. Están cerca. Los mande a buscar. –
Y sin mayores dilaciones el último Marciano comienza a caminar por un sendero que abandona la estancia del trono y conduce a una escalera que lleva a la parte superior de la estructura.
Un último post y cierro la escena.
Mientras los dos oficiales decidían sus próximos movimientos de entre los arbustos surge un anciano vestido en túnicas. En sus manos lleva una pequeña pila de libros y su apariencia de bibliotecario trasmite una sensación de debilidad. El erudito es totalmente inofensivo.
Su sitio de origen es un acceso lateral del palacio, oculto entre libustros y las enredaderas. Al salir le cuesta dar con James y Artemisa, como si supiera de antemano su posición exacta. Al verlos en la distancia el anciano se aproxima lentamente y los llama con una mano.
-¡Comandante Stevenson, Teniente Kendra, por aquí! – llama temeroso a los dos.
En ese instante las nubes acaban por iniciar sus descargas de relámpagos y truenos para después liberar la lluvia torrencial que la ciudad necesitaba con urgencia.
Un último post y cierro la escena.
(La apariencia del hombre es similar a la de los Orionitas, de piel verde, ojos oscuros y sin la coprulencia y musculatura de los esclavistas que ustedes conocen)
Diana sale hacia él. - Ostrás, si se parece a alguien que yo conozco. Estaba un tanto sorprendida por ello, pero le daba la sensación de que tenía que ayudar a esa persona: - ¿Le echo una mano con los libros? Ofreció apartando el rifle, para estar cómoda al ayudar, que le colgaba de su correa portafusil al costado derecho.
Aakesh escuchaba atónito las explicaciones de Gilgamesh y de Utnapishtim. Todas las conjeturas, los interrogantes y enigmas de la historia de la Tierra parecían resolverse en ese momento.
Tengo tantas preguntas que hacerles
Pero parecía no ser el momento, tendrían que esperar, aunque algunas cosas no podían hacerlo
-En'Ar ¿es el nombre de su raza?, en nuestro universo nos encontramos con unas entidades llamadas así, seres transdimensionales. ¿Son los mismos?
Observó a sus compañeros. Cada vez estaba más claro que sus experiencias pasadas estaban todas relacionadas de una forma que aún no podían comprender
Espero que nos devuelvan las armas y los escáneres, sin ellos poco podremos hacer si nos enfrentamos a una amenaza
Siguió a Utnapishtim, quedándose cerca de la capitán por si necesitaba su ayuda.
Esto no ha acabado, creo que ahora viene la parte difícil
Hace una eternidad, cuando Jankowsky se alistó en la Excalibur lo hizo siguiendo la idea de descubrir nuevos mundos, nuevas civilizaciones. Ni se imaginaba que se encontraría con aquella especie de dioses, seres ultradimensionales, como eran los En´ar.
El conocimiento de su poder le daba ciertas esperanzas a la hora de enfrentarse a los Xhaguar, desde el encuentro con aquel nosferatu espacial Jankowsky sentía su amenaza como un pie sobre sus cabezas dispuestos a aplastarlos cuales insectos en cualquier momento, así era lo pequeño que se sentía. Ahora, sentir de nuevo el poder de aquellos seres tan cerca le había imbuído de esperanzas renovadas.
Hizo caso de Utnapishtim y se mantuvo en silencio dispuesto a seguirle hasta la cima del Zigurat pero esperó a que se movieran los demás, él les seguiría, vigilando la retaguardia.
Realmente intentar entender todos esos acontecimientos era una ardua tarea para alguien como Johnny, que le gustaba más tener los pies en el suelo que imaginar ese tipo de historias, más parecidas a los argumentos de cómics del siglo veinte.
Aun así, la intriga le corroía cada una de sus neuronas para intentar concebir la grandeza de la historia que narraban. Inmortalidad, enormes cantidades de años viviendo, todo el saber que se podría acumular en un millón de vidas, una tras otra. Realmente necesitaban respuestas, pero la gran pregunta que se hacía Johnny era: ¿podrán volver a casa?
Cristina escuchó muy interesada el relato de ambos, tener ante sí a aquellos inmortales era todo un descubrimiento y las preguntas e interrogantes, además de al curiosidad se le acumulaban, sin embargo parecía que aquel sitio no era del todo seguro y la capitán no iba a ser impedimento para ir a otro sitio, que en ese caso se trataba de la cima del zigurat... se acordó de su hermano Miguel, era profesor de Historia y le encantaba en especial la Antigua, un pensamiento de melancolía y tristeza la amenazó con hacerle decaer por lo que rápidamente lo desechó y se puso en marcha.
- Vamos...
La sorpresiva aparición de Kendra fue doble cuando el anciano apareció llamándolo por su nombre. Sin duda el resto de la expedición había mandado a aquel hombre y habían tenido tiempo de hacer algún aliado.
Sin pensarlo más el comandante se dirigió a su encuentro junto con Kendra ya que permanecer a la vista de la gente conllevaba un riesgo.
Vamos, será mejor poberbos a cubierto de ojos indiscretos. Sabe dónde está el resto y si situación?
- ¿Le echo una mano con los libros?
Oh…si, sería una pena que se mojaran. Son libros que solicita la Madre computador para sus amigos. ¿No lo saben? ¡La Madre computador ha vuelto a la vida! Ha regresado con nosotros. Ahora las cosas volverán a ser como antes, con igualdad entre especies y estabilidad. ¡Perdón, perdón! No suelo monologar pero este es un día especial, pese al desastre hay luz al final del camino.
Por favor acompáñenme. Habrá una reunión en la cima del zigurat y por ello me enviaron a buscarlos. En estos momentos deben estar allí arriba todo vuestro grupo junto al dios custodio de nuestra Madre computador.
Ohh por cierto. Mi nombre es Reks, y soy uno de los Eruditos del consejo de sabios de la ciudad. –
Luego de la palabrería el anciano guía a la dupla por un sendero exterior del palacio, uno que atraviesa el jardín y termina en una escalinata zigzagueante que los llevará a la azotea de la enorme estructura.
Bueno. Aquí terminamos. Luego les abro una escena nueva.
Bueno. Aquí terminamos. Luego les abro una escena nueva.